Volvió, dice, porque nunca pensó en quedarse. Volver a Chile siempre fue el plan, y en 1999 Pablo Valenzuela, fundador en 1981 de la empresa de biotecnología Chiron Corporation, el hombre tras la vacuna contra la hepatitis B (1986), líder del equipo que desarrolló el test para identificar la hepatitis C, con impacto en todos los bancos de sangre del mundo (1987), decidió que era hora de llevar el plan a la acción.
Y entonces, dice, pensó en el retiro. “Algo que no me tomara tanto tiempo”, recuerda ahora. Por supuesto, hizo todo lo contrario. “Me salió el tiro por la culata”.
No quería formar otra empresa porque venía de una que había crecido demasiado. Chiron ya estaba en 18 países y tenía seis mil empleados. Tampoco quería volver a la universidad (en la UC había encabezado dos décadas antes el Departamento de Bioquímica).
Entonces, como buen científico, se hizo una pregunta que respondió. ¿Qué hace falta? “Faltaba el nexo, la manera de enlazar la ciencia con los negocios de la ciencia”, dijo. Nació así la Fundación Ciencia y Vida, un “paraguas” donde alojar iniciativas de investigación básica, emprendimiento, formación de científicos, extensión a la sociedad, iniciativas de intercambio global. Ciencia en 360 grados. “Fue como un experimento: ¿se puede hacer una institución que haga esto bien?”.
-¿Y se puede?
-Creo que sí. Hemos sido tremendamente exitosos.
En casi quince años, explica, todos han crecido. La fundación ha hecho un aporte, pero se ha valido de las herramientas que ciertas políticas estatales claves pusieron a disposición para que Valenzuela y su equipo y otros equipos desarrollaran centros de excelencia. Proyectos Fondecyt, Institutos Milenio, programas de Financiamiento Basal.
El país ha crecido, pero para el salto que falta las condiciones actuales, se lamenta, no son las adecuadas.
“Todavía estamos metidos en la economía de productos naturales, y a pesar de los esfuerzos todavía no hemos pasado a la economía del conocimiento. Las ciencias biológicas, junto con la biotecnología y la biomedicina, tienen la chance de que descubrimientos interesantes puedan dar origen a empresas y participar en la economía del conocimiento”.
-Eso requiere que los científicos entiendan el negocio de la ciencia ¿no?
-Absolutamente. Pero los científicos están para generar conocimiento. Si los ponemos a hacer industria los vamos a perder. Lo que pasa es que tienen que estar rodeados de otros profesionales que capten lo bueno de su trabajo y lo mueven en la cadena hasta llegar a ser útiles para la sociedad. El científico sólo debe saber que el conocimiento que está desarrollado puede algún día ser aprovechado por alguien. Ésa es una de nuestras razones de ser: tenemos científicos, tenemos un jefe de negocios, especialistas en patentes, en financiamiento, gente asociada a los fondos de inversión y capital de riesgo. Los científicos son clave, pero no vamos a decirles: “Si usted está investigando por investigar no más, no vale”; porque es todo al revés. Los mejores inventos del mundo vienen de investigaciones hechas sólo con el fin de obtener conocimiento.
Ahí es donde Pablo Valenzuela -Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2002- identifica de hecho el gran problema de la ciencia en Chile: en el principio de todo, la investigación básica. “Tenemos pocos científicos y poco nivel de investigación básica, todavía. Es la buena información la que da origen a empresas o a nuevos desarrollos; si hay poca nueva información vamos a tener menos desarrollo”.
El golpe más reciente a las expectativas de una política de Estado más adecuada para el desarrollo de la ciencia llegó para Valenzuela -y para la comunidad científica en general- con la Ley de Presupuesto 2014 que, en el análisis de un grupo de Premios Nacionales de Ciencias que redactaron una carta pública, implica una reducción del 50% del número de proyectos Fondecyt en relación a este año. A ello se sumó la renuncia del presidente de Conicyt, José Miguel Aguilera, de cuya gestión Valenzuela es particularmente crítico.
“Primero, tuvo una mala gestión de presupuesto. Para el próximo año hay un hoyo, y es culpa del plan de Conicyt… y el presidente se fue. ¡Se fue! En el momento que más se necesitaba que defendiera el presupuesto”, protesta. “Ése es un reflejo de varias cosas: también de que ese presidente tiene poco poder. Por eso se plantea la necesidad de un ministerio, alguien que pueda ir a Hacienda a alegar con buenas razones y sea responsable de todo”, dice.
“Nuestro problema es la ciencia básica. Más aún cuando en los siguientes 4 a 5 años van a llegar miles de chilenos con doctorados ¿Dónde están los planes para aprovecharlos? ¿Para qué los mandamos para afuera y los obligamos a volver con las penas del infierno, si apenas hay para los científicos que en este momento tenemos? Esa pregunta nadie la contesta. No les importa. La chutean”.
-¿Cómo evalúa la gestión de este gobierno en esto, considerando que usted participó en uno de los grupos Tantauco?
-Estoy totalmente desanimado. Porque yo participé en las reuniones de Tantauco con el presidente, que fue a varias reuniones de mi grupo, el de ciencia. Yo fui el encargado de entregarle al presidente el programa. Creo que no le dio importancia, ni le ha dado importancia a la ciencia. La ciencia es una de las cosas que un presidente puede dejar para el futuro, la ciencia y la tecnología. Y nos hemos dado el lujo de tener un muy buen presidente, con una muy buena economía, pero en el último 21 de mayo ni lo mencionó. En ese sentido, el Ministerio de Economía ha hecho cosas muy interesantes; ha hecho todos estos programas de emprendimiento, Corfo ha sido excelente, pero el liderazgo del presidente ha faltado. Yo creo que no le interesó, jamás, en estos cuatro años.
