Por Yenny Cáceres Agosto 29, 2009

Sergio Bitar, ex ministro de Minería de Salvador Allende, tenía 32 años cuando lo mandaron a isla Dawson, en 1973. Benjamín Vicuña, el actor, sumaba casi 30 cuando hace un año partió a esta isla para recorrer el mismo camino que el actual ministro de Obras Públicas emprendió hace más de tres décadas. Sólo que esta vez se trataría de una película.

Imagine un campo de detención en una isla 100 kilómetros al sur de Punta Arenas. Más al sur que las Malvinas, incluso. Suena demasiado cinematográfico. Eso mismo pensó el director de cine Miguel Littin. Sólo que la idea de un campo de detención al fin del mundo no salió de la cabeza del cineasta, sino que del delirio de una dictadura que llevaba pocos meses en el poder. Más de 300 prisioneros políticos fueron enviados a Dawson entre 1973 y 1974. Por allí pasaron nombres conocidos del gobierno de la Unidad Popular: José Tohá, Orlando Letelier, Arturo Jirón, Miguel Lawner. Ésa es la historia que el director de El chacal de Nahueltoro quería contar. Y para hacerlo se inspiró en el libro Isla 10, en el que Sergio Bitar relata su detención en este lugar.

"En Dawson hace un frío que te congela el alma". La frase es del ministro Sergio Bitar. Pero Benjamín Vicuña la repite, casi como si fuera suya. Como su sombra. Porque como nunca antes, para este papel le tocó tener un modelo de carne y hueso. Para preparar su personaje bajó siete kilos, para encarnar así la fragilidad sicológica y física de los prisioneros en Dawson. Leyó un par de veces el libro Isla 10 y luego tuvo varios encuentros con Bitar. A solas y con Miguel Littin. Durante ellos, se dedicó a observar: cómo se movía, cómo se expresaba y cómo miraba. "En la película, Bitar se plantea como un testigo de todo lo sucedido. Es una persona que te escucha y te atraviesa con la mirada. Un animal en extinción", dice Vicuña.

"En Dawson hace un frío que te congela el alma". La frase es de Sergio Bitar. Pero Benjamín Vicuña la repite, casi como si fuera suya. Para este papel le tocó tener un modelo de carne y hueso. Leyó el libro Isla 10, tuvo varios encuentros con Bitar y bajó 7 kilos, para encarnar así la fragilidad de los prisioneros en Dawson.

Y también se dedicó a escuchar: "Me tocó conocer a un ministro de Estado, con todos los prejuicios que uno puede tener, y realmente fue un descubrimiento encontrar a un ser humano con amor por su país y con altura de miras para perdonar y sentarse con sus enemigos 30 años después en el Congreso".

-¿Cómo fue tu primer encuentro con Sergio Bitar?

-Me junté con él la primera vez en agosto del año pasado, antes de viajar a la isla, en su casa. Me abrió su intimidad, me mostró cartas, documentos, las piedritas que tallaban o la taza que hizo con un tarro de leche condensada y un alambre. También conocí a su mujer (María Eugenia Hirmas), que tuvo un rol protagónico en la historia. Una de las herramientas para sobrevivir a las condiciones infrahumanas, y a la incertidumbre de no saber si iban a vivir, fue el amor de sus seres queridos. Desde cartas que llegaban censuradas, hasta vitaminas que su mujer le enviaba. Ella se transformó en la líder de las mujeres de los prisioneros políticos.

-¿Qué es lo que más te llamó la atención del libro Isla 10?

-Que detrás de estas grandes historias hay una gran dignidad. Las anécdotas, los dolores e intimidades que escondían muchos de estos personajes que hasta el día de hoy son recordados. El libro sabe contar muy bien esos pequeños grandes detalles que profundizan en estos seres humanos.

-¿Qué consejos te dio Bitar?

-Me dijo abrígate porque hay un frío que te congela el alma. También me dijo que jamás lloró. Que nunca tuvo el tiempo para sentir autocompasión y lástima. Además, me explicó la división que se generó al interior de los prisioneros políticos. Ellos hicieron un mea culpa de lo que había sucedido con el gobierno de la Unidad Popular: "¿Qué mierda pasó? ¿En qué momento se cayeron nuestros sueños?". Al escucharlo había una cierta nostalgia, porque fue un momento de mucho dolor, pero también de mucho crecimiento. Sergio me confesó que en Dawson reforzó su vocación política. El destino lo empujó a jugársela por su país. Él venía del mundo privado, tenía negocios con su mujer, había estudiado en EE.UU., y aunque había sido ministro durante el gobierno de Allende, entró en una segunda ronda. Después de esto se motivó, hasta el día de hoy, para seguir trabajando para que estas cosas no se vuelvan a repetir.

