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-El documental no lo ha visto casi nadie. Yo estaba muy ocupada con mi trabajo y no tuve tiempo de organizar ni siquiera un visionado.
María Elena Wood mira el documental Locas mujeres casi en silencio. En la pantalla del living de su casa, donde alguna vez hubo una chimenea, Gabriela Mistral y Doris Dana conversan, ríen, intercambian lecturas, pasean por el campo, se hacen confesiones íntimas. No hay ningún experto explicando nada en ningún momento. En el documental de Wood, Gabriela Mistral se explica sola mientras escuchamos su voz y la cámara sigue la sinuosidad de su letra manuscrita. Lo que se ve ahí, por supuesto, es arrebatador y delicado, algo que parece un infierno o el cielo. A veces, la cámara enfoca las viejas fotos de Yin Yin, el hijo-sobrino, y muestra su rostro tan tosco como impenetrable. Todo avanza a su propio ritmo, en las viejas grabaciones en Súper 8, el sonido de las voces venidas desde hace más de cincuenta años, en las viejas fotografías que funcionan como las pruebas de un relato secreto tan ambiguo.
Pero no hay morbo acá, sino todo lo contrario: las señales de una cotidianidad que se desliza a través del paisaje íntimo de una pareja -Gabriela y Doris- y sus fantasmas, que aparecen con nitidez en la luz que se cuela en las casas de la pareja, en las sombras de la muerte horrorosa y flaubertiana de Yin Yin, en las anotaciones sobre la terrible saga familiar de Dana y en la colección de esquelas y fetiches que testimonian el universo de la poeta en sus últimos años.
Wood, que después de dos años dejó su cargo como directora de Programación en TVN en junio pasado, está feliz: tras un trabajo de cinco años, Locas mujeres se estrena en el Sanfic el 20 de este mes, luego de un primer estreno en el Festival É Tudo Verdade, de São Paulo.
-Acá hay una parte de la historia que está escondida y que puede hablar de la Mistral como esa mujer adulta que desconocemos -dice Wood.
-Habías trabajado con Michelle Bachelet. ¿Cómo se te ocurrió llegar a la Mistral?
-Es una casualidad. Me gusta contar historias porque creo que las historias de las personas dan cuenta de lo que somos. Y, de alguna manera, tanto la de Michelle Bachelet como la de Gabriela Mistral nos permiten entender cómo ha sido nuestra historia. Ahora, ¿qué fue lo que me atrajo de Michelle Bachelet y su familia? Que sentí que ahí había cuarenta años que podían ser representados por esta familia. En el caso de Gabriela Mistral, es decir: "Acá hay otra historia que está incompleta".
-Otro relato de familia.
-De una familia donde hay un hijo que no sabemos si es hijo y que no sabemos en qué circunstancias muere; de un cadáver que queda enterrado en Brasil y que no vuelve hasta hace pocos años.
-¿Qué te parece todo eso después de haber revisado estos materiales y seguido el proceso de traslado de los archivos?
-El abandono. Una ceguera y una miopía respecto al lugar donde están nuestros tesoros culturales: esta mujer que tuvo que salir de Chile para encontrarse consigo misma y que pasa la mayor parte de su vida afuera.
-¿Es una historia de exilio?
-Sí, aunque para ella es necesario salir porque logra reconocerse. Cuando se va de Chile, era la rara. Tenía una relación muy ambivalente con su cuerpo, su sexualidad y su físico. Por ejemplo, las cartas que le envía a Manuel Magallanes Moure, más que cartas de amor, son sobre la descripción del proceso de ella como mujer que va creciendo. Esas cartas nunca las hemos mirado a la luz de una Gabriela Mistral mujer, apasionada y sexuada.
-Eso está en Locas mujeres.
-Ahí está una Mistral que sufre de modo terrible, pero que también lo pasa muy bien: es gozadora, apasionada, celosa y vividora. Su sensibilidad y creatividad son inexplicables sin esta parte. Si Gabriela Mistral fuera lo que son sus estatuas, no podría ser la artista que es.
-Por otro lado, es interesante el proceso, porque terminaste el documental mientras estabas trabajando de directora de Programación de TVN.
