“La democracia chilena ha demostrado ser bastante inclusiva: los mismos que antes estaban protestando ahora están dentro de la Cámara de Diputados. La gente que estaba fuera del sistema no es que esté sólo en el Parlamento, ahora están en la mayoría de gobierno”.
Dos leones de bronce custodian la entrada del Congreso de los Diputados en Madrid. A 400 metros de ahí, en la Plaza de la Lealtad, en pleno Paseo del Prado, dos medallas con las imágenes de los dioses griegos Hermes y Deméter vigilan la puerta de la Bolsa de Comercio. De esa metáfora se valió el periodista chileno y ex director adjunto del diario El Mundo, John Müller, para titular Leones contra dioses, el libro en el cual relata su visión de la crisis económica española y detalla cómo los políticos lograron derrotar a la prima de riesgo. O, en otros términos, cómo los leones se impusieron a los dioses.
A principios de enero, el actual ministro de Economía español, Luis de Guindos, y el ex ministro de Industria de José Luis Rodríguez Zapatero Miguel Sebastián fueron los responsables de presentar la obra del osornino en una fundación del madrileño barrio de Chamberí. Allí discutieron los planteamientos del autor, quien actualmente escribe “Ajuste de cuentas”, una de las columnas económicas más influyentes en España y que periódicamente publica el diario que él mismo ayudó a fundar en 1989 y en el cual hizo una larga carrera.
Al teléfono desde Madrid, Müller explica que la tesis central de su libro es una: cómo, tratando de sortear la crisis, España perdió la oportunidad de hacer una reforma radical al Estado. “Antes todo el mundo hablaba del milagro español, pero éste pasó a ser el fiasco español”, comenta. Müller hace el paralelo entre España y Chile, y asegura que el gobierno de Michelle Bachelet también está dejando pasar una oportunidad clave.
-¿Cómo ve a España hoy?
-Veo que este año vamos a tener una recuperación importante de la economía, pero no vamos a terminar con la crisis, porque hasta que el paro (desempleo) no descienda a niveles manejables -esto es entre el 12% y el 14% de la población activa-, no vamos a poder decir que España ha salido de la crisis. Ahora, este es un año en el que, si se mantienen las circunstancias exteriores -como la caída del petróleo y la bajada del euro-, la tasa de crecimiento puede llegar al 3% del PIB para final del año, lo cual es mucho para un país europeo.
-Sin embargo, en el libro plantea que una de sus mayores preocupaciones es el triple dip. Es decir, que si en algún minuto la desaceleración mundial empieza a ser más fuerte, pille a España muy malparada.
-Efectivamente. Si la Unión Europea no sale de la crisis, de la recesión en la que están algunos países, como Francia, y si, por otra parte, mañana vuelve a subir el petróleo, España estará en una situación de mayor debilidad que hace cinco años. Hoy tiene mucha más deuda pública (100% del PIB), con lo cual tiene mucho menos margen de endeudamiento. Eso se combina con el desempleo, que es del orden del 23%. Por eso ya te digo que si viene una crisis ahora mismo, sería la tormenta perfecta. El presidente Rajoy dijo que ya hemos pasado el Cabo de Hornos, pero a mí me da la impresión que nos quedan arrecifes muy peligrosos todavía por enfrentar.
-No es nada de optimista.
-No, no soy nada de optimista. Hay una frase de Batman magnífica para esto: “La noche siempre es más oscura antes del amanecer”. ¿En qué momentos un partido populista, demagogo, se puede hacer con el poder en un país?
-Lo dice en el libro: cuando las instituciones están más débiles.
-Justo cuando la noche es más oscura. Ahora, que estamos encarando el año en el que parece que finalmente va a amanecer, es cuando España tiene un montón de procesos electorales abiertos: elecciones municipales, autonómicas, generales… ¡Caray! En todas esas elecciones hay una fuerza política populista que se presenta como nueva y que ha conseguido encandilar a la gente que está frustrada por esta crisis que ha sido tan larga. Bueno, entonces el 2015 es el año más delicado para España en los últimos 40 años.
