“Enrique Correa es quien gobierna Chile”, decía hace poco Mónica Echeverría Yáñez, viuda de Fernando Castillo Velasco. ¿Es así o exagera? Claramente, las decisiones políticas no pasan todas por el escritorio de Correa, porque su poder no está en esa dimensión. Su reino no es de ese mundo. La influencia de Correa es cultural, es el símbolo de una era marcada por la comunión entre la clase política y la clase empresarial. Enrique Correa es un símbolo de ese entendimiento, el hombre que gestiona la “comunicación estratégica” de las elites en el Chile actual.
Este año, su poder simbólico ha aparecido en toda su dimensión como un “gestor de crisis” de las elites. “El financiamiento irregular de la política no es corrupción”, dijo, absolviendo a los políticos pecadores. También ha sido asesor de Carlos Alberto Délano, de Penta, y Julio Ponce Lerou, de SQM.
Uno de sus hijos pródigos, Jorge Insunza, hizo noticia al mostrar la convivencia entre los intereses económicos y los dirigentes políticos. Luego de ser nombrado ministro Segpres, a la cabeza de la agenda legislativa, tuvo que renunciar porque quedaron desnudas sus asesorías a mineras privadas mientras era parlamentario. Insunza fue una de las cabezas de Imaginacción entre 2010 y 2014.
El hijo pródigo de la presidenta Bachelet, Rodrigo Peñailillo, fue rescatado de su naufragio por Correa. Le entregó una oficina donde pasó la tormenta y, más tarde, lo ayudó a conseguir un puesto en Flacso.
Otro que recibió sus consejos fue el general Fuente-Alba para lidiar con el “Milico Gate”. Una gestión de crisis de marca mayor, con gran exposición pública en los medios. Juan Emilio Cheyre, otro ex comandante en jefe del Ejército, también lo contrató como asesor ante su procesamiento por el caso Caravana de la muerte. Dos militares del mayor rango institucional recurren al mismo hombre. Y no podemos pasar por alto que también apareció protagonizando correos electrónicos entre el cardenal Errázuriz y el cardenal Ezzati. La tarea que le encomendaban a Correa era comunicar a La Moneda la preocupación de la Iglesia ante el posible nombramiento de Felipe Berríos S.J como capellán del palacio.
Pero, ¿quién es este personaje tan recurrente en los asuntos públicos?
Enrique Correa Ríos, nacido y criado en Ovalle, quería ser sacerdote. Ingresó al seminario, en Santiago, una vez terminado el colegio. Sin embargo, a los tres años abandonó la vocación dado el fallecimiento de su padre. Volvió a Ovalle. Allí se inicia como locutor radial y se vuelve un activo simpatizante de la candidatura de Frei Montalva. Antes había conocido a Patricio Aylwin, a quien, con trece años, invitó a dar una charla en una parroquia en Ovalle.
Con Frei Montalva en La Moneda, Correa decidió instalarse en Santiago. Ingresó a estudiar Filosofía en la UC, donde participaría en la Democracia Cristiana Universitaria, bajo el liderazgo de Rodrigo Ambrosio. Este grupo de jóvenes inicia un paulatino alejamiento de Frei, generando tensiones dentro de la DC, presidida por Aylwin. El MAPU fue la consecuencia de la radicalización de ese grupo, entre los cuales estaba Correa. Deciden fundar un partido marxista y católico. Dentro del MAPU, Correa se alinea con el gobierno de Allende. Más tarde, en el exilio, se sumaría a la corriente de los “renovados”. Los socialistas “renovados” serían unos de los engranajes claves para articular luego la Concertación de Partidos por el “No” y el gobierno de Aylwin.
Hoy, Correa es un testimonio vivo de cuarenta años de historia política. De la revolución en libertad al neoliberalismo. Del sacerdocio al lobby. Decir que alguien era lobista hasta hace poco, era un tabú. Correa se asumió como tal hace más de una década. No sólo eso, Correa fue un activo promotor de que se aprobara una ley de lobby. Esto, finalmente, ocurrió en 2014, aunque el texto legal aprobado no es más que un registro de audiencias de las autoridades, que por precipitación generaron un registro de lobistas. Allí, es posible encontrar una serie de audiencias solicitadas por Imaginacción. En total, las empresas de Correa registran más de noventa audiencias de lobby, considerando los registros entre noviembre de 2014 y octubre de 2016.
Un dato: en promedio, Imaginacción tiene una audiencia con una autoridad cada ocho días.