-Comencé el documental en julio del 2007 y entré a TVN a mediados de abril del 2009. A esas alturas estaba toda la investigación y las grabaciones hechas y el guión desarrollado. A Daniel Fernández le expliqué que estaba terminando esta película y acordamos que me iba a dedicar a esto los miércoles en la mañana. El pequeño equipo (la montajista Sophie França, la corealizadora Rosario López, y el productor Patricio Pereira) me permitió terminar la película.
"En 'Locas mujeres' Gabriela Mistral sufre de modo terrible, pero también lo pasa muy bien: es gozadora, apasionada, celosa y vividora. Su sensibilidad y creatividad son inexplicables sin esta parte. Si fuera lo que son sus estatuas, no podría ser la artista que es".
-O sea, en un tiempo tenías por un lado la cabeza en Pelotón y por otro, en las cartas de amor de Gabriela. ¿Cómo podías disociarte?
-Pasé dos años sumergida en este material, con Gabriela Mistral pegada a la piel, aunque hubo momentos bien claves donde se detuvo el trabajo. Había bocanadas de emoción. Cada carta que abrías, cada foto que veías era un mundo en el que quedabas impregnada de esta historia. Y yo me asusté. Me dio mucho temor contar una historia que transformara a Gabriela en un símbolo de las minorías sexuales, del feminismo, porque ella no quería ser eso. En el fondo, mi pesadilla era ver el titular "La Gaby se comía a la Doris". O sea, cómo adentrarse en esta historia con transparencia y encanto sin que terminara transformada en un titular. Eso me paralizó. Hubo dos meses en que no hice nada. Además, con qué derecho me iba a meter en esa vida privada. ¿Cómo salí de eso? Primero, pensando en que para entender la obra de Gabriela es necesario abrir esas cartas y leerlas. Todo ese material es poesía. Segundo, si el material sobrevivió cincuenta años quiere decir que había una decisión de que no se destruyera, de que permaneciera y fuera parte de la historia. Al final, era contar la historia como realmente es, como una historia de amor.
-Y te fuiste de TVN para cerrarla.
-Sí, para volver a ser una artesana.
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"Fue como hacer un doctorado", dice Wood sobre su último paso por TVN. En dos años le tocaron elecciones, un terremoto 8.8, un cambio de gobierno, la renuncia del director ejecutivo, el rescate de los mineros y una renovación del directorio de la estación. Entremedio, TVN se quedó como el único canal abierto con una misión declarada distinta a la exclusivamente comercial, luego de que Andrónico Luksic comprara la mayor parte de Canal 13. Y luego TVN debió enfrentar los embates de la grúa, que, entre otras piezas, se llevó al director de gestión, David Belmar, y al director de prensa, Jorge Cabezas. "No tengo duda de que Luksic no hubiera hecho lo mismo si TVN hubiera sido privada".
-Un terremoto.
-Por supuesto. Imagínate. Es como si yo llegara a LAN, tomo a nueve de sus doce principales ejecutivos y me los llevo a Aerolíneas Argentinas.
-¿Y les funcionó?
-Canal 13 resolvió la crisis que arrastraba hace muchos años. O sea, hay un objetivo, el de una empresa comercial cuyo fin es ése, ser la mejor empresa comercial dentro de su ámbito. Así, hoy el escenario es claro: hay canales de televisión abierta que son netamente comerciales y un canal de televisión pública. Aquí es donde yo creo que viene el paso siguiente: así como Canal 13 resolvió su tema institucional respecto a qué tipo de empresa es, TVN también debe hacerlo. Porque TVN fue un ente creado en los 90, con todos los fantasmas de la UP y de la dictadura, y por lo tanto se creó una ley para protegerlo de esos fantasmas. Ése fue el modelo del autofinanciamiento con misión, que le ha permitido su independencia.
"Hoy, el escenario es claro: hay canales de tevé abierta que son netamente comerciales y un canal de televisión pública. Aquí es donde yo creo que viene el paso siguiente: así como Canal 13 resolvió su tema institucional respecto a qué tipo de empresa es, TVN también debe hacerlo".
