Lo que hay en el laboratorio es lo de cualquier otro: tubos de ensayo, pipetas, etiquetas, fluidos, agitadores que mueven sustancias. De la pared pende un póster que muestra el dibujo de una célula de la que se suelen decir muchas cosas —que ayuda a rejuvenecer, que sirve contra cualquier enfermedad—, pero lo que dice Maroun Khoury, director de investigación de la compañía biotecnológica Cells for Cells, sentado en su laboratorio, es tajante: las células madre, dice, no hacen magia. Ni nada que se le parezca.
Lo viene diciendo desde hace cinco años, cuando llegó desde Singapur para hacerse cargo del centro de investigación, un spin-off de la U. de los Andes que desde 2010 se dedica a entender de dónde vienen, cómo funcionan y para qué sirven las células madre. Ahí está desarrollando terapias con células de placenta y cordón umbilical, y otras que cree que podrían ser un gran golpe: desde 2011 busca tratar la septicemia a partir del fluido menstrual.
Khoury había hecho su doctorado en la U. de Montpellier, y estaba liderando un proyecto de terapia celular del MIT en Singapur cuando lo contactaron de la U. de los Andes. Le ofrecieron liderar un equipo que no sólo estudiaría células madre, sino que buscaría terapias que llegaran a pacientes. Khoury, sorprendido por la ambición, aceptó.
Ahora, a sus 36 años, explica que tratar pacientes con células madre, en general extraídas de su propia médula ósea o luego de una liposucción, es un proceso complejo y caro, que requiere una inversión muy alta. Pero que la terapia en la que ellos han puesto sus fichas, y que a nivel internacional ha empezado a ganar terreno, puede ser mucho más práctica: la alogénica, que es cuando las células madre de un donante se multiplican en un laboratorio y se infunden a otras personas.
—La otra terapia tiene tres debilidades: es cara, variable y su proceso es de tres a cuatro meses. Nadie quiere esperar ese tiempo para un tratamiento experimental —dice.
La apuesta del centro es no usar las fuentes convencionales de células. Lo que quieren es buscar fuentes todavía más accesibles que la placenta y el cordón umbilical, que les permitan desarrollar terapias experimentales que no impliquen un alto costo. Por eso el equipo tiene puesta su confianza en unas células mucho más periódicas, que hoy tienen guardadas en una sala aislada de la clínica de la universidad. Las de 60 mujeres que les donaron lo que cada mes desechaban desde su adolescencia: las células madre que no sabían que tenían en su fluido menstrual.
RESCATAR LAS CÉLULAS
Cuando la veterinaria Francisca Alcayaga, de 38 años, se fue a hacer un doctorado en Oncología a la U. Autónoma de Barcelona, pensaba trabajar con animales. Pero cuando la reclutaron para el programa de oncología en humanos, porque no había lugar en el otro, le pareció una opción atractiva para hacer investigación. Por eso también, al volver a Chile, aceptó la oferta de Cells for Cells: trabajar en investigación celular para desarrollar tratamientos. De las células madre no sabía mucho, pero le hizo sentido que si existían en la placenta, pudieran salir del útero mes a mes. Por eso aceptó la oferta que le hicieron de hacerse cargo del proyecto de las células menstruales.
La idea surgió de la necesidad: cuando Khoury buscaba una manera de obtener células madre que fuera más barata y menos invasiva, se encontró con la investigación de un grupo de EE.UU. que en 2007 reconocía la existencia de células madre en el fluido. Lo que vino entonces fueron dos años de investigación, que partieron con Alcayaga haciendo un pedido extraño a sus amigas: que la ayudaran con donaciones de muestras. Una vez que las consiguieron, Khoury y Alcayaga estudiaron las características de esas células, y lo que encontraron los asombró.
—Fue sorprendente ver que no solamente había ventajas prácticas y financieras, sino que estas células madre se dividen tres veces más rápido y migran mejor al lugar donde son necesarias— dice Khoury.
Esos hallazgos, las mejoras que las células madre de la menstruación habían adquirido por vivir en un ambiente menos protegido que el de la médula ósea, los publicaron el año pasado en la revista Stem Cell Research & Therapy, especializada en medicina regenerativa. Luego de eso, comenzaron a pensar en aplicaciones.
—Cuando uno sangra más de cuatro mililitros, lo primero que se hace es dar antibióticos por el riesgo de infección. Las mujeres sangran mensualmente diez veces más y no toman antibióticos. De ese punto empezamos a sospechar que estas células podían tener un potencial antibacterial que una célula madre clásica no tiene —dice Khoury.
Entonces pensaron en una de las enfermedades más comunes en el país, que desarrolla el 25% de las personas que entran a la UCI: la septicemia, una infección que en tres días pasa a comprometer diferentes órganos, y que hace más de dos décadas se trata únicamente con antibióticos, que no siempre logran revertirla.
Para probar si surtía efecto provocaron septicemia en ratones, y los trataron con células menstruales. Se encontraron con una mejora significativa: mayor sobrevida, mejor funcionalidad de los órganos e inhibición de las bacterias que la generan. Hoy creen que la solución para las 15 mil personas que mueren por septicemia cada año podría venir de la mano de estas células.
