Como buena parte de la población a la que le gusta la literatura (que no es mucha o, al menos, así nos han hecho creer), toda mi vida he leído en papel. He leído libros y, por cierto, revistas y diarios impresos en papel. A veces he leído más, a veces menos, pero siempre ha sido en papel, tal como el resto del mundo. En ese sentido, hasta ahora, me he comportado como la mayoría de los lectores del planeta durante siglos. La única diferencia, quizás, es que pertenezco a una pequeña minoría: me gusta no sólo anotar mi nombre, fecha y lugar donde lo compré sino que tengo la manía de "leer con un lápiz". Me gusta subrayar, e incluso cuando no subrayo, el tener un lápiz a mano, generalmente en mi mano mientras leo, intensifica la lectura.
Los libros electrónicos, rápidamente me di cuenta, no se leen con el lápiz, pero sí se pueden subrayar o, lo que quizás es más correcto, se pueden destacar con "tinta negra". Lo impresionante es que estos destacados se transforman en sutiles subrayados, pero al ingresar a tu cuenta de Amazon en el computador te topas con todo lo que has subrayado, lo que te ahorra algo que hice durante décadas: tipear aquello que había subrayado una vez. Esto del subrayado unido al copy and paste es una de las cosas que más me gustan del e-book.
Lo que no me gusta es que no he sido capaz de leer nada "serio". O, para decirlo de otro modo, no he podido leer nada de ficción.
Ni una novela.
Siento que no las entiendo, que se me van, se me diluyen.
Un libro es un libro, unos mejores diseñados que otros, algunos más gordos que el resto, pero todos, hasta ahora, eran relativamente iguales: palabras impresas en tinta sobre papel con tapa y contratapa (dura o blanda). Todos los libros que he leído, más allá de algunas variaciones mínimas, se parecen mucho a los primeros impresos por Gutenberg. Libros (novelas, cuentos, tratados, ensayos, ladrillos, latas) en distintos formatos, de distintas editoriales, de lujo y de esos que venían con Ercilla, pero libros al fin y al cabo. Algunos en inglés, algunos en castellano. He acarreado maletas con toneladas de libros, he molestado a viajeros encargando títulos nuevos, he gastado fortunas y he tenido que recogerlos cuando terremotos azotan la noche y todos los libros se caen al suelo.
He escrito un par de libros y éstos han sido, invariablemente, impresos en tinta sobre un determinado tipo de papel (unos libres de ácido, otros no). Soy, por lo tanto, como todas las generaciones que me han precedido, alguien que cuando piensa en un libro piensa en un libro de papel. Si hubiera escrito esto en la Escuela de Periodismo quizás mi profesor de redacción me hubiera tarjado "de papel" como redundante. Tendría razón.
Ya no lo es.
Llegó el futuro y llegó como tiende a llegar: sin avisar y de forma exponencial. Ahora tengo un Kindle. Mi primer Kindle. Ya he leído un par de libros "en él" y, lo que quizás más me ha llamado la atención, "lo he usado" mucho. A pesar de ya tenerlo unos dos meses, aún no tengo claro lo que opino al respecto y mis opiniones varían por hora. Mi dictamen está por verse e irá mutando, deduzco, en los próximos seis meses. Pero -por ahora, al menos- tengo claras estas cosas:
a) no lo odio (más bien, le estoy agarrando cariño).
b) todavía no me convence.
c) para viajar, es lo más práctico del mundo.
d) el Kindle claramente no aumenta el número de volúmenes de tu biblioteca; visualmente, esto es una pena pero, por otro lado, también es bueno no tener que pensar dónde colocar aún más libros que, lo más probable, no vuelva a leer.
Que los libros de verdad "son más bonitos" y huelen y se pueden tocar, nadie lo puede negar, pero el hecho que los e-books ya se están vendiendo más que los libros "reales" es un indicio que no se puede botar al tacho de la basura así como así.
e) su aparición no es el fin del mundo ni menos el fin de la literatura.
f) el descargar libros en un instante puede a llegar a ser adictivo.
g) en el 90% de los casos, el libro siempre está (en inglés, digo; en castellano no hay casi nada). Pronto se llegará al 100% por lo que la famosa frase "está discontinuado" terminará.
h) es tal la molestia que uno siente cuando capta que cierto libro no está en Kindle, que hago clic y le envío una señal al editor reclamando.
