Por Gonzalo Maier Julio 29, 2009

Todo fue inesperado. Tan inesperado como una explosión. En julio de 2005, un viejo galpón en las afuera de Ciudad de Guatemala voló por los aires sin avisarle a nadie. Sencillamente explotó. La culpable, a primera vista, pudo haber sido una bomba o una fuga de gas, pero no. Fue sólo un accidente. Un simple accidente. Ese galpón, que por años estuvo rodeado de casas, era un antiguo depósito de municiones militares al que ya nadie le prestaba atención. Un depósito casi abandonado. De hecho, tras la explosión, la idea fue erradicarlo y olvidarse del tema hasta que descubrieron un par de puertas grandes y muy bien cerradas. Herméticamente cerradas.

Detrás de ellas, para adelantar la historia, vivían cientos de murciélagos, cucarachas, ratones y toneladas de papel. Sí, montones de carpetas, fichas, pasaportes y documentos que se deshacían lentamente bajó goteras y entremedio de un zoológico nocturno. Los investigadores, eso sí, no tardaron en descifrar de dónde venía todo eso. En Guatemala, y tras años de guerrilla, la Policía Nacional fue una institución particularmente oscura que disolvieron en 1996 para dar paso a la nueva Policía Nacional Civil. ¿Dónde escondieron las fichas con los detenidos, los cargos y el modus operandi?... ya lo pueden adivinar.

Hoy, a los papeles que aparecieron gracias a una explosión, se los conoce como el Archivo Histórico de la Policía Nacional de Guatemala.

Cuando el escritor Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de Guatemala, 1958) calculó la cantidad de historias que se podían esconder entre esos documentos, pensó en ir a visitarlo. Quería ver qué era lo que realmente había escondido allí. Pero para poder estudiarlo -y de esto se enteró recién cuando fue a pedir permiso para revisar las fichas- se necesitaban al menos 15 años de catalogación y restauración. De cualquier forma, Rey Rosa pidió permiso, logró entrar y, sin quererlo, terminó escribiendo una nueva novela. Seguramente, la más política y personal que ha entregado hasta la fecha.

El material humano, la decimocuarta novela de Rey Rosa, aterriza en las librerías chilenas justo cuando Centroamérica vuelve a aparecer en los noticieros por un golpe de estado en Honduras y, poco antes, por un hollywoodesco video que un abogado grabó antes de ser asesinado: en él, ya se sabe, anunciaba que el presidente de Guatemala lo había enviado a matar. Como si estuviera leyendo el futuro, la novela del escritor guatemalteco vuelve sobre los mismos temas que hoy aparecen otra vez en la televisión y que ya olían a artículo de museo.

La vida en los archivos

Transitando como equilibrista por la delgada frontera que separa a la ficción de la realidad, El material humano son los apuntes que Rodrigo Rey Rosa llevó mientras gastaba sus días leyendo parte del viejo archivo de la policía. Escudado en cuadernos y libretas de apuntes aparentemente reales, la novela relata una anécdota a primera vista sencilla: un escritor centroamericano se entera de que en la capital de Guatemala están clasificando un archivo con documentos que, durante los últimos 40 años, pertenecieron a la policía nacional de ese país. La idea del protagonista es investigar los casos de escritores y artistas perseguidos o ejecutados. Pero, claro, como un aire de novela policial kafkiana inevitablemente invade la novela, tras varias semanas trabajando en el archivo, al protagonista le prohibirán la entrada sin entregarle nunca una razón. Al final, por cierto, terminará encontrando su propia historia más que otra cosa.

Un dato que inquieta: durante las primera páginas de El material humano, la novela inmediatamente se sitúa en el terreno de la más sanguinaria de las verdades. Durante catorce páginas seguidas, el narrador detalla una lista con las detenciones que más le llamaron la atención: "García Soto Gonzalo. Nace en 1930. Ayudante de ladrillero. Fichado en 1960 por contravenir toque de queda"; "Ochoa Santizo Jorge. Nace en 1943. Carrocero. Fichado en 1960 por sospechoso. Vive con su señora madre puta". "Rabanales Morales Mario. Nace en 1920. Impresor. Fichado en 1944 por esquinero y por burlarse de la patria". Y continúa así, página tras página.

"Durante mis primeras visitas al archivo, me dediqué a copiar literalmente las fichas que, por un motivo u otro, más me llamaron la atención. Tiempo después, al leerlas mientras examinaba el material que había reunido, me di cuenta de que tenían cierto valor poético. O hipnótico", cuenta desde Guatemala Rodrigo Rey Rosa, un tipo de frases breves, particularmente esquivo con la prensa y que posee una historia personal con tintes mitológicos ligada al célebre Paul Bowles.

-¿Y siempre se le ocurrió incluir esas fichas tal cual estaban?
-No lo sé. En cualquier caso era difícil dejar de leerlas. Pensé que, en vez de aburrir, como pude temer en un comienzo, podrían contagiar algo de la realidad, de la sordidez y del absurdo de ese archivo. Supongo que creí que podían funcionar como apoyo al texto.

