Por Yenny Cáceres Abril 11, 2012

SAN ANTONIO

-Éste es de San Antonio -dice Pablo Cerda.

En la radio apenas se adivina que lo que escuchamos es Chinoy. Pablo Cerda (31), el actor de teleseries ahora devenido en director de cine, ha hecho este viaje muchas veces. Dice que se demora una hora y 20. Lo dice al volante de su Galloper, el jeep que ocupa cuando deja de lado la bicicleta con la que va a TVN desde su casa en Providencia. Porque el Galloper es para eso, para las distancias más largas. Para esos fines de semana en que se escapa a San Antonio a descansar, dormir, visitar a su papá y ver películas, aunque lamenta, eso sí, que en San Antonio no haya ninguna sala de cine, ni siquiera en el mall.

"El Chupete Suazo también es de allá. Es hijo ilustre de San Antonio, pero a él no lo conozco", dice. Lo que sí conoce es el clima de San Antonio. "Eso significa que nunca sabes cómo va a estar", dice, mientras vamos saliendo de un Santiago por primera vez en la temporada derechamente frío y otoñal. Cerda habla con la seguridad del que nació en San Antonio y vivió ahí hasta los 12 años, cuando decidió irse con su abuela a Illapel. "Siempre fui obcecado", dice. Sus hermanos mayores ya se habían ido de la casa, sus papás trabajaban todo el día y sus primos estaban en Illapel. Él se aburría y convenció a sus padres para que lo dejaranmarcharse. Aunque nunca dejó de volver.

Cuando vamos llegando a San Antonio se acuerda del año 2000, cuando entró a estudiar Teatro en la academia de Fernando González, en Santiago. Esos dos primeros años viajaba mucho a San Antonio. Son los recuerdos de la ropa sucia, de los Tupperware con comida y de su mamá, una profesora normalista que falleció hace cinco años.

A mediados del 2010, estos viajes volvieron a repetirse. Después de dirigir cuatro cortos y haber montado su productora (La Nena), Cerda, el obcecado, quería dirigir su primer largometraje, Educación Física,  en San Antonio.

La película debuta este sábado 14 de abril en el Bafici,el festival de cine independiente de Buenos Aires, donde  fue seleccionada para participar en la sección Panorama, en espera de su estreno en Chile, previsto para el segundo semestre.

 La preproducción significó viajar muchos fines de semana a tomar fotos, buscar locaciones y lograr el apoyo del municipio. Entre las grabaciones de la teleserie Témpano y glaciares, Cerda se escapaba a reuniones para pedir permiso o hablar con la encargada de Cultura del municipio. A fines de 2010, un accidente de Tur Bus dejó una veintena de muertos y los ánimos por el suelo. En la prensa salieron reportajes que decían que San Antonio era una ciudad fantasma. Aun así y con la ayuda de su hermano, Patricio Cerda, relacionador público del Ministerio de Educación en la ciudad, logró convencer al alcalde, Omar Vera, para financiar la película, íntegramente, con 40 mil dólares.

Un presupuesto pequeño, pero suficiente para la historia que Cerda quería contar. "La gente de provincia siempre piensa que las películas sobre la provincia muestran tragedias, gente analfabeta, violencia, la provincia como algo hostil. A mí me interesaba mostrar lo contrario. La provincia es mucho más que eso. Son otros códigos, otro ritmo", dice Cerda.

Como la vida de Exequiel, el personaje protagónico de Educación física que interpreta Cerda. Un tipo con sobrepeso, que a sus 30 años aún vive con su padre (Tomás Vidiella) y que hace años no tiene novia. En una ciudad donde todos quieren ser futbolistas, Exequiel es un profesor de básica que alguna vez soñó con ser basquetbolista. El mismo sueño que alguna vez tuvo Pablo Cerda.

Cuando ningún actor aceptó interpretar a este profesor obeso, Pablo Cerda decidió tomar el rol. Tuvo que subir 25 kilos. Pasó de pesar 79 a 104 kilos. Dejó el hankido, la bicicleta, la natación y cualquier deporte durante un año. "Volví a los copetes de quinceañero", dice, como la piscola.

CUBA

Pablo Cerda soñaba con jugar en la NBA. Jugó hasta los 17 años. Jugó a nivel de regiones, participó en algunos sudamericanos, y en tercero medio ya competía por la Universidad Santo Tomás, en La Serena.

"Yo quería dedicarme a jugar básquetbol toda mi vida, hasta que me lesioné y me di cuenta que no era mi camino y no era tan bueno quizás, nunca fui tan bueno, siempre fui el sexto hombre", dice Cerda.

Porque en el básquetbol siempre hay un sexto hombre. En el básquetbol juegan cinco y siempre hay un sexto que es el mejor de los suplentes. De hecho, Cerda tiene una teoría: "Yo era un buen sexto. Y creo que la historia de Educación física es la historia de un sexto hombre, porque siempre entró frío a jugar. Y es terrible porque cuando entra todo está caliente, todo está andando, los motores están a mil y tú entras frío y perdiste, tienes muy poco tiempo para ser tú".

Cuando salió del colegio, Pablo Cerda se dio cuenta que no jugaría al básquetbol el resto de su vida. Tampoco podía entrar a la universidad, porque el puntaje no le alcanzaba. "No era muy mateo en el colegio, porque era muy hiperkinético, entonces no me iba muy bien", cuenta.

Ahí fue cuando cambió el básquetbol por un viaje. Sus padres le ofrecieron que se tomara un año sabático en Cuba. Su mamá tenía amigas que lo alojaron. Allí Pablo Cerda estudió Digitopuntura. Y quizá, lejos de Chile, olvidó que era un sexto hombre.

