Hijo del matrimonio entre un obrero de ferrocarril y una ama de casa del barrio bonaerense de Mitre, el contador Alberto Barbieri fue el primer integrante de su familia en ir a la universidad. Precisamente a la Universidad de Buenos Aires, casa de estudios de la cual, desde 2014, es rector. De visita en Santiago, invitado por la Universidad de Chile, aprovechó de entregarle el Doctor Honoris Causa de la UBA a la presidenta Michelle Bachelet, con la que aprovechó de discutir sobre educación superior. Asegura, de hecho, que tienen una visión bastante similar.
“La UBA no es un espejo de la política del país, tiene su propia política interna, donde la mayoría está de acuerdo en que somos una universidad al servicio del pueblo”.
—Cuando hablamos de universidad tenemos que dejar un poco de lado el tema del crecimiento económico que, por supuesto que es importante, pero hay otros ámbitos que lo son aun más: lo social, lo cultural, el apreciar la vida de otra manera, desarrollar otro tipo de inquietudes… Eso hay que poner en la balanza a la hora de discutir el tema universitario —asegura.
—Dice que la Universidad de Buenos Aires forma a los estudiantes no sólo como profesionales, sino también como ciudadanos con mirada crítica. Usted es abiertamente peronista, asesoró en educación a Daniel Scioli. En Chile, generalmente, los cargos de rectoría no tienen posiciones políticas tan explícitas.
—En la UBA tenemos una cultura política muy desarrollada. Decir en la universidad: vos sos radical, vos sos peronista, vos sos socialista, no es un tema que te quite ni te ponga. A mí me eligieron rector, sin tener nada que ver si soy cercano o no a determinado movimiento. La UBA no es un espejo de la política del país, tiene su propia lógica política interna donde la mayoría está de acuerdo con que somos una universidad al servicio del pueblo, con un horizonte de planificación de acuerdo a las realidades que necesita el país. Convergen diferentes actores que en la esfera política partidaria a lo mejor después están enfrentados, por ejemplo.
—Entonces, ¿qué tanto influye la política que ocurre fuera de la UBA? Para ustedes no es lo mismo convivir con un gobierno K en comparación al de Macri.
—Nos debemos a una relación institucional de la universidad con el Estado y con el presidente democráticamente electo. A mí me ha tocado ser parte de las directivas de facultad y universitarias con los Kirchner y con Macri. Yo diría que he tenido respuestas buenas de ambos en muchas cosas y respuestas no tan buenas de ambos en muchas otras. Porque la universidad tiene su propia agenda, que trata de complementarse con la del gobierno, pero por algo es autónoma. El rector de la UBA tiene que mantenerse equidistante de quien es el gobierno de turno, porque convergen en la universidad todas las ideas políticas. Y yo cuando voy a relacionarme con un gobierno o con el otro, voy a pedirle cuestiones que tienen que ver con las necesidades de la universidad.
—Pero igual hay un hecho concreto. El año pasado el presupuesto para la UBA bajó más de un 30%.
—Ahí hubo un enredo, pero no fue necesariamente así. El año pasado, el presupuesto había sido votado el año anterior. Cuando llegó Macri, hizo un ajuste de tarifas que nos hizo salir a reclamar porque, con el aumento de los precios en los servicios públicos, no nos alcanzaba para llegar a agosto. Pero ahora tuvimos un ajuste importantísimo en el tema de este gobierno. Macri nos dio, en gastos de funcionamiento, todo lo que necesitamos para seguir funcionando como veníamos funcionando.
—Por su historia, usted es un defensor de la meritocracia y de la igualdad de oportunidades. ¿Cree que la UBA representa ese espíritu?
—Totalmente. Los profesores en la UBA se eligen por concurso público, renovables cada siete años. Y cada siete años en tu cargo, vos cuando concursás, se puede presentar cualquiera de afuera. Esto es uno de los ejes centrales que hacen que la calidad de la educación de la UBA sea muy buena. Hay competencia. Y la igualdad de oportunidades lo da el hecho de ser una universidad autónoma, pública, gratuita y cogobernada, donde la mitad del gobierno lo tienen los docentes, los 320.000 estudiantes, y los graduados empadronados, voluntarios, que superan los 150.000. Esto para mí es una de las esencias de la UBA y creo que somos una demostración de una universidad masiva y de excelente calidad.
—Usted habla de mantener la calidad en un plantel que apuesta la masividad. ¿No ha bajado la UBA en los rankings internacionales en los últimos años?
—En el QS somos la primera universidad de Iberoamérica, antes que la de Sao Paulo. En el Shanghái, que es el otro conocido, está la de Sao Paulo primero y después nosotros. Siempre estamos en la pole position, en cualquiera.
—Pero hay críticas en torno a que la masividad atenta contra la calidad.
—La universidad pública en Argentina, la UBA en particular, no sólo generamos profesionales, generamos conocimiento: tenemos el 30% de la investigación del país. Tenemos asistencias a zonas vulnerables con algunas cuestiones concretas. Es una inversión: tenemos cinco hospitales universitarios, cinco premios nobeles. La única universidad que tiene Premio Nobel en Ciencias en Latinoamérica somos nosotros. Y tenemos este modelo desde siempre. ¿En qué se basan para criticarlo? En nada.
—Otra de las grandes críticas a su plantel es sobre la demora de sus alumnos en egresar. Aquí muchos dicen que si se instaura la gratuidad universal, “nos convertiremos en la UBA”.