Rodaje en el fin del mundo

"Jugamos al cágate de frío un ratito". La frase, esta vez, sí es de Vicuña. El rodaje fue hace casi un año, y ahora el actor está sentado en el hall del Teatro Mori, del cual es socio, en el Parque Arauco. Ha estado toda la tarde dando entrevistas sobre su viaje de esta semana a Haití en misión humanitaria. Está bebiendo un té y comiendo una medialuna. Pero nada de eso impide que cuando a Vicuña le preguntan por Dawson, lo primero que se le venga a la cabeza es ese frío austral que no perdona.

"Debo decir que la ropa térmica es un bluf", insiste, al recordar el inusual rodaje. "A diferencia de la historia original, estábamos con ropa especial. Así y todo, se sentía un frío que te lo encargo. En la realidad, los detenidos llegaron tal como estaban. De chaqueta y camisa. Después les enviaron abrigos, bufandas y botas".

Benjamín Vicuña: "Lo que pasó en Dawson nunca estuvo en mis libros"

Durante dos semanas de septiembre estuvo en la isla con un equipo encabezado por "un señor del cine", que es como Vicuña se refiere a Miguel Littin, y actores como Pablo Krögh y Cristián de la Fuente, más un grupo de actores brasileños, ya que se trata de una coproducción entre Chile, Brasil y Venezuela. La segunda parte del rodaje en Santiago también tuvo su lado bizarro. En la capital se construyeron las barracas en que dormían los prisioneros. Pero con un pequeño detalle: era noviembre, con 30 grados de calor y había que recrear la nieve. Pero nada de eso se compara con Dawson.

-¿Cuál fue tu primera impresión al llegar a Dawson?

-Es una belleza cruda, un frío que te congela el alma, como me había dicho Sergio. Claramente la isla tiene una energía intensa, que contrasta con la belleza del paisaje. Es una belleza que te violenta.

-¿Y cómo fue rodar en un lugar así?

-Súper intenso. La isla es un lugar aislado, no tienes comunicación alguna. No hay teléfono, no hay mail, sólo radio para comunicarse con Punta Arenas y ese aislamiento nos sirvió a todos para tener un grado de compromiso y de concentración con la historia. Nos tocó pasar allá el 11 y el 18 de septiembre, fechas de mucha nostalgia y simbolismo.

-¿Cómo fue pasar el 11 de septiembre en la isla?

-De mucha reflexión. Lo que más hacíamos era hablar y chupar. Dormíamos en una base naval. La Armada, en un gesto conciliador, ayudó con toda la logística.

-Además eran puros hombres...

-Se genera otra dinámica, que en suma nos acercaba a la historia, porque en la realidad pasó lo mismo. Toda esta gente, que tenían familias, que eran ministros de Estado, fueron sacados de sus roles de poder y despojados hasta del nombre. Se dejaron de llamar José Tohá. Se llamaban Isla 1, Isla 2 o Isla 3. El ejercicio y la dinámica de estar solos entre puros hombres fue absolutamente inspirador en relación a la película. Todos volvimos apreciando más la vida, el agua caliente. También nos tocó escuchar por radio un partido de fútbol que jugó Chile contra Brasil por las eliminatorias, en que nos metieron como tres pepas. La mitad de los actores eran brasileros. Los suficientes para gritar verdeamarelha con el corazón. Tuvimos que comernos una derrota significativa.

"Debo decir que la ropa térmica es un bluf", cuenta Vicuña, al recordar el inusual rodaje. "A diferencia de la historia original, estábamos con ropa especial. Así y todo, se sentía un frío que te lo encargo. En la realidad, los detenidos llegaron tal como estaban. De chaqueta y camisa. Después les enviaron abrigos, bufandas y botas".

-¿Por qué en una escena te metiste a un pantano, pese a que Littin no te lo había pedido?

-Son esas torturas y autoflagelamientos de la actuación a los que a veces cuesta encontrarles sentido. Es una escena donde Sergio Bitar trata de escapar de la isla y se mete al agua, con temperaturas bajo cero y nieve. Lo quise hacer para acercarme a la desesperación, a la muerte, a la angustia y a la incertidumbre que se respiraban en la época. Y lo que conseguí fue una hipotermia y un resfrío. Pero la escena quedó con un grado de extrema agonía que creo que sirve.

"Soy un ser político"

Benjamín Vicuña estudió en el Manquehue. ¿Una burbuja? En parte, reconoce. "Cuando sales del colegio te das cuenta que los colegios privados no son más que el 10% del total, que viviste en un circuito muy pequeño". Su apertura al mundo vino en los 90, cuando entró a estudiar Teatro a la Universidad de Chile. Allí conoció las dificultades que pasaban sus compañeros que venían de regiones, los que habían estudiado en liceos con número y los que tenían que pelear para conseguir el crédito fiscal. "Le doy un valor muy importante a haber estudiado en la Universidad de Chile y haber vivido todos los paros que viví, porque eso te despierta una vocación y un bichito de conciencia que es fundamental".

