Sólo tres días después del terremoto, Alejandro Aravena, cabeza de Elemental, recibió un llamado de la empresa forestal Arauco. La idea era conformar un equipo de 60 expertos, incluido Arup, una reputada empresa de ingeniería con sede en Londres, para crear un plan de reconstrucción en una de las ciudades más devastadas por el sismo: Constitución.
Fue un plan titánico. Desde abril y durante tres meses el team se encargó de analizar los distintos escenarios para rearmar la ciudad. Hubo cerca de 10 alternativas. Pero sólo una dio con las piezas estratégicas que permiten poner a Constitución de pie. El Plan de Reconstrucción Sustentable (PRES) involucra una inversión de US$ 150 millones entre privados y fondos públicos. De ellos, US$ 10 millones son para realizar la idea central: un parque de bosques en el borde costero de la ciudad, para paliar la amenaza de un nuevo tsunami. Ello implica expropiaciones. Pero, aun así, la comunidad estuvo en un 96% de acuerdo con la iniciativa, que pretende además atacar las inundaciones y, de paso, hacer de Constitución una ciudad más verde.
Para estos días se espera que el Ministerio de Planificación apruebe la primera etapa: la evaluación social del parque, la cual permite que las distintas reparticiones públicas -entre ellas el Ministerio de Vivienda- puedan gestionar los fondos que Hacienda debe entregar para echar a andar el proyecto. No ha sido fácil.
En esta entrevista, Alejandro Aravena no sólo revela los ingredientes más importantes de este proyecto, que podría replicarse en otras ciudades. Además, saca lecciones de lo que fue este desastre. Asimismo, esgrime que las autoridades debieran estar pensando en iniciativas que permitan estar preparados para lo que hoy suena fuerte: un eventual terremoto en el norte. "Las ciudades costeras debieran ser llenadas de bosques", dispara.
-¿Cuáles fueron las primeras conclusiones que sacaron al analizar Constitución?
- Identificamos que hay una tragedia que prueba que la ciudad no puede instalarse de la manera en que estaba antes del terremoto. Es irresponsable e ilegal que la gente se instale en las zonas costeras porque significa un riesgo. Nuestro plan es reubicar a las personas lo más cerca de donde habían estado antes y utilizar el borde costero para crear un bosque que permita mitigar los efectos de un tsunami.
-¿Eso implicaría expropiar tierras?
-Implica expropiar la tierra de 100 familias. Ellas estuvieron de acuerdo y la medida fue aprobada por un 96% de la población. Nosotros analizamos 10 escenarios distintos, como crear un malecón, y la única respuesta satisfactoria fue la creación de este parque. Cuesta US$ 10 millones y resiste el impacto de un tsunami. Al mismo tiempo, el parque permite hacer frente a las inundaciones producidas cada año en la ciudad por el mal diseño de sus esteros. El tercer punto es que las ciudades tienen una inercia que no han ido al mismo ritmo del crecimiento económico. El estándar de metros cuadrados de áreas verdes por persona en Constitución es de 2,2 metros cuadrados por persona. Considerando que el estándar recomendado por la OMS es de 9, un parque con bosques viene a paliar esta deuda histórica de Chile con su gente.
"La gran lección que hemos sacado es que Chile no está preparado para enfrentar tsunamis. En términos sísmicos, es difícil suponer que el país pudiera haber respondido mejor".
-¿Lo que ocurre en Constitución es una situación que viven otras ciudades de Chile?
-Todas. Incluso Santiago. Nuestra capital tiene como desarrollo financiero Sanhattan, que no tiene buenos estándares de ciudad. ¿Dónde almuerza la gente? En calles con veredas mezquinas. Las ciudades de Chile no están a la altura del desarrollo económico que ha tenido el país. La construcción de espacios públicos, que podrían ser estas costaneras arboladas, es una manera eficiente de corregir estas inequidades en un plazo relativamente corto, cuestión a la que no accederíamos sólo con una redistribución del ingreso.
-¿En el caso de un tsunami no son pocos los que consideran que es más rentable instalar infraestructura en el borde?
-La experiencia demuestra que la infraestructura -rompeolas o muros- no es capaz de resistir la energía de un tsunami. En Japón y Hawái se hicieron obras de contención, tratando de resistir el empuje de una ola. La magnitud fue tal que los pedazos de hormigón del tamaño de un container terminaron siendo arrojados como proyectiles contra la ciudad. Tratar de resistir las olas, ni siquiera a precios infinitos es una alternativa.
-Otros sugieren trasladar definitivamente a la gente…
-Las mejores prácticas en el mundo aconsejan disminuir la energía de la ola por medio de fricción. Lo ideal es generar suficiente cantidad de rugosidad en el suelo y bosques que disipen la energía de la ola. Ahora, la idea es alejar lo menos posible a la gente del borde costero, porque es en el mar donde está la actividad económica. Las razones productivas y económicas hacen inviable alejar demasiado a la gente de la costa.
