Es domingo. Y en el metro una guagua acapara las miradas de los pasajeros. Mientras algunos le tocan las manos y le estiran los brazos, ella sonríe y deja ver dos dientes de leche que asoman de sus encías.
—Qué hermosa que es —murmura la gente, mientras la niña vestida de rosado y con chapes de colores en el pelo les arruga graciosamente la nariz.
La pequeña de nueve meses va sentada en la falda de su padre: un hombre que supera el metro setenta, pero que tras salir de una misa con otros 200 haitianos en Recoleta quisiera ser invisible.
Wilfrid Fidele (35) no lo dirá hasta varias horas después, pero lo está pensando justo ahora que mira los zapatos de su hija:
—Qué distinto habría sido todo si los chilenos hubieran sido así de acogedores desde el comienzo.
***
Lo que vivieron Wilfrid y la pequeña Wildiana hace ocho meses fue un infierno. El 29 de agosto su pareja Joane Florvil le presentó a un chileno que le ofreció ser jardinero en la Oficina de Protección de Derechos (OPD) de la comuna de Lo Prado.
Estando allí y habiendo dejado su mochila en manos del chileno, Wilfrid sufrió el robo de todos sus documentos. Tras enterarse de que habían sido estafados, Joane tomó a la hija de ambos y fue a pedir explicaciones a la OPD, pero como no hablaba español, nadie entendió sus reclamos.
Desesperada, le pidió al guardia del organismo municipal que le cuidara a la pequeña mientras iba en busca de un traductor. Pero veinte minutos después y cuando volvió por la niña, ella ya no estaba allí. Funcionarios de la OPD la acusaron de abandonar a su hija. Hecho que como dictaminaría un tribunal de justicia tres meses más tarde, nunca sucedió. El sumario en la OPD de Lo Prado no arrojó responsables.
Joane fue detenida el 30 de agosto. Y Wildiana pasó a manos del Sename. Un mes después y por causas que ahora investiga el Ministerio Público, la haitiana murió sin poder ver a su hija nunca más.
Lo último que alcanzó a comprarle a Wildiana fueron los zapatos de charol blanco que ahora lleva puestos en el metro. Esos que Wilfrid mira cuando piensa en lo distinta que habría sido su vida si los chilenos hubieran sido así de acogedores desde un comienzo.
“No puedo culpar al Sename de lo que me pasó. Si alguien es responsable, es la persona que acusó a Joane de abandonar a la bebé”, dice Wilfrid.
—Ver a Joane angustiada y exigiendo que le llevaran a su hija hasta el último día, mientras los doctores le ponían inyecciones para que se calmara, es algo que nunca va a salir de mi cabeza —dice cuando llega a su casa en Cerro Navia para dar esta entrevista acompañado de un traductor.
Joane falleció el 30 de septiembre en el Hospital Clínico de la UC por una falla renal que nadie sabe cómo se generó. Desde entonces y en los siguientes siete meses, Wilfrid no sólo no entiende cómo Joane está muerta, sino que también tuvo que luchar por sacar a Wildiana del Sename, y probar ante la justicia que podía ser su madre y padre.
Wildiana está con él desde octubre de 2017. Sename le pidió guardar silencio. Pero una vez que se cumplieron seis meses al cuidado de la niña y cuando se hizo público que Joane Florvil —la haitiana que se convirtió en un emblema contra la discriminación en Chile— permanecía hace más de 200 días en el SML, decidió hablar.
Todos los domingos lleva a su hija con él a un templo donde escuchar salmos en creole por una multitud de haitianos que van vestidos de etiqueta parece darle el aliento que necesita.
—Mi hija es mi compañera. Es mi única compañera —dice Wilfrid ahora y mientras muda a la pequeña.
Están en la misma pieza en la que vivió con Joane: un espacio diminuto donde la cama, el refrigerador, la cuna y la ropa colgada de la niña conviven en perfecto orden, como si fueran las piezas de un tetris.
Wilfrid Fidele
***
Pagar la habitación —una de las seis que componen la casa donde Wilfrid vive con otros 12 haitianos— le cuesta la mitad del sueldo que recibe haciendo aseo en las oficinas de una corporación municipal.
Trabajando de lunes a viernes desde febrero pasado, deja a su hija en la sala cuna a las 8:30 y luego es Isabel Araya (64) —una vecina chilena que eligieron Joane y él como madrina de la niña— la que va a retirarla y la cuida en la casa que queda frente a la suya. Ella es la única red de apoyo con que cuenta Wilfrid en este momento. Y le ha enseñado a bañarla, a mudarla y a ordenarle las comidas para regularizar lo más posible el sueño de la pequeña.
