Por M. Cecilia González Octubre 7, 2016

Una antena de 30 centímetros de alto, labrada en piedra volcánica por un artesano de Toconao, un pueblo vecino a ALMA, adorna la mesa de reuniones de la oficina de Pierre Cox (60), su director. Una miniatura para tener siempre en mente las 66 antenas que, en medio del llano de Chajnantor, en la Región de Antofagasta, forman el radiotelescopio más grande del mundo, proyecto que desde el 2011 tiene a los científicos de 22 países del mundo con los ojos en el espacio.

Cox, hijo de un compositor holandés y una pianista belga, creció en París, rodeado de instrumentos y partituras musicales. Su destino hubiese sido el arte, de no ser porque también lo rodeaba la carrera espacial. Tenía un año cuando los soviéticos lanzaron el Sputnik, el primer satélite artificial de la historia, y 13 cuando, con la tripulación del Apolo 11, el hombre pisó por primera vez la Luna.
“La exploración de la Luna tuvo un impacto en mi vida y en mi manera de pensar”, dice tratando de recordar qué fue lo que lo llevó a interesarse por la ciencia.
A los 17 años terminó escogiendo ese camino e ingresó a estudiar Física a la Université Paris-Sud. Se convirtió en experto en la observación milimétrica e infrarroja de las regiones de formación estelar, y trabajó en el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) y en el IRAM (Institut de Radioastronomie Millimétrique).

Con ALMA ha estado ligado desde el inicio del proyecto. A fines de los 90 fue invitado a participar como uno de los fundadores de su comité científico asesor, responsabilidad que lo llevó a viajar buscando el apoyo de los científicos que lo hicieran posible y de financiamiento.

Pisó Chajnantor por primera vez en septiembre de 2001, cuando este no era más que un llano virgen a 5.000 metros de altura. Desde ese entonces ha visto cómo ALMA, que dirige desde 2013, se ha levantado como una isla en medio del desierto: un pueblo independiente que produce su propia energía, donde un grupo de 150 personas, entre científicos, ingenieros y contratistas, ha hecho algunos de los descubrimientos más importantes de la astronomía moderna. “Ha sido una época de transición, de entender cómo funciona este grupo de antenas. Se trata de tecnología de punta que no existía, que hay que ir creando y probando sobre la marcha”, señala Cox.

El astrónomo se pasea por los pasillos de las oficinas de ALMA en Santiago, ubicadas en Alonso de Córdova, transitando entre el inglés y el francés a medida que se va topando con otros científicos. Y aunque lleva en Chile tres años, conversa en un español fluido.

Cuando habla de astronomía, la palabra “sorpresa” se repite de manera constante. Se refiere a todos aquellos descubrimientos que no estaban ni en los planes ni en los modelos de los investigadores, pero que en las últimas décadas —y con el avance de la tecnología— se han hecho cada vez más comunes. Una de las sorpresas que más recuerda es el descubrimiento del primer planeta extrasolar en 1992. Desde la fecha, se han descubierto cerca de 3.000 planetas que orbitan estrellas que no son el Sol, demostrando que son un fenómeno más común de lo que se había pensado por siglos.

—¿Por qué es importante entender cómo se forman los planetas?
—Porque hay muchas preguntas abiertas: la historia del sistema solar, la historia de la Tierra, por qué la Tierra tiene una posición tan extraordinaria, por qué hay agua sobre la Tierra, por qué hay vida en la Tierra y por qué no en otros planetas del sistema solar. También qué tipo de vida podría haber eventualmente en otras estrellas.

—¿Cree que hay vida más allá del Sol?
—Me parece que la vida tiene una profusión de posibilidades de forma. Sobre la Tierra hay muchas formas de vida, no sólo sobre la superficie. En el fondo del océano hay seres que viven sin oxígeno y sin luz. Hay vida en la profundidad de las rocas, aguantando presiones enormes. Cuando hay una oportunidad para la vida, la vida aparece, pero en una forma que es imposible de prever. La evolución de la vida es dinámica, se adapta a las condiciones que existen. Prever qué tipo de vida existe en tal tipo de planeta me parece casi imposible, pero la vida tiene una imaginación que es más grande que la del ser humano.

ALMA trabajará con otros telescopios en Hawái, México, Estados Unidos, Europa y el Polo Sur. En conjunto, las antenas de estas estaciones van a funcionar como un telescopio único, con líneas de base que suman un diámetro de 10.000 kilómetros.

—¿Cree que podamos encontrarla?
—Encontrarla, no lo sé. Ciertamente hay otro tipo de vida en otro lugar.

—¿Qué le parecen los anuncios de Elon Musk, fundador de SpaceX (una empresa estadounidense de transporte aeroespacial), acerca de su plan para colonizar Marte?
—Es un proyecto ambicioso. Soy un científico, entonces en el aspecto de la ciencia pura, me parece bien querer explorar Marte, colonizarlo me parece imposible.

—A su juicio, ¿es una tarea en la que no vale la pena concentrar nuestra energía?
—Nací en la era de la exploración espacial, comenzando con Sputnik, y toda la conquista espacial sigue siendo una historia increíble. Por eso, me parece importante que el ser humano se siga embarcando en cosas que parecen imposibles.

