“Las bacterias son el grueso de la vida en la Tierra y, sin embargo, no sabemos casi nada de ellas, porque no las podemos ver. Mientras más descubrimos sobre ellas, más nos damos cuenta de lo esenciales que son para la vida”.
A veces, la vida se juega en los detalles. Algunos de ellos son pequeñísimos, invisibles a la vista humana. Como un microorganismo de sólo 0,0003 centímetros de largo que tres de cada cuatro adultos chilenos alojarían en su sistema digestivo (y la mitad de la población mundial). Se trata de la bacteria Helicobacter pylori. “Es un organismo particularmente complejo”, dice el científico británico Richard J. Roberts, “porque, por una parte, puede causar úlceras y cáncer y puede ser muy malo para ti. Pero, por otra parte, tiene un lado bueno: hay evidencia cada vez mayor de que puede protegerte del asma”.
De este mundo y de las bacterias es algo que a Roberts le apasiona conversar y, de hecho, lo hará durante la Segunda Conferencia Internacional de Cultura Científica, que organiza la Universidad Andrés Bello entre el 20 y 22 de octubre. Biólogo molecular y uno de los principales investigadores de la compañía New England Biolabs, en 1993 ganó el Premio Nobel de Medicina por su trabajo en genética, que permitió acelerar las investigaciones sobre el ADN. “Nunca dejé las bacterias, pero ahí comencé un proyecto paralelo, trabajando en virus en animales y ahí es cuando descubrimos el splicing”, dice Roberts.
En este proyecto paralelo, el científico descubrió los intrones, fragmentos del ADN que no tienen información genética. Esto no sólo permitió entender mejor la estructura de los genes, sino avanzar hacia el splicing del que habla Roberts, la técnica que permite cortar un gen y transferirlo a otro organismo. “Me gusta hacer la analogía de que, cuando se hace una película, el director toma muchas escenas y luego van a la sala de edición y cortan y empalman todas las partes para hacer una película coherente”, dice Roberts. “Eso es lo que pasa cuando haces proteínas en organismos avanzados: tienes que cortar y empalmar las piezas. Ése es el proceso que descubrí”.
Hoy, sin embargo, Roberts está enfocado en las bacterias, específicamente en lo que se llama la metilación, un proceso bioquímico clave para la genética. Gran parte de su trabajo hoy está frente a los computadores, en la parte bioinformática, mientras que un pequeño grupo de investigadores lo ayuda en la parte experimental, haciendo hipótesis. “Sabemos que en organismos avanzados, la metilación juega un rol muy importante en algo que llamamos epigenética, la transferencia de información de una generación a otra en la secuencia de ADN”, explica Roberts. “Creo que las bacterias están haciendo epigenética en formas que simplemente no entendemos por el momento, y mi impresión es que hay un gran descubrimiento por hacer ahí. Espero ser el que lo haga, pero si lo hace otro, estaré igualmente feliz”.
-¿Cómo comenzó este romance con las bacterias?
-Pasó lentamente. Yo hice todo mi trabajo inicial en química, incluido mi doctorado. Después me cambié a la biología, y en el posdoctorado que estaba toda la investigación involucraba bacterias.
-¿Qué es lo que tienen que le interesan tanto?
-Primero, ellas constituyen la mayor parte de la biomasa en el planeta. Hay más bacterias que ninguna otra cosa, si es que pudieras pesarlas a todas juntas. Son el grueso de la vida en la Tierra y, sin embargo, no sabemos casi nada de ellas, porque no las podemos ver. Mientras más descubrimos sobre las bacterias, más nos damos cuenta de lo esenciales que son para la vida. Sin ellas, tú y yo no podríamos vivir. Si matáramos a todas las bacterias que viven en nosotros, moriríamos rápidamente. Hay tanto por saber sobre ellas, que simplemente me parecen fascinantes. Además, en principio, las bacterias son relativamente simples y creo que podemos entender cómo funcionan. Ésa es mi esperanza: que antes de que yo muera podamos entender cómo trabajan. O al menos algunas de ellas.
-En ese sentido, el descubrimiento de algunas de ellas, como la misma Helicobacter pylori, ha sido un buen ejemplo del campo que se puede revelar, ¿no?
