Por Antonio Díaz Oliva Noviembre 12, 2010

Viene llegando de Buenos Aires. Es domingo por la tarde y el aeropuerto de Santiago luce vacío. Ahí, en ese paisaje, es donde Alberto Fuguet (46) camina con un carrito con bolsos encima. No es difícil inferir que éste es uno de esos ambientes donde el escritor y cineasta se siente más a gusto. Como un pez en el agua. Nada de raro: tempranamente los aviones y los viajes se volvieron algo cotidiano en su vida. Es más: sus memorias más importantes suceden en aeropuertos.

El inicio de todo, claro está, es en LAX Los Ángeles. Fuguet recuerda cuando -en los años 70- iba a buscar gente. Cuando sus abuelos lo iban a ver a California, donde pasó casi toda su infancia. Hay otros, por supuesto. Ahí está el aeropuerto de Río de Janeiro, el lugar donde fue de gira de estudios en tercero medio y le tocó una espera de doce horas. O el de Asunción donde, de igual manera, estuvo varado con sus compañeros en el mismo viaje. "Fueron como dos días en una suerte de limbo: no estuvimos en el aeropuerto, sino en un hotel que quedaba a las afueras. Y nunca fuimos al centro. Nos quedamos en un hotel con casino, gente de 17 años tomando licor. Era una especie de no-lugar". Ése sería el escenario que, años más tarde, usaría para empezar "Mala onda". Mezclaría las memorias del aeropuerto de Río de Janeiro con las de Asunción en ese momento en que Matías Vicuña mira (y pela), distanciadamente, al resto de sus compañeros.

De vuelta de Argentina, donde presentó "Missing", a Fuguet todavía le parece raro que ese libro siga haciendo ruido. Ya saben: el libro sobre su tío Carlos Fuguet -la oveja negra de la familia- que se perdió en Estados Unidos. El mismo que, para muchos, hizo ver a Fuguet con otros ojos, en lo que se ha calificado como un segundo aire en su carrera ("¿segundo aire? O sea, sí, claramente es un cambio de folio", reconoce). Así, luego de esa novela, que cruzaba los hilos de la ficción y la no ficción libremente, se puso a trabajar en un proyecto de bajo perfil. O unplugged, como le gusta decir. "Aeropuertos" (editorial Alfaguara), una novela fragmentada que nació a partir del corto "Dos horas" y que -no podía ser de otra manera- ocurre entre aviones, encuentros y despedidas.

Sobre los hombros de Bolaño

Así, una advertencia: Alberto Fuguet está agotado. Viene de hablar y responder entrevistas sobre "Missing" a muchos medios argentinos (fue portada en el suplemento cultural de Página 12, Radar Libros). Por eso, advierte que es la primera vez que habla de "Aeropuertos", su nueva novela que por estos días promociona en Chile. Dice que es un libro que -hoy- mira como una preparación para su próximo proyecto, "Matías Vicuña", la segunda parte de "Mala onda". Y también la mira como una respuesta a "Missing". A ese éxito y buena crítica que obtuvo aquel libro, algo a lo cual Fuguet no estaba acostumbrado. "Siempre supe que 'Missing' sería un libro grande. Y después de un proyecto grande, siempre me ha gustado lanzar algo más breve. Por eso con 'Aeropuertos' no me interesa competir con 'Missing'".

"Con 'Missing' yo pensé que me iba a ir mal. Pero estaba dispuesto a bancarlo porque había encontrado a Carlos, mi tío. Además, lo había pasado bien escribiéndolo. Lo pasé muy bien".

Lo cierto es que, por distintas razones, puede que "Missing" sea un fenómeno aislado dentro de la obra de Fuguet. Y él lo sabe. Sabe que, con sus títulos anteriores, no era común que recibiera halagos como el que sigue: "Gracias por 'Missing': es una gran novela verdadera. Y cuanto más ficción, más verdadera. Fuguet está parado todo el tiempo tambaleándose sobre los hombros del mejor Bolaño. Del de 'Últimos atardeceres...', el de 'Fate'. Es un gusto verlo bailar así, con su verdad en brazos. Gracias, Fuguet, por volver a este lado del mundo". La frase -contundente como pocas- corresponde a Fogwill. Y es lo que por estos días encuentran los argentinos en una de las solapas cuando van a comprar "Missing". Fue una de las últimas cosas que el autor de "Los pichiciegos" escribió antes de morir. Y demuestra lo bien que ha sido recibida "Missing", no sólo en Chile. Eso, claro, pese a que Fuguet pensaba que le iría mal. Muy mal. "Yo creía que la gente iba a decir 'onda a quién le importa la vida de este hueva'. Así como yo pensé que 'Mala onda' iba a ser como the new 'Catcher in the rye', pero al final fue muy mal recibido. Aunque no tanto como 'Tinta roja'. De hecho, me acuerdo perfectamente lo que dijo La Época sobre esa novela: 'Fuguet compra pebre en el Esso market'".

-¿Quién escribió eso?, ¿te acuerdas?

