Los hechos que se narran a continuación tuvieron lugar en la primavera de 2014, dos meses antes de que el Estado Islámico (EI) tomara Mosul, la segunda ciudad de Irak y su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, se autoproclamara califa.
La periodista recibió un mensaje en su perfil falso de Facebook, en el que simulaba ser una joven francesa llamada Mélodie recién convertida al Islam, por Abu Bilel, mano derecha de al-Baghdadi, luego de que esta compartiera un video de propaganda suyo. Bilel intentó conquistarla por Skype, mostrando cómo operan los muyahidines al momento de reclutar jóvenes europeos para su causa.
La yihad religiosa del Estado Islámico (EI) es también la yihad del petróleo. Daesh produce más que el gobierno sirio. Las cifras difieren según las posiciones políticas y religiosas, pero se estima que el tráfico del EI supone unos ingresos diarios de aproximadamente 1 millón y medio de dólares entre Irak y Siria.
Jueves
Al despertarme, como cada mañana desde hace casi una semana, encuentro varios mensajes cariñosos que Bilel ha mandado a Mélodie. Todos empiezan por "mi niña"... Apenas he abierto los ojos y desearía volver a cerrarlos. En la tele dan Oggy y las cucarachas, una serie de dibujos animados que me gusta mucho. Los bichitos, que hacen una tontería tras otra, me ofrecen una válvula de escape antes de volver a meterme en la piel de Mélodie.
Escucho la radio: grandes titulares sobre el enésimo menor francés que se ha marchado a Siria a hacer la yihad. La apago. Las cadenas que sólo emiten información relatan una y otra vez la marcha del "yihadista de la semana". Apago. Me pongo a leer mi correspondencia. El guerrero me cuenta que se va a luchar y quiere asegurarse de que Mélodie pasará un buen día. En sus palabras no menciona la religión. Se parece a cualquier enamorado martirizado por separarse unas horas de su flamante novia.
Quisiera que me proporcionara más información y detalles concretos sobre los proyectos de su milicia. Y el me arrastra a una suerte de ligoteo que me incomoda. Me toca saber dosificar las actitudes de Mélodie.
Abu Bilel ocupa todo mi tiempo. Durante el día, verifico lo que dice en la oficina. Por la noche, mi avatar toma el relevo y charla con el por Skype en busca de nueva información. Ayer me aseguraba que todavía estaba cerca de Alepo. La joven Mélodie podría haberle creído, pero las páginas de internet especializadas en Oriente Medio, me ayudan a ver más claro el día a día de los últimos combates y conquistas de territorio. Hace al menos seis meses que el EI abandonó Alepo. Teniendo en cuenta la fragmentación que sufre la segunda ciudad de Siria, dividida entre los lealistas y los rebeldes, a los que el ejército de Bashar Al-Assad bombardea regularmente, me parece poco probable que Bilel se haya refugiado en ella.
Como ya pensé en la primera conversación que tuvimos por Skype, probablemente está cerca de Raqqa, el feudo del EI.
Esta noche, Andree y yo estamos más tranquilos. ¿Empezaremos a acostumbrarnos? No obstante, el temor regresa a medida que se acerca la hora de la llamada de Bilel. El muyahidin suelta en tonos alegres tales atrocidades que luego resulta difícil conciliar el sueño. Y además sigo sintiéndome incómoda cuando me convierto en Mélodie, dejo que Bilel la corteje como un fanfarrón cualquiera y me veo obligada a meter a mi personaje en sus teje manejes. Si quiero que no sospeche de mí y que me cuente los días que pasó "cortando cabezas", es imposible seguir esquivando sus requiebros. No me queda más remedio que devolverle de vez en cuando un cumplido, poner una sonrisa de mujer seducida y, en definitiva, hacer el papel. Pero no soy actriz. La presencia de Andree complica un poco más este ejercicio, ya de por sí vertiginoso.
Acabamos de dar el visto bueno a nuestro decorado para el Skype cuando Bilel manda un mensaje preguntándole a Mélodie si puede llamarla. Antes había escrito:
"Mélodié".
"¿¿Mélodie??".
"¿Mélodie, mi niña?"
"¿¿¿Mélodie???".
