Desde abajo el Macha los observa tocar, unos segundos; luego, se encierra en una sala y toma Coca-Cola o algo parecido a una Coca-Cola aguada. Arriba ellos, Chico Trujillo la banda, acaba de subir al escenario del Festival Longaví Canta y empieza a preparar lo que será una fiesta que explotará cuando un minuto después, Aldo Asenjo, el Macha, el vocalista, el hombre que evita las luces, salga de esa sala, deje el vaso a un lado y suba al escenario.
Porque esto es una fiesta que explota cuando él, ya arriba del escenario, ve a las cinco mil personas de pie, gritando, con los brazos alzados, moviéndose, bailando, y comienza a cantar "Tus besos son".
Y ellos lo siguen. Lo siguen con el cuerpo y lo siguen con la voz y con los gritos. Corean. Lo acompañan en un gesto de comunión eterna, en un idioma compuesto por el sonido de una fiesta que será interminable. Una fiesta que ha recorrido Chile durante este verano; que se ha instalado en ciudades pequeñas como Río Bueno, Melipilla, Cunco o Pozo Almonte -su última parada antes de llegar a Longaví, este viernes 17 de febrero-. Y en todos esos lugares ha ocurrido esto: Chico Trujillo armando una juerga desde la nada, con sus instrumentos, con la voz del Macha, con esa energía que pareciera no acabarse nunca. Esto, señores, no sólo es cumbia. Esto es otra cosa. Es la energía que viene del punk, esa energía desatada, rabiosa, pero que en este caso, en el caso del Macha, está matizada por esa alegría -y esa necesidad- de no querer que la noche acabe, de bailar hasta llegar a ese mundo paralelo donde sólo te mueves al ritmo de ellos, sin pensar en nada.
Eso -ese descontrol- es lo que Chico Trujillo viene haciendo desde hace más de diez años, siempre lejos de las luces mediáticas, dándoles la espalda a los diarios, a la televisión, a la radio, a las entrevistas, e incluso al Festival de Viña del Mar que este año, por segunda vez, fracasó en el intento de tener a la banda cerrando alguna de sus jornadas.
Pero el Festival Longaví Canta sí los tiene acá, cuando es pasada la 1:40 de la madrugada y la gente ya sabe, incluso en su descontrol, que lo que sigue será una fiesta desatada, una juerga de aquellas, una noche donde el que no baila es porque, en realidad, no entiende nada.
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Cuando el sol comienza a descender, cerca de las seis de la tarde, las nubes negras, cargadas, a lo lejos, anuncian que esa noche habrá lluvia. Y que será fuerte.
En la plaza, frente a la municipalidad, se escucha un reggaeton. Y se ve, desde ahí, un afiche del Festival Longaví Canta: están Los Charros de la Comuna de Lumaco. Está Kenita Larraín. Están Los Washiturros, pero no está, por ninguna parte, Chico Trujillo. Ni tampoco el Macha.
-Es que ellos no quisieron aparecer. Son un poco complicados -dicen en la municipalidad.
Alrededor de la plaza, algunos locales de comida. Otros locales con máquinas tragamonedas. El reggaeton sigue sonando fuerte en esta ciudad del sur, a una hora de Talca. Y la gente comienza a prepararse para la noche, para esta fiesta con entrada gratuita. Se suponía que el festival sería en el Estadio Municipal, pero la lluvia cambió el escenario. Y ahora será en la Escuela Juan de la Cruz Domínguez, esa escuela municipal que tiene patio techado, que no se fue a paro durante el año y que tiene algunos vidrios rotos.
A esta hora, algunos miembros de Chico Trujillo hacen la prueba de sonido, mientras los organizadores ven los últimos detalles. Llaman al chofer que trae a Kenita Larraín, comentan que a última hora pudieron confirmar a Romina Salazar para que sea la modelo. Y que también vendrá Anita Alvarado como presidenta del jurado.
-A casi todos los contacté por teléfono. En el caso de Chico Trujillo, me reuní con la mánager de ellos -dice María Pía Sancho, 29 años, directora del festival-. Le mandé un correo electrónico, nos juntamos en Santiago. Ella tenía un formato de contrato, lo revisamos, todo bien. Sabía del festival, le llamaba la atención. Pero fue rigurosa: Nada de prensa, dijo. Tampoco imágenes corporativas.
