Por Yenny Cáceres Mayo 4, 2011

-¿Está aquí Eliana ? Con la campanilla puedes decir sí. Un golpe, no. Dos golpes, no sé -dice la médium.

Ella aferra sus manos a los hombres que están sentados a su lado, en una mesa redonda, silenciosos y expectantes. Cuando se empiezan a escuchar los golpes, éstos resuenan en cada uno de los 230 metros cuadrados de este rectángulo enorme, con piso y paredes negras, que es la sala de ensayos del Centro Gabriela Mistral (GAM). Pero en la cabeza del director y dramaturgo Rodrigo Bazaes, en realidad estamos en una sesión de espiritismo en el Chile de los años 30.

"Yo no diseño acá", aclara, de entrada, Bazaes.

Seguro que nadie en la calle lo reconoce. Pero este tipo flaco, de pantalón de tela negro, zapatos oscuros y camisa impecablemente blanca, es el diseñador y director de arte de la película Machuca y de ese culto a la nostalgia que es la serie Los 80. Calladamente, Bazaes es el hombre que ha estado tras la reconstrucción, en nuestra cabeza, de la UP y los años de la dictadura.

El año pasado estuvo también en el diseño de los contenidos del pabellón chileno en la Expo Shanghái y en la filmación de Violeta se fue a los cielos, la última película de Andrés Wood, donde además de encargarse de la dirección de arte, es uno de los guionistas.

Así como rehúye las fotos (a menos que sean con su equipo), el trabajo de Bazaes siempre ha estado en un segundo plano, detenido en los detalles, en lo cotidiano, en ese espacio íntimo, pero invisible del hogar. El de los Machuca y los Infante. El de la familia Herrera en Los 80. Y el que recreaba en un departamento en la Expo Shanghái y que a los chinos, recuerda Bazaes, les pareció el reflejo de un país extremadamente nostálgico. Ese Chile que vuelve ahora, en la casa de una médium venida a menos en los años 30.

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-¡Mamá!, soy yo, Angelito -dice Rodolfo Pulgar.

Pulgar es parte del elenco de Antártica, que se estrena el 26 de mayo en el GAM. Si en el primer montaje de Bazaes como director, Pelo negro boca arriba indagaba en la figura del padre ausente, ahora, en Antártica, quiso explorar la relación con la madre.

Bazaes dice que cuando chico tuvo un acercamiento al espiritismo. Recuerda haber estado en una mesa, "con la mano sobre un vaso y el vaso dio respuestas que nunca entendí".

El punto de partida fue un focus group. Sí, porque Bazaes es un tipo que sabe de métodos y de planificación. Esta investigación empezó hace varios años, cuando se ganó un Fondart para la creación de este proyecto sobre la madre. Con los fondos, Bazaes contrató a una consultora de psicología para realizar un focus group, con hombres de entre 20 y 50 años. A todos se les consultó por la relación con su madre. Y se largaron a hablar.

-Nos dimos cuenta que lo que necesitábamos para el proyecto ya se había comprobado, que era el tono sentimentaloide con que los hombres enfrentan su relación con la madre.

Todo el mundo se ponía a hablar inmediatamente de su madre, de cuándo perdió su confianza, de cuándo la recuperó, con una melancolía del tiempo de la infancia. Estos hombres venían con terno a nuestra entrevista porque se habían arrancado del trabajo y luego volvían a ser ciudadanos comunes y corrientes. Pero ahí había una cantidad de historias profundas, contradictorias, a veces dolorosas o hermosas también -dice Bazaes.

Bazaes habla en plural, porque no está solo en esto. El proyecto Antártica, como se denomina este equipo, suma además a Marcello Martínez (música), Katy Cabezas (producción) y Cristián Reyes (diseño). Su paso siguiente fue postular a otro Fondart para el montaje del proyecto. Consiguieron 27 millones y la apertura del GAM, el año pasado, les permitió unir fuerzas. Antártica sería parte de una residencia artística en este centro cultural, del mismo modo que los centros culturales en Europa invitan a compañías de teatro o artistas visuales a crear un proyecto bajo su alero.

En este caso, el GAM les aporta durante diez semanas la infraestructura de la sala negra 1 de ensayo, además de la sala de teatro para estrenar la obra y remontar Pelo negro boca arriba, que tendrá una nueva temporada en junio, en un programa doble junto a Antártica. Esta residencia o "laboratorio", como le llama Bazaes, comenzó a inicios de marzo. Los actores pueden venir a cualquier hora. Y de seis a diez de la noche, se reúnen a ensayar, a discutir temas y a las sesiones con especialistas.

Teatro de los espíritus

Es un miércoles a las siete de la tarde y cuatro actores están sentados en una mesa redonda. Dirigidos por Marcello Martínez, y con ecos de la novena de Beethoven, los actores marcan las notas musicales apuntadas en una pizarra blanca golpeando la mesa con las palmas de las manos y plumones. La idea es crear secuencias rítmicas. Bazaes aún no sabe si usará esto en la obra. Recordemos, esto es un laboratorio. Tuvieron que enseñarles a leer música a los actores. Al principio costó, dice Bazaes, pero ahora esta sinfonía de manos parece tomar vuelo. En el otro extremo, descansa la escenografía de Pelo negro boca arriba.