Isabel reconoce que no ha sido fácil.
—En la cultura haitiana la crianza está en manos de las mujeres. Pero a él le tocó asumirla completa de la noche a la mañana —dice la vecina.
Wilfrid sonríe mientras calienta un colado para la pequeña y luego lo sopla. Usar la cuchara y dárselo de a poco, eso también se lo enseñó Isabel.
—¿Qué ha sido lo más difícil de estos meses de crianza?
—Lo más duro fue no poder trabajar durante un tiempo. Hasta febrero pasado tenía miedo porque me habían dicho que si yo dejaba a la niña con alguien me la podían quitar. Entre medio tuve que aprender de todo y no tuve tiempo de prepararme tampoco. En el Sename antes de pasarme a la bebé me hicieron un curso breve. Pero en realidad memorizo y sólo actúo: si hay que mudarla, entonces voy y lo hago.
—La guagua venía con un monitor de apnea cuando salió del Sename. ¿Cómo está ahora?
—Nunca tuvo nada. En el Sename inventaron que tenía apnea, pero una vez que llegó aquí no hubo ninguna vez que presentara ese cuadro. Aun así me despierto a cada rato para mirarla. Es algo inexplicable. Puedo decir que soy todo para ella, y ella también es todo para mí.
—¿Qué piensas sobre el Sename hoy?
—No puedo culpar a Sename de lo que me pasó. Si alguien es responsable es la persona que acusó a Joane de abandonar a la bebé en la OPD y que hizo que mi hija terminara en un hogar, lejos de ella. Yo no estoy enojado ni molesto, pero lo que pasó nunca va a salir de mi cabeza. Nunca.
—¿A qué crees que se deba la discriminación?
—Lo que pienso es que a la gente lo que no le parece bien, lo castiga. Y que se cometen injusticias por esa ignorancia. No te voy a mentir, cada vez que hablo de estas cosas es como volver a cero de nuevo. Me duele.
—¿Volver a trabajar te ha ayudado a salir de esto?
—No puedo decir si me gusta o no. Cuando no estás en tu país, no tienes opción de elegir, tienes que hacer lo que te toca —dice Wilfrid mientras afuera de su pieza suena reggaetón en creole y Wildiana baila en la cuna. Wilfrid sonríe, pero luego su mirada se opaca.
—Cada vez que miro a mi hija, pienso en Joane, en la vida y en todo lo que me ha pasado —dice.
***
Si Wilfrid hubiese sabido la pesadilla que le esperaba en Chile, jamás habría venido. En Juana Méndez —la ciudad haitiana donde conoció a Joane Florvil dos años antes de su muerte— tenía casa propia, y además era dueño de un negocio de motos que le permitía sobrevivir sin grandes esfuerzos.
—Tenía plata —dice Wilfrid sobre el tiempo en que convivía con Joane y la ayudaba con los gastos de dos hijos que ella tuvo durante una relación anterior.
La familia de Joane no estaba muy de acuerdo en que estuvieran juntos. Hija de una familia evangélica, sus padres no veían con buenos ojos que rehiciera su vida con un hombre que, como el propio Wilfrid reconoce, era mujeriego y tomaba en exceso.
Joane, sin embargo, lo quería. Por eso, cuando Farrah, su padre, quiso mandarla un tiempito a Chile donde ya estaban sus hermanos Realyno y Samantha Florvil, ella le propuso viajar juntos y que empezaran acá una nueva vida.
—Pero yo no quería irme y tampoco que ella partiera. Le dije que si era por un tema económico me dijera cuánta plata necesitaba para armarle un negocio, pero ella no aceptó —cuenta Wilfrid.
Joane se vino sin él. Pero lo llamaba para decirle que lo extrañaba. En las fotos que le mandaba a diario, Wilfrid comenzó a verla más delgada y triste. Entonces comenzó a preocuparse.
“Todos saben que lo que ocurrió con Joane es un abuso. Por eso yo sólo he estado esperando a que el gobierno responda por lo que le hicieron”.
—Un día me llamó llorando. No encontraba trabajo, pero además me contó que estaba embarazada. Joane era mi amiga y mi pareja. Ver que lo estaba pasando mal me convenció —dice mientras su hija se pone a llorar.
Wilfrid la toma en brazos y explica que si vendió todo y se vino, fue por amor a Joane. Y que al llegar acá, la Navidad de 2016, ella le contó que estaba en Chile porque la familia quería alejarla de él.