-Sí. Guillermo Tejeda. Porque "Tinta roja" fue el primero de mis libros, que yo pensé que iba a poder conquistar a la crítica. Lo hice para demostrar que no era "extranjerizante", como me atacaban. Que yo podía escribir distinto. Con "Missing" yo pensé que me iba a ir mal. Pero pensé que estaba dispuesto a bancarlo porque había encontrado a Carlos. Además, lo había pasado bien escribiéndolo. Lo pasé muy bien.

Fuguet en tránsito

Por favor aterrizar

1992. Les seguimos la pista a dos jóvenes: Francisca Infante y Álvaro Celis. Francisca queda embarazada de Álvaro (no son, formalmente, novios). Discuten largamente sobre qué hacer con la guagua. Al final la tienen. Y, por supuesto, les cambia la vida. De esa manera "Aeropuertos" es una novela que bien podría ser definida como una mezcla entre "Cortos" (2004) y "Por favor rebobinar" (1998). La historia de dos jóvenes que accidentalmente son padres y lo que pasa con Pablo, el hijo de ambos. Esa línea podría ser una básica definición de la trama. Aunque el tema de fondo es otro: la diferencia entre la generación nacida en los 70 versus la generación nacida a fines de los 80 e inicios de los 90.

El capítulo final es, tal vez, lo más extraño de toda la novela: el reencuentro entre Álvaro y Pablo en el aeropuerto de Santiago. Pablo, ahora adolescente, viene del sur y se va a Alemania por unos meses, así que tiene dos horas antes de tomar su vuelo. Álvaro aprovecha ese tiempo para que se reúnan, luego de mucho tiempo sin verse. Se juntan en el hotel que está frente al aeropuerto. Hablan. O intentan hablar, ya que la conexión entre padre e hijo es poca; los silencios son cada vez más grandes. Hay un momento que grafica muy bien la relación de los dos. Pablo le pregunta a Álvaro si fue a ver a Radiohead cuando tocó en Chile. Álvaro le dice que no. Pablo, algo enojado, le recrimina que por qué no fue, que acaso no sería lo mínimo ya que su nombre, Pablo, es en honor al primer disco de Radiohead ("Pablo Honey"). "Ésa es una de mis partes favoritas de la novela. Yo quería hablar, también, de mi generación, y ver cómo se podía envejecer tan rápido. Álvaro no es un huevón que compraba los discos en la Fusión, que escuchara las bandas alternativas que estaban de moda. Es alguien que a lo más creció con Rodolfo Roth. Es la historia de la Rock & Pop".

-La novela es sobre la generación de Álvaro, pero también se nota el interés de hablar sobre la de Pablo...

-Sí, o sea al final lo importante es saber cuándo retirarse de esto. Alguien me dijo el otro día, que el momento de retirarse es cuando tú creís que todo lo nuevo que está apareciendo es malo. O es poco interesante. Ahí, como primera medida, tenís que dejar de ser escritor o creador. Y segundo, retirarte a tus cuarteles de invierno. Onda si uno dice "nada bueno ha salido luego de Frank Sinatra", es hora de decir adiós.

"Con 'Aeropuertos' yo quería hablar, también, de mi generación, y ver cómo se podía envejecer tan rápido. Álvaro no es un huevón que compraba los discos en la Fusión, que escuchara las bandas alternativas que estaban de moda. Es la historia de la Rock & Pop".

-¿Y en qué está la secuela de "Mala onda"?

-No quiero hablar mucho de eso porque estamos hablando de un libro nuevo. Pero sí quiero hacer ese proyecto y estoy dedicado al cien por ciento a esto. O sea, estoy escribiendo y estoy reporteando. Y estoy como superenergizado, como nunca he estado. Ahí hay algo de un segundo aire. A lo único que le tengo miedo es a los artículos periodísticos, las entregas y esas charlas lateras, porque me quitan tiempo. Voy a ser sincero: no comulgo mucho con César Aira, pero me gusta esa idea de que cada libro no tiene que salir cuando uno se gana una beca. O sea, sí, tengo la beca Guggenheim que es de gran ayuda, pero al final igual era un proyecto que estaba rondando. No hay que pensarla tanto. Además, hay ciertos libros y películas que son urgentes. Eso me fascinó de "The Social Network", por ejemplo. Una película que hubiese estado bien en 20 años, pero que ahora es urgente y necesaria. Habla sobre our times. Quiero sacar esta novela en noviembre del 2011. ¿Por qué? Porque se cumplen 20 años de "Mala onda".

-Además, tienes otra película en camino ¿no?

-Sí, "Música campesina". Quiero ir a festivales, a ver qué pasa. Y dependiendo de eso, vamos a ver qué hacer después. Pero es una película más americana, tiene un canon americano, está en un ochenta por ciento hablada en inglés. Probablemente se va a dar como "Velódromo". Pero lo que sí sé, es que no voy a meterme a otra película hasta que termine con "Matías Vicuña".

Relacionados