Mientras Claudio Bravo emprendía retorno desde Santiago hacia Manchester inaugurando una nueva forma de dar declaraciones a la prensa —de espaldas a los periodistas y sus micrófonos, en una escalera mecánica—, la selección chilena de fútbol cerraba su incursión en Europa en esta fecha FIFA, en la que disputó dos encuentros que marcaron el estreno oficial del técnico colombiano Reinaldo Rueda con el buzo de la Roja.
Fueron un par de amistosos que reavivaron los harakiris del fanático promedio porque estos duelos reabren la herida de no ir a la Copa del Mundo de Rusia. Pero los partidos ante Suecia y Dinamarca señalan también la renovación de las esperanzas, el inicio de la ruta reivindicatoria, los primeros pasos rumbo a Qatar 2022 en un derrotero que Chile ha de transitar con Rueda de estratega.
Por eso, al margen de los resultados, que terminan siendo casi accidentales, lo exhibido ante dos equipos mundialistas no debe ser tomado como excusa para sufrir por no haber clasificado a Rusia. Todo lo contrario. Son los dos primeros pasos de una larga escalera que lleva a la reconstrucción de un plantel que, con una década de trabajo conjunto, sintió el desgaste y cerró un ciclo con cuatro bajísimos rendimientos colectivos en los duelos definitorios de la eliminatoria sudamericana.
Los dos encuentros de la semana marcaron el estreno oficial del técnico colombiano.
Y no es que ahora, con Rueda, se comience desde cero. Pero se arranca un proceso diferente, y así deben ser tomados el triunfo ante los suecos —que bien pudo ser empate— o el empate ante los daneses, que quizás mereció ser derrota.
Los resultados poco importan. Que sean positivos es mejor. Pero el análisis debe ir por otro lado. Las conclusiones son bastante claras.
Chile ofreció un juego con buena dinámica, con bastante presión. En ese sentido, sobre todo en el primer tiempo con Suecia, volvió a las fuentes que lo llevaron al éxito. El entrenador parece entender bien lo que tiene y lo que los jugadores de más nombre tienen para darle.
Con una base de jugadores de probado éxito, la mayoría de los cuales estará en la disputa de la clasificación a Qatar, Rueda hizo lo que, entiende, es la forma de ir generando recambio: mantener el cimiento e intercalar las piezas que pueden darle nuevos aires al esquema.
Como siempre, el colombiano apostó por un esquema 4-2-3-1, el mismo que se le conocía. Hasta ahí (titulares y esquema), nada nuevo. En el desglose, eso sí, hay detalles relevantes.
Apuesta alto
Una de las novedades de la “era Rueda” fue el cambio de los defensores centrales.
Chile pasó de una dupla compuesta por Medel y Gonzalo Jara, que apenas promediaba 1.745 cm, una de las más bajas de la historia de la Roja así como de sus rivales sudamericanos, a una que alineaba a dos “gigantes”. Con Enzo Roco (1,91) y Guillermo Maripán (1,93), el bloque posterior creció.
He ahí una tendencia de Rueda. Una innegable, además.
En su anterior equipo, el Flamengo brasileño, también gustaba de los defensas centrales altos; con Rever (1,92) y Juan (1,83) imponía un muro atrás.
Y si ese ejemplo fuera poco, en su Atlético Nacional de Medellín, campeón de la Copa Libertadores, el bloque posterior lo lideraba el capitán del equipo, Alexis Hernández, de 191 cm de estatura, a quien acompañaba un promisorio Davinson Sánchez, quien no terminaba de cumplir 20 años cuando se convirtió en una de las apuestas inamovibles del DT. El jugador nacido en Caloto (Colombia) mide 1,87 m, y gracias a Rueda y su gusto por los centrales altos catapultó su carrera, pasando al Ajax holandés, desde donde acaba de ser transferido a la Premier League por 42 millones de libras.
Sin embargo, el gusto del entrenador por los defensores espigados no es arbitrario. Al margen de que a Chile en los ciclos anteriores nunca le hicieron mucho daño por arriba, el colombiano suma una herramienta poco usada hasta ahora. Con Maripán y Roco suma armas extras en ataque. Y aunque en este par de amistosos eso se vio poco, hubo amagues del aporte por arriba que se espera de la dupla.
Las deudas
Al margen de los bajos rendimientos individuales, como el del ‘Niño Maravilla’ en su afán de hacer de todo en todos lados, o el de Sagal, Chile demostró en cancha una tesis que, en los medios, el volante argentino de Universidad Católica Luciano Aued esbozó y se entendió mal. El trasandino se despachó hace unas semanas una frase que, a priori, sacó roncha. “Esa forma de juego que se tiene en Chile termina haciendo que pierdas… Bielsa, Sampaoli, esa cultura…”, dijo.
Como el que explica se complica, “Luli” terminó intentando enmendar sus dichos aplicando el comodín de la mala interpretación y la tergiversación, cuando era más fácil decir que ese juego de presión alta, ofensivo, ha hecho que muchas veces los equipos nacionales terminen olvidando un fundamento básico: defender. Y, de paso, obviando que no siempre se puede ir para adelante. A veces, simplemente, hay que saber replegarse. No hay pecado en aquello.
No es que ahora, con Rueda, se comience de cero. Pero se inicia un proceso diferente. Y así deben tomarse los resultados de esta semana.
Contra Dinamarca, sobre todo, esta selección chilena demostró que le cuesta defenderse, jugar sin la pelota, correr hacia su propio campo. No se trata de que esta renovada Roja tenga que transar su estilo, sino simplemente recordar que protegerse es parte de este juego. Y es una fórmula no sólo válida, sino imprescindible.
En ese mismo contexto, por módulo de juego, la carencia de un pívot, que juegue entre los centrales, sobre todo para organizar la salida y dar esos primeros pases a tres o cinco metros con intención y claridad, se notó. Sobre todo ante Dinamarca, a este Chile le costaba urdir jugadas desde atrás.
El resumen del estreno de Rueda en la banca nacional no puede ser nada de malo en los resultados. Victoria 2-1 y empate 0-0 contra rivales mundialistas y europeos, nunca será negativo. Queda la duda de cómo habría sido la historia ante equipos que no desprecien la posesión, como lo hacen Dinamarca y, sobre todo, Suecia, porque cuando le quitaron el balón, la Roja no se vio bien. Sin embargo, es el comienzo. Con caras muy familiares, pero es el arranque de un camino en el que aún queda por despercudirse algunas recientes frustraciones y desencuentros. Por eso, conscientes de lo que viene, el plan parece estar bien diseñado, montado sobre cimientos conocidos y confiables.