Por Juan Pablo Garnham Septiembre 11, 2013

“Hoy los lectores cargan un peso: hay demasiada información, no sólo de los medios. Incluso existen organizaciones falsas, creadas por la industria para promover sus opiniones. La gente no la tiene fácil”.


“Si llegas a un país diciendo ‘así tienen que hacerse las cosas’, sólo te vas a equivocar. Si dices ‘tenemos fondos, díganme cómo podemos trabajar en un sistema que ustedes puedan construir y liderar’, ahí funciona”. 


Hilts ha publicado seis libros, entre los cuales destacan su investigación sobre la ayuda social en países en desarrollo y la guerra contra las tabacaleras (las portadas abajo)


Phil Hilts levantó su teléfono y llamó a quienes eran ya, prácticamente, sus enemigos. En el otro lado de la línea estaba un oficial de la Brown & Williamson Tobacco Company. “Tengo conmigo un montón de documentos”, les dijo y comenzó a explicarles de qué se trataban. Eran varias miles de páginas de estudios de la empresa, que hablaban no sólo del conocimiento de ésta sobre la capacidad adictiva a la nicotina, sino que la misma empresa utilizaba ésta para sus ventas.

En ese entonces, la industria del tabaco aún aseguraba no saber nada de todo esto. Eran mediados de los noventa y Phil Hilts era periodista del New York Times. Cubría ciencia y salud desde Washington D.C., trabajo que lo llevaría a liderar los descubrimientos que terminarían con la derrota judicial de la industria tabacalera. Hoy, Hilts es el director de las Knight Fellowships, centro dependiente de MIT que busca promover el periodismo científico, calidad en la cual vendrá a Chile a participar en la 1ª Conferencia Internacional de Cultura Científica, organizada por el Centro para la Comunicación de la Ciencia de la UNAB desde el 8 al 11 de octubre.

“Es un poco divertido decirlo, pero cuando ellos me respondieron yo por fin me pude tranquilizar”, dice Hilts, recordando esa llamada a la tabacalera. Hilts llevaba días leyendo los documentos, chequeando cada nombre, cada dato, para asegurarse que todo era real. Pero aún no estaba seguro. “Hasta que me dijeron ´esos son papeles robados, no estás autorizado a tenerlos, podrían arrestarte’”, recuerda, “esto confirmó toda la historia, confirmó que era real”.

A partir de los artículos que siguieron, todo comenzó a cambiar. Con ellos quedaron al descubierto investigaciones que databan de 1953, donde las mismas tabacaleras habían visto cómo la nicotina producía tumores y cómo habían afinado las cantidades de esta sustancia para producir adicción sin generar una sensación desagradable. “Hasta ese punto, en 1994, cuando publicamos los papers, había habido alrededor de 800 casos judiciales contra las tabacaleras y ellos habían ganado casi todos. Pero, desde ese momento, empezaron a perder regularmente y eventualmente perdieron el caso principal”, dice Hilts.

Recuerda que las llamadas “guerras del tabaco” -que Hilts relata en su libro Smokescreen: The Truth Behind the Tobacco Industry Cover-Up- fueron durísimas. “Tuve que pasar mucho tiempo defendiendo las historias que hacía. Ellos llamaban a diario a mis editores para convencerlos de que eran rumores. Incluso pusieron avisos a toda página en el New York Times y el Washington Post atacándome”, recuerda el periodista. Al mismo tiempo, lo llamaban otras personas de las compañías ofreciéndole regalos que tenía que rechazar.

Hoy, Hilts cuenta orgulloso estas historias, pero al mismo tiempo le preocupa lo que está pasando. Cómo, con la prensa escrita disminuyendo su staff e incluso cerrando diarios, se puede hacer frente a las nuevas “guerras del tabaco”. “Antes las cosas eran simples para los lectores. Todas las mañanas llegaba a tu puerta un diario. Hoy los lectores cargan un peso: hay tanta información, no sólo de los medios”, dice Hilts. “En la actualidad incluso existen organizaciones falsas, creadas por la industria para promover sus opiniones. La gente no la tiene fácil”.

Ahí entran en escena los numerosos blogs científicos que se pueden encontrar online. Si bien en un inicio no confió en su proliferación, Hilts dice que en algunos de ellos pueden encontrarse excelentes artículos. “Tienes que construir tu diario, encontrar a las voces en las que confías y en las que no”, dice. Entre los que él destaca están Real Climate, Scientific American Blogs, National Geographic Blogs y Tracker, un agregador de noticias científicas del centro Knight para el periodismo científico.  

 

LOS NUEVOS FRENTES

Phil Hilts recuerda cuando vio por primera vez a Andrew Wakefield, el científico inglés que en 1998 publicó un estudio que vinculaba el autismo con el uso de la vacuna triple contra el sarampión, las paperas y la rubeola. “Él había venido a Estados Unidos a testificar frente al Congreso al respecto y yo me senté con él para entrevistarlo”, dice Hilts. 

