2006
Junio
Veo "Lost" en El Tabo. Me obligan. He intentado escapar de la moda "Lost". Canal 13 lo da los domingos. Revienta el rating. Luego me doy cuenta de que debe ser el capítulo 8 ó 9 de la primera temporada. Por ahí se ve el recuerdo de un oso polar. Alguien tortura a alguien. Parece normal. La selva luce como el desierto de Mad Max, llena de cosas filosas para hacerle daño al otro. Todo estos náufragos, lo sé, van a volverse locos.
Imposible entender lo del oso polar. O lo del monstruo del humo.
¿Qué hay en la escotilla? ¿Quiénes son "los otros"?
Julio
¿Quién es el héroe?¿El doctor?¿El estafador?¿La mujer que arranca de la policía? ¿El hombre en silla de ruedas que ahora camina? Todos están demasiado dañados. La isla exterioriza sus traumas, despliega sus fantasías. Por supuesto está el 9-11 acá. Los sobrevivientes se pasaron de las Torres Gemelas a una isla en el desierto. El cast está hecho así. El océano Pacífico es irrelevante. "Lost" cuenta la vida de quienes iban en los aviones que chocaron con las torres, fantasea sobre ese futuro posible. No está mal. El horror proviene de ahí, de ese trauma.
Agosto
Le deberían pagar derechos de autor a Bioy Casares.
A raudales.
La banda de Charlie, el rockstar de "Lost" me recuerda a The Vines. Podría ser The Strokes, pero en realidad es The Vines. Mala cosa. Se cayeron. Además, nadie puede creer que un hobbit sea un adicto a la heroína en rehabilitación.
Los diarios están felices de que Jorge García, que hace de Hurley, sea chileno. Lo entrevistan y le preguntan por Chile. Habla de las empanadas. Camp. Patético.
Septiembre
Terry O'Quinn. El actor que hace de John Locke aparecía antes en "Millennium". Interesante combinación de seriedad pétrea y moralidad escurridiza. Una teoría: actúa como el Kurtz de Conrad/Coppola antes de volverse loco. Yo siempre lo he odiado. Tras esa sonrisa franca se esconde una serpiente, se esconde el horror.
Lo obvio es que todo debería ser una ilusión de Hurley. La serie debería empezar y terminar en ese misterio: en un trip, una historieta, un sueño.
En eso consiste el objetivo de la serie: en volar una puerta. Es genial. O pésimo. Me quedo pegado los domingos para ver una serie en que un grupo de idiotas van a volar una escotilla para ver qué diablos hay dentro.
Octubre
Déjà vu. Los primeros minutos de la temporada corresponden a Bioy Casares y "La invención de Morel": "Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que debía protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me despertó un fonógrafo".
Diciembre
Anotación de madrugada un domingo: el mecanismo del flashback resulta interesante, pero en el fondo es aburrido, repetitivo. "Lost" se debate en una suerte de confusión estructural: cuenta una historia de horror de náufragos mientras aborda la vida de los personajes desde diversos géneros. En cierto sentido, "Lost" habla de los fetiches fantásticos de ciudadanos con vidas aburridas y demasiado tiempo libre. Habla del deseo de aventura en una sociedad a la cual ya no le queda otro territorio por conquistar que no sea el propio tedio. Mientras, capítulo a capítulo, sugiere la amenaza de una conspiración global, la imaginería de un mundo donde todos estamos conectados por un plan secreto. Los encuentros de los personajes, la interacción entre ellos y los espectadores develan esa necesidad de aferrarse a ese plan -que en el fondo es el relato, que en el fondo es la ficción- como un modo de revertir la soledad de lo real. Quizás ahí radique el misterio de "Lost", la razón de por qué semana a semana vuelvo a ella.
Sawyer lee.
Fragmentos del diario íntimo de un náufrago de Lost
2007
Enero
La tortura. En "Lost" se tortura todo el tiempo. Emocional y físicamente. Secuela post-11, me imagino. Efecto colateral y cotidiano del gobierno de Bush.
Me aburren "los otros".
¿Es un mesías el niño Walt?¿O el bebé recién nacido? Siempre es bueno eso: la amenaza de un elegido y que haya dos o tres o cuatro profetas en una serie de televisión.
Marzo
Bien Desmond Hume, el tipo que estaba bajo la escotilla. Un héroe humano. Un héroe kafkiano. Kafka en la jungla: "Ante la ley" actualizado en una versión ecuatorial y posnuclear: Finalmente su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz o si sólo le engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que brota inextinguible de la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado".
