Por Ana María Sanhueza // Fotos: José Miguel Méndez Enero 15, 2016

Cuando el psiquiatra Mariano Montenegro (50) fue nombrado como director del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) en mayo de 2015, después de concursar a través del sistema de Alta Dirección Pública, varios artículos de prensa recordaron su currículum, en especial que durante su trabajo en el mismo servicio —mientras se llamaba Conace, bajo la dirección de María Teresa Chadwick y él era jefe de tratamiento, rehabilitación e integración social—, la marihuana fue puesta en la lista 1, igualándola con las drogas más duras.

"Las drogas y el alcohol arruinan a los más arruinados y desabastecidos; arruinan a los que menos tienen. Y de eso la centroizquierda debe preocuparse, porque nosotros tenemos que disminuir la inequidad".

La polémica que lo precedió contrastaba, además, porque cuando la ex directora de Senda del gobiernode Sebastián Piñera, la socióloga Francisca Florenzano, debía dejar el cargo en marzo de 2014, envió un oficio para cambiar la categoría a la marihuana —algo que aún no se materializa— pues dijo que se convenció de que no existe evidencia científica de que sea la puerta de entrada a las drogas más complejas.

Pero no es todo. Seis meses después de asumir, Montenegro nuevamente fue criticado por los grupos más liberales y progresistas, luego de que uno de los spot de la campaña de prevención de Senda relacionara el rock con drogas y muerte: “A mí también me gusta el rock... qué pena que algunos mueran antes de los 30 años, y parece que por drogas”, decía una de las frases.

Así, paulatinamente, el psiquiatra ha ido adquiriendo fama de prohibicionista y conservador, luego de que mostrara fuertemente su postura en contra del consumo de marihuana, incluso, para uso medicinal. Al punto que varios parlamentarios de la Nueva Mayoría, sector al que pertenece, lo han criticado. De hecho, aunque tres ministerios (Interior, Justicia y Salud) estuvieron detrás de la propuesta del gobierno de bajar de seis a una planta de cannabis por casa, y que ya firmó la presidenta Bachelet, se sabe que Montenegro fue una importante influencia en esa decisión. “Muchas veces me han dicho que soy prohibicionista, pero siempre que digo que cambiemos la palabra por protector. Pero tampoco tengo problemas en prohibir algunas cosas, porque en salud pública se prohíben muchas cosas para mejorar la salud del pueblo. Por ejemplo, se prohíben los fuegos artificiales y el hilo curado porque queman a los niños y les cortan la cara y los brazos, pero especialmente a los más vulnerables. Por lo tanto, para que haya menos cortados y menos quemados, se prohíben y al hacerlo, tenemos menos quemados y menos cortados”.

Mariano Montenegro estudió Medicina en la Universidad de Chile.

Durante sus años de estudiante, dice que eran más los alumnos que no consumían que los que lo hacían. “Eran una minoría. Yo tenía amigos que fumaban, pero muchos que no. Además, para estudiar Medicina hay que estar muy lúcido y la marihuana genera alteración de la concentración, de la memoria y la motivación. Entonces, en general, los que fumaban tenían un poco más de dificultad. Por eso la gran mayoría, para estudiar, para eximirse y pasar los cursos, no lo hacía. Y añade: “Mis amigos que fumaban eran muy respetuosos conmigo. Y yo era absolutamente integrado. Había algo que nos unía a todos: estábamos en la época de los 80. Y si ves la serie de Los 80, simbólicamente Claudia era mi compañera de curso. Esa es mi generación. Porque estábamos muy concentrados en lograr la democracia, por lo que había mucha lucidez. Pero también, yo veía que los que fumaban marihuana querían anestesiarse, porque había mucho dolor. Y era el mismo perfil: los que tenían mucho dolor y no lo podían tolerar tan bien, se anestesiaban o con marihuana o con alcohol. Era una época en que estábamos muy pobres, muy tristes, muy enrabiados y muy asustados. Todas emociones muy negativas. La otra razón porque lo hacían era para desinhibirse”.

Al tema drogas llegó a mediados de los años 90, cuando entró al Hospital Psiquiátrico José Horvitz. “Ahí conocí el fenómeno y también a las personas con problemas de drogas. Y hay una enorme mitología y prejuicio en quienes consumen, porque son personas hipersensibles y que muchas veces se tienen que drogar para poder tolerar el dolor. Pero son gente extraordinaria cuando uno las rehabilita”.

