El escritorio de Jorge Herralde (76) está metido entre rumas interminables de libros y de papeles. Ahí trabaja todos los días el creador de la influyente editorial Anagrama. De ese espacio, imposible obviar un detalle: no hay un computador en ninguna parte. Debe ser uno de los pocos editores que no tiene uno. Y eso no es un detalle: en una época altamente tecnologizada, el dueño de una de los sellos más importantes hispanoamericanos sigue aferrado al papel. Para muchos, ese pequeño dato es uno de los tantos signos de que este poderoso editor se acerca al retiro.
A él tampoco parece tomarlo por sorpresa. "Ni siquiera los editores somos inmortales", advirtió en una entrevista el 2009, cuando Anagrama cumplió cuatro décadas. Y pese a que desde hace algunos años ya se rumoreaba la posible venta de la editorial, nada concreto había trascendido. Cercano a los 80 años y sin hijos a quienes heredar el catálogo, todo apuntaba a que tarde o temprano Herralde mostraría alguna señal sobre su futuro. Y ocurrió hace unos meses, cuando la noticia recorrió los suplementos culturales y circuló rápido por la web: Anagrama y la editorial italiana Feltrinelli se asociaban. Feltrinelli pasaba a tener automáticamente un 10% del sello español, una cifra que en cinco años iría aumentando 10%. Cumplido ese plazo, los italianos se quedarán inmediatamente con el 99%, lo que dejará a Herralde con un simbólico 1%.
A Carlo Feltrinelli -hijo de Giangiacomo Feltrinelli, el fundador de la editorial- siempre le ha gustado Anagrama. Y ya le había dejado claro a Herralde que, cuando fuese tiempo de asegurar el legado de ésta, lo tuviera a él en mente. Además, el editor catalán es cercano muy a Inge, la madre de Carlo, quien hoy controla el sello italiano junto a su hijo. Por eso, más que una oferta improvisada, la alianza entre ambas editoriales fue la coronación de un flirteo que se venía dando hace tiempo. De hecho, el trato fue mutuo: "Lo hablamos por primera vez, de modo informal, en la Feria de Frankfurt del 2005", responde sucintamente Herralde a Qué Pasa. Y agrega: "Luego se llegó a un acuerdo de fondo, sin entrar en valoraciones, en la Feria de Frankfurt de 2009".
Pasaría un año hasta que la decisión se hiciera pública. Y muchos en el mercado no se sorprendieron, ya que ambas editoriales comparten valores, visiones similares e incluso autores. Lo explica bien Sergio Vila-Sanjuan, coordinador del suplemento Cultura de La Vanguardia: "La alianza tiene dos vertientes. Anagrama asegura su futuro dentro de un grupo editorial europeo cuya línea editorial es coherente con la que la firma de Herralde ha seguido durante cuarenta años. Y Feltrinelli, a su vez, se abre un espacio de calidad y prestigio en España y una plataforma importante de cara a América Latina". Pero no sólo eso: Feltrinelli es asimismo la representación de una editorial comprometida políticamente, tal como le gusta a Herralde. Una editorial que, sin ir más lejos, fue fundada por un activista de izquierda que terminaría convertido en un emblema para muchos editores europeos.
Más que una oferta improvisada, la alianza entre ambas editoriales fue la coronación de un flirteo que venía de hace tiempo. "Lo hablamos por primera vez, de modo informal, en la Feria de Frankfurt del 2005", responde sucintamente Herralde a Qué Pasa.
Un editor revolucionario
Noche del 14 de marzo de 1972. En las afueras de Milán. Sobre el suelo, un cuerpo desmembrado. Con una de sus piernas a un metro de la cabeza. Todo apuntaba a que el individuo había querido instalar una bomba artesanal que, por error, explotó prematuramente. Sólo dos días después se supo que se trataba de Giangiacomo Feltrinelli, uno de los editores más importantes de Europa.
Feltrinelli era activista del Gruppi de Azione Partigiana (GAP), con el cual planeaba dejar Milán a oscuras gracias a esa bomba que le quitó la vida. Pero su vida no se agotaba en ello. Viajaba por Europa buscando manuscritos de Engels, Marxs y Lenin, y había fundado en 1954 una editorial que, entre otras cosas, se hizo famosa por editar "Doctor Zhivago". Era distinto a sus colegas, uno de esos raros personajes del siglo XX que podía estar una mañana en Cuba, con Fidel, y la semana siguiente en Nueva York, junto a Mick Jagger y Andy Warhol. Hoy varias de sus historias se pueden leer en "Senior Service", memorias escritas por su hijo Carlos, quien sólo tenía diez años cuando murió su padre. En esas páginas, además, está plasmada la visión de Feltrinelli respecto a la industria literaria. Para él, el plan perfecto es ser dueño de una cadena que incluyera editorial, distribuidora y librerías. Y su idea se ha ido cumpliendo.
"Para los editores 'progres' de cierta edad, él es un referente, un tipo comprometido, de los que ya no quedan. Creo que para los editores más jóvenes criados en las escuelas de negocios, cuenta menos", dice Antonio G. Turbe, director de la revista literaria Qué Leer. Y ese compromiso a que hace referencia se mantiene hasta hoy en la editorial. Un ejemplo: "Vete conmigo", el próximo libro de Roberto Saviano (autor del polémico "Gomorra") acaba cambiarse de Mondadori a Feltrinelli, y la razón tiene un componente político: Berlusconi es el dueño de Mondadori, mientras que Feltrinelli es cercana a la izquierda con que simpatiza Saviano, quien por estos días lidera protestas contra el presidente italiano.