-¿Así de crítica ve la irrupción de Podemos?
-Sí. Podemos es un partido con el que no caben medias tintas. No es un partido de izquierda tradicional, no es un partido que venga de la tradición eurocomunista, es un partido que ha traído el populismo de América Latina aquí. Estos profesores universitarios que han sido asesores de esos gobiernos se presentan aquí como renovadores y traen unas ideas políticas y económicas absolutamente periclitadas.
-Por otro lado, quizás el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP) no han podido hacerse cargo de las demandas sociales.
-Creo que el estado de bienestar que tiene España lo crearon el PSOE y el PP. Sí hay vicios que el bipartidismo español desarrolló y creo que los políticos han estado muy poco despiertos a la hora de detectar los cambios que había, pero creo que lo que parece ser una sólida mayoría detrás de Podemos, al final va a terminar cayendo en una gran frustración.
-Es decir, ¿hoy le preocupa más el tema político que el económico?
-He dicho que Podemos es la nueva prima de riesgo. Pero la verdad es que ambas cosas son fruto de una escasa visión de las elites españolas respecto de la realidad de sus circunstancias. De la falta de audacia de esas elites por reformar el país y de poner a España en un punto de vanguardia en Europa.
John Müller ve con preocupación la irrupción del movimiento político Podemos en España. “Pero creo que lo que parece ser una sólida mayoría detrás de ellos, al final va a terminar cayendo en una gran frustración”, advierte.
CHILE Y EL MODELO
-¿Es ahí donde ve el punto común con Chile?
-Lo que veo es que Chile también se está perdiendo una oportunidad: la de generar su propio paradigma. Desgraciadamente, el país está pensando todo el día en la media de la OCDE, cuando a mí me parece que ésta no es para nada ejemplar. Chile representaba un modelo de desarrollo que, con todas sus fallas, era muy eficaz a la hora de crear riqueza, y no tengo claro que el nuevo modelo que pretende implantar la presidenta Bachelet sea tan eficaz. Es más, creo que su modelo va a crear pobreza.
-¿Por qué piensa eso?
-Porque lo que más desigualdad y miseria genera es perder el empleo, y estoy absolutamente convencido de que si pones arena al engranaje del libre mercado acabas destruyendo empleo.
-¿Cree que aquí va a pasar lo mismo que en España, que puedan irrumpir candidaturas o movimientos que rompan el eje habitual, como lo ha hecho Podemos?
-No. No veo que la situación sea tan grave. Ustedes tienen precandidaturas no tradicionales, como la de Marco Enríquez-Ominami o Andrés Velasco, o incluso la de Manuel José Ossandón. Luego, hay una reorganización de los partidos políticos con la aparición de movimientos como Evópoli. Por eso, aunque muchos piensen que su sistema de partidos es débil, la verdad es que éste se está reformando. No sólo eso. La democracia chilena ha demostrado ser bastante inclusiva, en el sentido de que los mismos que antes estaban protestando ahora están dentro de la Cámara de Diputados. Los de Podemos no están dentro del Congreso español. La gente que en Chile estaba fuera del sistema no es que esté sólo en el Parlamento, ahora están en la mayoría de gobierno. Pasaron de tomarse las facultades a los escaños, a hacerse cargo de los grandes problemas nacionales.
-Por lo tanto, ¿no ve en Chile el riesgo de la aparición de esos populismos que le preocupan?
-Creo que esos populismos tienen su expresión dentro del gobierno que tiene Chile. Están en el sistema.
-¿Y eso es más o menos nocivo?
-No lo sé. En la medida en que no sean mayoritarios -y me da la impresión de que no lo son-, creo que hay una restricción muy fuerte sobre la política chilena y esa restricción se llama realidad.
-¿Lo dice porque somos un país que no cuenta con los recursos de uno desarrollado y ahí están los límites para las grandes reformas?
