Por Juan Andrés Quezada Agosto 16, 2012

 

El mensaje era breve y preciso: “Llámame en cuanto puedas”. Era la tarde del 8 de junio, y el cientista político José Miguel Izquierdo recibió en su iPhone ese texto de su mujer mientras hacía clases. Sin embargo, Izquierdo, uno de los asesores del Segundo Piso de La Moneda, nunca se imaginó el motivo detrás de la urgencia. Pasadas las 22 horas, su esposa le relató, con voz temblorosa, un escenario dramático: la menor de sus hijas le había contado que estaba siendo víctima de abusos sexuales en el jardín infantil al que asistía.

La vida de Izquierdo sufrió un vuelco brusco desde ese instante. El testimonio de su hija fue el que detonó el caso del jardín infantil Hijitus de la Aurora, el primero de una serie de escándalos de abusos que se han revelado en el último tiempo. Durante estos dos meses, el cientista político decidió mantener silencio para no entorpecer la investigación. La situación lo ha hecho replantearse las dimensiones de su vida y dedicarle más tiempo a su familia. Hoy revela por primera vez su situación, porque afirma que se convenció que la única forma de combatir los abusos es romper el círculo del silencio: “Los pederastas operan en una órbita de silencio cómplice; que existen padres que no se dan cuenta del daño provocado a sus niños cuando no les creen o cuando menosprecian la relevancia de los cambios conductuales; y también hay padres que se equivocan cuando atienden a sus hijos, pero deciden esconder el problema en la intimidad de la familia. Es el silencio el que, en definitiva, conduce a la impunidad y a la repetición de esta conducta por generaciones”.

Éste es el testimonio de su pesadilla, en primera persona.

 

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Unas dos semanas antes de explotar el tema, nuestra hija empezó a llorar en las mañanas y  decía que no quería ir al jardín. No la mandamos más. Por ese tiempo, mi mujer había notado que mi hija tenía inflamada la vagina. Lo asociamos a las alergias, la llevamos al doctor y le hicimos un tratamiento con cremas. Pero ella se quejaba de una picazón constante.

Por esos días, el jardín citó a una reunión. Lamentablemente, el mismo día el colegio de las mayores nos citó a una charla. Mi mujer fue al Hijitus. Ella es directora de un colegio de niños y niñas de escasos recursos; conoce bien la realidad, sabe de estas cosas y tiene mucho ojo. En esa reunión se percató de la presencia de un profesor que no conocía. La dueña del jardín nunca nos informó que había un profesor de computación. Investigó en internet y se dio cuenta de que este tipo no era profesional de la educación. Pidió explicaciones a la parvularia, quien reconoció que los niños se quedaban solos con el “tío Manuel” en la sala de computación. Esto nos alertó porque existen normas expresas que prohíben a personas que no sean profesionales de la educación quedar al cuidado de niños. Por eso le solicitó, además, que nuestra hija no fuera más a esa clase.  A raíz de esto, decidió poner una denuncia ante la Junji. Este punto es muy relevante.  Está bastante acreditado que los niños se quedaban solos a cargo de este pederasta y, al parecer, la dueña del colegio, madre del pedófilo, conocía esta situación.

Afortunadamente mi hija tuvo la valentía de hablar, a pesar de que la mantenían amenazada. Pero habló a consecuencia de una conversación que tuvo mi mujer con otra de mis hijas sobre el sentido de la verdad  y la necesidad de decir siempre la verdad a los padres. En esa circunstancia, la niña, de 4 años, empezó a acercarse e insistía en quedarse mientras su hermana era sermoneada. Después de mandar castigada a la niña de 7 años, la menor empezó a decir cosas de su jardín. La mamá le preguntó si le gustaba, si quería a sus profesoras y ella contestaba que a algunas sí y a otras no. Luego le preguntó: “¿Y los tíos? ¿Te gusta el de música, el de gimnasia? ¿Y el de computación?”.  Ahí se puso nerviosa y empezó a contar cosas. No voy a ser explícito, pero fue una larga conversación. Cuando mi señora preguntó por qué no se lo había dicho antes, la niña contestó que el tío Manuel le dijo que “mataría a su mamá si se lo contaba a alguien”. Mi señora insistió en por qué no había pedido ayuda y mi hija le contestó: “Le pedí ayuda a la miss, pero no quiso ayudarme”.