i) para ciertos libros, libros de no-ficción o reportajes o biografías, es insuperable; todo aquello que está escrito de manera fragmentada se lee aún mejor.
j) lo contrario sucede (o me sucede) con lo que se llama ficción.
k) Amazon es un genio a la hora de seducirte y sacarte dinero: está todo hecho y conspirado para que compres casi todo, en cualquier lado, a cualquier hora. Escuché un podcast en una hamaca en la selva boliviana, y al minuto tenía el libro; leí una revista en un avión antes de despegar, y antes que me obligaran a apagar mis aparatos electrónicos, ya tenía las memorias de una chef dentro de mi Kindle.
l) uno siente que todas las librerías (en inglés) del mundo están en tu casa.
m) los libros tienden a costar la mitad de lo que vale un libro barato normal en una librería: unos US$9.99.
n) quizás uno de los temas que aún no se están hablando es que la manera de escribir electrónicamente no es igual a la manera de escribir análogamente. Es más fácil leer poemas que Vargas Llosa. Tanto Douglas Coupland como Tao Lin se leen "mejor" en Kindle que autores más antiguos. No es un asunto de edad, es un asunto de uso de los espacios en blanco.
o) los cuentos se leen muy bien en Kindle.
p) uno puede leer un Kindle en cualquier parte, pues la pantalla no brilla: se puede leer en la selva, en la playa, en la nieve, en una plaza con el sol de mediodía.
q) la pantalla no brilla de noche (como me dijeron), pero basta encender la luz del velador. Algunas cosas no cambian y, la verdad, no tienen por qué cambiar.
r) no es una moda ni desaparecerá: quizás desaparezcan los libros de papel (lo dudo y pasará mucho tiempo), pero los llamados e-books estallaron y están arrasando. Sólo irán mejorando. No son perfectos pero tienen tanto a su favor, tanto que celebrarles, que no debería extrañarle a nadie cómo están arrasando con todo.
s) no pesan. Es más: uno puede acarrear una verdadera biblioteca. Actualmente tengo más de 80 libros, incluyendo 3 inmensos: el nuevo de Murakami, Freedom de Franzen y Cutting for Stone de Abraham Verghese que, en su versión "real" tiene más de 500 páginas. Esto parece tonto pues hoy nada pesa, excepto un bolso de mano lleno de libros.
t) lees más o zappeas más. Eso es lo que pasa. Lees varios libros a la vez. Esto quizás es bueno. Esto quizás es malo, no lo sé. Pero me leí cinco en vez de uno.
u) algo sucede que les das más oportunidades a autores o libros que quizás análogamente no se las darías.
v) he descargado libros que ya había leído para no tener que tipear los subrayados o para poder viajar con ellos y no pagar sobrepeso; en caso de perder tu Kindle, tus libros siguen siendo tuyos en "la nube".
w) me tranquiliza la idea que puedo estar en cualquier parte del mundo (incluso en sitios sin señal wi-fi) y bajar un libro. Ya no es necesario vivir en Alejandría.
x) lo de las muestras gratis (generalmente el primer capítulo) es una gran y brillante idea de marketing: he tendido a comprar casi todos los libros que "probé" antes.
Mi primer kindle
y) los extras del Kindle quizás no son ultranecesarios, pero no molestan. El diccionario que te explique la palabra es útil, pero casi nunca me he levantado a buscar un diccionario, de todos modos uno intuye el significado, pero no está mal que exista. Detesto saber cuánta gente subrayó lo mismo que yo antes, así que apago esa posibilidad.
z) lo más probable es que, luego que lea la primera novela que me emocione y enganche, no querré separarme de mi Kindle.
Fin: el futuro de la literatura llegó y, más allá de que nos guste o no, así serán las cosas. Que los libros de verdad "son más bonitos" y huelen y se pueden tocar, nadie lo puede negar, pero el hecho que los e-books ya se están vendiendo más que los libros "reales" es un indicio que no se puede botar al tacho de la basura así como así. Los libros de papel seguirán por un buen tiempo, al menos. Creo que habrá tres grandes mercados: los tapa dura o trade; los de bolsillo; y los electrónicos (no olvidemos, además, algo que nunca penetró el mercado hispano: el audiobook).