Me aburro de la segunda temporada. Desaparece en el misterio, la tensión, la complejidad. Vuelvo ocasionalmente. "Lost" ya no es lo que era. Efectos de tener a Jeph Loeb en el equipo durante esta temporada. Odio a Loeb. Menos mal que lo echaron o se fue solo y terminó haciendo ese bodrio llamado "Heroes". Loeb mata todo lo que toca. Sus cómics son un asco. O están escritos para niños de 12 años. O explotan la nostalgia. Dicen que ahora entra el escritor de cómics Brian K. Vaughan: su "Y: The last man" es notable, su "Ex Machina" también, sobre todo por el montaje temporal. Aún así, no creo que vea la tercera temporada.
Noviembre
Decido no ver más "Lost". La tercera temporada es un asco.
2008
Marzo
Le digo a un amigo que me salté la tercera temporada de "Lost" y él me dice que recapitule, que la cosa se pasó de Bioy a Vonnegut. Que "Lost" se transformó en "Matadero cinco". "Es la mejor adaptación de ese libro jamás hecha", me dice en el patio de la universidad. Puede ser: veo "La constante" en el cable sin entender demasiado. Ahí, Desmond viaja por el tiempo. Le sangra la nariz. Se pierde y se encuentra una y otra vez. Se encuentra y desencuentra con Penny, su amante. Penny es Penélope, por cierto. Desmond es un Ulises perdido en el continum espacio-temporal. Secuestrado por la conspiración Dharma. Hay ecuaciones. Hay un científico loco, que tiene la pinta de rockstar que el hobbit ése no tenía. Hay un villano, que es el padre de la chica en cuestión. Luego llega la Navidad. Todo es perfecto, matemático, terrible. Déjà vu dickensiano: el viaje en el tiempo como un cuento de Navidad.
Abril
¿Quién es el héroe? ¿El estafador? ¿La mujer que arranca de la policía? ¿El hombre en silla de ruedas que ahora camina? Todos están demasiado dañados. La isla exterioriza sus traumas, despliega sus fantasías. Por supuesto está el 9-11 acá. "Lost" cuenta la vida de quienes iban en los aviones que chocaron con las Torres Gemelas, fantasea sobre ese futuro posible.
Está Benjamin Linus. No sé qué se habrá escrito de Ben Linus. Porque ¿quién es Ben Linus? Linus es lo mejor que ha dado la televisión en los últimos años. Michael Emerson lo interpreta a la perfección. Linus es un personaje sacado de una cinta de David Lynch. Recuerda tanto a Dean Stockwell como a Robert Blake: su rostro es una máscara mortuoria y la capacidad que tiene para conmovernos proviene de cómo en el fondo Linus, más que nadie, es "Lost": la emisión de una especie de onda negativa sobre las cosas y el paisaje, la sensación de un peligro eléctrico en las cercanías, la ambigüedad del lenguaje desnudo. Ah: Linus aparece golpeado casi todo el tiempo. Con la cara rota. Los demás responden a él con violencia, le pegan hasta desfigurarlo. Pero parece que le gusta. Linus es, en el fondo, un masoquista.
Otra genialidad de Linus. Se registra en un hotel como Dean Moriarty.
Junio
Tomo nota de cosas al azar en esta temporada: un esqueleto de oso polar, una máquina del tiempo, un teléfono satelital que no funciona, la camisa sucia de Jeff Fahey, el sexo casual entre Sawyer y Kate, la cara de loco de Jack, la cara de loco de Locke, unas cuantas explosiones, Sayid matando al por mayor, Hurley en el hospital, ojos que se abren ante el vacío, una banda de mercenarios, padres desconsolados, hijos muertos, el monstruo del humo desatado; la sensación de la pérdida de cualquier coherencia, como si "Lost" fuera una casa llena de juguetes. Una versión hipertrofiada de las fantasías de ciencia ficción de un mundo destruido. Es lo que viene después del Apocalipsis de la cultura pop y la ciencia ficción, cuando no se sabe qué hacer con ella.
