Arturo Prat cumplió 72 años este febrero. La base antártica chilena que lleva el nombre del prócer es una de las más antiguas en el área, testigo privilegiado de una Antártica en dramática transformación a raíz del cambio climático. Por eso los datos históricos de la base son un activo único y valioso para quienes estudian el calentamiento global en el más frágil de sus frentes: los polos.
“Por su larga presencia en la Antártica, Chile puede observar el cambio climático allí donde otros no pueden”, sostiene a Qué Pasa el científico norteamericano James McCarthy, que ha sido codirector, autor y revisor del Panel sobre el Cambio Climático que ganó el Nobel de la Paz junto a Al Gore el año 2007.
Experto en ciencias polares, clima y océanos, McCarthy es un hombre de dos polos. En el Ártico, el presidente Barack Obama lo designó codirector de la comisión de investigación para la zona. En la Antártica, hoy McCarthy tiene un plan concreto, “una especie de sueño” que ha estado empujando durante los últimos años en Chile, en conversaciones con científicos, académicos y autoridades políticas y de la Armada. McCarthy quiere hacer clases en la Antártica, en un museo que imagina construido a partir de las antiguas instalaciones de la base Arturo Prat, reuniendo a estudiantes y científicos de Chile y la Universidad de Harvard, donde es profesor de la cátedra Alexander Agassiz de Oceanografía Biológica.
—¿Por qué un museo en la Antártica?
—En términos generales, me interesan el clima y los océanos. Y desde esta perspectiva, las regiones polares, ártica y antártica, son muy interesantes por muchas razones. Primero, porque están cambiando rápidamente. En la Antártica, la corriente que cruza la punta sur de Chile, en el paso Drake, se está acelerando y hoy es más rápida de lo que era hace 20, 40, 50 años atrás. Creemos que a causa de los cambios atmosféricos asociados al cambio climático. Lo mismo pasa en la península Antártica, que es la punta del continente que se acerca a Chile: se está calentando más rápido que cualquier otro lugar en el cono antártico.La ubicación de la base Arturo Prat es excelente para estudiar estos cambios.
—¿Hace cuánto tiempo tiene esta idea?
—Fue hace un par de años en que empezamos a discutir la posibilidad de generar algún tipo de oportunidad para que la gente visite la base. Por supuesto que los científicos chilenos han podido trabajar cada vez más en la zona, con el apoyo de la Marina. Pero hablamos en el Rockefeller Center y con colegas chilenos sobre lo interesante que sería encontrar la forma de llevar estudiantes a la base para un curso sobre la Antártica, con un currículo que permitiera a los estudiantes entender qué es realmente interesante, importante y nuevo en la Antártica, qué nos puede decir la ciencia sobre ella. Me gustaría llevar a los estudiantes para que vieran las cosas por sí mismos y participaran activamente en proyectos de investigación.
—¿Qué implicaría eso?
—Ejercicios de laboratorio, recoger muestras de agua y hacer estudios a partir del amplio rango de organismos en la Antártica: pingüinos, líquenes, plancton y otros menos carismáticos, pero igualmente interesantes. La idea sería poder usar parte de esta información para incluirla en un museo en el lugar. Que la gente que visita la Antártica no sólo vea las reliquias o los artefactos de las primeras exploraciones, sino también lo que la Antártica le está enseñando hoy a la ciencia.
—¿Qué posibilidades ve de concretar la idea?
—Hemos tenido conversaciones en distintos niveles en Chile. Y en todas partes hemos encontrado personas receptivas a esta idea, eso nos entusiasma. Podríamos pensar en un museo en la Antártica que se vinculara poderosamente con el actual Museo Marítimo en Valparaíso.
—¿Qué piensan en la base sobre la idea?
—Llevamos dos años en este trabajo. Y queríamos saber cómo podría operar esta idea en terreno. Así que nos fuimos a Arturo Prat y pasamos algunos días hablando sobre las instalaciones, haciéndonos una idea de lo que pensaban allá. Y sentimos que la idea sería bienvenida. Nos sorprendió la bienvenida que tuvimos, el interés. Fueron claros en precisar que la misión está primero, pero en la medida en que pudiéramos acomodar esta idea, creen que es buena.
—¿Tendrían que construir en la Antártica?