Es fundamental que ellos vean que sus padres les creen y que los defienden. Si eso no pasa, según lo que dicen los expertos, los niños son incapaces de diferenciar quién es bueno y quién es malo. A la larga, repiten la conducta que los marcó en la infancia”.

 

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Nosotros volvimos de Las Rocas de Santo Domingo el año pasado. Vivimos ahí casi 7 años, porque la segunda de mis tres hijas (10, 7 y  4) nació con un problema de alergias exacerbadas que nos obligó a vivir en la costa. Allá mi mujer dirigía el colegio al que llevábamos a nuestras hijas. Cuando volvimos, llevamos a las mayores a un colegio donde no hay jardín infantil, por eso llegamos al Hijitus de la Aurora. Era un jardín que tenía 40 años de historia, conocido por muchos amigos y familiares, quedaba cerca de la casa; todo hacía parecer que era la mejor opción.

Hoy sabemos muchas cosas más. El profesor de computación les mostraba videos y fotos pornográficas en el computador. ¿Cómo tenía la libertad para actuar? Le llevaban a los niños de a tres a la sala de computación  y los dejaban solos. No sé por qué el método, no sé por qué los dejaban solos con este pederasta. Ahí hay una responsabilidad evidente de los encargados del jardín. Al respecto, hay relatos distintos de las tías, pero está bien asentado que los dejaban solos y, al parecer, la madre del pederasta conocía esta situación. En el proceso han declarado alrededor de diez parvularias, entre las que estaban ejerciendo y otras de años anteriores. Hasta donde sé, se habla de que había tránsito entre el jardín y la casa de esta familia, que quedaba atrás y estaba conectada por una puerta. De hecho, nos advirtieron que una niña relató que la llevaban a la casa de atrás. Mi hija no sufrió esto, pero es un dato nuevo en la causa, que agrava todo.

 

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Cuando me enteré por primera vez, mi primera reacción fue querer ir al jardín. Pero finalmente llamé a un amigo penalista y me recomendó acudir a la PDI. Lo hice. Ellos se contactaron con el fiscal de turno, quien decidió no tomar declaraciones inmediatamente a la víctima pues, a esa altura era muy tarde y la dejó citada para el otro día a las seis de la tarde. Esa misma noche mi mujer llamó a la mamá de una de las amigas del jardín para contarle qué estaba pasando. Ella le recomendó contactarse con Mario Schilling, abogado penalista, apoderado del mismo curso. 

Esa misma noche nuestra hija mayor preguntó qué estaba pasando, porque se había percatado de la tensión y el movimiento en la casa. Entonces, sin saber qué responder, le dijimos a que su hermana menor había acusado a un tío del colegio de haberle pegado. Pero en la mañana del sábado la más pequeña se metió a la cama de su hermana mayor y le contó muchas más cosas.

Mi mujer estaba preparando el desayuno cuando ve bajar a nuestra hija mayor, blanca, y dice: “¿Es verdad lo que me contó mi hermana?”. Entonces, le pedimos que repitiera lo que había contado recién y relató hechos aún más graves.

 “¿Por qué no me contaste?”. Era una de las preguntas recurrentes la noche de ese viernes. Y la amenaza del pederasta era: “Tu mamá es fea, y si tú le cuentas la voy a matar”. Eso lo han transmitido otros niños, que preguntan a sus madres cómo está mi mujer. En el fondo, están preocupados, porque en ese grupo de niños, la amenazada era la mamá de mi hija.