Distintos tipos de libros para distintos lectores y para distintos bolsillos. Algunas cosas seguirán igual que antes: los libros muy solicitados seguirán pirateándose (en papel y electrónicamente, vía los PDF que luego se pueden traspasar al formato llamado .mobi) y habrá libros que no funcionarán para los Kindle, iPad o el soporte electrónico: los libros de cocina, de viajes, los libros de lujo dedicados a pintores o donde la fotografía es clave; todo lo que es literatura infantil (aunque quizás pronto habrá un My First Kindle a prueba de niños).
Quizás debido a que el libro ha existido desde muchísimo antes que el disco, o que el cine, durará más tiempo y no sucederá lo que pasó con soportes que, por un momento, fueron grito y plata y que llegaron a transformarse en la forma que entendíamos ese arte: los casetes y CDs; los VHS y los DVDs.
Insisto: esto no es el fin, es sólo el comienzo.
Me alegro de estar presente y ver cómo todo está cambiando, menos lo básico: el deseo y la necesidad de leer y de escribir.
2030: El año que vivimos sin papel
La escena sucede en unos veinte años más. Alguien lee este artículo en la sala de espera de una consulta dental . Una de las cosas divertidas de estos lugares, o de ir a sitios como el Mall-Persa Biobío, es ver revistas en papel. Hay gente que paga mucho por ellas. Es cierto que es cosa de googlear para acceder a lo que se escribió "antes del 2020", pero entre la gente joven y retro y ondera, no hay como acceder al papel original. "Además, se ven bonitos en las mesas". Ciertos trend-setters defienden esta moda-por-la-tinta aplicando "el efecto casualidad": el placer de no saber con qué te encontrarás.
Entonces lo que sucede es esto: alguien se topa con una Qué Pasa de junio del 2011 y lee este artículo y de alguna manera está obligado, por un rato al menos, a leer "a la antigua". Es cierto que, como toda moda hipster instaurada por jóvenes "de la clase media global", la sorna y el kitsch y la pose superan el deseo de enfrentarse a una experiencia que, durante siglos, fue la norma. Es típico en los intelectuales sub-25 tirarse en sofás, camas y hamacas a leer revistas y libros mientras apagan sus iWorlds. El estar unplugged es, hoy por hoy, señal de clase. Leer como leían sus padres les da entre vergüenza ajena y ternura, pero reconocen que tiene algo vintage. Les parece increíble que, durante tanto tiempo, así se accedía a la información y hasta a la emoción. El chico o chica que lee esto se sorprende de la obsesión que había en esa época por todo lo nuevo que estaba apareciendo y por la cantidad de "enemigos que tenía el futuro". ¿Por qué le tenían tanto miedo? Si hay algo que escandaliza es lo básicos que eran esos Kindles y todos esos parientes de los libros-madre (¿decir libro electrónico acaso no es redundante?). Porque, después de todo, ¿la gente dejó de leer? No. ¿Se vinieron abajo las editoriales? No. Al revés: ahora la editoriales indies no se distinguen de las grandes y tienen la misma distribución mundial. Es verdad que con el asesinato de Jorge Herralde, y la venta de Anagrama a los italianos, los libros dejaron de ser amarillos y la editorial colapsó a pesar de lo mucho que seguía vendiendo Paul Auster en los mercados hispanos, pero a estas alturas del siglo se publica más que a la misma altura del siglo pasado. ¿Se acabaron las historias? Para nada. ¿Los escritores? Menos: ahora parece que hay más, tantos que ahora que unos editores en Melbourne inventaron BookPress, que permite que uno edite gratis su libro, y Esperanto, el programa de traducción literaria adhoc, los libros inscritos se han triplicado desde el 2013.
¿Se lee más? Sí. Al menos eso dice GoogleEye, capaz de medir el metraje de palabras procesadas por el ojo. Se lee más, sin duda. Las novelas siguen estando debajo de la media, aunque aumentaron exponencialmente en lectores entre 14 y 40 ("el efecto Potter/Crepúsculo de comienzos de siglo). Curiosamente, nunca se había leído tanta poesía desde la Edad Media ("Twiterse": verso por Twitter y, claro, el AppPoem, puesto que es verdad que no hay como estos minicomputadores para leer poemas con música incidental). El mundo, claro, ha cambiado, como siempre, pero ahora que estamos tan conectados/desconectados, son las palabras y las emociones y personajes e información que somos capaces de crear los que nos hacen tan humanos como la gente de siglos pasados. La única real diferencia es el peso que los niños acarrean en sus mochilas.