Por Antonio Díaz Oliva Junio 4, 2010

© Nicolás Ábalo

Era la forma de creerse Michael Jackson, el rey del pop. De pequeño, luego de cada clase de gimnasia, Álex Anwandter Donoso (27) se subía sus calcetines blancos y se dejaba las zapatillas negras del uniforme. Así, por unos minutos, caminaba como su ídolo, al salir del colegio. "También intentaba hacer el moonwalk frente al espejo", dice Anwandter, sentado en un desvencijado sillón de su casa, ubicada cerca del metro Santa Isabel. Un barrio lleno de casonas antiguas, talleres mecánicos y esos viejos almacenes de barrio que parecen parte de la serie Los 80. Y ahí, en el segundo piso de una tranquila vivienda de madera, Anwandter vive entremedio de muchos teclados, muchas guitarras y muchos más discos. "Pero obvio: nunca funcionó. A los seis años nadie puede hacer el moonwalk. En verdad, nadie puede hacer el moonwalk como Michael Jackson. Nunca".

En todo caso, minutos antes de que la conversación derive en el rey del pop, la atención de Anwandter se centra más en el té que prepara. Y en hablar de su último periodo en Teleradio Donoso. "En esa época no dormía bien, no comía bien", cuenta. Con esa época, se refiere al tiempo en que trabajaba minuciosamente en el segundo álbum de la banda. Bailar y Llorar (2008) le valió buenas críticas gracias a un sonido más bailable -con reminiscencias a los Jackson 5- luego de su rockero debut Gran Santiago (2007). También, significó un estrés para el músico. "Así que ahora aprendí a comer y dormir", dice mientras trae el té en una bandeja y porcelana que parecen sacadas de Casa&Ideas. Él, a su vez, se sirve un vaso con leche caliente que sorberá tímidamente entre respuesta y respuesta.

Hoy Anwandter no está tan preocupado de ser un detallista incansable. De que todo esté milimétricamente perfecto. Le importa pasarlo bien. Con Odisea, su disco solista recién editado esta semana, quiere eso: desmarcarse un poco de la careta que llevaba. La imagen del riguroso del pop nacional que componía, tocaba, cantaba, producía, mezclaba, masterizaba y hasta dirigía los videoclips en su grupo. Hoy, digamos, Álex es más bien un divo con ganas de bailar. Un pequeño divo, si se quiere. Uno a la medida de la industria nacional y que ya tiene un creciente fan club en torno a él. En otras palabras: si con los años Gepe se ha posicionado como la figura del cantautor sanmiguelino relajado que rasguña lentamente su guitarra de palo, Anwandter está más cerca de las luces de neón, los pasos de baile y la figura de un cantante de soul que cautiva las miradas femeninas. Así las cosas, Anwandter sabe que para lograr su propio estilo musical tiene que escuchar a una sola persona: a él mismo. "Siempre a la gente le importa más el que canta. Por eso, no creo que se me haga muy difícil el comienzo de esta carrera de solista. En Teleradio, obviamente, era el que recibía más atención dentro del grupo".

"Siempre a la gente le importa más el que canta. Por eso, no creo que se me haga muy difícil el comienzo de esta carrera de solista. En Teleradio era el que recibía más atención".

Sigue teniendo cuidado a la hora de vestirse. Tanto en el escenario como en su hogar. No es esa mezcla entre Elvis Costello y Buddy Holly que cultivó durante sus primeros días, pero sí usa un tipo de vestimenta que igual resalta y que le debe tanto a la moda new wave como a grupos neoyorquinos contemporáneos tipo The Rapture. Y si su imagen estilística cuando está puertas adentro va en sintonía con lo que sucede puertas afuera, algo diferente pasa cuando lo escuchamos hablar. En el transcurso de esta entrevista, no hay rastro de ese "autoritarismo" que algunos le adjudicaron. De cuando estaba al mando de Teleradio. Al contrario: de ese periodo, prefiere no ahondar demasiado. "No escucho Bailar y Llorar. Cuando lo hago, se me pone a tiritar un ojo".

- ¿Tan cansado terminaste?

-Sí. Y tampoco escucho Gran Santiago. Es como mirarse en el espejo. O mirar una foto de uno de antes. Igual a veces es inevitable: uno se topa con una canción y la escucha y es como "oh, qué buen tema". Pero no es el tipo de música que haría hoy.

El último destello

Secuencia de imágenes de mediados del año pasado: Álex Anwandter vestido de impecable etiqueta y cantando "Purple Rain". Moviéndose frente a un Teatro Oriente repleto. Gritando esos versos de Prince que terminaron siendo bastante proféticos sobre el futuro de su banda: "Es tiempo de que busquemos algo nuevo/Eso va para ti también/Dices que quieres un líder/ Pero parece que no puedes decidirte".

Lo del Teatro Oriente fue el último destello de Teleradio Donoso. Una noche en que tocaron por casi dos horas, invitaron a algunos músicos pares (Francisca Valenzuela, Gepe) y desplegaron un show minuciosamente armado y pensado durante meses. Tal vez ése fue el mejor momento del grupo. Pero, claro, la mayoría de las veces las cosas en la industria musical nacional siempre cuestan. Y, en un caso como éste, hasta se vuelven simbólicas. "La gente no entiende mucho esto, pero uno gasta más plata que la mierda para que todo salga bien", dice. "O sea, en el Teatro Oriente nosotros perdimos como 60 mil pesos. Que es poco. Pero a mí me decían: 'Sólo perdimos 60 lucas'. Y yo decía 'cómo chucha, esta huevada estaba llena'. No cabía nadie más en el Teatro Oriente e igual perdimos dinero".