Cuatro años después de aislarlas, Alcayaga ya casi no las ve. Una vez que las donantes empezaron a aumentar, que se ganaron un Fondef y entraron a trabajar más de 30 personas en el proyecto, las etapas de producción se dividieron. Ahora la aislación de las células está a cargo de un equipo de técnicos, que las colectan en condiciones estériles, en una sala con un régimen de aire especial, les aplican test microbiológicos y otros que aseguran que no van a producir tumores ni efectos secundarios.
Todas esas medidas, dice Alcayaga, han sido autoimpuestas. Es el sistema de seguridad que no les exige ni el Ministerio de Salud ni el ISP, y que, para darse a sí mismos la tranquilidad de un trabajo certificado, se han ido inventando.
UN JUEGO SIN REGLAS
El archivador es grueso y contiene hojas impresas en inglés: manuales de la Food and Drug Administration (FDA), el organismo que regula todo lo relativo a salud en EE.UU. Está sobre las piernas de Alcayaga, que lee en él un recuadro que sintetiza lo que cree sobre el desarrollo de terapias clínicas: que para crear una responsablemente, se requieren entre siete y diez años, y casi un billón de dólares. Hoy, dice, muchas de las empresas que comercializan células madre ni se acercan a esos estándares.
—Cuando ves que nacen empresas para tratar con células cualquier patología, sin ningún argumento científico, te das cuenta de que lo están haciendo mal. Ellos no estarían aprobados en EE.UU.: estarían en la cárcel —dice.
“Cuando uno sangra más de cuatro mililitros, lo primero que hace es tomar antibióticos. Las mujeres sangran mensualmente diez veces más y no toman”, dice Maroun Khoury. “Pensamos que estas células podían tener un potencial antibacterial que una célula madre clásica no tiene”.
Óscar Solar, gerente de la compañía, dice que buscan desarrollar una industria que en Chile no existe, y que por eso tienen que controlarse ellos mismos, aunque podrían no hacerlo: aún no hay ningún marco regulatorio.
—La investigación que hacemos la llevamos en campos clínicos que tienen un comité de ética, que vela por la integridad del paciente y puede no aprobar una terapia. Pero hay médicos que practican en sus consultas privadas, que ofrecen tratamientos para patologías que en el resto del mundo todavía no se han comprobado.
Lo que más les preocupa a todos dentro del centro es la idea, falsa y muy difundida, de que las células madre sirven para cualquier enfermedad. Khoury dice que hay médicos infundiendo a humanos sustancias que ellos no se atreverían a inyectarles a sus ratones.
—Si una persona se muere por una de esas inyecciones, vamos a entrar todos en la misma bolsa, y eso va a ser muy negativo para el trabajo que estamos haciendo, que es serio y nos ha tomado años —dice.
Además de la septicemia, una decena de equipos están trabajando con las células menstruales en líneas investigativas paralelas que siguen en etapa preclínica. En ellas buscan cosas como reparar úlceras, tratar el lupus, diferenciar las células para tratamiento de diabetes o entender cómo pueden influir en el cáncer y en la insuficiencia renal.
Pero hay dos proyectos que ya llegaron a las salas de hospital. Primero fueron 30 pacientes con insuficiencia cardíaca, casi todos por infartos, a los que el cardiólogo Jaime Bartolucci les dio una inyección, pero sólo la mitad con células madre de cordón umbilical. Los demás recibieron placebo. En abril del año pasado, un año después de que el último fuera inyectado, los que habían recibido la dosis tuvieron mejoras que el equipo aún no puede contar, pero que califican como muy significativas.
El otro es un ensayo clínico para la artrosis de rodilla, en el que acaban de inyectar a otros 30 pacientes células madre también de cordón umbilical, pero diferenciadas para actuar en los huesos. Ahora empieza el año de seguimiento, y en enero de 2017 podrían tener los primeros resultados.
El reumatólogo Francisco Espinoza, director clínico de Cells for Cells desde hace seis meses, dice que el futuro está allí: en la terapia regenerativa con células madre.
—Es la nueva frontera terapéutica. Por primera vez existe el potencial de curar enfermedades más que tratarlas de manera constante. Por eso el esfuerzo que estamos haciendo científicos y médicos es llevar estas terapias desde el mesón del laboratorio hasta la cama del enfermo.
Pero Khoury, a un costado de la Clínica de la U. de los Andes, donde está emplazado Cells for Cells, dice que está preocupado. Que para llevar sus células a los pacientes con septicemia están a la espera de que salgan los resultados del Fondef de este año. Dice que ya conversaron con los hospitales en los que realizarían la prueba clínica—la clínica de la universidad, la Clínica Santa María, el Hospital Militar, y la Clínica Dávila—, y hay interés en buscar una solución a un mal que tiene mucho que ver con las costumbres chilenas: comer mariscales, cebiches, alimentos crudos.
Hoy cree que lo que tienen en las manos es la solución para la septicemia: dice que las células son idóneas y que al obtenerlas del fluido de forma permanente pueden estar listas cuando las necesiten. Pero también cuenta que otros tres grupos de investigación —en España, Estados Unidos e Irlanda— también están tratando de desarrollar un tratamiento para la sepsis con células madre, aunque ellos son los únicos que están usando células menstruales.
—Nosotros tenemos la ventaja de que estas tienen mejor preparación. Yo puedo asegurar que si las células madre funcionan para sepsis, van a funcionar con esta fuente más que con las tradicionales. Y ojalá no sea también una desventaja, porque nosotros ya publicamos, y la gente sabe lo que vamos a hacer. Se trata de quién va a llegar primero.
Ellos, dicen, están listos.