—Vengan, vengan. Mira que no somos sólo médicos hombres los que objetamos. También hay mujeres…
Mario Gajardo, jefe del servicio de Obstetricia y Ginecología, y médico hace más de 30 años en el Hospital Base San José de Osorno, introduce así a dos de las siete mujeres que son parte del equipo de 16 doctores que han estado en el ojo del huracán en estas últimas semanas. Esto, luego de conocerse que la totalidad de los médicos del único centro de salud público de la provincia decidieron declararse objetores de conciencia en la tercera causal —es decir, en casos de violación— de la ley que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo.
En términos simples, eso quiere decir que si una mujer embarazada producto de una agresión sexual se acerca al hospital para interrumpirlo, no encontrará a nadie dispuesto a hacer el aborto. Y si va a la única clínica privada de la provincia, la Clínica Alemana, tampoco encontrará allí a nadie dispuesto a practicarlo.
Para esos casos, el Hospital de Osorno —según explica su director subrogante, el pediatra Daniel Núñez— ha activado un protocolo de derivación que consiste en trasladar en ambulancia a la mujer embarazada hasta el Hospital de Puerto Montt, descartando contratar a un doctor que no tenga reparos en hacer el aborto y dando por terminado el asunto.
Sin embargo, varias agrupaciones de la región han reclamado que enviar a mujeres violadas a atenderse a más de cien kilómetros no es una solución propia de un servicio financiado por el Estado. Por esto, tanto el Colegio de Matronas como la Federación Nacional de Profesionales Universitarios de los Servicios de Salud (Fenpruss), y organizaciones sociales como la Corporación Mujeres del Siglo XXI, han comenzado a movilizarse en la región.
Carmen Silvia Rodríguez, asistente social que trabaja en el hospital y es dirigente de la Fenpruss (organización que tiene a más de 300 miembros dentro del establecimiento) aprovechó el último consejo técnico del recinto para pedir que se reconsidere la postura de trasladar a las pacientes violadas a otros hospitales, complejizando más su situación. Sin embargo, los 16 doctores del hospital que podrían realizar el procedimiento defienden su derecho a objetar. En tanto, el Colegio Médico citó a sus colegiados de la zona, entre los que hay 12 de los doctores objetores, para discutir la delicada situación.
Mientras en Osorno la polémica escala, el 31% de los obstetras del sector público del país se declaran objetores. El protocolo de objeción está bajo la lupa y el próximo miércoles el ministro de Salud, Emilio Santelices, se convertirá en el primero de este gobierno en ser interpelado por la Cámara, luego de que la administración de Piñera permitiera que las instituciones privadas que se declaran objetoras mantuvieran convenios con el Estado.
Varias agrupaciones de la región han reclamado que enviar a mujeres violadas a atenderse a más de 100 kilómetros no es una solución propia de un servicio financiado por el Estado.
En el caso del hospital de Osorno, los 16 doctores objetan personalmente la causal de violación —en cuanto a las otras situaciones despenalizadas, hay un doctor que objeta en riesgo de vida de la mujer y cinco en caso de inviabilidad fetal— y el hospital no ha sumado ningún profesional que quiera practicarlo. La polémica, a su vez, ha crecido en distintos puntos del país, pues la misma situación se repite en Huasco, Panguipulli, San Fernando y Puerto Natales. El Hospital de Osorno, sin embargo, es el lugar que ha concentrado todas las miradas. Mientras en su exterior comienzan a organizarse las primeras funas, las opiniones en la ciudad se dividen y algunos parlamentarios de la región, como Fidel Espinoza (PS), intentan convocar a una sesión especial en la Cámara para tratar el tema, los 16 médicos del hospital han permanecido en silencio. Hasta ahora.
***
El ginecobstetra Mario Gajardo, jefe del equipo de 16 doctores del Hospital de Osorno, se comprometió a acudir a esta entrevista con al menos otros cinco doctores de su equipo para explayarse sobre los conflictos a los que se enfrentan con la despenalización del aborto. Pero es el día de la cita, lunes 23 de abril a las 11 a.m., y en el cuarto piso del establecimiento, que corresponde al sector de Maternidad, Gajardo está solo.
—Vamos a tener que empezar porque tengo una cirugía —dice, mirando el reloj.
La grabadora está encendida. Gajardo carraspea, mira una y otra vez hacia la puerta. Dice que el revuelo que hay sobre el hospital es culpa de los periodistas.
