Por Ana María Sanhueza Mayo 31, 2012

Es 24 de mayo y la declaración que dará el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, ante los jueces que resolverán próximamente el caso bombas es una de las más esperadas del proceso: la defensa de uno de los imputados hace meses que afirma que el juicio es un montaje y para ello pidió interrogar al jefe de gabinete de Sebastián Piñera acerca de su relación con el polémico ex fiscal Alejandro Peña, quien antes de renunciar para irse a trabajar como jefe de estudios de Interior, en abril de 2011, dirigió las pesquisas.

Han pasado pocos minutos desde que empezó el interrogatorio. La prensa ya ha tomado la temperatura ambiente en el tribunal y describe la diligencia como “tensa”. Al punto, que en una ocasión el propio Hinzpeter explicita a una de las juezas, cuando ella le dice que se limite a responder las preguntas, que “soy el ministro del Interior”.

Pocos metros más allá, y en contraste con lo tirante del momento, un hombre alto, relajado, delgado, colorín y de traje oscuro, impugna cada tanto las preguntas que los defensores de los imputados le hacen a Hinzpeter. “Objeción”, dice el abogado Juan Domingo Acosta al tribunal cada vez que considera impertinente alguna frase hacia su representado. Lo hace con voz firme, pero aun así parece como recién operado de los nervios. 

En los últimos meses, ver al penalista Juan Domingo Acosta (52) acompañando a Hinzpeter en una diligencia judicial es algo cada vez más recurrente. En menos de un año, el abogado -socio del estudio Espina, Zepeda & Acosta- lo ha representado en varios casos, entre ellos la defensa en las dos acusaciones constitucionales que ha debido enfrentar el ministro en la Cámara de Diputados. La última de ellas, interpuesta por la violencia policial durante las protestas en Aysén, fue descartada el pasado 12 de mayo, cuando se desechó por 57 votos contra 50. “Lo que le compete al ministro es velar por el orden público. Pero evidentemente no se puede confundir con la acción operativa directa de las fuerzas policiales”, dijo Acosta ante los parlamentarios.

Acosta es un viejo conocido en el Congreso: es común verlo exponer en diversas comisiones. Tan asiduas son desde hace años sus intervenciones, que en una ocasión Soledad Alvear (DC) lo llamó, bromeando, “el senador Acosta”.

No es su única intervención. Desde el 11 de marzo de 2010 que el abogado se ha convertido en un asesor clave del Ministerio del Interior, al punto que ha estado tras la elaboración de varios de los proyectos de ley más emblemáticos del gobierno de Piñera. Entre ellos los cambios a la Ley Antiterrorista en plena huelga de hambre de los presos mapuche; la ley antidiscriminación y la polémica legislación que penaliza las tomas, normativa muy criticada en algunos sectores por considerar que criminaliza las protestas y movimientos sociales.

Pese a su cada vez mayor cercanía con Hinzpeter y el gobierno, Acosta no es conocido como un hombre de derecha. Aunque es socio de Carlos Zepeda (RN), quien es parte del círculo estrecho del presidente Piñera, y del senador RN Alberto Espina, era voto de minoría en su estudio: históricamente apoyó a la Concertación. Así como en los 70, en Derecho de la Universidad Católica, junto al penalista Juan Pablo Hermosilla -miembro del grupo Océanos Azules que apoyó la reelección de Eduardo Frei-, eran de los  que se oponían al régimen de Pinochet.

No tiene mayor relación con el presidente Piñera, sin embargo, ha estado tres veces vinculado a él directa o indirectamente en casos judiciales: en 2006 representó al mandatario en el caso de las boletas falsas de Publicam; su estudio defendió al cantante Miguel Piñera en un juicio de paternidad y, junto a Zepeda, elaboró un informe en derecho tras la polémica que involucró al presidente en la salida de Harold Mayne-Nicholls de la ANFP.

Aun así, quienes conocen a Acosta aseguran que si en la última elección presidencial votó por Piñera, más allá de que creía que debía haber un cambio, lo hizo “por castigar a la Concertación. Él siempre ha sido de centro izquierda”.

De Kodama a la Quintrala

Acosta partió su carrera en el estudio de Nurieldín Hermosilla -padre de los abogados Luis y Juan Pablo- cuando aún no cumplía los 20 años. Pronto se convirtió en su brazo derecho.

Fue uno de los mejores alumnos de su generación: egresó con un 6,6 y uno de sus compañeros recuerda que se sacó un 7 en la licenciatura, un 7 en la práctica y un 7 en la memoria. En la UC, pese a la fuerte influencia política que tuvo Jaime Guzmán en muchos de sus alumnos, nunca simpatizó con el gremialismo: votó No a Pinochet en 1980 y 1988. El fundador de la UDI varias veces lo invitaba a él y a Juan Pablo Hermosilla a comer a su casa para discutir de política.