El largo viaje de Pablo Cerda

COREA

La primera vez, Pablo Cerda le dijo que no a Alberto Fuguet. El escritor debutaba en la dirección con Se arrienda, y le ofreció un papel en el corto que formaba parte de esta cinta, Las hormigas asesinas. Para Cerda, era la oportunidad de participar por primera vez en una película, pero tuvo que rechazar el papel para participar en un campeonato de artes marciales en Seúl, Corea, el 2004.

"Ése es mi lado B", dice. Cerda practica hankido, desde que se vino a estudiar Teatro a Santiago, al menos tres o cuatro veces a la semana: "Me siento bien, me siento cómodo, me relajo, me calma. Hay gente que hace yoga, otra corre, yo hago hankido. Son movimientos circulares, se trata de aprovechar la energía de movimiento del otro y lo desequilibras. Es un arte marcial defensivo".

En Seúl estuvo un mes, y como parte de la selección chilena, consiguió varias medallas. También logró obsesionarse con la cultura coreana y hasta planea rodar una película allá: "Me gusta la cultura coreana, la encuentro sumamente atractiva, joven. Está llena de contradicciones, de rituales, de códigos, y me gustaría hacer algo con ello. Es un proyecto largo, para el 2013. Mi proyecto más inmediato es sobre una chica guapa, soltera a los 30".

Pero no perdió el vínculo con Fuguet. Durante un año trabajaron para el proyecto de la película Perdido (inspirada en el libro El empampado Riquelme, de Francisco Mouat), que finalmente no prosperó. No se hizo la película, pero nació una amistad y una dupla creativa. "Fue bueno encontrar un partner para ver películas", dice.

Pablo Cerda tiene una muletilla. Una carcajada que deja escapar para rematar alguna historia. Así, con esa sonrisa perfecta desplegada en toda su cara y que explica sus papeles de galán, confiesa que nunca ha leído un libro de Fuguet. No los leyó antes de conocerlo y ahora, que son amigos y que hablan todo el tiempo, dice que cuando llega a su casa a veces prefiere desconectarse de sus amigos.

"No he leído su literatura, pero sí sus guiones", dice. Porque de la amistad pronto pasaron a realizar películas juntos: Velódromo (2010) y Música campesina (2011).

Cerda sabe que cuando se estrene su película en Chile, la van a comparar con las películas de Fuguet, quien a través de Cinépata oficia como productor de Educación física. Pero prefiere marcar distancia: "De Alberto he podido aprender la pasión y la capacidad de concreción. Si un director encuentra un actor con el cual conecta o tiene feeling u onda, va a seguir trabajando con él. En ese sentido me siento muy agradecido, voy a seguir trabajando con Alberto mientras él piense que puedo seguir interpretando sus roles. Pero ésta es una película mía, en ningún caso hay que buscar comparaciones, mis conversaciones fueron con René Martín, mi coguionista, viendo películas, pero fue un trabajo mucho más personal que colectivo".

SAN ANTONIO

"Pabliiito", le grita doña Elvira, presidenta del club de básquetbol de Llolleo, apenas lo ve llegar. Estamos en la cancha donde Exequiel, el protagonista de Educación física, va a jugar básquetbol, solo, a masticar su soledad. Los arcos oxidados y las graderías de madera a punto de caerse parecen el escenario perfecto del fracaso de Exequiel. Para Pablo Cerda, en cambio, esta cancha representa sus veranos en San Antonio. Aquí venía a pelotear como el afuerino que llegaba del Norte, de Illapel.

En el colegio People Help People, donde se filmaron las escenas de Exequiel haciendo clases, lo sale a recibir el director, el mismo de cuando Cerda estudiaba en San Antonio. En una cancha, unos chicos están en clases de ecuación física. Uno de ellos le grita "tío" y corre a saludarlo. Fue uno de los que participaron en la película, ya que el casting se realizó entre niños de cuarto básico de este mismo colegio. "Todas las locaciones significan cosas para mí. Eso carga la película", dice Cerda.

Las tres últimas semanas antes del rodaje, en septiembre del año pasado, se instaló en San Antonio, en la casa de su familia. Pero lo más radical de la preparación, fue que cuando ningún actor aceptó interpretar a este profesor obeso, Cerda decidió interpretarlo. Tuvo que subir 25 kilos. Pasó de pesar 79 a 104 kilos. Esto lo dice mientras se come unas machas a la parmesana y apenas picotea unas papas fritas en el Cholita, su picada en la caleta.

Dejó el hankido, la bicicleta, la natación y cualquier deporte durante un año. "Volví a los copetes de quinceañero", comenta, como la piscola. Dice que fue un proceso "lindo y solitario", donde se encerró a comer pizzas y ver películas de Leslie Nielsen y Superman, para conectarse con este niño-hombre que es Exequiel.

"Yo soy un actor más de cuerpo. Más que leer sobre los personajes, yo compongo de otra manera. Cómo se visten, cómo caminan, cómo hablan, cómo miran. Son puros detalles pequeños, que pueden sonar aburridos, pero que en conjunto te entregan un personaje completo", dice.

Pero en el origen de Educación física, de ese tono triste y melancólico de esta historia de un padre y un hijo, hay otro antecedente: el corto Domingo, filmado por Cerda en el verano de 2009, donde actúa su padre, Osvaldo Cerda. La historia es sencilla. Es sobre un padre que viaja desde San Antonio para almorzar con su hijo un domingo, en Santiago. Ambos se sientan a ver fútbol. El padre se queda dormido en el sillón. El hijo se ríe. Una escena muy cotidiana e íntima. Una conversación donde no se dice mucho y se habla del tiempo.

Y donde el padre responde:

-San Antonio está igual que siempre no más. Nublado.

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