Por eso el afiche. Por eso serían, también, los únicos artistas del festival que no darían conferencia de prensa.
En una de las pocas y últimas entrevistas que han dado, en 2010, el Macha decía: "No es que intente poner una espada de Damocles sobre la prensa, pero en tu gremio (de periodistas) hay mucha ignorancia (…) Más que una nota en un diario o una entrevista en la radio o en la tele, a mí me sirve más un afiche pegado en la calle. Ahí llego altiro a la gente que quiero llegar y me ahorro la lata de tener que responder siempre las mismas huevás".
David Ponce -crítico de música, autor del libro Prueba de sonido- lo entrevistó para Melódica, la revista que dirige, a fines de 2009, justo cuando Chico Trujillo se transformaba en la banda popular más importante del país.
-Es un poco un mito eso de que Chico Trujillo no habla con la prensa. No creo que sea una política de ellos, pero es probable que no se sientan cómodos -dice Ponce-. Hablan cuando sienten cierta complicidad, también. No están ansiosos de salir en la prensa.
Pero esta noche de viernes, en Longaví, a nadie en el público le importa que no hayan dado una conferencia de prensa, porque la energía que transmite la banda es de otro planeta. Por eso, cuando ya van más de dos, tres, cuatro canciones, esta fiesta parece que no tiene vuelta atrás.
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Dicen que nació en medio de una gira de La Floripondio -la otra banda del Macha-, durante 1998, cuando recorría Europa. Que empezó a faltar el dinero y que el Macha junto a otros músicos de la banda decidieron tocar en las calles, con una guitarra de palo, melodías que provenían de esas fiestas que no terminaban nunca, cuando él era niño, donde sonaban Giolito y su Combo o Los Vikings 5. La memoria de la cumbia. La memoria de las fiestas y del descontrol, que terminarían dándole forma a lo que sería Chico Trujillo. Entonces, el 8 de marzo de 1999, como le contó a David Ponce, la banda debutó en el bar Liverpool de Valparaíso.
El otro festival de Chico Trujillo
Y no fue nadie.
-Fue tanto, que tuvimos que suspender e irnos a una casa -dijo el Macha.
Y es que esa vez no anunciaron la tocata. Pero de todas formas se fueron a esa casa y ahí sí, en ese lugar, debutaron. Y, por supuesto, se armó una fiesta de aquellas. De esas que se arman cada vez que tocan. Ya sea en algún pueblo de Chile o de Europa o en un festival como el Lollapalooza en Chicago. Ya lo dijo el New York Times: "Son una banda fiestera de clase mundial".
Eso: una música que pareciera hacer perder el control a la gente. Porque ahora, arriba del escenario, cuando ya han pasado temas como "Medallita" y "La escoba", vemos al Macha haciendo que la gente lo siga a él, con sus manos, y dirige esta fiesta, donde la cumbia se mezcla con el bolero y el ska, con el reggae y el rock, con el desenfreno y el desahogo del punk. Eso: lo del Macha es una cumbia punk. Y este festival -que es el tercero más antiguo de Chile, que el próximo año cumplirá 40 años, que recibió un premio APES por su contribución a la cultura de la región y que desembolsó más de 10 millones de pesos por la banda- llega a su éxtasis cuando se escuchan, despacio, las primeras notas de "Loca", y el Macha canta, lentamente, la letra que luego explotará y que el público -arriba de las sillas, con sus celulares grabando- coreará completamente, como si fuera un himno que todos debiesen saber.
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Pero una hora antes de eso, antes de "Loca", Chico Trujillo está reunido en una sala del colegio. Las nubes cargadas, negras, están más cerca, arriba de ellos. La lluvia es inminente. Lo saben los organizadores. Y piensan que, de pronto, la gente puede irse, pero nada. Ellos no se mueven. Ellos esperan a Chico Trujillo, que ahora están comiendo, bebiendo, esperando que llegue la hora de subirse al escenario. Entran y salen de la sala, que tiene unos sillones grandes. Hablan con la gente que se acerca. Unas niñas, de unos diez años -las mismas que bailarán desenfrenadamente cuando Chico Trujillo esté tocando-, le piden al Macha una foto y él se escapa hacia el baño, pero ellas lo esperan afuera. Él se escabulle, pero finalmente acepta sacarse la foto y se ríe. El ambiente es así: distendido, tranquilo. Pero las reglas son claras: nada de entrevistas, nada de fotos de la prensa. Los integrantes hablan entre ellos, se preguntan qué harán en la noche después del show. Dicen que tienen que celebrar. "Podríamos juntarnos a leer", dice uno de ellos y los otros se ríen. Y se vuelven a reír cuando ven caminar por un pasillo, frente a ellos, a Kenita Larraín y a Anita Alvarado.