-En tu familia, ¿se conversaba sobre lo que pasaba en dictadura?

-Era una familia bastante dividida. Con hijos bastante reaccionarios respecto a la generación anterior. Lo que pasó en Dawson nunca estuvo en mis libros. Soy parte de una generación bastante ignorante, donde conocemos ciertos hitos, el Estadio Nacional, los detenidos desaparecidos, incluso isla Dawson, pero sin los detalles. Cuando a mucha gente le cuento en profundidad lo que pasó, muchos jóvenes, y otros no tan jóvenes, no tienen idea de que existió este episodio en la historia de Chile y les parece anecdótico, doloroso, increíble, casi cinematográfico.

Benjamín Vicuña: "Lo que pasó en Dawson nunca estuvo en mis libros"

-¿Hacer esta película cambió tu visión respecto a la historia reciente de Chile?

-Sí, uno va entendiendo las verdaderas razones, las responsabilidades, el amor por las causas, que hoy está tan perdido. Ahora todo es mucho más individualista y ya no estamos tan sujetos a los sueños. En ese sentido, es bonito encontrarse con una generación que sí se la jugó y se apasionó por un sueño país. Eso me despierta admiración y algo de envidia por no haber vivido eso.

-¿Te interesa la política?

-Siempre me ha interesado. En el rol del actor hay un factor político. Uno está haciendo política constantemente, en el teatro, en comunicar, en abordar la tragedia o ciertas temáticas. A uno como artista le interesa poder generar ciertos debates y reflexiones. En ese sentido soy un ser político y, en un plano más contingente, uno trata de mantenerse al margen porque tiene los mismos desencantos que muchas personas, sin embargo he participado en campañas para llamar a los jóvenes a inscribirse.

"Soy parte de una generación bastante ignorante, donde conocemos ciertos hitos, el Estadio Nacional, los detenidos desaparecidos, incluso isla Dawson, pero sin los detalles. Cuando a mucha gente le cuento en profundidad lo que pasó, muchos jóvenes no tienen idea de que existió este episodio en la historia de Chile" .

-¿Por quién votas ahora?

-La verdad es que no lo sé. Estoy estudiando un escenario tremendamente complejo, pantanoso, que cambia todos los días. Lamentablemente todos los candidatos se parecen mucho.

-¿Y en la elección anterior?

-Voté por Michelle Bachelet. Pero ella me despertaba algo particular, que no tiene que ver con partidos políticos ni con su gabinete ni con su programa de gobierno, sino con su forma de ver las cosas, con su rollo de la protección social, con su biografía. Y también se trataba de la primera mujer presidenta.

-Esta película la dirigió Miguel Littin, es la historia de Dawson, encarnas a Sergio Bitar. ¿Eres de izquierda?

-Hay un fascismo en declararse de derecha, izquierda o centro. Claramente tengo una afinidad humanista y democrática. El respeto a la democracia a estas alturas es algo básico. Cuando digo humanista, hablo de una tendencia a tener países solidarios, respetuosos y si eso se denomina izquierda, bueno, será izquierda, pero no tengo ningún partido.

-¿Qué opinas de los actores que participan en campañas políticas?

-Me parece absolutamente legítimo. Están en todo su derecho. No es extraño ver que después algunos actores se dediquen a la política, porque es una vocación similar donde se comparten ciertos votos: reflejar la sociedad, la preocupación por la dinámica del país, en definitiva, la conciencia social.

-¿Qué les dirías a quienes piensen que Dawson, Isla 10 es una película militante o de izquierda? -Que no la vean. La gente que llega a pensar eso es gente que a estas alturas no me interesa. El prejuicio es el cáncer de todo. Ésta es una película que invita a la reflexión, al debate inteligente sobre lo que pasó y sobre la memoria del país.

-¿Te dedicarías alguna vez a la política?

-El destino tendría que empujarme de una forma muy radical, pero por ahora estoy feliz desarrollando los proyectos y mi carrera, y también desarrollando la gestión cultural, que es una manera de construir país.

-Puede que haya gente que tenga prejuicios respecto a Dawson, Isla 10, que piense que es una película militante o de izquierda. ¿Qué le dirías a esa gente?

-Que no la vean. La gente que llega a pensar eso es gente que a estas alturas no me interesa. El prejuicio es el cáncer de todo. Ésta es una película que invita a la reflexión, al debate inteligente sobre lo que pasó y sobre la memoria del país. Es algo fundamental, sobre todo para las generaciones jóvenes, para acercarnos a algo que tuvimos que heredar. Es una película que invita a mirarnos a la cara.

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