—Ellos hicieron mediático este asunto —dice.
—¿Qué cosas que están en la prensa le molestaron?
—Lo que me molesta es el desconocimiento de la población en general. Porque se habló de objeción de conciencia generalizada, se echaron todas las causales en un mismo saco, y eso no es real. Aquí hay tres causales y los médicos de acá sólo objetaron totalmente la tercera y no así las demás. Tanto en la que dice relación con el peligro de vida de la madre como en la de inviabilidad fetal, aquí sí hay médicos que están dispuestos a hacer el procedimiento. Si bien ninguno quiere practicar un aborto en caso de violación, hay un protocolo de derivación establecido. Es decir, aquí a nadie se le ha dejado de atender.
—¿Cuándo comenzaron a conversar este tema como equipo?
—Hace por lo menos tres meses se les entregó una lista con las tres causales a los médicos de servicio. De forma personal y respetable, ellos expresaron uno a uno su decisión de abortar o no, según el caso. Resultó que los 16 se acogieron a la objeción de conciencia para no intervenir en caso de violación.
El doctor vuelve a mirar el reloj y sale a buscar a sus colegas. En el pasillo se cruza con dos doctoras y les pide que se sumen a la conversación.
—Vengan, vengan. Mira que no somos sólo médicos hombres los que objetamos. También hay mujeres… –dice entonces.
La ginecobstetra Andrea Vega y la becada Macarena Marshall se sientan, pero permanecen en silencio.
Mientras en Osorno la polémica escala, y en todo el país el 31% de los obstetras del sector público se declaran objetores, el protocolo está bajo la lupa, y el próximo miércoles el ministro de Salud se convertirá en el primer secretario de Estado de este gobierno en ser interpelado.
—Se ha hablado de colusión…
—Te estoy diciendo. Aquí nadie presionó a nadie ni tenemos idea de cuáles son las razones de cada uno. La decisión es personal. Nada más. Segundo: si yo estoy acá en este momento es porque el director me lo pidió. Pero nosotros dimos este asunto por terminado hace quince días, después de que salió a la luz pública la decisión y que nos enlodaron bastante.
—¿Cómo ha sido lidiar con esos cuestionamientos?
—Nosotros hicimos oídos sordos, porque no nos afecta en nada. Seguimos haciendo el mismo trabajo. No hemos sido criticados por los pacientes ni tenemos a alguien alegando afuera; estamos tranquilos. ¡Es que están absolutamente equivocados! Mire, esto no es ni siquiera una ley, es la despenalización voluntaria del embarazo en tres causales. El aborto es ilegal.
—La ley permite a las mujeres abortar en tres causales, pero en caso de violación no encuentran médicos dispuestos a atenderlas. Como jefe del servicio, ¿de qué manera le afecta esto?
—Mire, si bien se pensó en un momento que la tercera causal iba a ser un gran afluente de solicitudes, eso no ocurrió. Hemos tenido cuatro casos: cero por la primera causal, tres por la segunda y apenas una solicitud por la tercera, que se derivó a Puerto Montt según el protocolo.
—¿En qué consistió el protocolo en el único caso que han tenido?
—El protocolo implica que nosotros tenemos que derivar a otro centro donde no haya objeción de conciencia y que le brindamos un acompañamiento biopsicosocial a la paciente, tanto cuando hace la denuncia, como durante el procedimiento y después de este.
—El director del hospital dijo que la objeción a esta causal se debía a que la violación podría ser ocupada como argumento para abortos encubiertos. ¿Lo comparte?
—Es que eso que dijo es personal. Y él es pediatra, no ginecólogo, así que se podría haber equivocado en ese aspecto. Nosotros no lo hemos vivido. Como decía, hemos tenido una sola solicitud y es la Justicia la que tiene que determinar si es verdad o no. No tiene por qué constarnos. La ley sólo nos exige hacer el procedimiento. Nada más. Y como aquí nadie estuvo dispuesto a interrumpir su embarazo, la derivamos al centro más cercano.
—¿Es difícil para un médico tener que decidir si practicar un aborto o no?
—No es difícil. Al menos los ecografistas lo único que deseábamos era que en algún momento se aprobara la causal de inviabilidad fetal. Muchas madres tenían que esperar hasta los nueve meses para que nacieran sus guaguas, y sabían que iban a nacer muertas, entonces era una espera inútil, ¿te fijas? Eso es un tremendo logro. Al igual que la primera causal.