-Pero eso, para el gobierno actual, es un problema.
-Lo que pasa es que hoy ya no estamos en los 90 ni tenemos esos fantasmas. Por lo tanto, hoy es necesario transparentar si realmente la sociedad chilena quiere tener una televisión pública. Yo personalmente creo que es necesaria, particularmente por la situación de los medios en este siglo. Es tal la concentración de medios, que es necesario que exista un medio que de algún modo garantice que va a haber una voz independiente de los poderes y de las elites.
-Por lo mismo, llega a ser delirante escuchar a Alberto Cardemil o Herman Chadwick hablando de Los archivos del cardenal.
-Siempre está la tentación irresistible de coartar a TVN, ya sea de la derecha o de la izquierda, del centro. Siempre existe la fantasía de que vas a poder hacerte de TVN. Yo he estado en distintos períodos y siempre he visto lo mismo. Ahora, institucionalmente, hay herramientas que te permiten la independencia y así se ponen al aire Los archivos… aunque haya parte de la derecha que no está de acuerdo y, asimismo, TVN fue el único canal que fue capaz de abrir la ventana al tema de Karadima y los abusos.
-¿Hubo presiones para que eso no se emitiera?
-Siempre hay presiones. Eso le correspondió a Jorge Cabezas, el director de prensa, y a Pilar Rodríguez, la editora de Informe Especial, los dos actualmente en Canal 13.
-Además, te tocó el terremoto en TVN.
-Partimos con ¿Dónde está Elisa?, que era una herencia de la administración de Sabatini, una gran historia, muy bien narrada. Cuando llegué a TVN estábamos en el cuarto lugar. Ese año, gracias a Elisa, a Pelotón, a los programas periodísticos y las noticias, al matinal, retomamos el primer lugar. Vinieron las elecciones, el terremoto y después la renuncia del director ejecutivo. Pero en esto te va bien, te va mal, es cíclico. Es como la vida. Es un trabajo muy expuesto, donde cada decisión que se toma no sólo se ve en pantalla sino que aparece impresa en los diarios.
-¿Y tenías enemigos dentro del canal?
-Que yo supiera, no. Pero cuando tomé el cargo a una de las cosas que evalué fue preguntarme a mí misma si estaba dispuesta a que de 200 personas que hablaban de mí, 198 lo hicieran para hablar mal. Hay que tener claridad de que uno asume un cargo y que uno no es el cargo. Hay que mantener esa separación, no olvidarse de que esto no es personal sino profesional, y de esa manera uno puede dormir tranquila.
-¿Saliste muy agotada?
-Salí cansada, pero estaba ahí el trabajo artesanal. Hacer documentales es artesanía y eso te enriquece, te alimenta. El trabajo ejecutivo de la televisión es un trabajo que te exprime hacia fuera.
-Y ahora, que estás fuera, ¿ves tele?
-Poca. Veo Los archivos…, Frontera azul, El club de la comedia. Soy admiradora de Ruminot y Fabrizio Copano. Me hubiera encantado que El club de la comedia estuviera en TVN. Creo que tiene una relación con nuestra identidad actual. Veo Fruto prohibido y el programa de entrevistas de Franzani a los actores. Creo que si se hace una panorámica de lo que cada canal está entregando, los únicos programas con contenido cultural están en TVN y conviven con programas cien por ciento entregados a la entretención y diversión. La mayor diversidad está ahí.
-¿Y esos programas los ves profesionalmente o como espectadora a ras de piso?
-Ahora soy espectadora.
-¿Te gustaría volver al ruedo?
-Estoy contenta de estar de regreso a la artesanía. Es necesaria para enriquecerse interiormente. Estas posiciones de alta demanda requieren que uno recupere experiencia, emoción, capacidad de contactarse; si no vas perdiendo el sentido de la realidad.
-¿Has conocido gente que lo ha perdido?
-Obvio. Empiezas a creer que lo más importante es lo que te pasa a ti o lo que le pasa a la industria televisiva, cuando es una cosa más en la vida. Salirse de esa burbuja es muy bueno.