-¿Cómo ha sido su experiencia en el Consejo de Innovación?
-Creo que el Consejo de Innovación es una buena idea, pero tiene que implementarse de otra manera. No puede cambiar gobierno a gobierno. El gobierno dura cuatro años; el consejo se demora como un año en formarse; al tercer año ya tiene que evacuar unas ciertas guías al presidente, pero éste se va yendo, no las puede implementar. Tenemos que hacer algo parecido al Banco Central. El segundo problema es que es un consejo totalmente consultivo, y si el aparato nacional no lo toma en cuenta ¿de qué sirve? Y creo que la relación de este consejo, nombrado por Piñera, y Piñera, fue pésima. Nunca lo vimos. Cuando necesitábamos un liderazgo presidencial no se vio jamás.
-¿Y la gestión de Fernando Flores?
-La encuentro buena, porque él, al notar que durante los tres últimos gobiernos lo único que se hizo fue escribir un libro que nadie tomó en cuenta, dijo: lo que podemos hacer es una cosa mucho más general. Grandes ideas de qué viene para Chile en el futuro y algunas de las olas que vienen en el mundo. De tal manera que este consejo terminó con un trabajo muy distinto a los anteriores. Por lo tanto, lo que se le entregó al Presidente de la República es un estudio que está mirando la ola que viene para los países en desarrollo. Mirábamos lo que había pasado con los anteriores: una vez que se escribió, se le entregó al gobierno y salió a la prensa, ya empezamos con otro presidente y otras ideas. Me gustó mucho lo que hizo el consejo. ¿Y me vas a creer que a Piñera no le gustó?
-¿Ah sí?
-Estuve ahí cuando se lo entregaron. “Esto hay que aterrizarlo”, decía. No entendió. Indudable que se puede aterrizar, pero si uno habla de la energía del futuro. ¿Quién tiene que aterrizarlo? ¡El ministro de Energía, pues! ¿Y si uno habla de los nuevos sistemas en el mundo de la educación? ¡Habrá un Ministro de Educación que se interese! ¿Y lo que viene en salud? Bueno, habrá un ministerio de Salud que tome eso en sus planes de salud pública. No le pidamos al consejo que no sólo piense y que después aterrice si no tiene atribuciones para aterrizar nada, no tiene poder ni para un centavo de presupuesto.
-¿Usted busca seguir influyendo en la discusión o está demasiado desanimado?
-Estoy desanimado. Algunas medidas que podrían ayudar: pensar un poco en el rol de este consejo. Pensar cómo institucionalizamos la ciencia en Chile. Está claro que todo el mundo favorece, incluso el gobierno habló de la posibilidad de una secretaría o subsecretaría, un ministerio. Pero ahí murió. Hay muchas cosas que con un liderazgo decidido se pueden hacer sin ley. ¿Cuántas cosas interesantes hizo Frei sin ninguna ley? Creó los Institutos Milenio, creó las cátedras presidenciales, estimuló una serie de cosas. Yo creo que aquí la ciencia es la última de la lista de cosas.
-¿Qué piensa de iniciativas como el movimiento Más Ciencia para Chile? Pareciera ser que los científicos jóvenes entienden la importancia de presionar…
-Me encanta. Es un excelente movimiento… pero nadie lo tomó. Espero que sigan. Son los que más han tomado el problema de la institucionalidad; los que más se confrontaron con el presidente de Conicyt diciéndole: “No vengas a decir que estamos llenos de plata para ciencia”. ¡Si hasta escribió una carta en Science! ¡Defendiéndose! ¿Sabes qué pasa? Cuando un gallo de poca personalidad entra a ser presidente de Conicyt, hace lo que el gobierno quiera. Si la ciencia está en una posición muy baja, el presidente de Conicyt, que es parte del gobierno, anda con la chapita, con la bandera, ¿cómo va a alegar contra su jefe?
-¿Y no ha sido siempre así?
-Y siempre ha sido malo, independiente de que haya habido directores mejores. Por ello, se necesita una institucionalidad con mirada y con largo plazo.
-Supongamos que la institucionalidad y el presupuesto siguieran como están, ¿no hay manera de seguir avanzando?
-Sí, sí hay manera. Pero esa manera no es para todo el país, como debería ser. Es lo que nosotros llamamos “el atajo”. Cuando no hay una institucionalidad que le dé importancia a la ciencia en Chile, hay que “irse” para afuera: tener una fuerte colaboración con un lugar del mundo donde la ciencia es top. Donde hay plata, donde hay ideas, donde hay mecanismos. Eso es irse por la diagonal, en lugar de hacer las cosas en Chile mirándose el ombligo.
-En su caso, ha sido una alianza con California. ¿En qué se ha traducido?
-En la cosa más increíble. Primero, hemos establecido una relación con la Universidad de California que ha significado: aumentar la calidad de nuestra investigación, porque estamos en contacto con los centros de la mejor investigación de EE.UU.; tenemos proyectos en colaboración; nuestros estudiantes del programa de doctorado van allá; alumnos de los programas de doctorado estadounidenses han venido para acá, 150 en los últimos 10 años. Empresas norteamericanas se están instalando aquí, en nuestro parque de ciencia y tecnología, que es único en Chile. Dos empresas más o menos importantes.
Al final, esta es para Pablo Valenzuela una causa mayor a la ciencia, y cuando lo explica es fácil entender por qué a sus 72 años resulta tan difícil verlo en retirada. “Cuando un país tiene cultura científica es más correcto. La ciencia implica cierta cultura, entendimiento, cierta manera de relacionarse, es una manera de vivir. Es entender un poco más las cosas que nos ocurren, el mundo, a dónde vamos”.