—¿No debería haber también una opción para las mujeres de la tercera causal? ¿Cuáles son los conflictos éticos o valóricos que lo impiden?
—Eso es individual. Tendrías que preguntarle uno a uno.
—¿Cuáles son sus conflictos?
—No te voy a responder, porque no quiero armar polémica. Tengo mis propios valores religiosos, políticos y de todo tipo. Pero si soy objetor de conciencia en la tercera causal, no tengo que darle explicaciones a nadie. A nadie, cuando hay una alternativa. Estas pacientes no están abandonadas. Son derivadas a cien kilómetros gracias a un protocolo que está bien diseñado y que funciona perfecto.
—Lo polémico es que este es el único servicio público de Osorno. Sus doctores son pagados por el Estado para brindarle un servicio a la gente sin distinción.
—Pero somos pocos; este es un servicio público chico.
—Osorno tiene altas cifras de delitos sexuales. En 2017 la Fiscalía contabilizó 1.525 causas en la región, 345 específicamente en Osorno, 83 de ellas violaciones.
—Sí, pero que soliciten interrupción de embarazos, como te digo, son pocas.
—¿No están perjudicando desde adentro una ley que se discutió en el Congreso?
—Por supuesto que no. Estoy a favor en las dos primeras causales. No podíamos dejar de tener esto. ¿La tercera? Claro que es discutible. Pero que algunas personas estén de acuerdo y otras no, eso es democracia. Los motivos no se los voy a dar. No quiero que sean publicados.
—¿Pero no es la falta de argumentos lo que provoca la polarización?
—Sí, pero dejémoselo a los políticos. Que ellos discutan eso, ya lo han hecho en el Congreso. ¿Debería haber al menos un doctor que hiciera el procedimiento? No los puedo obligar.
—¿Por qué no han buscado un doctor que no tenga reparos con la tercera causal?
—¿Y a quién vas a traer acá? ¿De dónde la o lo vas a traer? ¿De Santiago?
—De donde sea, ¿no?
—¿Y con qué le vas a pagar? Estos son cargos públicos… ¿y va a venir exclusivamente a hacer el procedimiento y después se va a ir? ¿O tendremos que tenerla contratada para esto cuando tenemos un caso en seis meses? No vale la pena si hay un protocolo de derivación
—No vale la pena desde el punto de vista económico. ¿Y la parte humana?
—En la parte humana con mayor razón. Porque si una paciente de la tercera causal se hace el procedimiento en el hospital, va a pasar por pabellón, con gente conocida, y probablemente habrá gente que se va a enterar de algo que es sumamente privado. Aquí, en cambio, nadie se va a enterar: la paciente fue a Puerto Montt, se trató, volvió y listo. Nadie supo. Nadie de nosotros sabe quién fue. No tenemos nombres, lo desconocemos, ¿te fijas?
***
El doctor Mario Gajardo mira nuevamente el reloj.
—Ya chicas, las dejo, me voy a operar. Ahora se van a desinhibir… —dice.
La ginecobstetra Andrea Vega, que hasta ahora ha estado en silencio, toma la palabra:
—Esto es el punto de vista de nosotros como profesionales ginecólogos. Da lo mismo si soy hombre o mujer; la objeción de conciencia no pasa por mi género, pasa por mis creencias, mis valores. Si la ley me permite tener objeción de conciencia, nadie me puede obligar a hacer lo que yo no quiero. Así como una mujer que quiere interrumpir su embarazo producto de una violación, pacientes infartados o los que necesitan diálisis también tienen que derivarse.
—Pero hay cosas con las que una mujer, tal vez, puede empatizar más. En rigor, el hombre no está tan expuesto…
El doctor Gajardo, que iba saliendo, se voltea:
—¿Cómo que no? ¿Y si le pasara a mi nieta? ¿Y si a mi nieta la violan?
—¿Qué haría si resultara embarazada?
—No sé. Ahí vería qué hago. Ella no está acá y tiene a sus papás.
—¿Y si a una hija de usted le pasara esto?
—No tengo hijas. Si hubiese tenido, a lo mejor habría pensado distinto.
El doctor se retira y se produce un silencio pesado en la habitación, en donde aún permanecen sentadas la ginecobstetra Andrea Vega y la becada Macarena Marshall
—¿Ustedes objetan porque sienten que, de hacer un aborto, estarían cometiendo un asesinato?