—¿Eso le cambió el panorama?
—Totalmente. Y me cambió el perfil general de los adictos. Ya no con un estigma. Y es un perfil transversal, que uno lo encuentra en las clases más acomodadas hasta en los sectores más populares.

Fue del Hospital Horvitz, y después de haber sido parte del comando de Ricardo Lagos, que llegó a trabajar al Conace. Se mantuvo durante 10 años, siempre con María Teresa Chadwick. Y dejó su puesto apenas salió electo Piñera. “Renuncié porque no quería formar parte del gobierno de Piñera y tener responsabilidad política, pese a que nos dijeron que podíamos quedarnos, porque tenían una buena evaluación de lo que habíamos hecho. Aunque ofrecí mi asesoría técnica part time, jamás iba a tener mezquindad en ese aspecto”.

Durante esos cuatro años volvió a trabajar a su consulta como psiquiatra, fue consultor externo para la OEA y entrenó equipos de rehabilitación en el Sename, servicios de salud y en las cárceles de Rancagua y Antofagasta. En eso estaba cuando postuló a Senda. Poco antes había trabajado en el comando de Bachelet, por lo que en la Nueva Mayoría conocían su postura sobre la marihuana, incluso rechazando su uso medicinal.

Mi hermana tiene epilepsia refractaria y lleva así 48 años. Por ello, crecí con ese dolor enorme. Ha tenido fracturas de dientes y se ha golpeado su carita. Pero estoy muy lejos de utilizar algo que la evidencia científica no respalda

De hecho, una de sus hermanas padece epilepsia refractaria desde su nacimiento. Se trata de una enfermedad que, justamente, ha sido tratada en varios casos en Chile con resina de marihuana y las mejoras han sido difundidas por los medios de comunicación en varias ocasiones.

“Mi hermana convulsiona de dos a tres veces al día. Y lleva así 48 años. Por ello, crecí con ese dolor enorme. Ha tenido fracturas de dientes y se ha golpeado su carita. Pero yo estoy muy lejos de utilizar algo que la evidencia científica no respalda, porque la podría dañar aún más”.

—¿Y qué piensa de las familias de pacientes que aseguran haber bajado los síntomas?
—Cuando hay desesperación terapéutica uno quiere acceder a todo lo que puede ayudar, porque la ciencia todavía no ayuda lo suficiente. Por lo tanto, es un caldo de cultivo muy fértil para que cualquier iniciativa que me prometa bajar el dolor yo la tome. Pero la evidencia científica dice que hay un 30% de placebo cuando se está probando un nuevo medicamento. Y muchas veces uno pasa por un efecto de luna de miel. Sin embargo, esa evidencia todavía no existe con los canabinoides y la epilepsia refractaria.

—¿Pese a todos los testimonios a favor?
—Pese a estos testimonios. Pero si uno sigue esto, en uno o dos años más puede darse cuenta que ya no está el efecto. Se han hecho algunos estudios de seguimiento hasta con diez pacientes y ha habido fallecimiento o empeoramiento. Pero eso nunca se dice. Ahora, si el Ministerio de Salud me dice que estos canabinoides producen poco daño y se pueden utilizar para disminuir las crisis epilépticas de mi hermana, por supuesto que ya será el momento de que lo usemos. Pero cuando tenga una garantía del Estado y no de un grupo de interés.

UN DEBATE DE ELITE

Mario Montegro verticalHoy, una de las preocupaciones de Montenegro es que, pese a que sólo un 11% de personas entre 12 y 75 años han consumido marihuana en el último año versus un 88,7% que no, el consumo en los escolares se duplicó. De ello, responsabiliza al gobierno de Piñera. “Nosotros dejamos una curva plana desde el año 2000 al 2009 y el consumo se mantuvo entre el 14,8% y el 15%. Estábamos bastante preocupados, porque no lo podíamos bajar. Pero ya era una epopeya mantenerlo. Pero resultó que el año 2009, de 14,8% subió a 19,5%, el 2011 y el 2013, a 30,6%, es decir, se dobló en cuatro años. Y en cualquier otro fenómeno de salud pública eso se llamaría alarma sanitaria, porque es como doblar el cáncer o la hipertensión arterial”.

—¿A qué lo atribuye?
—Hubo errores y malas decisiones. Se acabó el discurso preventivo fuerte. Pero también se debilitaron los programa Previene, que hoy volvimos a tener. Eran equipos multidisciplinarios en muchas comunas de Chile que velaban para que se aplicaran las políticas preventivas. Pero el gobierno pensó que eran operadores políticos y los despidió. También influyó en que se sacaran los programas preventivos en la educación y en que aumentaran mucho las diligencias de la ley 20.000 en base a detener a consumidores.

