Vista con los ojos de un extraño, la escena tenía bastante de conmovedora. Allí, en medio de una pequeña ciudad, los autos se agolpaban para salir como si fuera el concierto de una estrella de rock, con una fila que iluminaba la noche oscura en Essex Junction, Vermont. Ahí, en el centro de convención local, no bastó uno, sino que se necesitaron dos salones grandes para recibir al hijo pródigo, Bernie Sanders, senador por la zona, ex alcalde de Burlington –la ciudad en la que vive hasta hoy y que está a 10 minutos de distancia– y desde ayer flamante ganador de las primarias del estado, con un aplastante 86% de los votos.
El entusiasmo se respiraba entre los cerca de 5 mil asistentes al evento, un número impresionante considerando que la población total de Burlington es de 40 mil y que la del estado alcanza los 625 mil habitantes; puesto de otra forma, el 1% del estado se congregó para darle su respaldo. Y aunque el discurso mantuvo el tono de la “revolución política” y la idea de seguir compitiendo en la primaria, habían varias señales qupuntaban a lo evidente: que después de ayer el escenario cambió, sobre todo debido a las aplastantes victorias de Hillary Clinton en siete de los 11 estados en disputa en el denominado “Súper Martes”.
Mientras los voluntarios seguían reclutando nombres y vendiendo merchandising –una polera salía a 20 dólares-, pensando en seguir la competencia, los medios estadounidenses ya empezaban a especular con los siguientes pasos de una candidatura que desde ayer está más cerca de lo testimonial que de una competencia cabeza a cabeza.
En todo caso, nadie cree que Sanders se retirará pronto. Una serie de factores lo impulsan a seguir perseverando en su mensaje. Y aunque varios de ellos son estratégicos, es difícil no pensar que uno de los argumentos centrales son los jóvenes que, tal como ayer en Vermont, pueblan cada evento del candidato, llenos de pies a cabeza con mensajes de apoyo y stickers en cada parte del cuerpo.
EL MEJOR ENEMIGO DE HILLARY
Quizás la lectura más interesante del rol de Sanders viene de devolverse un poco en el tiempo hasta mediados del año pasado. En ese entonces, los miembros del equipo de Clinton estaban preocupados por la ausencia de un retador que pudiera dar pelea a Hillary en la nominación demócrata. Sin una competencia atractiva, la atención de los medios se centraría en la campaña republicana, en los potenciales escándalos de la candidata y en los ataques en su contra que se establecerían desde el primer día.
Con Sanders en carrera, Hillary ha debido modernizar su lenguaje y sus ideas y correrse hacia la izquierda, pero no ha perdido la referencia.
Con Sanders en carrera, Hillary ha debido modernizar su lenguaje y sus ideas y correrse hacia la izquierda, pero no ha perdido la referencia. Sigue representando la moderación emócrata y, si bien su adversario repite en cada evento que ella está financiada por los intereses de Wall Street, la verdad es que el senador ha realizado una campaña impecable, restándose de hacer ataques en lo personal e incluso no tocando temas que pueden ser controvertidos, como el escándalo de los e-mails guardados en un servidor privado cuando era secretaria de Estado.
Más aún, Sanders brilla como contrincante leal cuando se le compara con lo que ocurre al frente, en la carrera republicana, y puede atraer a nuevos votantes para la causa demócrata. Él ya ha dicho que cualquiera de los candidatos del partido es “mil veces mejor” que uno republicano, y en la medida que sostenga su base, ese grupo podría pensar en ir a las urnas en noviembre para detener a Trump.
Al mismo tiempo, el senador no tiene los problemas que habitualmente tienen los candidatos en esta etapa. Financiamiento le sobra: sólo en febrero recaudó más de US$40millones gracias a su ejército de pequeños donantes –que en promedio le entregan 30 dólares cada uno–. Y sin pensar necesariamente en guardarse para la siguiente elección (tendrá 78 años en 2020 y 82 en 2024), mantenerse en carrera es la oportunidad que tiene para impactar en la línea ideológica del Partido Demócrata en los años venideros, convirtiéndose quizás en el nuevo estandarte del ala izquierda estadounidense tras Ted Kennedy.
DONALD VERSUS TRUMP
Hace cuatro años, el Partido Republicano estableció para su nominación presidencial la denominada “Regla 40”. Creada para limitar la posibilidad de que candidatos insurgentes pudieran proponerse como nominados durante la convención, se fijó que, para aspirar a ser designado, el postulante debía ganar una mayoría de votos en al menos ocho estados.
Aunque la regla es temporal y podría ser cambiada antes de las votaciones, hay un hecho de la causa que habla de cuán extraño es este ciclo electoral: el primer candidato en cumplir con el requisito se llama Donald Trump. Y de no llamarse así, los titulares de hoy estarían hablando de hitos históricos en el campo republicano, como ganar estados tan diversos como Massachusetts, Vermont y Alabama. Y también de que su nominación estaría prácticamente sellada. Pero al ser Trump, la incertidumbre sobre qué hará él y qué hará el propio Partido Republicano impide hacer esa afirmación categórica.
Con Marco Rubio relegado a apenas una victoria en el caucus de Minnesota y Ted Cruz imponiéndose en Texas –el estado donde es senador- y Oklahoma, Trump estaba anoche en camino a terminar con 11 victorias en las primeras 15 contiendas.
Con Marco Rubio relegado a apenas una victoria en el caucus de Minnesota y Ted Cruz imponiéndose en Texas –el estado donde es senador- y Oklahoma, Trump estaba anoche en camino a terminar con 11 victorias en las primeras 15 contiendas. Favorecido por circunstancias estratégicas, como la resta de votos a Rubio por parte de otro candidato cercano al establishment republicano, John Kasich, Trump ha mantenido su estrategia y su ritmo de aparición en los medios, y ahora la nominación parece depender más de que él no cometa un error gravísimo que de alguna creatividad estratégica de sus adversarios.
Rubio y Cruz están interesados en continuar porque, además de que todavía tienen opciones, la carrera les sirve para perfilarse hacia el futuro. La duda es hasta qué punto el Partido Republicano les permitirá seguir con la escalada de declaraciones que han hecho durante los últimos días apuntando a Trump, algo que podría herir sus perspectivas en la elección general ante el candidato demócrata.
Y aparte de todos esos escenarios, hay un tercer jugador que podría incorporarse al tablero presidencial. Con Clinton y Trump en contienda, existiría un nicho para correr por el medio de ambos y plantear un discurso de futuro, alineado con las aspiraciones del país.
Aun cuando el momento es álgido, los ojos están puestos en el ex alcalde de Nueya York Michael Bloomberg. Con el 12 de marzo como una fecha clave –ese día hay que llenar papeles para postular a la elección presidencial en varios estados-, las apuestas sobre cómo impactaría en las campañas y a quién impactaría más son un tema de debate abierto en este segundo tiempo que ya lleva sus primeros segundos.