Imposible no perderse. "Lost" es un laberinto. Un laberinto hecho con los fantasmas que ve Hurley en el psiquiátrico. Los fantasmas acuden a él y lo acompañan. Todo vuelve en "Lost", una y otra vez. Todo se repite. Todo se enreda. "Lost" se retuerce hasta hacer que sus únicos puntos de fuga sean las explosiones de violencia catártica: el carguero que explota en el último capítulo, el asalto de la milicia a sueldo, las balas que Sayid les pone a sus enemigos, la imagen de Linus con una vara aporreando gente. Entremedio están los muertos; entremedio está la trama; entremedio, la sugerencia de que haya poderes ultraterrenos en la isla: ese tal Jacob que administra su presencia con cuidado, como un dios que sabe cuándo prender una zarza ardiente ante sus fieles.
Si te sangra la nariz en "Lost", no es la cocaína, es que estás viajando en el tiempo.
Todo termina con una explosión. Todo se acaba acá. El final de la cuarta temporada es notable. Locke termina muerto en el futuro. El carguero explota. Linus desciende a un pozo y mueve una palanca y la isla desaparece. Los sobrevivientes miran todo desde un avión. Ya no hay nada. El mar se extiende en el horizonte como un futuro lleno de promesas falsas.
Fragmentos del diario íntimo de un náufrago de Lost
2010
Enero
Veo la quinta temporada en dos días. De un viaje. "Lost" no se puede ver en televisión. El ansia convive con el abatimiento. Mejor una sobredosis de capítulos. Quizás ésa es la única forma de ver la serie. De un viaje. Sin tregua, intentando amarrar las imágenes de esta temporada: otro avión cae sobre la isla; un disco rayado repite el mismo loop; los personajes que viven separados en 1954, 1977 y el presente; la sombra del cadáver de Locke que los amenaza a todos; la cara de Linus, que nunca deja de estar manchada de sangre; los raptos de fe de Jack, que son tan aburridos como innecesarios; la cara imbatible de Richard Alpert; las velas encendidas en esa iglesia en cuyo altillo Eloise mira un péndulo que describe el movimiento secreto del mundo; la histeria de Kate, que se comporta como una Ingrid Bergman posnuclear; la melancolía asesina de Sayid; un ataúd en una carnicería; los fantasmas de Hurley, quien lee en el aeropuerto un trade de "Y: The last man"; la sensación ominosa de la figura de Jacob, el dios misterioso que se pasea por la isla. Por supuesto, hay momentos en que todo pierde el sentido y luego vuelve a recuperarlo. "Lost" se demora en ser psicotrónico pero cuando lo consigue, se agradece: al final los héroes lanzan una bomba H sobre un foso, donde se produce una singularidad espacio-temporal. Suena a "Doctor Who", pero es "Lost". Al final, todos chocan contra todos como si una vieja frase de un single de The Smiths se convirtiera, veinte años después, en el mantra secreto de la serie: "Será la bomba lo que nos mantendrá unidos".
Benjamin Linus es lo mejor que ha dado la televisión en los últimos años. Su rostro es una máscara mortuoria y la capacidad que tiene para conmovernos proviene de cómo en el fondo Linus, más que nadie, es "Lost".
La mejor frase de la temporada. Sawyer a Jack, en el último capítulo: "Arruinaste las cosas la primera vez y ahora quieres detonar una bomba para tener una segunda oportunidad".
La muerte en "Lost" es como la de los cómics. Puede revertirse en cualquier momento.
Y está el último capítulo, que resume quizás la serie. Esos momentos finales en que Linus acuchilla a Jacob, el dios secreto que controla los hilos de la serie. Algo pasa acá. Sí, en algún momento estalla una bomba H, pero es acá cuando uno comprende finalmente "Lost". O cree comprenderlo por un rato, antes de que la temporada final amarre o destruya todo: "Lost" siempre trató de padres e hijos. De lo que los padres les hacen a los hijos. De esos desastres. De hijos a la deriva que son sacrificados y asesinados por sus padres en una isla, pero también a lo largo del mundo. "Lost" trata de la venganza de los hijos sobre los padres mientras intentan no convertirse en esos monstruos prefigurados por ellos. Eso estaba susurrado en las vidas de Sawyer, Locke, Kate y Jack, en tanto racconto de sus miserias, pero acá, sobre el final, queda más claro como si todo el juego estructural de referencias y citas quedara desnudo como metáfora: al fin de la quinta temporada un acólito asesina a su dios. Es Abraham rebelándose contra Dios pero también una metáfora brutal -filmada con una fruición algo gore- de cómo un hijo levanta la mano contra la ley injusta del padre, como si en ese gesto de rebelión hubiera una catarsis, una promesa inútil de futuro, de la vida que vendrá.
Quiero una bomba H marca Dharma.
* Escritor, autor de Música marciana