De hecho, durante la audiencia de control de detención el defensor planteó dudas de la verosimilitud del relato de la niña. Pero el fiscal Paul Martinson dio el siguiente argumento: “Los niños pequeños refuerzan su comportamiento observando la actitud de sus padres. En el fondo, se inhiben si ven que sus papás se enojan, si ven que sus papás pelean, o si ven que sus papás lloran. Al contrario, la niña, aun viendo llorar a su mamá, fue capaz de seguir con el relato de lo que estaba sufriendo en el jardín”. Eso no hace más que reforzar la verosimilitud de su relato. ¿Qué ganancia encuentra un niño al decir cosas que provocan el dolor de su madre? Todavía estoy impresionado con la valentía de mi hija y de mi mujer.

La pesadilla de Izquierdo

Schilling se encargó de reunir a los apoderados ese sábado.  Tuvimos que dividirnos, porque el fiscal había citado a declarar a mi hija a la misma hora. “Cuando llegué a la reunión escuché comentarios que me impresionaron. Unos decían que sus hijos les habían empezado a dar besos con lengua; otras niñitas tenían conductas masturbatorias compulsivas a escondidas; una niña había besado la vagina de su madre... Los padres preguntaban a sus hijos qué estaba pasando y los niños respondían: “Son juegos de adultos”.

 

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Primero viene la denuncia ante un fiscal. Luego la visita al Servicio Médico Legal, donde hacen exámenes. Al pensar en lo que sería esto, dudé mucho. Mi mujer, en cambio, tomó la decisión y llevó adelante el proceso con gran pasión y entereza. Ahora veo que los fiscales actuaron profesionalmente y han dado a todos los niños (74 familias se hicieron parte del proceso) un nivel de acogida bien impresionante. Estos profesionales manejan la relación con los niños con gran habilidad, y no los violentan en estos primeros pasos. Además, el SML, que todos asociamos con la morgue, en realidad es muy profesional y los exámenes que realizan no son invasivos. Por lo tanto, el temor que uno tiene como padre de someter a los niños a esas dos instancias, según mi experiencia, fue bastante aplacado por todas las personas que nos ha tocado conocer.

Nada de esto puede ser inventado por niños de 6 años. Conocedor del tema, Schilling llamó insistentemente al fiscal a cargo para notificarlo de la magnitud del escándalo que estábamos descubriendo. Logró convencer al fiscal de solicitar a la PDI que tomara declaración a los papás que relataban estos hechos. Con ese material, el fiscal se formó la convicción de que debía solicitar la orden de detención. Y así procedió.

La rabia es muy grande, pero tú dices “no puede uno tomar la justicia por su mano, pero sí hacer todo lo posible porque la justicia funcione”. Para eso, lo que tienes que hacer es atreverte a romper el silencio.

El proceso posterior fue de enfrentar la situación decididamente y de forma abierta, porque no queremos que otros niños sufran lo que pasó con los niños de este jardín. Pero, para eso, hay que cambiar leyes y mentalidades. Mi mujer dio la cara cuando salió a enfrentar al jardín, que pretendía seguir funcionando el lunes. Se produjo una reunión y enfrentó a las profesoras planteándoles una a una las irregularidades cometidas y las penas que les vendrían. La directora se mantuvo al margen, no apareció. Pero los padres decidieron no mandar más a los niños a ese lugar. El jardín quedó clausurado de hecho.

Primero, es necesario concentrarse en la recuperación de la víctima y no dejarse arrastrar por el deseo de venganza y el odio. Eso retrasa la posibilidad de que los niños vuelvan a confiar. Pero, para que eso se cumpla, también hay que estar conscientes de que es necesario creer en el relato de los niños que hablan de este tipo de cosas. Es fundamental que ellos vean que sus padres les creen y que los defienden. Si eso no pasa, según lo que dicen los expertos, los niños son incapaces de diferenciar quién es bueno y quién es malo. A la larga, repiten la conducta que los marcó en la infancia. Hoy sabemos que el principal dolor que puede llegar a desarrollar un niño abusado es que en su adolescencia se dan cuenta de esa sensación de desprotección, de ese sentimiento de verse indefensos o, incluso, sentirse culpables cuando estos escándalos impactan al interior de las familias. Por eso nosotros decidimos dar la pelea de manera abierta y embestir contra el círculo de silencio que protege a los pederastas.

