La educación está terremoteada. Por partida doble. A los ya reconocidos problemas de calidad, inequidad y segregación, se sumó un cataclismo equivalente a que un terrorista explotara simultáneamente a lo largo de la costa damnificada un millón de bombas atómicas de Hiroshima. Con este Richter 8,8 la sacamos muy barata. Basta comparar las consecuencias humanas y materiales de los 10 mayores sismos registrados en la historia.
Pero la situación en la educación es grave. Las proyecciones preliminares arrojan entre 200 y 300 mil niños con colegios que, o están derrumbados, o en necesidad de reparaciones que hacen imposible su utilización por un largo tiempo. El total de escuelas en necesidad de reparaciones mayores, menores o reposición total, estará entre 2 y 3 mil, y las cifras serán difíciles de precisar conpletamente por algunas semanas. Todo lo recaudado en la gloriosa jornada, porque fue gloriosa, de Don Francisco, representa aproximadamente un 2%- 3% del costo de la reconstrucción, tan sólo en educación.
A esto debemos agregar centenares de miles de niños con algún grado de estrés postraumático, cuyos padres lo tienen, sus profesores también, y que desconocemos y no sabemos dimensionar. En grado menor, mayor o grave mis nietos también lo tienen. Agreguemos problemas de acceso físico, equipamiento, útiles escolares, conectividad, telecomunicaciones, energía, licencias de profesores, familias damnificadas de profesores, necesidad de relocalización y transporte de alumnos, conversión de escuelas a doble jornada, escuelas portátiles en containers, etc. La complejidad y envergadura del terremoto Transantiago, por decir algo que los capitalinos dimensionan, es similar, y no va a tomar menos tiempo enrielarlo.
Muchos comentaristas han escrito sobre la necesidad y oportunidad de reinventar Chile en muchas dimensiones. El excelente modelo de Elemental en vivienda, un nuevo sistema nacional de protección de riesgos y manejo de emergencias, nuevos códigos y normas de construcción, nuevos enfoques de planificación territorial y urbana, y sobre todo, adquirir una renovada cultura de "hacer las cosas bien". Por cierto, adivine de dónde nos viene la cultura de "hacer las cosas no tan bien".
Educación 2020 hace un llamado enfático para que aprovechemos la oportunidad de resolver los dos terremotos de la educación y no sólo uno. No caigamos en la "tentación del ladrillo", es decir, una epidemia de cortes de cinta en que muchas autoridades y alcaldes inauguren orgullosamente un container de emergencia para sustituir a la escuela 245, con la foto del beso a un escolar. Lo que importa no es el container, sino lo que ocurra dentro del container.
Voy a ser duro y realista. En muchas escuelas vulnerables, aquellas que andan entre 180 y 250 puntos de Simce, tanto municipales como particulares subvencionadas, no va a hacer mucha diferencia cognitiva si un niño pierde o no un semestre, si es que la calidad de la educación que está recibiendo hoy lo condena a egresar de secundaria sin entender lo que lee. Por cierto, hay que volverlos a clases lo antes posible, aunque más no sea para solucionarles el problema a sus padres, alimentarlos, y resolverles sus problemas más dramáticos. Valga la redundancia, las medidas de emergencia son urgentes. Educación 2020 ya se puso a disposición de la ministra anterior y del ministro actual para ayudar, y lo estamos haciendo.
¿Y si lo vemos como oportunidad? ¿Hay que reconstruir dos escuelas unidocentes con 30 alumnos cada una o más vale fusionarlas? ¿No es acaso esta la ocasión para revisar la red escolar, su demografía, y la sobreinversión en infraestructura previamente efectuada en algunos lugares?
Hay un tema aún más profundo. Educación 2020 ha insistido hasta la saciedad, y lo seguiremos haciendo, en la crucial relevancia de contar con directores de escuela con elevado liderazgo, verdaderos líderes comunitarios, capaces de gestionar su escuela en lo administrativo y lo pedagógico. Éste es un desafío de formación de una nueva generación de directivos, de coaching de muchos ya existentes (harto que lo van a necesitar), de mejora de sus magras remuneraciones, de recursos para que los municipios puedan retirar a los directores deficientes que pierdan los concursos, y de revisión y mayor exigencia de las reglas de concursabilidad.
Los buenos directivos escolares se hacen hoy doblemente necesarios. ¿Quién sino buenos directivos, con carisma, pueden convertirse en líderes de su zona damnificada, no sólo en materia escolar, sino también de organización social, movilización de las empresas en la zona, y uso de la escuela para otros propósitos de la comunidad?
El costo de esta "inversión blanda" debe ser un vigésimo del costo de los ladrillos. Lo mismo podemos decir de la urgente necesidad de mejorar las escuelas de pedagogía, becas más atractivas para promisorios estudiantes de pedagogía, más estímulo a los profesores excelentes, mejor administración de la subvención diferenciada, revisión del sistema de acreditación universitaria, comenzar a negociar la Carrera Docente. La gran oportunidad que nos abre el sismo en educación es, de veras, "hacer las cosas bien" y no sólo "reconstruir bien".
Pero... la tentación del ladrillo es casi inevitable. La sensación de crisis ira disolviéndose con el correr de las semanas, y la presión política sobre el gobierno central, los intendentes y los alcaldes por "cortar cinta" irá in crescendo. Los van a medir una vez más por la tasa de ejecución del gasto, si no el gobierno, entonces la prensa y la ciudadanía. Se van a ir acercando las elecciones municipales, y la presión irá aumentando. Las fotos del beso se convertirán en un bien cada vez más preciado.
En Educación 2020, para decirlo en negativo, nos da terror que el sismo se traduzca, una vez más, en otro cuatrienio en que los ladrillos hayan primado sobre la calidad, porque son medidas "políticamente fáciles", por difíciles que sean en lo logístico y financiero. Dicho en positivo, con la suficiente osadía e imaginación, ésta es la gran ventana de oportunidad para la educación. No la dejemos pasar. No caigamos en la tentación del ladrillo.
* Coordinador Nacional Educación 2020