Sucedió a inicios de 1942, en el Palacio de El Pardo, cerca de Madrid. En medio de esos salones adornados con tapices de Goya, se instaló un proyector para una inusual función. El anfitrión, el general Francisco Franco, se sentó en primera fila junto al director, José Luis Sáenz de Heredia, quien por primera vez mostraba su película Raza. Según recordaría décadas más tarde el cineasta, durante la proyección, Franco, el mismo hombre que había sido nombrado Generalísimo de las fuerzas nacionales de Tierra, Mar y Aire durante la Guerra Civil Española, tenía los ojos humedecidos. Al término de los 110 minutos de metraje, el militar dijo: "Muy bien, Sáenz de Heredia, usted ha cumplido".
Pero detrás de ese elogio se escondía un secreto. El secreto de un hombre que se proclamó el Caudillo de España por la Gracia de Dios y que cuando eso no le bastó, decidió escribir su propia Historia, bajo el seudónimo de Jaime de Andrade en la novela Raza. Y no contento con eso, dispuso que su libro se convirtiera en película. Porque a diferencia de otros dictadores, que gastaron su tiempo en escribir libros con sus memorias, Franco usó el mecanismo de propaganda más popular del siglo XX: el cine.
El estreno se realizaría a los pocos días de esa función privada, la noche del 5 de enero de 1942, en el Palacio de la Música de Madrid. De más está decir que fue un éxito, que al término de la proyección la cinta recibió una ovación y que ese año la película fue premiada por el Sindicato Nacional del Espectáculo. Un crítico en la revista Primer Plano escribió: "Solamente una visión exacta, perfectamente sentida espiritual y literariamente, como la de Jaime de Andrade, es capaz de dar fondo y forma a lo que por otros cauces hubiera podido derramarse".
La película, una auténtica rareza, será exhibida el próximo 28 de agosto, en el Festival Internacional de Cine de Valparaíso. Como bien resume Alfredo Barría, director de este encuentro, su importancia escapa al ámbito artístico: "El paso del tiempo convirtió a esta experiencia cinematográfica en una auténtica curiosidad: el cine al servicio de la ideología de un dictador".
Raza es ideología en estado puro. Nunca se escuchó la palabra "patria" tantas veces durante una película. En una de las escenas más dramáticas, los republicanos asesinan a unos curas a la orilla de una playa. La imagen de las mujeres, también encaja con la moral franquista: la madre es una devota católica y el protagonista tiene una enamorada a la que sólo besa en la frente.
No fue hasta 1964, cuando Franco pidió el ingreso en la Sociedad de Autores, que se reconoció oficialmente que Raza fue escrita por el dictador. Pero el arrollador éxito que tuvo la película hace sospechar que era un secreto a voces que tras Jaime de Andrade se escondía la figura todopoderosa del Caudillo. El film fue producido directamente por el Estado español, a través de la Cancillería del Consejo de la Hispanidad. Esta entidad dio la orden de buscar un director entre las figuras más importantes del cine español de ese entonces. Como requisito se les pidió transformar parte de la novela en los primeros cien planos de una película. José Luis Sáenz de Heredia fue elegido personalmente por Franco, no sólo por sus méritos artísticos, sino que también porque era primo hermano de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, el partido de extrema derecha que combatió contra la República durante la Guerra Civil.
Con la certeza de que Sáenz de Heredia no se alejaría en lo más mínimo de los lineamientos ideológicos de Raza, se le dieron todas las facilidades y, por supuesto, un holgado presupuesto. Para el rodaje, que duró 109 días, se construyeron 50 decorados, se usaron 500 trajes de época y se contrataron más de 1.500 extras. En total, la cinta tuvo un costo de 1.650.000 pesetas, uno de los más altos de la época.