-La novela transita particularmente por ese camino angosto que separa a la ficción de la realidad. ¿Se planteó una novela así o sólo fue saliendo?
-No sé si ese supuesto camino que separa la realidad de la ficción es tan angosto. Me acerqué al archivo por curiosidad. Por una curiosidad, digamos, literaria. Al principio no sabía muy bien cómo podría usar ese material. Pero en el momento en que me prohibieron volver a visitar el archivo, me di cuenta de que ya era una novela.

-¿Y realmente se sintió como un personaje?
-Creo que a partir de ese preciso momento, cuando me prohibieron volver a entrar al archivo, comencé a verme como un personaje. De inmediato me sentí involucrado personalmente en la historia de ese archivo.

Rodrigo Rey Rosa: La violencia nunca ha dejado de ser una constante en Centroamérica

Una Guatemala privada

La escena es la siguiente: en la tarde suena un teléfono, del otro lado de la línea aparece una grabadora y la voz ofrece descuentos para comprar tumbas. El episodio, que perfectamente podría engrosar las filas del spam telefónico tan común en los tiempos de elecciones, también podría servir para otras cosas. Como para detectar a los paranoicos, por ejemplo. Porque si lo primero que pasa por la cabeza del protagonista de El material humano es que con ese mensaje lo están amenazando sutilmente de muerte, algo anda mal. Muy mal. Lo asusta un llamado en medio de la noche, una oferta funeraria o un auto estacionado en la vereda del frente. Detrás de cualquier detalle pueden, según él, estar los asesinos. Rodrigo Rey Rosa, echando mano a la violencia soterrada que tanto ha cultivado, ahora también da paso a una sutil novela de terror.

Si se mira hacia los costados, Rey Rosa no está solo. Es cosa de hojear novelas como El arma en el hombre o Insensatez, del nicaragüense Horacio Castellanos Moya, o el último libro de no ficción del guatemalteco-estadounidense Francisco Goldman, para notar cómo la violencia en Centroamérica es un tema que aún está sobre la mesa y en perfecto estado de salud. Es cierto, terminó la guerrilla. Pero es aún más cierto que los antiguos guerrilleros y las generaciones curtidas entre la selva y las balas todavía están vivas. Y libres.

Otro tema recurrente en Guatemala es el secuestro. La narrativa de Rey Rosa, y particularmente El cojo bueno, ya lo había abordado, pero es en El material humano en donde, sin quererlo, el protagonista descubre -o cree descubrir- a quien secuestró a su madre hace ya muchos años, cuando el protagonista -y también el escritor de carne y hueso- todavía era un niño.

Mezclando otra vez la realidad con la ficción, colando detalles de sus lecturas del Borges de Bioy Casares, biografías de Zweig o intercalando apuntes de su vida diaria junto a B+, su pareja, y a Pía, su hija de cinco años, Rey Rosa trata el secuestro como nunca antes lo había hecho. "Mi madre fue secuestrada en la ciudad de Guatemala el 28 de junio de 1981 y fue liberada el 23 de diciembre del mismo año. Nunca llegamos a saber en manos de quién estuvo".

-En la novela, el protagonista parte buscando fichas en un archivo y termina tocando el tema del secuestro. Pareciera como si una novela relativamente política terminara narrando su vida, o la vida privada de los guatemaltecos...
-Sí, creo que sobre todo es una novela sobre cómo la historia de un país se cruza con la historia privada. En cualquier caso, la violencia nunca ha dejado de ser una constante en los países centroamericanos.

-¿Ni aun hoy?
-No, de hecho, poco antes del golpe en Honduras, en Guatemala se vivió también una situación que pudo terminar de manera parecida. Fue con el asesinato de Rodrigo Rosenberg, ese abogado que grabó un video anunciando su propia muerte. Acusaba de su asesinato, sin presentar en realidad ninguna prueba, nada menos que al Presidente de la República, a su esposa y a otros miembros del gobierno.

-También pareciera que escribir El material humano es una suerte de "dar vuelta la página", un gesto literario que también puede ser leído políticamente...
-Ojalá así fuera. Pero esa historia no nos ha dejado, ni mucho menos. De hecho, según la prensa, cuando se entregó públicamente, hace poco más de un mes, un informe sobre los hallazgos hechos en el archivo de la policía, inmediatamente surgieron denuncias por parte de algunos de los investigadores que trabajaban allí diciendo que el informe había sido "censurado".

-¿Cómo?
-Se omitieron documentos que afectaban a gente que todavía ejerce el poder en Guatemala.

-Una curiosidad: visto desde 2009, parece extraño estar escribiendo una novela política. ¿Qué la parece la literatura comprometida?
-Creo que nada, fuera de la obra, del objeto verbal en sí, da validez estética. Pero el compromiso tampoco excluye la posibilidad de validez artística.

-Y después de viajar por tantos años, ¿cree que se pueda escribir una novela así fuera de Centroamérica?
-No lo sé. A fin de cuenta hace ya más de diez años que me instalé de nuevo aquí. Más bien creo que no habría podido escribirla como un recién llegado.

-Para terminar: ¿le parece que Guatemala o el resto de los países centroamericanos finalmente se están reordenando?
-No creo que este país esté en proceso de "reordenamiento". "Deterioro" más bien creo que es la palabra adecuada para describirlo.

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