Me conecto. Hoy está solo en un ciber café. Se ha puesto gomina en el pelo y ha cambiado su ropa de guerrero por un estilo más informal. Su seguridad XXL le sigue escoltando. Con voz inocente, empiezo con paso firme, apoyándome en los elementos concretos de los que me he enterado por la mañana.
—¿Estás bien? Estaba preocupada por ti. Unos amigos me han dicho que hoy ha habido una batalla sangrienta, en la que Daesh (acrónimo ocupado en el mundo árabe para referirse al grupo terrorista) estaba implicado. ¿Es verdad? ¿Dónde ha sido?
— ¿Te preocupas por mí? Entonces es que me tienes cariño...
— Contéstame en serio. Con estas cosas no se bromea. ¿Dónde ha sido? ¿Ha habido muertos?
Cuanto más preocupada y crédula le parece Mélodie, más se alegra Bilel, halagado de suscitar el interés de la chica a la que dice que quiere por esposa. Su expresión radiante, que finge disimular, hace su sonrisa mucho más arrogante.
— Ya te he dicho que soy una persona humilde... No me gusta presumir... Pero tranquilízate, Alá nos ha protegido una vez más contra el demonio. Unos rebeldes nos han tendido una emboscada a 30 kilómetros de donde estoy ahora, para debilitar las tropas de Daesh. Pero por algo somos los mejores. Siempre nos adelantamos. Los hemos matado, y puedo asegurarte que no irán al Paraíso.
—¿Los has matado tú?
— ¡Preguntas demasiado! Digamos que he degollado unos cuántos... En todo caso, han pasado un cuarto de hora difícil, te lo aseguro.
No tengo la menor duda de que Bilel está mintiendo. ¿Cómo habría podido cortar cabezas durante todo el día y, a la vez, llamar a Mélodie más de diez veces e inundarla de mensajes? No son más que fanfarronadas para impresionar. Y además, ¿no le había explicado que se mantenía voluntariamente al margen de los combates para no poner en peligro su vida? Al final, que fuera ayer o haya sido hoy cuando se ha dedicado a degollar a unos hombres no resta un ápice de horror a sus actos. Este tipo mata a sangre fría desde hace años. Se permite hacer correr la sangre en nombre de una religión. Todavía ayer, Bilel contaba cínicamente a Mélodie que si formara parte de un cartel mexicano cuyos miembros tuvieran por costumbre tatuarse en la piel un trazo por cada vida aniquilada, estaría cubierto de tinta indeleble. Imaginé sus brazos tatuados y recordé que el Islam impide los tatuajes. Vuelvo a centrarme y Mélodie prosigue haciendo sus preguntas con morbosa curiosidad:
— ¿Conoceré a muchas hermanas francesas?
— ¡Muchísimas! Sobre todo belgas y francesas... Son de las que más hay. ¡Y te juro que son infinitamente peores que nosotros! Para ellas, lo que ahora mismo está de moda es el cinturón de explosivos alrededor de la cintura.
— Madre mía... Pero poner en peligro tu vida... ¿Cuántos enemigos han muerto y qué has hecho con sus cuerpos?
— Hemos tenido que bombardear al menos a 20. Sus cuerpos sólo pueden pudrirse en una fosa común. No merecen otra cosa. Yo no me encargo de la logística... Pero no te preocupes por mí... Háblame de ti, mi niña.
— Esta tarde he visto muchos videos sobre el EI. Por eso me gustaría mucho que me lo explicaras, porque todo el mundo dice una cosa y la contraria.
— Sólo tienes que saber una cosa: el verdadero Islam es restaurar un califato, y el único que dedica su vida a esta causa es Daesh. Todos los demás son infieles.
—¿Y contra qué tipo de infieles has luchado hoy?
— Contra los kuffar de al-Nusra. Han "disfrutado", créeme.
Con una sonrisa de satisfacción en los labios, Bilel saca su teléfono y me muestra sigilosamente una foto de cadáveres mutilados. Está muy contento.
— No la he visto bien. ¡Enséñamela otra vez!
— No, te reservo lo mejor para cuando llegues.
— Pero, ¿eran cabezas cortadas?
Como única respuesta, guiña el ojo a Mélodie con una gran sonrisa en los labios.
— Matas a personas... Eso no cuadra con el Islam que he elegido.