—¿Influyó también en el alza el lobby a favor de la marihuana que surgió en 2013?
—Aumentó la impronta procannábica y hay que ver por qué. Pero también eso tomó mucho realce en una contraposición a un gobierno de derecha, porque era como casi decir que “estamos en contra de la represión de la derecha” por parte de los grupos por cannabis. Además, aumentó la baja percepción de riesgo, en cuanto a que la marihuana es inocua e incluso es beneficiosa. Eso, además de que hubo un gobierno que no confrontaba con evidencias científicas protegiendo la salud de la población. Porque en el fondo ese es el discurso: proteger la salud y el consumo es un asunto de salud pública, no la libertad del consumo. Y hay que proteger la salud de los chilenos y, en especial, a los de mayor riesgo, que son niños y adolescentes de alta vulneración social. Porque una de las cosas que he extrañado en el discurso de algunas personas progresistas es una falta de discurso sobre la vulnerabilidad social, de proteger la salud.

—¿Se refiere a la centroizquierda?
—Me refiero al mundo un poco más liberal, donde hay personas tanto de derecha como de la Nueva Mayoría, de los que están a favor de la legalización derechamente o despenalización del cultivo, porque esa es una posición que va en contra de la protección de salud de las personas.

—¿De los que están a favor de la libertad del consumo?
—Sí. Y yo extraño en el discurso el pensar que existe un Chile muy disparejo, donde el ABC 1 es sólo el 8% de los chilenos pero el 90% del resto, donde el 12 % es D y E, tienen grados de vulnerabilidad y exposición al riesgo muy importantes y posibilidades de arruinarse muy fácilmente. Y nosotros vemos que el consumo problemático se concentra en los sectores más vulnerables. Por lo tanto, las drogas y el alcohol arruinan a los más arruinados y desabastecidos; arruinan a los que menos tienen. Y de eso la centroizquierda debe preocuparse, porque nosotros tenemos que disminuir la inequidad, y las drogas y el alcohol la profundizan.

—¿Cree que el debate a favor de la marihuana es elitista?
—Ha sido muy de elite, como varios otros temas. Este es uno más de la desconexión de las elites con la ciudadanía. No lo digo yo, lo dice el Informe de Desarrollo Humano 2015 del PNUD, que nos muestra cómo las elites, a las que yo pertenezco también, están tan alejados de lo que la ciudadanía necesita. Yo creo que este es un tema más en el que nos alejamos y empezamos a mirarnos el ombligo y empieza a ser una discusión muy de elite.

—En general, la centroizquierda, a la que usted pertenece, está a favor de la marihuana ¿cómo se mueve en ese mundo?
—Discrepo un poquito de eso. Hay un grupo que se ha destacado mediáticamente hablando así. Pero hay un profundo sector de centroizquierda que es protector de la salud. Si uno ve los países escandinavos, quieren disminuir el consumo, y la social democracia es muy protectora y no tiene enredos en decir que hay que limitarlo, tomar prevenciones para cuidar el capital humano y social y, por supuesto, evitar la profundización de las inequidades. Tengo la impresión de que vamos a empezar a cosechar esta mirada.

—¿Está en contra o a favor de que el uso de la marihuana tiene que ver con ser conservador o liberal?
—No. Esa es una clasificación antigua. Yo soy muy progresista: estoy a favor de la moción del gobierno respecto al aborto (las tres causales), a favor de matrimonio igualitario y de la adopción de parejas del mismo sexo, porque la evidencia dice que no hay ningún impedimento de alteración. Estoy a favor de todo eso, pero además estoy a favor de la protección de la salud. Porque no hay nada más capitalista que proteger el derecho a la libertad de consumo y eso calza muy bien en los liberales de derecha. Acá ha habido una confusión, porque estar a favor de la libertad de consumo de algo que hace mal, es raro. Y eso me produce una disonancia muy importante. Estoy super a favor de prohibir el hilo curado y los fuegos artificiales. Entonces, esto está en la misma lógica. Una lógica protectora. Además, esto de las libertades es sólo para la elite. Porque en el fondo, esta libertad de consumo es una posición de gente tan abastecida, que quiere que el Estado le esté diciendo lo correcto y lo incorrecto.

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