—Según ellos, si yo la amaba realmente, iba a venir tras ella y fue lo que terminó ocurriendo. Yo quería tener una vida con Joane. Las demás eran aventuras, no importaban.
Wilfrid y Joane se fueron a vivir juntos a Cerro Navia. Mientras esperaban a su hija Wildiana vendían mermeladas en la feria y sobrevivían como podían en un país donde ninguno de los dos manejaba el idioma.
A pesar de que Realyno y Samantha estaban en Chile, hubo dos ocasiones en que Joane le pidió ayuda a su hermano mayor, pero no la encontró, recuerda Wilfrid.
Fidel, primo de este y quien compartió la misma casa con la pareja, lo confirma. Dice que un día Joane se enfermó y estaba angustiada porque no lograba trabajar, así que él mismo llamó a Realyno para informárselo.
—Su respuesta fue que su señora y sus hijos eran su única familia y que por él, Joane se devolviera a Haití por donde mismo vino —cuenta Fidel.
A Wilfrid le molesta el tema porque dice que sólo cuando Joane murió, los Florvil reaccionaron en Juana Méndez.
Los primeros días de octubre —cuenta Wilfrid— Realyno llegó con un poder amplio desde Haití para hacerse cargo de la repatriación de Joane, pero se encontró con que la legislación chilena reconocía a Wilfrid como el único que podía sacar su cuerpo del Servicio Médico Legal.
Los Florvil quisieron que Wilfrid cediera ese poder a la familia. Pero él no estuvo de acuerdo y así, en ese gallito que ha durado siete meses, es que se la han llevado mientras Joane permanece en el SML.
—Realyno nunca hizo nada por Joane, entonces que quiera que yo desaparezca no es algo en lo que voy a ceder y así es que comenzó la división. El día en que nació Wildiana, Joane tuvo dolores de parto en la madrugada y fui yo quien tuvo que cargarla y salir a buscar un taxi para llevarla al hospital. Nadie más. ¡Hasta el taxista ese día se llevó mi plata! Yo le pasé 20 mil pesos para que cobrara y arrancó con el vuelto —cuenta Wilfrid.
—¿Te arrepientes de haber venido a Chile?
—Muchísimo —dice mostrando una foto de Joane en el celular—. Pero porque Chile me enseñó todas las cosas malas que nunca viví en mi país. Aquí vivo en una pieza encerrado. Chile me enseñó la miseria.
***
Wilfrid quiso enterrar a Joane en Chile apenas terminaron los peritajes respecto de sus restos, en noviembre pasado, e Isabel Araya lo ayudó a organizar dos ceremonias de despedida, pero las relaciones quebradas con los Florvil dilataron el asunto.
Según cuentan en el círculo Florvil, en Haití el hombre es el responsable de la mujer. Por lo que, una vez que Joane murió, quien había fallado ante sus ojos era Wilfrid.
Por la prensa han dicho que Joane sigue legalmente casada en Haití. Y que no reconocen a Wilfrid como yerno.
Los Florvil tenían dos peticiones: que el Estado de Chile pagara la repatriación y que Wilfrid firmara un poder para que ellos pudieran hacerse cargo de todo.
—¿Y por qué no quisiste cederle el poder total a ellos?
—No les voy a dar mi firma para que ellos decidan todo sobre Joane, porque soy yo la víctima. Soy yo quien apareció en las noticias como su pareja y soy yo el padre de nuestra hija. ¿Quieren el cuerpo? Yo no tengo problemas en pasárselos pero necesito entrar primero y despedirme de quien era mi compañera.
“Yo no volvería a Haití. Pude haber tenido una buena vida, pero ya no. Y cuando sales y vuelves con una vida peor de la que tenías, te miran feo”.
–¿Y por qué no ocurre hasta ahora?
—Porque ellos querían que yo firmara un poder desprendiéndome de toda responsabilidad y yo no estuve de acuerdo con eso. Encontraron que mi manera de hacer las cosas era fría, que no era llegar y repatriarla como si aquí no hubiera pasado nada y quisieron esperar los resultados de la investigación.
—Una investigación que sigue en curso y que la tiene hace siete meses en el SML.
—Yo quisiera que ella descanse, si fuera por mí que descanse donde sea. Pero ellos han dicho que mientras el Estado de Chile no pague por lo que pasó, el cuerpo quedará ahí. Y es lo que pasó.
—La que pagó el costo de todo este conflicto fue Joane.