— Hermana, las guerras siempre han precedido la paz. Y yo quiero la paz, como nos ordena Alá. Así, tú y yo podremos formar una familia aquí...Mashallah, mi niña. Nunca me has dicho si te parezco guapo. Contéstame sinceramente.
Mélodie esquiva el tema desde el principio de las conversaciones. Ya no sé cómo salir del paso. No puedo seguir retrocediendo. Me habla de boda todos los días. Sus preguntas al respecto son cada vez más insistentes. Estoy entre la espada y la pared, obligada a fingir sentimientos por un asesino. A poner cara de inocente. Y, además, a parecer sincera. Más que nunca, improviso mi papel:
— Eres guapo... Y eres valiente. Es de admirar en un hombre.
—Muy amable. ¿Qué más?
— Tienes los ojos muy bonitos.
Intento halagarle lo mínimo, pero aún así me parece excesivo.
—¡Eso es un piropo de mujer! ¿Tienes ganas de ir a más conmigo?
— Me incomoda contestarte... Sabes mejor que nadie que una mujer respetable no se dirige a un hombre que no sea de su entorno más próximo.
— Sí, pero te he pedido que te cases conmigo...
— Ya hablaremos, dame un poco de tiempo...
— No me has contestado. ¿Dónde ha sido la ofensiva? ¿Estás herido?
— ¡Ay! ¡Qué maja y qué inocente eres! No, no estoy herido. Yo soy un hombre de verdad... Para hacerme caer hay que levantarse muy temprano. Como eres pura, soy dulce contigo. Pero los apostatas los masacro. Y cuando no, casi siempre voy a una ciudad y ayudo a reconstruirla.
—¿Cómo que ayudas a reconstruir? ¿Dónde?
— Una ciudad cerca de Irak saqueada por el ejército sirio. Está todo por hacer. Digamos que queremos que la ciudad más pobre de Siria se convierta en la más rica. Y allí viviremos felices juntos, Mashallah.
Bilel se refiere a Deir ez-Zor, una ciudad al este de Siria, situada a orillas del Eufrates, a 450 kilómetros de Damasco y cerca de la frontera con Irak. En los últimos tiempos la mitad de la ciudad estaba en manos de los rebeldes sirios, y el régimen de Assad controlaba la otra mitad. Recurriendo a sus sangrientos métodos predilectos, el EI consiguió expulsar a los rebeldes y apoderarse de toda la provincia, así como de la mayoría de los campos petrolíferos. La yihad religiosa del EI es también la yihad del petróleo. Daesh produce más que el gobierno sirio. Las cifras difieren según las posiciones políticas y religiosas, pero se estima que el tráfico del EI supone unos ingresos diarios de aproximadamente 1 millón y medio de dólares entre Irák y Siria. La producción del gobierno de Assad ha caído a 17 mil barriles diarios. Los millones que entran cada semana, un ejército cuyas filas aumentan a diario y una artillería pesada no pueden sino contribuir a reforzar a Daesh. Su caída no será rápida. Además, se desplazarán a otro territorio, como hicieron al pasar de Irak a Siria... Como Libia, Jordania y parte de Líbano. Pero tampoco en este caso soy especialista en la materia, y tanto Líbano como la monarquía jordana cuentan con aliados valiosos, que no permitirán que los invadan. Ayer hablaba en Twitter con un muyahidin cuando tropecé por casualidad con una foto de una chica escribiendo en una pared de Raqqa que se ha convertido en una trampa infernal: "Vuestra yihad es la del petróleo". Por supuesto, Bilel se guarda de decirle a Mélodie una palabra sobre este jugoso negocio. El mercado del petróleo es como el capitalismo, no le dice gran cosa.
— ¿Qué haces para que la ciudad prospere? ¿Construir escuelas y hospitales, por ejemplo? El petroleo vale un montón de pasta, podría ayudar a reconstruir, ¿no? Proporcionaría dinero.