-Todo indica que su plan está haciendo frente a maremotos y no al terremoto mismo…
-La gran lección que hemos sacado es que Chile no está preparado para enfrentar tsunamis. En términos sísmicos es difícil suponer que el país pudiera haber respondido mejor. La norma sísmica del 69 funciona bien. El único aprendizaje es aceptar que los servicios básicos, como hospitales o escuelas estuvieran sísmicamente aislados para que queden operativos después de un terremoto.
Alejandro Aravena: "Todas las ciudades costeras debieran llenarse de bosques"
-¿Cuáles son las lecciones que han dejado los terremotos en Chile?
-Después del terremoto de Chillán, en los años 30, se crea la carrera de Construcción Civil, lo que fue importante porque después del terremoto del 60 -cuando se empieza a discutir una normativa antisísmica-, existían los profesionales que podían implementarla. Si nosotros quisiéramos mirar desde el 2010 a diez años de distancia, la gran lección es que frente a amenazas geográficas, las respuestas deben ser geográficas. Es una mala estrategia tener gran cantidad de población e inversiones ubicadas en el mar sin resguardo cuando el riesgo es real. La isla Orrego, a orillas de Constitución, es un ejemplo empírico: había una gran cantidad de árboles que funcionaron como disipadores de energía. Hay otras ciudades del sur que no les pasó nada porque tenían una especie de bosque de costanera.
-¿No es inviable pensar en plantar árboles como alternativa de protección?
-Para nada. En esta zona de Chile lo que sabemos hacer bien es plantar bosques. Es una fórmula muy eficiente y económica. En Chile, para que un árbol esté productivo se demora 20 años. En Finlandia se demora 70. Por eso, Chile ha sido tan competitivo en la industria forestal. Eso se debe complementar con zonas de edificación condicionadas: primeros pisos sin residencia, por ejemplo.
-¿Eso debiera ser ejecutado en este gobierno?
-Dentro de este gobierno debiera ejecutarse este plan en, al menos, tres ciudades: Dichato, Talcahuano y Constitución. Ello crearía una tendencia. Si uno logra hacer tres ciudades, uno sabe que la cuarta va en esa misma línea. Si hacemos el plan sólo en una, esto quedaría como excepción.
-Realizado ese plan, ¿cuáles debieran ser las próximas prioridades del gobierno?
-Debiera haber un plan nacional para definir eso. En Chile hay una línea que indica dónde llega una ola en caso de tsunami. Pero existe como información confidencial.
-¿El gobierno está al tanto de esto?
-Entiendo que muchas reparticiones públicas la conocen. Pero no es sencillo hacerla pública, porque se frenaría la inversión urbana.
"El tema central es trasladar la discusión: dejar de pensar en cuál es la manera más eficiente de responder a una emergencia para enfocarse en las acciones que eviten que esa emergencia sea un desastre en el futuro. El giro que hay que dar es anticiparnos y mirar el norte".
-¿Pero es un tema delicado considerando que varios permisos de edificación podrían estar en zonas riesgosas?
-Creo que estas preocupaciones, por la escala de la operación que significan, no son del gobierno, son del Estado.
¿Terremoto en el norte?
-Hoy muchos vaticinan que el próximo terremoto será en el norte. ¿La idea de instalar árboles debiera aplicarse allí?
-El norte tiene una dificultad: por naturaleza no existen árboles. Sería una obra tan artificial como hacer una infraestructura. Pero si evaluamos una artificialidad contra otra, es más eficiente disipar la energía que resistirla. Incluso ante esta dificultad, creo que sería la mejor estrategia. Las ciudades costeras de Chile debieran llenarse de bosques.
-Pero gran parte de la población en el norte vive en la costa. Entonces, el tema se vuelve bastante más complejo…
-Como la localización de la gente es tan estratégica no te puedes dar el lujo de no tener un plan de contingencia que evite esas amenazas. El que la gente viva en el borde no significa que no puedas tener obras de mitigación. Todo lo contrario. El tema hay que evaluarlo. Nuestras costaneras, en general, debieran ser sombreadas y no soleadas: árboles y no cemento.
-En un escenario hipotético, le entregan la ciudad de Arica. ¿Cómo aplicaría el plan?
-Cuando no exista posibilidad de expropiación, habrá que hacer obras mixtas que impliquen ganarle algo de terreno al mar. Incluso pensar en la idea de plantar árboles en la misma playa. Una fórmula para el norte sería plantar palmeras con la suficiente densidad para que disipen la intensidad de una ola. Ahora, se debe analizar si la palmera tiene suficiente raíz para resistir un embate de olas. Hay que escoger la especie que corresponda en cada región. Cuando no hay espacio, ni dinero, ni capacidad para hacerlo, necesariamente de debieran elevar las restricciones para colocar gente en zonas riesgosas. Es un tema que Chile debe pensar. Si en los años 60 hubiéramos dicho que no podíamos crear una normativa antisísmica, porque nuestras construcciones eran de adobe, hoy el desastre sería mucho peor.
