Por Gonzalo Maier Octubre 24, 2009

© Isabel Carroll

Ésta es una historia de amor. Una historia de esas inmortales en donde dos jóvenes adictos a la ciencia ficción se enamoran de una chica. Y tal como en cada una de estas historias, cuando el corazón se rompe, desaparece el mundo. El asunto es que acá, en El fondo del cielo, la nueva novela de Rodrigo Fresán (46), el mundo literalmente explota, lenta y coreográficamente, al ritmo de la extraterrestre banda sonora de 2001: Una odisea en el espacio.

Situada principalmente en la Nueva York de comienzos del siglo pasado, la nueva aventura de Fresán después de Jardines de Kensington no sólo es una novela lisérgica y atípica en el panorama latinoamericano, sino que viene a completar un círculo curioso: aparece junto con la reedición de Historia argentina, su primera novela, mientras que el mismo Fresán cumple ya 10 años viviendo en una Barcelona en la que echa de menos a Copito de Nieve, el famoso gorila albino.

A poco de iniciar una nueva gira de presentación -"una especie de post scríptum del propio libro, una suerte de capítulo fantasma", asegura el escritor- aparentemente se alinearon los planetas en la Galaxia Fresán.

- En las notas finales de El fondo del cielo escribes que ésta no es una novela sci-fi, sino una novela sobre ciencia ficción. ¿Es tu homenaje al género?

- Es un homenaje a lo que me gusta del género, a la vez que un ajuste de cuentas con todo lo que no me gusta. Es, digamos, mi idea de lo que debería ser una novela de ciencia ficción que pasa, justamente, por no resignarse a ser nada más que eso.

- Además, la novela tiene un dejo melancólico...

- En principio, me atrajo escribir una novela con ciencia ficción más preocupada por el pasado que por el futuro. Un libro muy nostálgico. Pero el primer impulso pasó por atrapar una historia de amor. No me preguntes cómo ni por qué entró la sci-fi en la ecuación. Tal vez, como digo en un momento del libro, porque no hay ente más extraterrestre que el amor. El amor es un alien. Algo que viene de afuera y se te mete adentro. Y hace estallar tu pecho… Tal vez porque me propuse la historia de amor final y definitiva. La historia de amor como fin del mundo.

- Siempre has tenido una inclinación melancólica por estas aventuras adolescentes, ¿no?

- Supongo que sí. Estoy seguro de no ser el único escritor que vuelve ahí, a ese planeta, una y otra vez. Pero más que la adolescencia me interesa la infancia. La adolescencia es como la postdata de la infancia.

- ¿Y cómo fue que te encontraste con la ciencia ficción? ¿Fue de chico, también?

- Sí, desde muy chico. Mi primer contacto, claro, pasó por los cómics y las películas. Pero enseguida descubrí la colección Minotauro editada por Paco Porrúa, y de allí pasé a Bradbury, Dick, Sturgeon, Vonnegut.

- ¿Hoy cómo evalúas esas lecturas? ¿Soportan el paso del tiempo?

- Como en toda literatura, hay de todo. No volvería a leer nunca a Asimov; pero cada relectura de Dick o de Vonnegut o de Ballard -escritores que tal vez no sean estrictamente sci-fi- no deja de depararme sorpresas y alegrías y renovada admiración.

- Sobre eso mismo, al final de El fondo del cielo cuentas que has releído varias veces a Kurt Vonnegut y que Matadero Cinco es uno de tus libros de cabecera...

- Vonnegut para mí es un prodigio de técnica y de gracia pero, fundamentalmente, es una voz querida. Es alguien que, cada vez que lo leo, lo siento como sentado frente a mí, contándome una buena historia e iluminándome con su visión de todas las cosas de este mundo y del universo. Es lo que debe ser un escritor. Una de las grandes alegrías de mi vida ha sido darle las gracias por todo una mañana de frío y nieve en Iowa.

- ¿Conociste a Vonnegut?

- Sí, yo estaba en el International Writing Workshop y me enteré que, bastante seguido, Vonnegut iba a Iowa a visitar a unos amigos suyos. Así que averigüé dónde vivían y casi todos los días iba a un café que quedaba frente a su casa a montar guardia. Un día, durante una nevada, lo vi llegar. Era grande como un oso y salí corriendo del café. Le expliqué qué hacía allí y le di un ejemplar de Historia argentina, diciéndole que él aparecía en ese libro y que ese libro jamás habría sido escrito de no ser por él. Me miró sonriendo y me dijo: "Esto es de lo más fuerte que me ha sucedido en la vida". Yo le contesté que, seguro, más fuerte había sido sobrevivir al bombardeo de Dresden. Lo pensó unos segundos y me dijo: "¿Te parece?". Y siguió su camino.

- El fondo del cielo también es una novela bastante gringa. O al menos con personajes gringos. ¿No te costó situarte en ese contexto?

- ¿Qué es una novela "bastante gringa"? La verdad es que yo no pienso en esos términos cuando escribo una historia. En cualquier caso, me hubiera resultado imposible contar esta historia desde Buenos Aires o Barcelona. La trama respondía a ciertos parámetros de la historia del género que sólo se dieron en Estados Unidos. Y, no, no me costó la parte "importada" del asunto. Aclaro, de paso, que nunca pensé en Ana Karenina como en una novela rusa...

- ¿Y fue un problema botar muchas páginas a la basura, esos "lanzamientos frustrados", como les dices tú?