Esta vez es él al que han pillado desprevenido. Se rasca la cabeza, nervioso, y esquiva la mirada de Mélodie. Baja los ojos. Busca las palabras. Hace tiempo para encontrar con qué mentiras adormecerla. Sería delicado admitir que ha masacrado a una considerable cantidad de personas con una finalidad que él, asegura, es humanitaria, pero que en realidad es también una cuestión de dinero. Y de mucho dinero. Siempre disfruto de esos momentos en los que Mélodie lo acorrala inocentemente. Acaba respondiendo en voz baja y sin levantar la cabeza. La mentira transfigura lo poco que veo en su cara:
— Sí, entre otras cosas. Pero de momento hay enriquecer la ciudad, y construir hospitales es caro. El gobierno ha robado mucho petróleo de Deir ez-Zor en los últimos años. Así que nosotros, Daesh, nos las arreglamos para recuperarlo y hacerlo fructificar. Pero por ahora es mucho trabajo, no produce nada. Es como sembrar cereal en un campo y esperar a que crezca. Pero tú no te molestes por estas cosas. No pierdas el tiempo con el capitalismo. ¡Pregúntame otra cosa!
Es evidente que mis preguntas lo incomodan. Mélodie debe ganarse su confianza. Ya encontraré la manera de volver al tema de la yihad del petróleo.
— Háblame de ti y de la vida que llevaría si decido ir.
— Es que vas a venir... Ya verás, vas a construirte tu pequeño mundo y empezarás una nueva vida llena de felicidad. El otro día parecía que te gustaban mis armas, así que, cuando llegues, irás a clases de tiro una o dos semanas. Depende de tu nivel.
— ¿Para defenderme o para matar a infieles?
— Depende. Puedes matar, siempre y cuando arranques del mundo una vida humana que no respeta a Alá. No tiene nada de malo. Todo lo contrario. Hay que hacerlo. Las mujeres casadas pueden ir con su marido al frente. A veces las dejamos disparar. ¡Se lo pasan bomba! En general les gusta mucho filmar nuestros tiroteos con nuestros enemigos.
— ¿Quieres decir que puedo quitarle la vida a alguien si considero que no aplica las leyes islámicas?
— Exacto. Los kuffar son haram. Podemos hacer con ellos lo que queramos. Puedes quemarlos o estrangularlos, siempre y cuando tengan una muerte atroz. Así sirves a Alá.
Ahora mismo pienso que si yo fuera de confesión musulmana, me atragantaría al escuchar estas ignominias. Me repugnan, aunque ya no me sorprenden los horrores que suelta este monstruo con una sonrisa de miel. No puedo evitar pincharle un poco sobre el tema:
— El Corán dice que podemos condenar a los que no respetan nuestros preceptos, pero no recuerdo que sirva a Dios el hecho de que haya hombres que deberán perder la vida.
— ¡Sí! Porque intentan erradicarnos. Y nosotros representamos la voluntad de Dios.
Mélodie iba a seguir con otra pregunta cuando Bilel la corta. Tiene que venderle una postal y una vida ideal.
— Pero hablamos demasiado de muertos. Esto es bonito. Hay muchas cosas que ver. El mar es fantástico, y los paisajes son fascinantes. Además, vas a hacer muchas amigas. Tendrás tu grupito de amigas y juntas haréis cosas de chicas. —Se ríe—. Es un mundo de verdad... A partir de ahora será tu pequeño mundo. Por la mañana, mientras yo esté luchando tú pulirás tu árabe y por la tarde harás lo que quieras. O pasar el rato con tus hermanas, o visitar hospitales y orfanatos para ayudar a los niños.
— Vaya, ¿puedo salir con amigas sin que nos acompañe un hombre?
— Siempre y cuando te comportes dignamente. De todas formas, las convertidas europeas sois las más tremendas. En cuanto llegáis queréis tener vuestro kalashnikov y utilizarlo.
Se ríe como si esta imagen le enterneciera.
— ¿Conoceré a muchas hermanas francesas?
— ¡Muchísimas! Sobre todo belgas y francesas... Son de las que más hay. ¡Y te juro que son infinitamente peores que nosotros! Para ellas, lo que ahora mismo está de moda es el cinturón de explosivos alrededor de la cintura.
— ¿Para jugar a ser terroristas?
— Sí, o sobre todo para explotar si es necesario...
—...
— Una cosa antes de que se me olvide, mi niña. ¡Muy importante! Muy, muy importante... Tienes que cubrirte de la cabeza a los pies y llevar guantes.
"En la piel de una yihadista"
Una joven occidental en el corazón del Estado Islámico
Penguin Random House, Sello Debate. Precio: 12.000