-Sí. Por mucho tiempo, la gente tenía úlceras y pensaban que lo único que se podía hacer era tomar algo alcalino para cancelar el ácido. Por supuesto, las farmacéuticas estaban muy felices vendiéndote esto. Pero una pareja de doctores en Australia, Robin Warren y Barry Marshall, pensaron que este no era el caso. Empezaron a ver qué había en los estómagos de las personas con úlceras y descubrieron que había partículas que parecían bacterias. Las sacaron, las hicieron crecer en su laboratorio y vieron que era Helicobacter pylori. Fue entonces cuando Marshall hizo su experimento clave.
Marshall no tenía una úlcera ni la bacteria, así que la hizo crecer en el laboratorio y se la tragó. Al poco tiempo, detectó la úlcera en su organismo y la trató con un antibiótico. “La úlcera y la bacteria desaparecieron. Esto llevó, primero que nada, a que las compañías farmacéuticas trataran de mostrar que sus resultados no eran ciertos, porque amaban vender antiácidos”, dice Roberts. “Pero pasó el tiempo, y la evidencia creció y creció”. En 2005, Marshall y Warren se sumaron al club al que pertenece Roberts, el de los premios Nobel en Medicina.
UN MUNDO EN TU ESTÓMAGO
-Un estudio publicado hace pocos días reveló que las bacterias en nuestro intestino podrían influenciar nuestro comportamiento al comer. Parece ser que cada día vemos más sobre bacterias en las noticias científicas. ¿Cree que la relevancia de este campo seguirá creciendo durante la próxima década?
-La respuesta corta es sí. Van a tener un rol cada vez más importante en nuestros estudios. Si van a ser un foco principal dentro del mundo científico, creo que todavía es difícil decirlo, pero las bacterias deberían se una parte importante en el futuro de la salud. Sabemos que las bacterias que normalmente viven en nosotros previenen el crecimiento de patógenos, sabemos que hay una batalla en nuestro organismo, entre las buenas y las malas, o las que al menos creemos que son buenas y malas. Pero, en general, todavía no entendemos cómo son esas batallas y cómo es posible que estos organismos limiten a los patógenos. Mientras más sepamos sobre esto, más importante será, en la medicina, la manipulación de lo que llamamos la microbiota, las bacterias que viven en nosotros. Y lo bonito de todo esto es que probablemente no será muy caro, en comparación a muchos costos de la salud hoy, en que necesitamos máquinas y tratamientos costosos. Si entendemos la microbiota, creo que podremos reducir el costo de la salud en muchas áreas.
-Una de las iniciativas científicas más importantes en Estados Unidos es la Brain Initiative, impulsada por el presidente Obama. ¿Cree que quizás deberíamos poner más atención en hacer un mapa de nuestras bacterias que del cerebro?
-Creo que sería mucho más interesante, porque el cerebro es increíblemente complicado. Todavía no tenemos el tipo de métodos y las técnicas para entender en detalle cómo funciona. Y creo que el timing no es el correcto para hacer un proyecto que consuma enormes cantidades de dinero para estudiar el cerebro, porque la recuperación de la inversión no va a ser suficiente. Vas a conocer algunas pequeñas cosas, pero todavía no vamos a entender cómo funciona el cerebro.
-¿Con las bacterias sería distinto?
-Con las bacterias creo que ya tenemos las herramientas que necesitamos para hacer progresos significativos y entender cómo funcionan las que viven con nosotros. Es más que sólo documentar lo que pasa ahí, es entender los genes de las bacterias y lo que hacen. Si entendemos esas funciones, finalmente podríamos llegar a manipularlas. Creo que se podría gastar un buen monto de dinero, pero nada comparado con el estudio del cerebro, y lograr progresos tremendos.
-¿Cree que este énfasis en el cerebro por parte del gobierno de Obama tiene que ver con que hoy esté de moda hablar de neurociencias?
-Exactamente. Por eso es. Suena bien. Políticamente suena bien. Tienes que recordar que los políticos típicamente toman decisiones sobre cómo gastar dinero basados en lo que su estómago les dice, no necesariamente en lo que tiene sentido científicamente.