Para el periodista, el lobby de quienes temen a las vacunas es uno de estos grandes temas de los que el periodismo científico se tiene que hacer cargo. Tiempo después, se descubriría que Wakefield había cometido un fraude y que tenía conflictos de interés de por medio, pero en ese momento el británico se encontraba en una campaña por terminar con esta vacuna. “Le dije: ‘no voy a escribir esta historia. Creo que no tienes los datos para establecer esta relación’. Él se enojó muchísimo”, recuerda.

Para Hilts, este caso da una lección: cuando no hay certezas, más vale no publicar. “Lo otro importante es que no se debe caer en decir ‘por una parte…, pero por la otra…’ simplemente por flojera”. Dice que esto lo ha visto últimamente en un nuevo debate en Estados Unidos: el de la leche cruda. Motivados por los movimientos de comida orgánica, empresarios lecheros están luchando por eliminar la obligación de pasteurizar la leche de comercialización masiva. “La prensa no puede decir ´por un lado esto es muy saludable, pero por otro podría generar enfermedades’. Aquí la prensa tiene que hacer el trabajo, ver la historia y hacer el juicio que corresponda”, dice Hilts.

Si hay un tema que para él es reflejo de esta situación y que, además, compite con la importancia que tuvo en los noventa la “guerra del tabaco” es el cambio climático. Según Hilts, la teoría del empate ha llevado a prestigiosos medios a dar espacio a estudios y opiniones poco serias, como cuando el Wall Street Journal publicó una columna el año pasado titulada “No hay necesidad de entrar en pánico por el calentamiento global”. “Estaba firmada por 16 científicos, de los cuales ninguno era experto en clima”, recuerda Hilts, “Y, mientras publicaban este texto, la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. había escrito un ensayo firmado por 225 personas que decía lo contrario, y que el Wall Street Journal no quiso publicar”.

Para él, todos estos temas son complejos y la labor de los medios debe ser encontrar cuál es el consenso, qué tan fuerte es éste, cuál es la evidencia científica y cuáles son las implicancias económicas. “Hay temas difíciles, como el fracking (proceso por el cual se extrae el shale gas), donde aún no se sabe cuál es el efecto de inyectar cosas en la tierra. Tenemos reportes anecdóticos, pero la evidencia científica no es muy clara”, dice Hilts. “Pero el cambio climático, si está pasando o no y a qué escala, es algo que ya no es pregunta para los científicos”.

 

LAS BUENAS NOTICIAS

A fines de la década pasada, Phil Hilts ya llevaba veinte años y más de 300 artículos acumulados sobre distintos temas científicos en diarios como el Washington Post y el New York Times. A esos sumaba seis libros y una infinidad de viajes por el mundo. Estos últimos inspiraron su último proyecto: “Me empecé a interesar en los países en vías al desarrollo, en particular, en cómo funcionan los proyectos de ayuda de distintas organizaciones”.

Hilts decidió comprar pasajes para lugares como Botswana, Nepal y Bangladesh. “Uno siempre escucha de programas que fallan, de los efectos negativos de la ayuda a estos países, pero comencé a encontrarme con proyectos de gran escala que funcionaban muy bien”, explica.

En Nepal descubrió un programa que logró disminuir la deficiencia de vitamina A en niños, que causa enfermedades y debilita el sistema inmunológico, provocando altos niveles de mortalidad infantil. “Crearon un sistema desde las bases, donde son las abuelas de las villas las que actúan como voluntarias, entregándoles gotas vitamínicas a los niños”, dice Hilts.

Bajo el clima tropical y la pobreza de Bangladesh, encontró otros problemas y otras soluciones. Los constantes brotes de diarrea y cólera generaban altos niveles de mortalidad infantil debido a que los niños enfermos se deshidrataban. “En los 70, la única posibilidad era traer a tu hijo al hospital y que le pusieran suero intravenoso, cuando lo que tienes que hacer es entregarle una solución salina y una fórmula al niño para que no pierda toda el agua”, explica Hilts. En ese país, les comenzaron a enseñar a los pobladores cómo crear su propia solución y aplicarla a los niños.

El resultado de éstos y más viajes fue Rx for Survival: Why We Must Rise to the Global Health Challenge, publicación que el New York Times calificaría como Libro Notable del Año en 2007. “Con lo que aquí me encontré es que si llegas a un país diciendo ‘así tienen que hacerse las cosas’ sólo te vas a equivocar. Si llegas diciendo ‘tenemos fondos, díganme cómo podemos trabajar en un sistema que ustedes puedan construir y liderar’, ahí funciona”, dice Hilts y se ríe. Porque, a diferencia de la guerra contra las tabacaleras o la batalla con el calentamiento global, aquí se encontró con buenas noticias, con esperanza. “Este libro muestra que sí se pueden hacer las cosas, que la clave está en que los locales tomen las decisiones importantes”, concluye Hilts, “pero sí, en este caso sí podemos tener un tono más alegre”.

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