—Sería necesario hacer algunos cambios en las instalaciones. A través del Centro Rockefeller para Asuntos Latinoamericanos —que tiene oficina en Chile—, propusimos algunos bosquejos, con una instalación de propósitos múltiples, con un área de actividades, de visita, laboratorio, un sector de aprendizaje y algunos espacios muy modestos para alojar a los estudiantes. Pero la idea ha quedado en suspenso a medida que Chile se está planteando construir una nueva base. Estamos en compás de espera. Pero la idea de llevar a un grupo de estudiantes y científicos todavía está viva. Nadie nos ha dicho que es una mala idea.
—¿Sería el primer museo en la Antártica?
—Hay otros museos. El más desarrollado no está en la península Antártica, sino en la isla de South Georgia. Es un museo interesante, que tiene artefactos y reliquias, pero que no tiene nada del presente, que no te dice nada sobre lo que es interesante y excitante de la Antártica hoy. Es estupendo que exista, pero no es el museo que imaginamos. Pensamos en algo que vaya más allá. Que celebre la historia de la presencia humana en la Antártica, pero que también muestre lo actual.
—¿Hay público para eso?
—Hay viajes turísticos pequeños a la Antártica, y todos ellos llevan gente que viaja allá para aprender algo. Yo he participado en algunos, y he visto a la gente ávida de aprender todo lo que pueda sobre la región. Es por eso que están allí. Esas personas llegan a la costa y quieren ver cosas.
El más seco, el más alto y el más frío
—Hablemos del cambio climático en la Antártica. En una lectura súper simple, podríamos pensar que el planeta se calienta y el hielo se derrite. Pero no es así como funciona, ¿no?
—No (se ríe). Lo más fascinante de estudiar las ciencias de la Tierra, el océano y la atmósfera, es que te permite entender cómo estas distintas áreas trabajan entre sí. Y la Antártica nos ofrece una oportunidad enorme para ese estudio. Por ejemplo, el Polo Norte debería ser más frío que el sur, ¿no? Pues no lo es, el Polo Sur es más frío. El Ártico generalmente sale en las noticias porque pierde hielo en el verano, y es así, al punto que hoy existe la mitad de hielo marino que había allí hace 30 o 35 años. Pero el Ártico es un océano cubierto de hielo. En la Antártica, en cambio, tienes un continente cubierto por una capa de hielo grande y gruesa, por eso es más alto y es más frío.
“Lo más fascinante de estudiar las ciencias de la Tierra, el océano y la atmósfera, es que te permite entender cómo estas distintas áreas trabajan entre sí. Y la Antártica nos ofrece una oportunidad enorme para ese estudio”, dice McCarthy.
—Y está cambiando
—Está cambiando. Y una de las cosas que han cambiado es que estamos perdiendo hielo; se está derritiendo el hielo en el continente. Eso aumenta la cantidad de agua fresca en el océano, que sería lo contrario a agregar sal en el agua. Si agregas sal, el punto de congelación del agua disminuye. Pero si el agua es más fresca, por el derretimiento de los hielos, el agua se congela más rápido, tienes más hielo.
—También es el continente más seco y alto
—Y para entender eso, de nuevo, puedes compararlo con el Polo Norte. Éste está al nivel del mar, pero el Polo Sur está a unos 3 mil metros de altura, porque lo cubren estos grandes bloques de hielo. Por lo tanto, tienes el continente más elevado del mundo, en promedio, el más frío, pero además, es el más seco: tiene menos precipitaciones que otros continentes, debido a los vientos que circulan en torno a él. Para tener precipitaciones necesitas humedad que provenga del océano y se interne en el continente. En la Antártica las masas de aire no se mueven hacia adentro. Tienes una área central fría y densa, y los vientos se mueven, o hacia afuera, o alrededor. Es seca.
—¿Por qué cree que la Antártica nos maravilla, nos gatilla esta sensación de aventura?
—Creo que todos tenemos un cierto entusiasmo por las primeras exploraciones a la Antártica, por las personas que llegaron hasta ella. Es una historia inspiradora. Pero incluso si la miras estrictamente desde el lente de la ciencia, la Antártica es fascinante. Y de vuelta a Chile: Chile tiene la cercanía, la base aérea, tiene la capacidad de transportar personas. Sería grandioso hacer con ustedes un proyecto como el que pensamos.