Por Javier Rodríguez // Fotos: José Miguel Méndez Diciembre 23, 2016

Suena la campana y comienza el sueño. Esa imagen que había pasado cientos de veces por sus cabezas. Aunque las cosas no suceden tal como las planificaron. El 3 de marzo de este año, en la avenida Mapocho Sur de Cerro Navia, hubo padres que no querían dejar solos a sus hijos en la sala de clases del recién inaugurado Colegio CREE. Niños que peleaban entre ellos. Otros lloraban. En una esquina del patio, uno vomitaba. Y las cucharas. Un niño llegó con su yogur de colación, pidiendo una para comérselo. Ahí se dieron cuenta de que no tenían ninguna en todo el edificio y que la realidad sería muy distinta a como la diseñaron en su cabeza.

Los pequeños detalles se convertían en grandes problemas. Las expectativas que se habían generado cuatro ex profesionales de Enseña Chile (programa que invita a jóvenes profesionales destacados a hacer clases por dos años en escuelas de escasos recursos) al lograr fundar un colegio de excelencia, sin selección y gratuito en una comuna vulnerable, comenzaban a quedar atrás.
La realidad los golpeaba.

El porrazo más fuerte llegó cuando Catalina Haeussler, profesora jefe del segundo básico que comenzaba ese año, se dio cuenta que, 15 de 39 de sus alumnos no sabían leer. Algo que normalmente los niños aprenden, precisamente, en el curso anterior.
—Tuvimos que tomar la decisión de, por un rato, dividir al curso en dos para las clases de lenguaje. Durante el primer semestre, los que no sabían leer tendrían que trabajar con la psicopedagoga—cuenta Hauessler.

“Estamos buscando inversores para la segunda etapa. Este edificio contempla salas hasta cuarto básico. A finales de 2017 debiésemos comenzar a construir lo que viene. Queremos replicar este edificio hacia el sur”, dice Juan Paulo Sánchez, su director.

El comienzo fue difícil, pero eso no amedrentó a Juan Paulo Sánchez, ingeniero civil de la UC y director del colegio. Tampoco a Maximiliano Ortúzar, subdirector académico y licenciado en Filosofía. Ni a Tomás Rivadeneira, subdirector de preescolar y también ingeniero de la UC.

Todos los fundadores ya habían vivido realidades complicadas en su paso por Enseña Chile. Sabían que podía tocarles un porcentaje de niños que no supieran leer o con problemas de disciplina. Pero una cosa era que pasara en los colegios donde trabajaron como profesores y otra, muy distinta, era que pasara en el colegio que ellos mismos habían construido. Había que, sobre la marcha, adecuarse a las circunstancias. En Chile, no tenían dónde mirar: CREE era el primer colegio de estas características en la historia del país.

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El viaje en bus desde Bombay a Ahmedabad duraba tres horas. Juan Paulo Sánchez, Tomás Rivadeneira y Maximiliano Ortúzar se encontraban en la India en un seminario sobre educación al que los había invitado Enseña Chile. Allí conocieron a Kiran Bir Sethi, fundadora de The Riverside School de Ahmedabad, un colegio en un ambiente vulnerable donde los niños reciben educación de excelencia e, incluso, educan a sus padres. Era enero de 2011.

Sethi los invitó a conocer su colegio y quedaron vueltos locos. Comenzaron a lamentarse. Qué lata que no haya colegios así en Chile. Qué injusto. Cómo nadie ha hecho algo semejante. Hasta que dieron en el clavo: ¿y por qué no lo hacían ellos?

creeComenzaron con reuniones los fines de semana. Entre planificaciones de clases y correcciones de pruebas, soñaban con su colegio. Terminaron en Enseña Chile y buscaron empleo, con el objetivo de trabajar de forma paralela a su sueño. Hicieron una evaluación financiera con estructura de costos, levantaron información, pidieron ayuda al Mineduc y al Knowledge is Power Program (KIPP), una red estadounidense de escuelas en comunidades de bajos recursos que buscan dar enseñanza de excelencia gratuita y sin selección, donde se busca trabajar en comunidad con estudiantes, profesores y apoderados impactando las comunidades donde se encuentran. Un ejemplo es la Andre Agassi College Preparatory Academy de Las Vegas, fundada por el tenista del mismo nombre. Es una forma que tienen los grandes donantes para meterse en educación con un retorno concreto.

Del programa KIPP los invitaron a su escuela de formación de directores, donde estuvieron un año aprendiendo y haciendo pasantías en los mejores colegios de la red. Corría 2012, ya habían renunciado a sus trabajos formales y el proyecto iba tomando forma. Tenían las ganas y el conocimiento. Faltaba la plata.

Comenzaron a mandar mails, a llamar por teléfono. Tocaron todas las puertas que encontraron. Los primeros en aceptar recibirlos y escucharlos fueron los empresarios Raimundo Valenzuela (La Polar) y Francisco Silva (Security) . Ellos no sólo aceptaron ser parte del directorio y aportar con dinero: se comprometieron con tiempo y fueron guiándolos en los pasos a seguir. Desde cómo armar el proyecto hasta cómo preparar un pitch convincente. Luego se sumaron Tim Purcell (Linzor Capital) y Víctor Pucci (Derco), entre otros. Hoy, t odos ellos son parte del directorio del colegio.