—Obvio. Y me da mucha tristeza. Y es por eso también que me cuesta hablar de estas cosas, porque siento que vuelvo a cero de nuevo. Por mí, ese cuerpo ya no estaría allá. Y aunque yo pudiera enterrar el cuerpo y olvidar todo, no podría. Porque existe la presión de la familia y ellos quieren recibir una indemnización por eso. Eso es lo que ellos están buscando.
—Sientes que te han responsabilizado por lo que le ocurrió a Joane?
—No lo sé. Pero ellos querían que dejara todo en sus manos y por no aceptar es que empezó la división. Nuestra relación era buena antes, cuando estuve con ella en Haití y me hacía cargo de los dos hijos que tuvo antes con otra persona.
—Persona que ahora es incluida dentro de las reuniones de la familia en Haití. Que con el resto de los hombres del clan Florvil está tomando las decisiones.
—La persona con la que Joane estuvo en Haití no está a la altura de ello. Joane es mi tema. Es mi discusión. Soy yo quien está sufriendo, soy yo quien viví esto y nadie más. Sólo yo.
—¿Por qué crees que no te reconocen como yerno?
—Si alguien de la familia de Joane te dice que le hacen caso a este hombre, dile que yo les digo que no mientan. Porque ni siquiera en temas económicos de sus hijos ha sido él el responsable. Siempre fui yo quien estuvo a cargo y eso ellos lo saben. Ahora, desde que llegué acá a Chile nunca he mandado plata para ellos porque me ha sido superdifícil desde este lugar y desde el inicio hasta ahora, estabilizarme. La mamá, el papá de Joane y yo somos los que nos hemos ocupado de los niños de Joane porque él ha estado ausente.
—¿Recibiste amenazas cuando te opusiste a entregar el mando?
—Podría decir muchas cosas. Fue su hermano el que habló muchas cosas malas, pero él no es Dios. Así que no tengo nada por qué preocuparme.
—¿Y alguna vez te amenazaron con llevarse a la niña?
—Lo que puedo decir es que ellos no pueden llevársela. Soy yo su padre legal. Ellos puede que traten de hacer cosas ilegales, pero no yo. Yo soy legal.
—¿Qué te hubiera gustado para Joane?
—Creo que todos saben que lo que ocurrió con Joane es un abuso. Y en ese sentido, yo sólo he estado esperando a que el gobierno responda por lo que hizo. Ellos cometieron un error que costó la vida de una persona. Y de eso ya se dieron cuenta. Pero si pagarán o no una multa por ello es una decisión de ellos y de sus leyes. Algo que yo sigo esperando que la justicia resuelva. Si ahora estoy mejor es porque me convertí en cristiano y le pedí a Dios que me ayudara y orientara. Estoy tratando de salir adelante.
—Pero que paguen puede tardar años.
—Yo no voy a firmar para que nadie haga lo que tengo que hacer yo. Soy yo el responsable de ella, y seguiré siéndolo.
—¿Y a ti te gustaría recibir alguna indemnización?
—Joane tiene hijos en Haití. Y también a esta niña en Chile. Si va a haber una indemnización que sea para ellos, para que ellos tengan una vida mejor.
***
Octubre de 2017 y Wilfrid da vueltas la pieza buscando su carnet de identidad.
—Mamá Isa, por favor, ayuda —lo escucha gritar Isabel afuera de su casa. La vecina cruza la calle e intenta ayudarlo. Pero este no aparece por ningún lado.
—Te lo ruego. Llama a un pastor —dice Wilfrid al borde del colapso.
Isabel recordó a uno que vivía a pocas cuadras y fue por él. Pero como este hablaba español, él mismo se comunicó con otro que era de nacionalidad haitiana y acordó que lo visitara.
El pastor negro llegó a la casa de Wilfrid y entonces este le explicó que necesitaba entregarse a Dios. A Isabel aún se le erizan los pelos al recordar ese día. Dice que en creole éste lo bendijo por distintos sectores de la casa y que luego fueron a quemar algunas cosas de Joane bajo un árbol que está en la plaza con al afán de que Wilfrid quedara protegido “por la sangre del Señor”.
—Fue impresionante. Junto a una gruta se encendió una llamarada y juntos rezamos hasta que se consumió. Wil lloraba sin parar mientras el pastor decía que con eso se iba todo lo malo que pudiera haber contra él y la niña —cuenta Isabel.
