Por Gonzalo Maier Agosto 29, 2009

© Nicolás Abalo

Genna ve películas. Cientos de películas. Apoyada contra el respaldo de la silla, en un hotel de El Bosque, dice que no sabe cuántas. Que es incapaz de llevar la cuenta. "Seguramente más de 250 en un año, pero pueden ser muchas más". Es lunes por la tarde y Genna, una chica delgada que vive en Nueva York, está en Santiago porque su misión es ver películas. Más películas. Pero esta vez es distinto. Durante los siete días que duró el Sanfic, ella no sólo tuvo que sentarse en una butaca, cruzar las piernas y ver películas, sino también evaluarlas. Es que Genna Terranova (32) fue uno de los jurados. 

Cuando pasen 24 horas y tome un avión para dejar Santiago, Genna llegará a Nueva York. Los casi 8.210 kilómetros que separan una ciudad de otra también tendrán efectos secundarios. Genna ya no será la jurado del Sanfic, sino nuevamente la programadora general de Tribeca, el famoso festival de cine impulsado, hace 8 años, por Robert De Niro. Un trabajo a tiempo completo. 365 días dedicados a buscar las mejores películas. Porque programar es eso: ir por la vida buscando películas para que otros vean. Nada nuevo para ella, por supuesto. Genna se dedicaba a eso incluso antes de llegar a Tribeca.

Claro que antes no las programaba, sino que pagaba por ellas. Genna, durante un par de años, trabajó comprando películas para Weinstein Company, la empresa que hace poco produjo, por ejemplo, Inglourious Basterds, la última de Quentin Tarantino. Y cuando detalla de qué se trata hoy su trabajo, lo hace siempre con una sonrisa que parece de verdad. Como si las películas fueran de verdad.

El sistema en Tribeca, cuenta Genna, es muy sencillo. "Hablamos con muchos productores y directores, después vemos sus películas y vamos seleccionando. También tenemos un grupo de programadores que nos recomiendan otras". Todo se trata de ver y ver películas. Entremedio, por cierto, Genna toma aviones y viaja a todos los festivales de rigor. "Berlín, Cannes, Venecia, vamos por lo menos a todos los grandes", asegura. Y sobre el día a día, sobre la rutina en un festival de cine, Genna -después de pasar el día en El Colorado- dice que "es encantador trabajar con Robert De Niro, él nos apoya mucho, está bastante presente y se preocupa de crear un buen festival. Después del 9/11, Tribeca ha ayudado a rejuvenecer a la población. Ahora ves familias enteras caminando hacia el cine. Además, en Nueva York hay gente de todo el mundo. Ha sido una gran experiencia trabajar con De Niro".

Un programador de festivales tiene vicios. O lugares recurrentes. O ciertas obsesiones que lo convierten en lo que es. El de Genna es Latinoamérica y el cine que se produce al fin del mundo. Cuando todavía estaba en Weinstein Company comenzó su romance con el sur. Fue una película que vio y por la que apostó: se llamaba La ciénaga y sería el gran éxito con el que la argentina Lucrecia Martel triunfaría en 2001, bajo la categoría de mejor debut, en Berlín. Años más tarde, vendría Tropa de Elite, el polémico blockbuster brasilero, por el que apostó cuando la cinta aún estaba en producción.

Genna se ríe cuando le preguntan por las recetas para triunfar en los festivales. "Todo cine tiene su momento, hay olas, pero Latinoamérica siempre ha estado presente. El secreto es el talento y las buenas historias", asegura. Según ella, sólo eso basta. Descarta que existan películas especialmente pensadas para festivales, cintas que abusen de los clichés del cine arte para triunfar en los circuitos internacionales. "Los festivales son una excelente forma de mostrar películas, de hacer contactos. Si vives en Santiago, postular es una buena forma de abrir puertas". Sólo faltará algo de suerte. Y que gente como Genna se entusiasme.

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