“ALMA es como trabajar para la ONU”

Pierre Cox_-4(1).jpg—En 2011, ALMA empezó con cinco antenas, hoy son 66. ¿Cómo ha aumentado su potencia?
—Cada vez que crece el número de antenas, crece la posibilidad de detectar las emisiones más débiles del universo. La idea es que toda la colección trabaje en conjunto, observando la misma fuente celeste para simular un telescopio de un diámetro superior. Las antenas se pueden desplazar, alejándose la una de la otra para simular una antena de hasta 16 kilómetros de diámetro, lo suficiente para detectar una moneda en el espacio.

—¿Qué han encontrado?
—Uno de los ejemplos más emblemáticos fue la imagen que obtuvimos del disco protoplanetario alrededor de HL Tauri, una estrella que está muy cerca de la Tierra y que está rodeada por un disco donde se están formando planetas. La imagen de ALMA fue muy precisa, eso que ningún modelo ni ningún astrónomo había predicho que existía este tipo de organización.

—HL Tauri es una estrella muy parecida al Sol, pero más joven. ¿Por qué su descubrimiento fue un hito?
—Fue una sorpresa que en este tipo de estrella tan joven hubiera, de facto, señales de una posible formación de planetas. Hoy ya tenemos un montón de imágenes sobre este tema, en particular sobre la morfología de sus discos, que tiene una variedad increíble: algunos son concéntricos, otros espirales, etc. Esta evolución física y química es el comienzo para empezar a explorar.

—Cuando asumió en 2013, dijo en Qué Pasa que sus objetivos eran tres: entender cómo se forman las estrellas, descubrir cómo se forman los planetas y encontrar los bloques basales de las moléculas que podrían generar la vida. ¿Han avanzado en eso?
—Como en todas las investigaciones, al mismo tiempo que se descubren cosas hay más preguntas. Esa es la señal de que estamos haciendo una super buena ciencia: impactante y transformadora.

—Ya hablamos de HL Tauri y la formación de planetas, pero ¿cuál ha sido el avance más significativo en torno a la formación de estrellas?
—Hemos podido ver en detalle el colapso de las nubes cuando se forma una estrella. Ahí se inician dos chorros de materia que salen en direcciones opuestas, a gran velocidad, generando un impacto sobre la materia vecina a la estrella. Todavía no sabemos muy bien qué inicia estos chorros, pero estamos investigando.

“Soy un científico, entonces en el aspecto de la ciencia pura, me parece bien querer explorar Marte, colonizarlo me parece imposible”.

—¿Y sobre astroquímica?
—Hemos hecho detecciones de especies moleculares como acetonitrilo, azúcar y alcohol, que tienen una importancia fundamental en la aparición de la vida. Fue una sorpresa positiva. A pesar de la complejidad del proyecto, en retrospectiva hemos andado muy bien. Esta es tecnología que ya tiene 10 años, y para implementarla se necesita tiempo. Pero cuando funciona es tan potente que puedes hacer cosas que nunca antes se habían hecho.

—Ahora comienza el cuarto ciclo de ALMA, ¿en qué va a consistir?
—Habrá cosas realmente nuevas. Por primera vez se podrá observar el Sol. También comenzaremos a utilizar una técnica que se llama VLBI (Very Long Baseline Interferometry), en la que ALMA trabajará con otros telescopios en Hawái, México, Estados Unidos, Europa y el Polo Sur. En conjunto, las antenas de estas estaciones van a funcionar como un telescopio único, con líneas de base que suman un diámetro de 10.000 kilómetros. La posición de ALMA es muy importante y su sensibilidad aumenta el potencial de este tipo de observación. Uno de nuestros proyectos más ambiciosos es hacer una imagen del agujero negro en el centro de nuestra galaxia.

—¿Por qué es tan importante este agujero negro?
—Los agujero negros son muy complicados de observar. Son negros, porque la teoría es que no hay información que escape de ellos. Pero hay modelos que dicen que es posible observarlo con la longitud de ALMA.

—En el VLBI va a trabajar una gran cantidad de países. ¿Es posible hacer astronomía sin colaboración?
—La única manera de construir grandes telescopios es no sólo con dinero de diferentes países, sino que con el conocimiento, experiencia y tecnología de distintos países.

—¿Esta idea se aplica en el caso de ALMA?
—ALMA, como es ALMA hoy, no hubiese sido posible sin una colaboración global. Hay 22 países socios y la combinación de la experiencia de Japón, EE.UU., Canadá y los países de Europa ha sido fundamental. Esa fue la única manera de crecer en el número de antenas y para construir un telescopio con posibilidades tan diversificadas como los siete receptores que existen hoy.

—¿Trabajar con 20 países con su propia idiosincrasia puede ser un arma de doble filo?
—Sí, pero hay un precio que tenemos que pagar. La organización es complicada, es como trabajar para la ONU.

—¿Cómo ve a los chilenos en este equipo?
—Hay una generación de astrónomos chilenos que es muy buena. Es dinámica, tiene ideas, tiene proyectos. Es verdad que no hay una inversión fundamental de Chile en la construcción de este tipo de observatorios, pero le da al país la posibilidad de llegar a acuerdos, como el tiempo de observación. No creo que la inversión sea un problema. No sólo la parte de la investigación es fundamental. Hay muchas cosas que hacer en la parte técnica, de ingeniería. Ahí hay una gran oportunidad para las universidades de todo el país, que deberían meterse en ese tema.

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