-Creo que en ese sentido Chile ha extraviado el camino hacia ser un país desarrollado. Teníamos un modelo que era mucho más eficaz, pero nos está pasando lo mismo que a los nuevos ricos: pensamos que teníamos recursos, nos los estábamos empezando a gastar, y resulta que en realidad no los teníamos.
-Ud. ha estado siempre relacionado al tema económico. ¿Cómo ve la imagen de Chile desde fuera?
-Creo que el gobierno ha cometido un error en su primer año de gestión: el de sembrar incertidumbre lanzando tanta reforma una detrás de otra. Además, han sido cambios que han carecido de consenso y eso genera una mala lectura desde el exterior. Un gobierno que no busca consenso, que no busca acuerdos, asusta al dinero. No hay nada más temeroso que un millón de dólares. En ese sentido, el debut de este gobierno ha sido muy radical: con una reforma tributaria, una reforma educativa, una reforma laboral, donde no se ha visto la intención de buscar acuerdo. Eso ha sido una desgracia. Ahora mismo hay muchas dudas e interrogantes sobre el gobierno chileno y lo que no se sabe es por dónde va a seguir o qué programa nos va a presentar a la vuelta de las vacaciones.
-¿El millón de dólares no se asusta también cuando un país, que tiene un determinado nivel, no se hace cargo de problemas como la desigualdad?
-Efectivamente, hay grados de desigualdad que ralentizan o entorpecen el crecimiento económico. Algunos economistas sostienen que Chile puede ceder eficacia en la lucha por el crecimiento a cambio de una mayor igualdad. A mí me da la impresión de que el modelo chileno, que era muy radical en reafirmar un Estado pequeño, una fe en el individuo inconmensurable, podría haber seguido con una amplia legitimidad si no se hubieran dado algunos casos que han cuestionado el buen funcionamiento del mercado y donde los defensores de éste han estado ausentes.
-Da la impresión de que los defensores de ese modelo no lo han salido a defender ¿no?
-Eso ha sido notable. Y creo que estamos descubriendo por qué los mayores beneficiados con ese modelo no lo han defendido: y eso es porque había una íntima relación entre algunos políticos y agentes económicos muy poderosos en Chile que han estado sistemáticamente capturando la política para sus intereses. Esto resulta muy decepcionante.
-Los escándalos que se han visto en el último tiempo, como el caso Penta, ¿en qué pie dejan a la clase política chilena?
-La clase política chilena tiene sus propios problemas. La captura de los políticos por parte de los poderes económicos es uno importante, que se ha estudiado a nivel internacional, y que desacredita y deslegitima los sistemas democráticos. En el momento en que los votantes descubren que la clase política ha sido capturada por los intereses económicos, se abre un campo enorme para el triunfo de opciones populistas. El hecho de que la población perciba que los políticos están a la orden de los ricos o de las clases acomodadas es el caldo de cultivo perfecto en América Latina para que surjan movimientos populistas. No lo digo yo, lo dice Daron Acemoglu, el autor de Por qué fracasan los países.
-Decía que está por verse qué focos marcarán el segundo año de gobierno. ¿Hacia dónde cree que debería apuntar Bachelet?
-Lo que tiene que modificar la presidenta es el estilo confrontacional con el que su gobierno se perfiló durante el primer año: la idea de la retroexcavadora y sus infinitas derivadas; la noción de que aquí venimos a imponer una decisión que es buena porque la ha decidido la mayoría. Cambiando esa actitud, las cosas van a lucir distintas.
-¿Ve que exista esa intención?
-No. Y así como hay gente que dice que la desigualdad obstaculiza el crecimiento económico, existen pruebas de que el conflicto político ralentiza o estorba al crecimiento económico también.
-Chile, como España, ¿ha perdido la oportunidad de hacer cambios en la dirección adecuada?
-Creo que en Chile se han perdido tres buenas ocasiones de hacer tres buenas reformas.