Este modo de trabajar, investigando y experimentando, Bazaes lo heredó de sus años junto a La Troppa, con quienes participó en el diseño de Gemelos. En la medida que llega más información, todo se modifica. Es una obra en proceso, "que se está generando todavía", explica Katy Cabezas. En las paredes, hay Post- it azules. "Primeras medidas de la junta de gobierno", "Declaraciones de Alessandri desde su casa", se lee en alguno referido al contexto histórico de la obra. Otro, que quizá explica la dinámica de este laboratorio, dice: "Todos los destacados son de interés".

En la mesa de reuniones, se amontonan libros como Historia de la infancia en el Chile Republicano 1810-2010, o un ejemplar de la revista Espírita. En otro rincón está el DVD de la película Los otros. Ese día, Bazaes presenta a los actores a Alejandra Araya, quien asesoró a la serie de TVN Algo habrán hecho: "Ella trabaja con historia, con la historia de las mentalidades". Luego llega Sergio Schilling, que Bazaes presenta como "psicólogo y asesor paranormal". Ha venido dos o tres sesiones por semana. "Hay mucha bibliografía al respecto", dice a la pasada. Katy incluso consiguió que viniera un mago, Ling Fu, "para mostrarles trucos de magia". Pero claro, "aún no sabemos cuáles ocuparán", dice Katy. El día anterior estuvo un médium, el ex director de TV Sebastián Lía, que tiene un blog llamado "Yo médium".

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-No se puede molestar a los muertos para hablar de política -dice la médium.

Blanca Mallol es la actriz encargada de interpretar a la médium. Durante el ensayo, Bazaes da instrucciones, tranquilo, como un profesor paciente: "El médium de ayer nos decía que se sobreexcitaba y empezaba a sentir hiperkinesis". También aprovecha para experimentar con la dramaturgia, porque la obra no está terminada. Escribe diálogos en su casa, los trae y los prueba con los actores. Les pide una interpretación sencilla:

-Hagamos el esfuerzo de creer en la situación. Hay que confiar que el público está cerca. Menos es mejor.

Lo de la cercanía del público no es una metáfora. En Antártica, el escenario y el público estarán ubicados de una manera especial. La escenografía, con una mesa, simulará una sesión de espiritismo. A pocos metros, el público se sentará en tres filas de asientos, dispuestas en forma circular, lo que obligará a los actores a moverse y actuar en 360 grados.

El año pasado, mientras Bazaes viajaba a Shanghái, París y Buenos Aires, más de un texto sobre el espiritismo se coló en su maleta. Desde hace un año está  investigando sobre el tema, e incluso junto a los cuatro Antártica fueron a un congreso espiritista que se realizó en Chile. Para más detalles, Bazaes me pasa un folleto del Consejo Espírita Internacional, donde se lee una frase enmarcada en azul: "Espiritismo, una nueva era para la humanidad". De a poco, Bazaes da pistas de cómo conectó esta historia de la madre con el espiritismo:

-Cuando intentamos definir la relación madre e hijo llegamos a la premisa de que la madre es la que construye el imaginario de un niño, su universo afectivo y moral.  Me pregunté entonces qué pasaría si la madre fuera una médium, donde finalmente está este mundo fantástico que le ha creado al hijo.

Bazaes dice que cuando chico tuvo un acercamiento al espiritismo. Recuerda haber estado en una mesa, "con la mano sobre un vaso, y el vaso dio respuestas que nunca entendí". Ahora, cuando le tocó investigar sobre el espiritismo, se acercó con el mismo prejuicio de todo el mundo. Dice que se encontró con algo distinto:

-Es una especie de religión, es una doctrina que está codificada desde el siglo XIX.  No se reúnen a llamar fantasmas, sino que recogen los conocimientos que los espíritus les han dado y que han sido organizados en una especie de doctrina moral, donde la vida humana es un estado de transición hacia la madurez del espíritu.

A Bazaes le interesaba situar la obra en una época preinternet. Eligió los años 30 porque en esa época el espiritismo entra en descrédito, luego de su auge a fines del siglo XIX. A eso se sumaba un contexto social y político convulsionado, golpeado por la crisis del 29 y bajo el gobierno de Ibáñez.

-Entonces imagínate alguien que hable de espiritismo en ese contexto y que está ofreciendo una civilización nueva. Ahí es donde la obra adquiere su metáfora final y desde donde se desprende el título de Antártica. Para nosotros es un continente nuevo, un continente que representa el futuro -dice.

Para el resto, habrá que esperar hasta el estreno, el 26 de mayo. Porque durante la sesión de espiritismo de la obra, dice Bazaes, buscará integrar al público. No adelanta cómo. Pero ya sabe. Una campanilla es sí. Un golpe, no. Dos golpes, no sé.

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