Luego agrega:
—Estaba lleno de miedo y devastado. Él sentía que ya no podía confiar en nadie —dice sobre el día en que Wilfrid se desprendió del resto de pertenencias de Joane y se las regaló a una chilena en la feria para que las vendiera.
—¿No te quedaste con nada?
Y Wilfrid, que mira a Wildiana balbucear en la cuna, contesta ahora:
—No. Para mí era muy duro tener sus cosas aquí siendo que ella estaba muerta. Me iban a hacer pensar y llorar mucho más.
—Dentro de las amenazas que recibiste ¿alguna vez estuvo la magia negra?
—Nunca he creído en la magia negra ni voy a creer tampoco. Ellos pueden hablar lo que quieran. Podrían intentar quitarme a la niña, pero no van a poder. Y si algo tengo que firmar para que ellos no lo puedan hacer, es lo que haré. Ellos no podrán contar conmigo para eso. Soy yo el responsable de ella, y soy yo quien sabe lo que tiene que hacer.
—¿Qué importancia ha tenido para ti convertirte en evangélico en medio de este duelo?
—Dios me ha ayudado a levantarme. Me dio coraje y es por eso que siento que tengo que darle lo más importante de mis días. No te voy a mentir. Cuando estuve en Haití, también hubo un momento en que fui cristiano, pero lo dejé y en buen chileno me fui a hueviar y a tomar. Pero al llegar acá y después de lo que me pasó, no tuve ninguna duda de que ese era el único camino que debía elegir. Dejé los excesos, creo que Joane estaría demasiado orgullosa de cómo estoy criando a nuestra hija.
***
Cada mañana Wilfrid declama un salmo y se siente más tranquilo. Así como era costumbre para Joane, abre la Biblia y elige uno al azar.
—¿Has recibido apoyo de tu familia?
—Yo no le pediría ayuda a mi mamá. Hablamos por videollamadas, le mando fotos de la niña, al igual que a mis hermanos, pero ella ni siquiera se imagina lo mal que estoy en Chile, no podría decirle algo así.
—¿La familia de Joane te ha ayudado en la crianza de Wildiana?
—Sólo estoy yo y Dios para eso. Samantha ha venido algunas veces a dejar pañales, a bañarla o traer toallitas húmedas, pero no es más que eso. Para mí que pasen tiempo juntas no es problema. Haya pasado lo que haya pasado, es su familia.
—¿Y dónde te gustaría que creciera Wildiana?
—Yo personalmente pienso que cuando Wildiana tenga 18 y si así lo quiere y lo decide, podrá ir a Haití. Pero por ahora y si de mí depende, no irá allá.
—¿Pero por qué, si lo que decías era que nunca debiste salir de Haití?
—Yo no volvería a Haití. Pude haber tenido una buena vida, pero ya no. Y cuando sales y vuelves con una vida peor de la que tenías, te miran feo. Yo ya no tengo nada. Lo gasté todo para venir a Chile. Y aunque quisiera volver, volvería sin nada. Si tengo la oportunidad de irme a otro país con mejores oportunidades, lo haría, ni muerto me quedaría aquí. No estoy acostumbrado a quedarme encerrado. Es una prisión. Para mí y para una niña tan chiquitita.
—¿Te da miedo que te quiten a la niña allá?
—Ya no siento miedo. Pero no me extrañaría que lo intentaran. Y si esa discusión se diera en Haití y esa persona tuviera más plata que yo, aunque yo tenga razón y sea el padre de la niña, si él tiene la plata es él quien se la va a llevar. La corrupción es demasiada.
Wilfrid ve algunas fotos de Joane en el celular.
—Esa fue la ropa que se puso el día en que le dijeron que la iban a dar de alta. Pero al final no sucedió jamás —dice.
Dos días después de esta entrevista, es decir este martes, fue citado por sus abogados Juan Pablo Olmedo y Juan Carlos Sharp, quienes le informaron que el Estado de Chile financiará el regreso de Joane a Haití. Para eso necesitaban que Wilfrid reconociera el cuerpo y firmara. Al día siguiente, Wilfrid entró junto con Isabel Araya al SML para reconocer a quien fue su mujer, como debió haber pasado hace siete meses. La próxima semana, la comunidad haitiana le hará una ceremonia de despedida a Joane e inmediatamente después sus restos partirán en un avión rumbo a Haití sin Wilfrid.
—A pesar de que él desde el día uno ha querido que Joane tenga una sepultura digna, no había asumido su muerte hasta ahora. Fue como volver a cero. Recién ahora Wilfrid va a empezar su duelo. Antes no se lo ha podido permitir —dice Isabel.