Reservado y “sin militancia ni redes políticas”, se apura en aclarar su amigo Juan Pablo Hermosilla, hoy por la oficina de Acosta no sólo pasan gran parte de las causas de mayor impacto -Inverlink, Metalpar, Registro Civil, Kodama, tsunami (defiende al ex intendente Jaime Tohá), La Polar o como querellante en el crimen de Diego Schmidt-Hebbel, entre muchos más-, sino también varios proyectos de ley tanto del gobierno de Piñera como de la Concertación.

 

El silencioso poder de Acosta

El senador 39

Durante las últimas “visitas” que ha tenido que hacer al Congreso para defender a Hinzpeter, Acosta suele ser abordado por varios diputados y senadores. En Valparaíso es un viejo conocido: es común verlo exponer en las comisiones de Constitución, Legislación y Justicia y de Defensa, donde le piden informes jurídicos para distintos proyectos de ley. Tan asiduas son desde hace años sus intervenciones, que en una ocasión, bromeando Soledad Alvear (DC) lo llamó “el senador Acosta”.

Además de la ley antidiscriminación, la que penaliza las tomas y de otros varios proyectos sobre seguridad ciudadana, el abogado también asesoró a la Concertación, particularmente al Sernam, en leyes emblemáticas, como fue el caso del femicidio y violencia intrafamiliar. 

También ha estado tras el proyecto de modificación para permitir la Corte Penal Internacional (CPI); los cambios al Código de Justicia Militar; la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente (RPA) y, recientemente, en la que modificó la prescripción de los delitos sexuales.

El radical José Antonio Gómez es uno de los senadores que trabajaron con él mientras fue presidente de la Comisión de Constitución. Recuerda su intervención en el proyecto sobre la Corte Penal Internacional. “Es muy estudioso, muy meticuloso y muy paciente. Y hay que descatar que es un trabajo ad honórem”, dice el parlamentario. Desde la vereda opuesta, el senador (UDI) Hernán Larraín -Acosta representó a su mujer, la ex ministra Magdalena Matte, en el caso Kodama-, añade: “Es erudito y ha sido clave en muchas leyes”.

Pese a que es reconocido por tener un carácter tímido, Acosta es directo. Eso lo sabe bien el senador Espina, hoy socio pasivo de la oficina de abogados que comparten también con Carlos Zepeda, y quien  suele hacerle consultas para su trabajo legislativo. “Una vez lo invité a la Comisión de Constitución pensando que iba a apoyar un proyecto mío sobre seguridad ciudadana y me llevé una sorpresa: no le gustó. Dijo que no era necesario”, recuerda Espina. “Ahora, cada vez que lo veo le digo en broma: ¿cuándo te invito de nuevo al Congreso?”, ironiza.

El parlamentario RN dice también que en la misma comisión Acosta varias veces ha mostrado opiniones jurídicas distintas a las del Ministerio del Interior, pese a que trabaja como asesor de esa cartera.“Eso demuestra que tiene independencia”.

El escritor oculto

Ser muy quitado de bulla (“nunca nadie sabe en qué caso anda”, dice un conocido) es otra de sus características. Es tan introvertido, que a muchos clientes al comienzo les causa cierta inquietud su personalidad. “Eso es porque los abogados usualmente somos yo, yo, yo y yo, unos egocéntricos. En cambio, él es hacia adentro, muy técnico”, dice uno de sus pares. 

Quienes conocen a Acosta aseguran que si en la última elección presidencial votó por Piñera, más allá de que creía que debía haber un cambio, lo hizo también “por castigar a la Concertación. Él siempre ha sido de centroizquierda”.

Carlos Zepeda, su socio, coincide: “Juan Domingo no es el típico abogado entrador, expansivo y dicharachero. Es reflexivo, disciplinado, estudioso y muy serio. Al principio eso sorprende al algunos clientes, pero al poco tiempo sólo quieren trabajar con él”. Tan reservado es en sus casos, que Espina recuerda que cuando se topaban en la oficina, solía preguntarle por cómo iba el juicio contra María del Pilar Pérez, La Quintrala. “Pero me respondía que lo siguiera por la prensa. ¡No cuenta nada!”, sonríe el parlamentario. 

En privado, suele comentar que parte de su trabajo es que sus clientes  se noten lo menos posible. “Nadie quiere estar involucrado en un delito”, es una de sus frases.

Su reserva llega incluso a su pasatiempo. Y pocos saben su secreto: trabaja en la escritura de una novela negra. Fanático de la literatura en general, pero en particular de la policial, Acosta lleva varios años en un taller con el escritor Mauricio Electorat. Allí tampoco habla de sus casos. Pero se explaya sobre libros. “Lee mucho y muy rápido. Es un tipo muy raro, porque con la cantidad de trabajo que tiene, se da el tiempo de buscar libros extraños: conoce prácticamente todas la librerías de viejos, en el centro de Santiago”, dice Electorat.

Los pocos que saben que prepara una novela, tienen una certeza desde ya: “Nunca va a escribir de uno de sus casos”.

 

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