"Yo le dije: 'Machita, por qué no vai (al Festival de Viña)'. Pero a él no le gusta esto de la alfombra roja, de la tele, de las modelos. Igual a mí me gusta que no esté metido en ese mundo", dice Edson Núñez, bajista de Los Vikings 5.
De eso, justamente, es de lo que rehúyen. De las luces, de la farándula, de la tele. A principios de febrero, después de presentarse en un festival en Talca, dijeron: "No vamos a Viña, ya lo dijimos. No vamos a ir porque nos gusta tocar en vivo, no en un show de tele".
Aunque una vez estuvieron en un festival televisado. Fue en Olmué, en 2009, cuando Eduardo Cabezas -hoy, productor ejecutivo del Festival de Viña- los invitó y ellos aceptaron sin problemas. Por eso Cabezas pensó que sería posible tenerlos en el Festival de Viña el año pasado. Y lo intentó. Y ellos dijeron que no. Y él volvió a contactarlos para esta versión, pero ellos, a través de un correo formal, dijeron que no, que preferían no estar en un evento televisado. Se dice que esta vez les ofrecieron una suma de dinero mucho mayor que en 2011, pero ni siquiera eso ayudó.
-Yo creo que les haría muy bien ir -dice Tommy Rey-. Porque cuando nosotros fuimos a Viña, después nos fue mejor, tuvimos más trabajo que nunca. Yo creo que extenderían más su éxito.
Edson Núñez, bajista y director musical de Los Vikings 5, no cuestiona la decisión del Macha: "El Macha tiene otros principios y hay que respetarlo. Yo le dije: 'Machita, por qué no vai'. Pero a él no le gusta esto de la alfombra roja, de la tele, de las modelos. Igual a mí me gusta que no esté metido en ese mundo".
Daniel Hidalgo, escritor y cantante de Matilde Calavera -una banda de tecno-cumbia de Valparaíso-, en 2001 participó de las Escuelas de Rock y tuvo de profesor al Macha.
-Recuerdo que en la primera clase nos hizo un mapa sobre los grupos de poder comunicacionales -dice Hidalgo-, porque le interesaba que la música fuera una guerrilla contra la industria. De hecho nos dijo que no fuéramos a los sellos, que grabáramos en nuestras propias casas. También nos dijo que no podía haber nadie que hiciera cultura en Latinoamérica sin haber leído Cien años de soledad.
Así, lejos de los medios de comunicación, Chico Trujillo ha mantenido un público constante.
-Decirle por segunda vez que no al Festival de Viña, acá, es un lujo. No muchos lo pueden hacer. Ellos han funcionado, sobre todo con internet. Anunciando sus presentaciones. Con muchos conciertos en vivo -dice David Ponce-. Y son un ejemplo de cómo ser populares al margen de los medios de comunicación. No los necesitan.
Chico Trujillo estuvo una hora arriba del escenario y recibió un premio
Y así lo demuestran en Longaví, mientras el Macha se baja un par de veces del escenario, conversa con uno de sus ayudantes, con unos carabineros, deja que la banda toque y siga la fiesta. Hasta que son las 2:37 y se acaba el show y todos bajan. Él se encierra en la sala, detrás del escenario, y los animadores suben y escuchan cómo la gente grita fuerte "Nevado, Nevado", que es el premio que da el festival. Entonces, los animadores miran al alcalde, quien levanta el pulgar derecho y Kenita Larraín anuncia el premio y les pide a los músicos que vuelvan al escenario. Pero ellos siguen abajo. Parece que ninguno quiere recibir el premio. Hasta que dos de los músicos suben y Kenita sigue llamando al resto, sobre todo al Macha, quien sólo vuelve al escenario cuando los animadores bajan. Y tocan una canción más. Y a las 2:42 se acaba todo. Y esas nubes cargadas, negras, se quedan encima de nosotros, cuando ya ha terminado el show, cuando la gente se ha dejado de mover y miran el cielo, que parece que va a estallar en cualquier momento.