En una esquina casi perdida de Nueva York se puede leer por estos días una frase magnífica: "Quiero entrar en el espacio blanco de mi conciencia vacía". La escribió originalmente el artista chileno Juan Downey (1940-1993) durante los 7 meses que vivió con los indios yanomamis en el Alto Orinoco, entre 1976 y 1977. Y todos estos años después, el deseo inserto en esas palabras parece resumir la fuerza de The Invisible Architect, la primera gran retrospectiva de Downey en museos estadounidenses, que se presenta hasta el 20 de mayo en el Museo del Bronx tras pasar por Massachusetts y Arizona.
La versión neoyorquina de la exposición -que el New Yorker llamó "impresionante" y que llevó al crítico del New York Times a comparar su trabajo con el del mucho más célebre Robert Smithson- se divide en tres salones: uno dedicado principalmente a los bocetos de las esculturas electrónicas que diseñó a fines de los sesenta y comienzos de los setenta, entre el tiempo que residió en Washington y el comienzo de su radicación definitiva en Nueva York; el segundo, la parte central de la exposición, se concentra en sus trabajos en video, dibujos y collages emanados de sus viajes por América en los setenta; y el tercero reúne bosquejos de proyectos arquitectónicos, registros de performances y los videos más abstractos de la etapa final de su carrera. Pero tanto los diarios de Downey como su estadía con los yanomamis atan la exposición como un hilo invisible.
Aquí y allá, en un collage de fotografías en blanco y negro que reconstruyen la estructura circular del shabono (la vivienda comunitaria de los yanomamis), en un bosquejo sobre The Circle of Fires, la performance de 1978 en que 12 monitores colocados en círculo interpretaban el rol del fuego para los indígenas amazónicos, y también en los numerosos diarios abiertos en páginas llenas de anotaciones a pasta y diagramas con lápices de colores, su experiencia con los indígenas parece haber marcado uno de los límites externos de su obra. Uno donde, como sugiere esa frase, quiso cruzar al otro lado.
"¿Un místico?", pregunta al teléfono Valerie Smith, curadora de la muestra, en medio de un viaje por Tailandia. "Creo que, como muchos de sus colegas vanguardistas, tenía una visión holística de la vida. Así que si eso significa ser místico, creo que lo fue".
"Juan Downey quería estar involucrado por completo en todo lo que hacía", agrega la actual curadora de la Haus der Kulturen der Welt en Berlín. "No veía sus distintas actividades como cosas separadas, sino que para él era todo una sola cosa. Eso es lo que, creo, lo hace inusual".
Juan Downey: Diarios del arquitecto invisible
La conexión chilena
Una de las curiosidades de The Invisible Architect es que probablemente no habría existido si no fuera por una red invisible de chilenos en Estados Unidos. En 2005, cuando era curadora del Museo de Queens, Smith recorría una exposición del artista chileno Gordon Matta-Clark, junto a su cuñado (en rigor, medio hermano de su marido), el activista y periodista chileno-estadounidense Daniel del Solar.
De pronto, Del Solar le dijo: "Bueno, la gente también debería conocer a un artista chileno que es menos famoso: Juan Downey". Hasta entonces, Smith nunca había oído hablar de Downey, pero pronto llegó a contactarse con Marilys Downey, viuda del artista, y el resto es historia. (Historia aparte es también la de Del Solar, fallecido a comienzos de año, a quien se sindica como responsable de haber introducido a su amigo Ry Cooder a la música cubana, jugando un rol en el fenómeno Buena Vista Social Club).
Para quienes entran a la muestra como novatos en el sorprendente mundo de Downey, el título de la exposición comienza a tomar sentido desde los primeros trabajos que se ofrecen. Esculturas electrónicas de Downey, como With Energy Beyond These Walls (1970), pretenden hacer visible lo invisible: capturar, por ejemplo, ondas de radio y de radar y convertirlas en sonido; o la escultura-performance Pollution Robot (1970), donde el "robot" era una caja con ruedas que le permitía al artista escondido en su interior -el fantasma de la máquina- expulsar "aire usado" sobre los asistentes. (El ver esas esculturas y performances a través de los planos y bocetos en vez de su concreción enfatiza el rol del arquitecto por sobre el del artista).
Su obsesión con las energías invisibles atraviesa la muestra: los dibujos y pinturas que acompañan los videos de los viajes de Downey por América muestran un continente construido por ondas energéticas que estrellan sus fuerzas y colores (o, desde otra perspectiva, el continente es visto a través de las líneas que constituyen la imagen de la cámara de video de Downey).
"Downey había sido entrenado como arquitecto, trabajó en una oficina, pero no era un arquitecto convencional para nada. Él quiso expandir la idea de lo que la arquitectura podía ser", dice Valerie Smith, curadora de la muestra.
"Había sido entrenado como arquitecto, trabajó en una oficina, pero no era un arquitecto convencional para nada", dice Smith. "En cierta forma todo ese entrenamiento se va por la ventana cuando lees sus diarios. Estaba interesado en construir imágenes, y en hacer conexiones con el mundo espiritual, y también con los tipos de energía que puedes sentir en habitaciones cargadas con energía electromagnética".
"Downey comenzó a darse cuenta que la arquitectura era construir en verdad a través de las energías humanas que se juntaban en la información y la comunicación. Así que él quiso expandir la idea de lo que la arquitectura podía ser, y creo que lo demostró en todo lo que hizo".
Una de las páginas de los diarios de Downey en exhibición muestra, entre diagramas metafísicos relacionados con los yanomamis ("VÍA LÁCTEA: FLUÍDO Y QUEMANTE / CANÍBALES: SOL Y LUNA"), una anotación fuera de lugar, corresponde más a una agenda del Downey neoyorquino que al explorador de mundos invisibles. La caligrafía del artista dice "Llamar a Alan Lomax en julio", y luego abajo se lee la dirección del más célebre de los etnomusicólogos estadounidenses, en la calle 98 de Manhattan.
"¿Que si Downey conocía a Alan Lomax?", repite Smith, algo sorprendida por la pregunta. "La verdad es que no lo sé. Todavía queda muchísimo trabajo por hacer con la obra de Downey".