La película que escribió Franco
El álter ego de Franco
En 1942, el mismo año del estreno de la película, el libro firmado por Jaime de Andrade fue publicado por Editorial Numancia bajo el título Raza. Anecdotario para el guión de una película. Pero no se trataba del primer libro escrito por el dictador. En 1922 había publicado Marruecos, diario de una bandera, donde relataba su paso por el frente africano. Raza significaría su salto hacia la ficción con una historia sospechosamente parecida a la suya. El protagonista, José Churruca, es un militar que rompe la tradición familiar ligada a la Marina e ingresa en el Ejército. Pero será la Guerra Civil la que cambiará definitivamente la historia de los Churruca: José se convierte en un héroe del ejército franquista, el hermano menor se mete a cura, mientras que otro de los hermanos inicia una carrera política desde el bando de los republicanos.
Aunque claro, como en las películas, se trata de una versión ligeramente edulcorada de la vida del Caudillo. Si el padre de los Churruca es un capitán de navío que murió peleando en la guerra de Cuba, lo cierto es que el padre de Franco era un contador de navío de una clase media alejada del mundo aristocrático de Raza. Y aquel padre de familia ejemplar, devoto de su esposa e hijos, también distaba mucho de la imagen paterna que tuvo el dictador. Su padre, después de separarse de su madre, se unió a una profesora con la que convivió el resto de su vida, algo que Franco, un católico apostólico y romano, jamás le perdonaría.
Como apunta el académico Jordi Sebastián, en Raza: La historia escrita por Franco: "Aquel niño que soñaba con capitanear alguno de los navíos que partían hacia las colonias se encontraba ahora en el cenit de su carrera y se dispone a escribir la historia a su medida". Lo que sí parece más ajustado a la realidad es el personaje de Pedro, el hermano político, que inevitablemente recuerda a Ramón Franco, masón y republicano.
En Raza: un film modelo para un género frustrado, el historiador del cine Román Gubern ofrece una lectura psicoanalítica de esta obra: "Franco, autor del texto, cita en el libro varias veces al Generalísimo -es decir, a sí mismo- como si se tratase de un ser lejano, mitológico, como un dios escondido tras su puesto de mando, de autoridad y prestigio indiscutibles. Sin embargo, Franco, como autor, se proyecta como protagonista de la ficción y encarna sus conflictos personales en el oficial de infantería José Churruca. Esta interesante dualidad esquizoide hace por lo tanto del Generalísimo el Franco-Dios y de José Churruca el Franco-hombre".
Gubern califica a Raza como un "panfleto político" e "ideología en estado puro". Y no hay que esforzarse demasiado para descubrir eso. Nunca se escuchó la palabra "patria" tantas veces durante una película, y en una de las escenas más dramáticas, filmada con una bella fotografía, los republicanos asesinan a unos curas a la orilla de una playa. La imagen de las mujeres, también encaja con la moral franquista: la madre es una devota católica y José Churruca tiene una eterna enamorada a la que sólo besa en la frente.
Los personajes están todo el rato recitando frases para el bronce, pero sin duda las palabras que resumen la ideología de la película, las dice el hermano político hacia el final, cuando traiciona a los republicanos y se "redime": "Son ellos (los militares nacionalistas) los que sienten en el fondo de su espíritu la semilla superior de la raza, los elegidos para la gran empresa de devolver a España su destino". Tras esas palabras, y mezcladas con imágenes documentales, vemos a unos niños levantando su brazo derecho como parte del saludo fascista y a Franco presidiendo un desfile. El montaje final es deudor del cine de Eisenstein, por lo que algunos han denominado a Raza como "el Potemkin del franquismo", aunque otros investigadores asocian las sobreimpresiones y fundidos de la secuencia final con el cine de propaganda nazi.
Un nuevo corte de la película se estrenó en 1950, con el título Espíritu de una Raza. Con cerca de 10 minutos menos, se eliminaron los saludos fascistas y los gritos de "¡Arriba España!", y se agregó un cartel que culpaba al comunismo de las catástrofes de los pueblos. En plena Guerra Fría, el general Francisco Franco, el hombre que se convirtió en su propio Goebbels, volvía a reescribir la historia.