Alejandro Aravena: "Todas las ciudades costeras debieran llenarse de bosques"
-En un seminario usted señaló que la clave hoy era mirar el norte. Ello no fue bien recibido por varias autoridades…
-Eso sucedió en junio, justo antes de entregar nuestro proyecto al gobierno. Allí estaban el ministro Cristián Larroulet, Cristóbal Lira y la intendenta de la VIII Región, Jacqueline van Rysselberghe. Señalé que necesitábamos un golpe de timón en la forma en que normalmente se funciona después de una catástrofe.El tema central es trasladar la discusión: dejar de pensar en cuál es la manera más eficiente de responder a una emergencia para enfocarse en las acciones que eviten que esa emergencia sea un desastre en el futuro. El giro que hay que dar es anticiparnos y mirar el norte. Hay evidencia que muestra que es posible caminar y masticar chicle al mismo tiempo.
-¿Pero es pertinente pensar en el norte cuando es el sur el afectado por el desastre?
-No se debe desconcentrar el foco en el sur. Pero los distintos gobiernos locales asociados a empresas podrían perfectamente elaborar este tipo de proyectos. Se podrían asociar desde hoy a las grandes mineras del norte, tal como los privados se asociaron a las autoridades locales en Constitución. Esos estudios podrían estar realizados con la correspondiente aprobación de Mideplan para anticipar los desastres. Eso permitiría hacer más expedita la implementación y no tener que contemplar tres meses para diseñar un plan, que desde el punto de vista profesional es un tiempo récord, pero para una ciudad destruida es una eternidad.
-¿Eso indica que debiera cambiar la institucionalidad para estos eventos?
-El cliché es que toda tragedia es una oportunidad. Pero hay que tener la estructura institucional montada para que se cumpla esto. Una de las cuestiones que uno debería dejar implementadas es que frente a situaciones de emergencia, el mecanismo de respuesta debiera funcionar dentro de un estado de excepción. Que los proyectos para la reconstrucción no tengan que pasar por el conducto regular de evaluación social de todo proyecto porque lo único que genera es lentitud. En Chile, la institucionalidad debiera cambiar.
"En Chile hay una línea que indica dónde llega una ola en caso de tsunami. Pero existe como información confidencial. Entiendo que muchas reparticiones públicas la conocen. Pero no es sencillo hacerla pública, porque se frenaría la inversión urbana".
Un plan exportable
-¿Cuál fue la respuesta del gobierno al proyecto para Constitución?
-Arauco les hizo ver, que al tener sus plantas allá conocían muy bien la zona y que podían ganar tiempo. Con esta tragedia, no había lugar para cotizaciones y licitaciones que vinieran del gobierno. En junio le entregamos el proyecto. A partir de entonces son las distintas reparticiones públicas, como el MOP y el Ministerio de Vivienda, quienes deben hacerse cargo de la implementación: el plan maestro de la reconstrucción debe transformarse en ingeniería de detalle. Y para ello se necesita que Mideplan entregue la evaluación social del proyecto de la costanera. Así se daría comienzo al proceso de expropiación de las cien familias.
-¿Por qué ha tomado tanto tiempo?
-Existe un pequeño grupo de dueños de suelo -los cuales serán expropiados- que irrumpieron hace tres semanas en el concejo municipal para detener la iniciativa.
-¿Tiene seguridad que este proyecto se va a realizar?
-Sería una vergüenza no hacerlo. Éste es un proyecto que fue hecho al más alto nivel en un tiempo récord. La evidencia en el mundo muestra que no hay ninguna ciudad que se haya reconstruido antes de 3 años. Pero si la presión de este grupo que quiere defender sus intereses particulares tiene eco en el gobierno, el conflicto podría escalar. Entendiendo que estos proyectos son óptimos relativos, pero el beneficio de muchos está por sobre algunos pocos. El gobierno debiera estar dispuesto a ser firme. Si no, la presión de unos pocos puede hipotecar el beneficio de una ciudad completa.
-¿Este plan es exportable?
En términos de políticas públicas, como país uno puede exportar conocimiento porque tuvo antes las preguntas. Chile en ese sentido tiene la interrogante de cómo se debe reconstruir frente a desastres naturales, porque se generan más terremotos que en otros países. Si desarrollamos una institucionalidad que nos permita anticiparnos al conflicto -tener un plan en el norte antes de que ocurra el desastre-, contamos potencialmente con la oportunidad de exportar conocimiento a aquellos países que se encuentran frente a este mismo conflicto, como Japón y Estados Unidos.