“Es como un lunar en la espalda: al comienzo no le das importancia, pero cuando crece y crece después de un año, tienes que asumir que está ahí”. A falta de Jon Stewart, fue John Oliver, uno de los comediantes de la escuela del Daily Show, quien el domingo pasado dedicó veinte minutos de su programa a mostrar esa realidad: Donald Trump, el magnate que muchas veces había sido ridiculizado por sus extravangancias y comentarios fuera de foco, el candidato tan incalificable que el Huffington Post decidió cubrirlo en su sección de “Entretención”, está a un par de pasos de convertirse en el nominado republicano a la Casa Blanca.
La carrera ya es evidentemente un plebiscito sobre el magnate. El sábado ocurrieron dos hechos casi simultáneos que muestran la disyuntiva que enfrenta el Partido Republicano. Mientras el senador por Alabama Jeff Sessions se convertía en el primer congresista de la cámara alta en entregar su respaldo público a Trump, su colega Ben Sasse (Nebraska) publicaba un largo posteo en Facebook explicando por qué, en caso de ser Trump el nominado de su partido, no votaría por él de ninguna forma.
Así, las voces que se debaten entre unir al partido detrás del nominado sea quien sea o rechazar a Trump casi como un deber moral se multiplican. Para colmo de males, los republicanos deberán tomar acción pronto: la semana pasada, la temperatura de la carrera por la nominación alcanzó niveles complejos, y el tono asegura que, de seguir en competencia por un largo tiempo, serán los mismos rivales del magnate quienes les entregarán en bandeja argumentos a quien sea el nominado demócrata para llamar a no votar por él. Esto, por cierto, dependerá de lo que pase esta noche.
1. LOS HOMBRES DE TRUMP
Aparte de haber ganado tres de cuatro contiendas, Donald Trump se ha anotado victorias morales que sonaban increíbles antes de partir la carrera. La semana pasada, recibió el apoyo formal de uno de sus ex rivales, el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie, y el presidente del Partido Republicano, Reince Priebus, dijo públicamente que la colectividad debía alistarse para apoyar al nominado “quien quiera que sea”, una frase que sonó demasiado a una preparación para respaldar al magnate.
El “Súper Martes” se le presenta favorable y puede terminar con números que dejen la boca abierta a propios y extraños. Sólo uno de los once estados en disputa, Texas, aparece liderado por otro candidato, y es el senador local Ted Cruz. Incluso este punto es discutible, porque hay analistas que sostienen que a Trump le conviene dejarse perder en Texas: el estado reparte delegados proporcionales y, de ganar, sacaría en la práctica a Cruz de competencia, allanando el camino para un frente a frente con el senador Marco Rubio en el que el magnate tiene números más estrechos.
Sin embargo, los análisis de los últimos días vuelven una y otra vez sobre el punto de que Trump no tiene un límite de votos en el partido. Las últimas encuestas nacionales lo muestran delante de Cruz y Rubio en eventuales frente a frente, y sus rivales ya concedieron que la carrera está estructurada como un referéndum sobre su personalidad. Si esta noche su desempeño es como se pronostica, será el virtual nominado: sólo un error tremendo podría provocar que Trump, como tituló alguna vez el gran Alberto “Gato” Gamboa, corra solo y salga segundo.
2. RUBIO Y CRUZ: LA HORA DEL BOXEO
Marco Rubio bromeando con el tamaño de las manos de Trump, “porque ustedes saben qué dicen de los hombres con manos pequeñas”. Ted Cruz sugiriendo que el multimillonario tiene lazos con miembros de la mafia de Nueva York y Nueva Jersey. Ambos atacando unidos al magnate en el último debate, poniendo en duda su éxito empresarial y ridiculizándolo abiertamente por temas que van desde su corte de pelo hasta su forma de hablar. Todo suena muy bien para ambos, pero el problema es el tiempo.
Cuando las primarias republicanas sean estudiadas en unos años más, uno de los factores que se mirará con atención será por qué los candidatos no invirtieron más tiempo y recursos en atacar a Trump desde que se convirtió en una amenaza razonable. La primera lectura, difundida por varios analistas políticos, es que la elección se convirtió en una carrera para ser el segundo, asumiendo que el magnate caería en algún minuto por su propio peso. Y así, los postulantes se concentraron en atacar a otros rivales –como Jenb Bush-, dejando a Trump casi incólume. Un reporte de la semana pasada mostraba que, hasta ahora, sólo el 4% de lo invertido en la campaña había ido a atacar al millonario, una cifra risible para quien es el favorito por amplio margen.
Eso sí, es probable que Rubio y Cruz sobrevivan al menos para pelear hasta el 15 de marzo, cuando estados como Florida voten en la elección. Cruz tiene la posibilidad de ganar en Texas, Rubio se consolidará como la segunda opción en la mayoría del país y ambos podrán apelar a que después del 15 de marzo hay varios estados que entregarán sus delegados en el mecanismo de “el ganador se lo lleva todo”, lo que permitiría borrar en parte la diferencia que sacará hoy Trump de cumplirse los pronósticos. Sin embargo, las encuestas muestran que el magnate es favorito en varios de esos estados. La estrategia parece haber llegado demasiado tarde.
3. EL “QUO VADIS” REPUBLICANO
El problema que enfrenta el Partido Republicano se deriva justamente de esos ataques a Trump. La opción de una convención disputada ya no parece tan certera, pero se ve difícil, por ejemplo, tener a figuras como los ex presidentes George Bush padre e hijo o los ex candidatos presidenciales John McCain y Mitt Romney hablando para destacar las cualidades del magnate, algo que es una tradición.
Por momentos, la candidatura de Trump tiene retazos de otra apuesta fallida republicana: la de la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin, nominada como candidata a la vicepresidencia en la fórmula de McCain para la campaña de 2008. Cuando sus múltiples errores fueron ridiculizados y dejados en evidencia, el carácter de Palin dañó a la postulación del senador, y es probable que incluso haya impactado más allá.
Porque el último factor que deberán ponderar los republicanos es que este año hay varias elecciones senatoriales, y si el cuadro ya se presentaba favorable para los demócratas, es posible que con Trump como candidato varios estados que se consideraban seguros para el partido se vuelvan a poner en juego. Además, el magnate no es disciplinado y no le debe nada al partido. El problema es que ya parece no ser el tiempo para frenarlo y no se ven fórmulas que lo permitan, pero el debate promete ser apasionado, tal como ha sido el primer mes de la campaña.