—Eso es otro mito. Tomá una cosa que hacen los rankings, cuál es la apreciación que tiene el sector empresario del graduado de la UBA, estamos en cualquiera primero de Argentina. Y si estamos primeros, qué importa cuánto demoran en salir. Las universidades privadas bajan la cantidad de años porque muchos contenidos los pasan al posgrado para que después ese posgrado sea cobrado con más fuerza. Ninguna carrera nuestra, por plan de estudio, dura menos de cinco o seis años. Al final, depende de la carrera.
Una cuestión filosófica
—Justamente uno de esos valores, la gratuidad universal, es lo que se discute acá en Chile. ¿Cómo observa el debate que se está dando y cómo se puede lograr la excelencia académica en un modelo gratuito y masivo?
—Para nosotros, la educación es un bien público, y es una obligación indelegable del Estado. No es una elección. La gratuidad universitaria está en el ADN del pueblo argentino. Hay algunos sectores de muy extrema derecha que lo discuten, pero de muy extrema derecha, que pueden llegar a, no sé si cuestionar que sea pública, sí discutir en cuanto a cuál es el sistema de financiamiento. Pero la diferenciación entre público y privado está muy clara. Entonces, eso, por lo que veo del sistema chileno, y conversamos de esto con la presidenta Bachelet, esto es de hace muchísimos años diferente en Chile. Ustedes vienen con una educación de otra naturaleza, en donde el Estado recién ahora está empezando a tomar la responsabilidad de que la educación superior es un bien del Estado, decía la presidenta, y está muy bien lo que marcaba, que no es sólo ponerlo en un presupuesto. En un presupuesto te lo pongo y te lo saco. El tema es de fondo, y la ley de educación superior nuestra dice eso. Dice que es un deber del Estado, y que es un bien público. A partir de ahí no queda otra que ponerlo en el presupuesto. Vos podés poner que falta plata, que sobra, es una discusión diferente. Pero en Argentina no se discute cuál es el objeto. Acá están en un camino de cambiar lo que venía, me están diciendo que empiezan a reconocer el carácter de universidad pública y el carácter de la gratuidad.
—En 2011 hubo una demanda por gratuidad universal, pero ahora, al parecer en Chile, esa demanda ya no es tan masiva porque prima la idea de que el que tiene para pagar que pague.
—Puede subvencionar algo, pero hasta ahí. En Argentina también se habla de que por qué quien tiene para pagar no paga. Ante eso, como economista, digo que en realidad es un falso lema, porque en realidad todos pagamos los impuestos, el impuesto que pago yo es mucho más que el impuesto que paga un obrero, yo con mi impuesto ya estoy pagándole la posibilidad de que varios obreros trabajen. Entonces, ¿por qué yo a mi hijo encima le tengo que pagar la universidad, cuando en realidad es progresivo el impuesto? Y el obrero que está trabajando está también pagando y el sistema de equidad social hace que un bien que tiene que ser un concepto del Estado... Lo mismo que la salud es un deber del Estado, para que haya una salud media de toda la población; o es privado y el que puede, tiene y paga.
“La base conceptual de la gratuidad parte por tomar la educación como un bien de mercado o tomarla como un bien social, como en Argentina”.
Mi caso, yo era hijo de obrero que pagaba nada, y ahora pago más y hace muchos años que pago más y está bien, pero nadie a mí me dijo que pagara más, es el mismo sistema el que lo hizo así. Que el sistema pueda tener alguna inequidad en el medio, y de acuerdo a como está la cuestión económica, es algo más coyuntural. Acá es un tema de filosofía, sobre qué consideramos como educación pública.
—Estuvo con la presidenta Bachelet, ¿tiene con ella líneas filosóficas similares respecto al tema de la educación superior?
—He escuchado a la presidenta lo que ha hablado, ella se formó en la educación pública y tiene una línea de pensamiento similar en cuanto al concepto. Ahora, la manera de implementarlo también depende de la idiosincrasia y la lógica económica y social de cada país. Yo no digo que lo nuestro sea la receta absoluta, lo que digo es que si uno parte de una filosofía de esta naturaleza, después se ve el camino. La base conceptual de la gratuidad parte por tomar la educación como un bien de mercado o tomarla como un bien social, como en Argentina.
—¿Usted ve un esfuerzo similar a lo que está haciendo Bachelet?
—Yo creo que van por caminos diferentes, la verdad es que no quiero arriesgar, porque no soy un conocedor, y puedo cometer un error garrafal. Pero sí puedo decir que va en una idea de salir de a poco progresivamente de una idea exclusiva de mercado a una idea de más responsabilidad del gobierno como un bien social.
—¿Y con Macri no peligra esta mirada?
—Todos los debates están abiertos, pero la cuestión filosófica además es constitucional; la autonomía universitaria está en la Constitución, para que veas qué tan arraigado está. Ahí sí podemos debatir mecanismos para cumplir este fin. Pero la cuestión filosófica de que es un bien del Estado no lo ves en un ningún discurso público ni en este presidente cuestionándolo. Sí la metodología de financiamiento y demás puede verse de otra forma, pero eso es otra historia.
Brasil y México tienen la misma filosofía que nosotros, pero no la misma implementación, son matices. Chile tiene otra filosofía, no es un matiz. Pero ahora va en camino a buscar esa nueva filosofía con los matices propios de los chilenos.