El puntapié final de Teleradio Donoso, en todo caso, ocurrió varios meses después. Luego de un viaje de dos meses por Europa, Álex Anwandter llegó con las cosas claras. Más que vacaciones, aquel tiempo en que recorrió París, Berlín y parte de Suecia le sirvió para meditar. Así, apenas pisó Chile, canceló todo lo que el grupo tenía programado, se juntó con los otros dos miembros y les dijo que la banda se acababa.

alex

Odisea/N° track: 10/Precio: $6.900/Sello: Oveja Negra

Como parte de una familia de descendencia alemana, el padre de Anwandter llegó a Chile de Brasil a los 26 años. Álex nació en Chile, estudió en el Santiago College, y cuando salió del colegio  intentó seguir Psicología. Se aburrió al poco tiempo. Probó suerte en la Escuela Moderna de Música. Tampoco le fue mejor. Anwandter se sentía amarrado a los libros (de teorías, unos; y de partituras, los otros). Por esos años, conocería a Martín del Real (guitarrista) y a Juan Pablo Wassaf (baterista). Con ellos, iniciaría la primera formación de lo que, en el 2005, derivaría en Teleradio Donoso. Actualmente, en muchos sitios web se lee que supuestamente el músico también vivió sus primeros años en tierras brasileñas. Algo que, aclara con una risotada, nunca fue así. "Internet está lleno de artículos que dicen cosas que no son verdad. Y es heavy, porque en la red existe esta cultura que genera agresividad", comenta. "Una mentira que se difundió mucho es que yo, cuando chico, iba al centro a comprar casetes de Astor Piazzolla. Eso es una mentira enorme". Pese a que tuvo clases de violín desde chico, nunca quiso ir a un conservatorio (como consignaban algunos sitios).

Los libros nunca fueron lo suyo. Dice que lo único que aprendió en clases de biología "es que el chicle da hambre". Lo que le gustaba eran los idiomas. O las clases de historia. "La onda de la Segunda Guerra Mundial a mí me encanta. Es algo medio freak. Estoy obsesionado con el día D. En ese tipo de temas me meto profundamente".

-¿Y qué tan autoexigente te encuentras?

-Mucho. No lo puedo evitar.

-¿Pero has hecho algo para mesurar eso?

-Sí. Es que bueno: ahora encuentro que se pueden separar las etapas. El problema no es ser autoexigente, es ser autoexigente durante el proceso creativo. Ahí se transforma en autocensura. Se cortan las ideas para que sean "mejores" o "perfectas". Y eso es contraproducente.

Entonces Álex Anwandter toma una pausa larga. Medita. Y luego dice: "O no sé. Puede que ser un nazi de las ideas sirva". Y ríe antes de volver a su vaso con leche caliente.

Una fiesta en su iPod

No hay que ser un erudito en el tema para darse cuenta: en Odisea no hay guitarras. A diferencia de los dos discos que catapultaron a Teleradio Donoso como un referente musical, acá las cuerdas brillan por su ausencia. Pero tampoco hacen falta. Porque a cambio de eso hay máquinas. Muchas máquinas que hacen bailar. Así, si Javiera Mena es esa creadora de canciones entre lo indie y lo AM, y Francisca Valenzuela es una facturadora de pop pegajoso que cala hondo en un público menor de edad, lo de Anwandter va más por el lado de Michael Jackson. Un pop de calidad, sí, pero también más experimental.

Por eso mismo -y en busca de un referente dentro de la historia musical chilena-, lo más cercano que podemos hallar es la carrera solista de Jorge González. A saber: tanto los discos del ex líder de Los Prisioneros como el de Álex tienen hartas máquinas, poco o casi nada de guitarras, y, digamos, son más íntimos en sus letras. Álex se ríe de la comparación. "Sólo he escuchado el primero de sus discos. Y sí, es bueno, pero no me gusta tanto. Me parece que está un poco sobreproducido. Esa onda de los 90. Eso medio Emilio Estefan. Como que González sufrió eso. A mí me interesa quedarme más en los momentos de baile y no tanto en un formato de canción más radial".

Y tal vez la pista central de cómo van a ser los shows de Anwandter de ahora en adelante está en la portada de Odisea. La imagen de Alex haciendo un paso de baile -extremadamente similar a los de Michael Jackson- en medio de un servicentro vacío a medianoche. Esa imagen, que bien podría conectarse con la del escolar de seis años que, frente al espejo de su casa en La Dehesa, intentaba infructuosamente hacer el moonwalk. Ese que, desde chico, ya tenía algo de divo. "Imagina esto: estoy sobre el escenario con un iPod", dice, adelantando este nuevo Anwandter modelo solista. "Aprieto play y agarro un micrófono y me pongo a cantar. Y luego me meto a bailar entre medio del público. No sé si les va a gustar. Pero, por lo menos yo, lo voy a pasar chancho".

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