El otoño de Herralde
Alta sintonía
Para ser precisos, hay que decir que la relación entre Herralde y los Feltrinelli es de larga data, mucho más allá de las ferias de Frankfurt de estos últimos años. De hecho, el nombre de la editorial catalana viene de un libro editado Feltrinelli: "Senso e anagrama" (del crítico literario Renato Barilli). Fue de ahí donde Herralde sacó el término justo cuando buscaba un título para la pequeña empresa literaria que estaba iniciando en una España aún bajo Franco. Luego vendrían las coincidencias. "Ambas son editoriales con vocación 'europea' y que forman parte de la aristocracia editorial de este viejo continente: un grupo que tiene y sostiene alta capacidad de influencia", señala Constantino Bértolo, editor del sello Caballo de Troya.
Feltrinelli, eso sí, tuvo un cambio importante en el último tiempo. Pasó de ser la influyente editorial italiana a algo más: en 1995 abrió una de las cadenas de tiendas culturales -al estilo FNAC- más grandes en Italia. Hoy son cerca de cien. Y eso, por supuesto, es algo que atrae a Herralde. "Cada pocos meses recibo una tarjeta anunciando la apertura de una nueva librería Feltrinelli, una apuesta en la que Carlo se ha implicado tantísimo", dijo el editor catalán en un discurso que leyó en honor a Inge, la madre, a quien considera "gran colega y mejor amiga".
Por eso, pocos se extrañaron de esta que se fundieran en una alianza. A fin de cuentas, ambas editoriales tienes fines comunes. "La opción de Feltrinelli era la más lógica. No sólo porque tiene la capacidad económica para absorber Anagrama, sino porque tiene la misma línea editorial, comparten principios de edición independiente y tienen muchos autores en común en sus respectivas lenguas", dice Jovana Skármeta quien trabajó en Fernández de Castro, la distribuidora oficial de la editorial española en Chile. Y es cierto. En estos años, por ejemplo, ya se han intercambiado varios autores para traducción mutua: el español Enrique Vila Matas, el argentino Alan Pauls y los italianos Antonio Tabucchi y Alessandro Baricco.
Otro dato que avala la sintonía entre ambos sellos es que las negociaciones para sellar el pacto no fueron tan arduas. Lo confirma el mismo Herralde: "Tratándose de negociaciones entre una empresa española y una italiana, las negociaciones de los respectivos abogados para plasmar los acuerdos fueron lógicamente laboriosas. Pero el acuerdo de base fue casi inmediato".
¿Cambia Anagrama?
La historia del retiro de Herralde no es la única. Hace unos meses, Carmen Balcells, la famosa albacea e impulsora del Boom latinoamericano, vendió parte de su archivo al Ministerio de Cultura español. Al parecer, una generación de editores históricos se repliega a sus cuarteles de invierno. Y por eso, deben dejar arreglado su legado.
El nombre de la editorial catalana viene de un libro editado Feltrinelli: "Senso e anagrama". Fue de ahí donde Herralde sacó el término justo cuando buscaba un título para la pequeña empresa literaria que estaba iniciando en una España aún bajo Franco.
En el caso de Anagrama, y más allá del tema económico, está la incógnita de qué sucederá con la línea de la editorial. Si, una vez ausente su creador, se podrá mantener el mismo espíritu. En otras palabras: ¿cómo funcionará Anagrama sin Herralde?, ¿qué perderá?, ¿qué cambiará? "Me cuesta imaginar a Herralde retirado o siquiera retirándose -dice Alejandro Zambra, a quien, por contrato, le quedan varios años ligado a la editorial-. Creo que el catálogo hasta ahora ha dependido muchísimo de su gusto personal, de sus inquietudes. En la edición de mis libros, ha sido muy cercano, muy atento a cada etapa del proceso. La comunicación con Herralde siempre ha sido directa. Siempre he sentido que puedo confiar en él, incluso cuando se trata de meros caprichos míos".
Varios se tranquilizan pensando en que, al lado del editor catalán, está Eulalia "Lali" Gubern, su esposa y colaboradora más cercana. Ya está estipulado que, cuando Herralde no esté, ella será la encargada de seguir trabajando en la misma senda forjada por su marido. "Lali está presente en muchas cuestiones del día a día y se ha ocupado personalmente, por ejemplo, de la internacionalización de autores de la casa, promoviendo contratos de traducción con editoriales europeas afines", dice Sergio Vila-Sanjuan, de La Vanguardia. Jovana Skármeta está de acuerdo: "Lali es, además, quien comparte mucho con los autores en otros países, pues generalmente viaja con Jorge a las ferias. Son un equipo".
Aunque recién en diciembre pasado se hizo público la alianza, ya se sienten los primeros efectos: se confirmó que Anagrama publicará a los escritores italianos Giorgio Faletti, Niccoló Ammaniti y Francesco Piccolo. Una decisión que todo indica estaría ligada a la entrada de Feltrinelli. De todas maneras, son cinco años hasta que se puedan ver cambios rotundos en el manejo de la editorial. Por mientras, sólo se puede especular sobre qué pasará cuando Herralde no esté a cargo del sello. "Anagrama por Feltrinelli será una versión buena del catálogo, pero Anagrama 'es' Herralde y su completa dedicación a la editorial, con su esposa como brazo derecho, sin pausas, sin excepciones, sin hijos ni vacaciones", dice Skármeta. "La marca Anagrama permanecerá como sello distintivo y Feltrinelli probablemente lo mantenga en su línea de calidad", agrega Antonio G. Turbe. "Pero sin Herralde nada es lo mismo. Es como una película de Woody Allen sin Woody Allen".