—Nos dimos cuenta de que hay gente que hace tiempo estaba buscando una oportunidad de hacer un aporte real. La educación de repente en Chile se volvió el tema principal y aquí ofrecimos una apuesta de alto riesgo, pero con mucho compromiso, la alianza con EE.UU— explica Ortúzar.

A la vuelta de la capacitación en Estados Unidos, con inversores ya comprometidos, consiguieron que el Serviu les entregara un terreno en Cerro Navia en comodato. Eligieron la comuna porque, según ellos, tiene buenos accesos, índices de vulnerabilidad, malos resultados en educación y, sobre todo, una población creciente. Cerca del colegio, que antes era un microbasural, hay dos proyectos de viviendas sociales que aportarán más de 1.200 nuevos hogares a un lugar sin los colegios necesarios para cumplir con esa demanda.

Ahora sí, tenían todo. Querían comenzar a operar en marzo de 2015. Licitaron y consiguieron que el arquitecto Enrique del Río (profesor de la Facultad de Arquitectura de la UC) construyera el colegio. El concepto: salas grandes, colegio bonito, pero lo más barato posible. Así iban a lograr una construcción que no tendría nada que envidiarles a los colegios del barrio alto.

Pero justo cuando iban a comenzar a construir, llegó un anuncio que no esperaban se concretara por esas fechas: la reforma educacional. Al ser gratuitos y sin selección, el nuevo proyecto los beneficiaba porque los subvencionaba en montos más altos. ¿El problema? Un párrafo que indicaba que se iba a regular la apertura de colegios subvencionados dependiendo de la demanda del sector.
Debido a la incertidumbre, decidieron esperar. Y les sirvió: pudieron ordenarse mejor y, de a poco, comenzar a buscar alumnos. Empezaron a visitar los comités de allegados de la comuna, aquellos que organizan a los postulantes a los subsidios a las nuevas viviendas. Ellos eran su objetivo. Además, comenzaron a ponerse todas las semanas con un puesto en las distintas ferias de la comuna, sobre todo las de la avenida Petersen. Al mismo tiempo que los demás vendían sus cachureos, ellos intentaban convencer a los que pasaban de su proyecto educativo.

Para el 28 de septiembre del año pasado ya tenían llenos los 280 cupos que ofrecerían para alumnos de prekínder a segundo básico. 100 quedaron en lista de espera.

Basados en el modelo KIPP buscarían generar una alianza fuerte con la comunidad, donde los padres podrán asistir a distintos talleres dentro del colegio. Hoy, de hecho, varios asisten a los ya regulares de manualidades y zumba. La jornada escolar debió ser reducida una hora, para darle tiempo a los profesores de planificar y perfeccionarse porque, cada dos semanas tienen capacitaciones dentro del mismo establecimiento. Porque el desarrollo profesional es uno de los principios fundamentales de CREE; de hecho, en enero de este año, seis profesores, de un total de 24, viajarán a Estados Unidos a hacer pasantías en colegios KIPP.

—Nuestro objetivo es mejorar la educación chilena. ¿Cómo? Aún no lo sabemos. No tenemos una respuesta, por lo que la nuestra es ser un punto de prueba. Queremos pasar a ser un colegio de excelencia que muestre resultados tan buenos como el Grange o mejores en el contexto de Cerro Navia. Y, una vez que los tengamos, poder decir: acá las cosas se hicieron así. Hoy no sé cómo es. Pero estamos buscando la fórmula — explica Sánchez.

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En la sala de un kínder los niños están sentados en una alfombra de goma, todos bien juntos. La profesora proyecta en una pared blanca grande, limpia, un video en YouTube con la historia de la Navidad. Los niños escuchan en silencio. Sólo algunas veces la profesora se detiene para a llamarle la atención a algún distraído. Ellos escuchan y comienzan a soñar con lo que quieren.
En CREE , en cambio, no tienen que pensarlo mucho.

—Yo me quedo tranquilo si nuestros alumnos salen de cuarto medio con un puntaje en la PSU que les permita entrar a la universidad que ellos quieran. Si ellos quieren quedarse en la casa trabajando con la mamá, perfecto. Pero es su opción. Pero no es sólo entrar a la universidad, es graduarse. Para eso no sólo tienen que aprender matemáticas y lenguaje, sino tienen que fortalecer habilidades del carácter—dice Ortúzar.

Sánchez, por su parte, aterriza los sueños:
—Estamos buscando inversores para la segunda etapa. Este edificio contempla salas hasta cuarto básico. A finales de 2017 debiésemos comenzar a construir lo que viene. Queremos replicar este edificio hacia el sur, como si pusieramos un espejo. Necesitamos levantar alrededor de US$ 5 millones para completar la meta que viene para delante.

Con el aprendizaje del primer año, CREE trabaja con todo para empezar el 2017. Abrirán un curso de tercero básico, a los que harán venir antes a clases para enseñarles las rutinas y procedimientos del colegio y así evitar los problemas que se generaron este año. En el segundo básico paralelo, en cambio, aquel donde casi la mitad no leía, ya se preparan para el próximo año. Ahora sí, todos juntos. Y en el mismo nivel.

El sueño, poco a poco, comienza a cumplirse.

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