—Vega: La objeción tiene relación con cómo soy yo como persona. Es de valores.
—¿Pero los valores de los médicos valen más que la voluntad del paciente?
—Vega: Yo no estoy dejando de atender la necesidad de una paciente. Yo le creo lo que me cuenta y cumplo el protocolo de hacer la denuncia y derivarla. Si pusiera mis valores en primera instancia, le diría: sabes que no estoy de acuerdo con lo que estás haciendo, pero no es así. Se le acoge, se le explica cómo se procede y se hace todo según lo establecido.
—Marshall: La objeción tiene relación con lo que significaría para mí hacer un aborto. Y desde ahí podemos discutir muchas cosas: desde cuándo empieza la vida, etc. Es una gran discusión. Y a mí, mis creencias, mis valores y la religión que tengo me impiden hacer algo así. Yo puedo acompañar a una paciente que decidió hacerse un aborto, porque la decisión es de ella, pero no puedo hacer un procedimiento que, quizás para mí, es como matar a una persona que potencialmente puede ser un ser humano igual que yo. Y que para mí es un inocente.
—¿No podrías cargar con eso?
—Marshall: Exacto. Yo no podría cargar con eso.
La doctora Vega la mira y acota que si bien las primeras dos causales sí tendrían una base médica, en la tercera causal efectivamente hay un inocente involucrado.
“Independiente de que estés contratado por el Estado o no, tú tienes tus creencias y valores. Si tenemos la posibilidad de acogernos a una objeción de conciencia, estamos en nuestro derecho y no por eso nos tienen que echar o enjuiciar”, dice una doctora.
—Vega: No es que la paciente no lo sea pero es una vida… y podemos discutir todo un día sobre cuándo empieza la vida y aun así no vamos a llegar a ponernos de acuerdo. En la otra causal, el feto no tiene la culpa, pero la mamá se nos está muriendo y entonces igual tenemos que salvarle la vida a expensas, lamentablemente, de lo que pasa con el hijo. En el fondo, me causa un conflicto emocional, ético, valórico, cristiano tener que interrumpir un embarazo donde madre e hijo están sanos. Entiendo que ella pasó por todo un proceso doloroso, que fue muy difícil, a lo mejor, hacer la denuncia o acercarse al hospital cuando su agresor fue alguien conocido. No la voy a juzgar, no la voy a dejar sola, pero no haré esa interrupción.
—Marshall: Independiente de que estés contratado por el Estado o no, tú no eres un ente sólo trabajador, también eres una profesional, y además de eso tienes tus creencias y valores. Y si tienes la posibilidad de acogerte a una objeción de conciencia, estamos en nuestro derecho y no por eso nos tienen que echar o enjuiciar. Y es cierto lo que tú dices: nos paga el Estado. Pero nos paga no sólo para hacer abortos sino para atender a las pacientes con sangrado, a las embarazadas, los embarazos de alto riesgo. No estás contratado para hacer abortos, en la primera, ni en la segunda ni en la tercera causal, sino todas las funciones de un ginecólogo.
—Vega: Flexibilizarse y tener alguna persona que no tenga reparos en la tercera causal no depende de nosotros. Depende del servicio o del ministerio, que ellos llegaran a la conclusión de que es necesario tenerlo. Yo no soy responsable de ir a buscarla. El ministerio sabe de nuestra objeción de conciencia hace muchos meses.
Las doctoras parecen más tranquilas y transparentan sus opciones: Vega sólo es objetora de la tercera causal. Marshall sólo está dispuesta a hacer un aborto si la madre está en peligro. Dicen que no sabrían qué hacer si la ley las obligara a realizar actos con los que no están de acuerdo.
—Marshall: El tema no es el procedimiento, es qué nos pasaría después con eso. Tú ves a esa guagua en la ecografía, ves que se mueve, que late el corazón, un montón de cosas que la gente que analiza esto no ve.
Ambas doctoras se levantan. El fotógrafo les pide tomarles un retrato.
—Me da vergüenza ser reconocida —dice Marshall, y las doctoras se van.
Minutos más tarde, el médico jefe del área, Mario Gajardo, propondrá una segunda entrevista, al día siguiente y junto al resto del equipo, para hacer también una foto grupal.
Pero la entrevista, dirá él mismo doctor a las ocho de la mañana del día siguiente, no se hará.