- Lo cierto es que fue un proceso de aprendizaje porque, hasta ahora, yo tendía a ser más inclusivo que exclusivo. A sumar y no a restar. A expandir y no a contraer. No diría que ahora soy un escritor distinto al que era antes de El fondo del cielo, pero sí un escritor más sabio y curtido.

- ¿Ser un escritor más sabio y curtido tiene que ver con aprender a cortar? ¿A saber cuándo callar?

- Exacto. En un momento de El fondo del cielo un personaje lo dice más claramente: "Escribir largo es como leer, escribir corto es como escribir". Lo que no implica que no haya libros largos en mi futuro pero, seguro, después de El fondo del cielo tendrán otra frecuencia de longitud.

"Ahora soy un escritor más sabio y curtido"

Barcelona y el ruido de los turistas

- Este año cumples una década en Barcelona, la capital de las letras hispanoamericanas. ¿Cuál es tu recuento literario y personal después de 10 años allá?

- Nunca la percibí como capital de nada. Me parece que se la ve más así desde afuera. Yo no llegué aquí para publicar, sino para escribir. Y creo que la pauta de una ciudad a un escritor se la dan los libros que allí escribió. Yo ya llevo tres que me gustan, más las revisiones de todos los anteriores e infinidad de prólogos y ensayos y artículos. Me parece un buen balance. Además, Barcelona tiene mar y montaña. Lo que te quita de encima esa preocupación de tener que ir de tanto en tanto al mar y la montaña. Y, a la hora de la verdad, Barcelona es, por encima de todo, la ciudad donde nació mi hijo.

- ¿Y te ha cambiado mucho ser padre?

- Aquel al que el nacimiento de un hijo no lo cambie es, me temo, pariente cercano de HAL 9000, la computadora de 2001: Una odisea en el espacio. Peor: del astronauta David Bowman, alguien con mucho menos sentimientos que HAL 9000.

- Supongo que tienes rutinas en Barcelona, lugares favoritos...

- Las librerías: La Central y Laie. Y, sí, tengo rutinas. Pero son tan rutinarias que hasta a mí me aburren. No he conseguido aún, eso sí, marcarme una disciplina diaria para escribir. A ver si con el próximo libro…

- ¿Y por qué hace poco decidiste cambiarte a Vallvidrera, en las afueras de Barcelona?

- Porque cada tanto hay que moverse y vivir junto a La Pedrera ya era insoportable por el ruido que hacían los turistas. Vallvidrera está a casi minutos de tren del centro de Barcelona, pero es como si estuviera a años luz de distancia, en otro planeta. Por otra parte, me temo que he hecho realidad para mí el mito y la mística del escritor cheeveriano de los suburbios. Es una buena vida, la verdad.

Libros "retocables"

- Casi coincidiendo con El fondo del cielo reaparece Historia argentina, pero esta vez con cambios y un capítulo nuevo...

- Digamos que me gusta aprovechar cada resurrección para hacer ajustes y agregar algo. Me cuesta pensar en que algo -sobre todo algo mío- no pueda mejorarse. Así que allí voy de nuevo. Cuando llegue el turno de El fondo del cielo, me temo que no habrá mucho que hacer, salvo agregar cuatro o cinco frases que tengo apuntadas por ahí. Es, junto a Esperanto -pero por motivos muy diferentes-mi libro menos "retocable", pienso.

"No hay ente más extraterrestre que el amor. El amor es un alien. Algo que viene de afuera y se te mete adentro. Y hace estallar tu pecho. Me propuse escribir una historia de amor como fin del mundo".

- ¿Y cómo ha cambiado tu lectura de Historia argentina considerando que la publicaste a los 27?

- Tengo una muy buena relación con mi primer libro. Me sigo reconociendo en él. Me divierte. Además, fue un libro muy afortunado y, desde el punto de vista crítico y comercial, un debut inmejorable. Así que no tengo nada que reprocharle y muchas gracias por todo. El fondo del cielo -que, objetivamente, me parece mi mejor libro y que también podría llamarse Historia universal- no podría haber sido escrito de no haber escrito antes Historia argentina.

- ¿Por qué? ¿Algún nexo especial entre el universo y Argentina?

- Me parece que está bastante claro en el último relato de mi primer libro. Ahí está y de ahí sale todo y, además, en esas páginas ya hay ciencia ficción y la idea de un propio futuro, el mío, marcado a fuego y láser por la potencia unplugged, pero tan eléctrica de los libros. Cada uno de mis libros es un mundo diferente, pero comparten un mismo universo y una misma idea de la literatura. Lo curioso es que tanto Mantra como Jardines de Kensington y El fondo del cielo son el tipo de libros que yo imaginaba como mínimos cuando aún fantaseaba con ser escritor.

- Tú también escribes artículos para la prensa. ¿No te ha llegado a agobiar escribir para tantos medios?

- Cada vez leo menos diarios y revistas. Ya casi no compro revistas de rock o de cine. Y me sigue interesando escribir para la prensa, pero tal vez debería hacerlo menos. O dejarlo por un tiempo. Algo así como hacer una cura de desintoxicación. Hay momentos en que es como no tener vida privada. Por ejemplo: acabo de terminar de leer la nueva y formidable novela de John Irving. Y mientras la leía ya andaba pensando en cómo la titularía, en cosas que diría… Si alguien sabe dónde queda el botón de Off, que me avise, por favor.

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