Tengo una sensación de fracaso muy grande. Uno busca proteger a los suyos y a pesar de todo lo que planificas o todo tu esfuerzo, el ambiente de contención se va al suelo por la acción de un degenerado.  Ahora, por otro lado, tuvimos la suerte de que mi niña habló y eso me consuela”.

Segundo, mucho dolor se puede evitar con tan sólo abrir los ojos. No es necesario que los niños hablen para darse cuenta de que algo pasa. Cuando un niño tiene cambios de conducta y desarrolla hábitos de connotación sexual, es por algo. Y, sobre todo los más chicos, cuando dicen frases con clara significación sexual son porque existe una alta probabilidad de que estén viviendo esa experiencia. Según nos han explicado, los niños no tienen lenguaje suficiente para fantasear realidades que no han vivido; no son capaces de nombrar lo que no conocen. Por eso, los padres deben estar más atentos.

Y, además, para terminar este círculo vicioso, se requiere valentía. Esto involucra situaciones difíciles, pero hay que hacerlo. Hay que dejar de pensar que los niños olvidan, que son demasiado chicos para que su desarrollo se vea determinado por experiencias como éstas. Al contrario, el exceso de pudor y la comodidad del entorno familiar a veces se pueden convertir en cómplices del dolor de muchos niños que van a sufrir lo mismo.

 

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Lo primero ha sido enfrentar el tema emocional, retomar vínculos con los niños, redefinir el tipo de vida que llevas, el tiempo que dedicas a tus niños, cuán involucrado están con su día a día.

Cuesta darse cuenta que la víctima no es sólo una niña, es el grupo familiar completo. Esto genera cambios muy grandes. Por una parte, tengo una sensación de fracaso muy grande. Uno busca proteger a los suyos y a pesar de todo lo que planificas o todo tu esfuerzo, el ambiente de contención se va al suelo por la acción de un degenerado.  Ahora, por otro lado, tuvimos la suerte de que mi niña habló y eso me consuela.

Por último, nos reintegramos lo antes que pudimos a nuestros trabajos. Aunque hemos pasado períodos muy malos, con mucho dolor, a veces sensación de soledad. Incluso, enfrentamos el temor de que el pederasta quede libre y obviamente sus amenazas provocan temor.

 

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Estoy intentando aprender a conectarme con el dolor que hemos atravesado. Para mí es difícil hacerlo, porque tiendo a refugiarme en la racionalidad. Pero yo diría que he alcanzado tres grandes lecciones: Quiero dar un mensaje de confianza de que la institucionalidad funciona adecuadamente. Tanto los fiscales, como los psicólogos y el SML no provocan traumas adicionales, sino que al contrario, la única forma que tenemos como sociedad de hacer que los niños no sufran más este tipo de abusos, es atrevernos a romper el círculo de silencio que protege a los pederastas. Todos los pederastas tienen círculos de poder y de silencio que los protegen.

Los padres han sido valientes. Estoy también muy impresionado del efecto que provocó la fuerza con que mi mujer salió en los medios de comunicación. Porque después se empezaron a destapar otros casos de otros jardines y otros colegios.

Cuesta pensar que las personas que trabajaban en el jardín no se hayan dado cuenta de que ocurrían cosas extrañas. Según el relato de mi hija, las tías vieron y descubrieron en algún momento que estaban pasando cosas. Ahora, sobre el conocimiento de la dueña del jardín hay dos hipótesis: hay gente que dice que sabía. A mí me cuesta pensar que una persona puede llegar a tener un nivel de maldad de ese tamaño. Pero ella debió haber sabido, porque los directores y profesores son garantes de la indemnidad sexual de los niños. Ella ha actuado de manera muy rara. No ha aparecido, no ha dado la cara a los padres.

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