Peirano (39) no pudo votar por el No. Tenía 16 y aún estaba en el colegio. “Después no me inscribí más, porque quedé con tanto cuello”, dice. Eso hasta el 2005, cuando se inscribió para votar por una mujer, por Bachelet. Por eso, cuando Pablo Larraín, el director de Tony Manero, le propuso escribir el guión de una película sobre el plebiscito del 88, Peirano supo que eso era una revancha.
Una revancha que ya lo llevó a Cannes para presentar la película y que marca un hito en su carrera: es el primer guión que firma solo. El punto de partida de la película fue una obra de teatro de Antonio Skármeta que nunca se ha montado, Referéndum. Pero al poco tiempo, Peirano y Larraín -que nunca habían trabajado juntos- estaban de acuerdo en que la película iría mucho más allá de la obra.
En la obra de Skármeta, un publicista se negaba a hacer la campaña del Sí, y se metía en la campaña del No, y “entonces llegaba Florcita Motuda a inspirarlo y el personaje estaba sentado en un piano”, resume Peirano. “Lo que pasó es que la obra era mucho más fantasiosa, la obra no contaba cómo había sido hecha la campaña, la actitud de la obra era cómo la poesía puede acabar con una dictadura. Más poética. Y muy al principio nos dimos cuenta de que la historia no era ésa”, dice.
La historia que Larraín y Peirano querían contar era otra. Era la historia de una campaña publicitaria. “Fue una genuina curiosidad de parte de Pablo (Larraín) y mía. ¿A quién se le ocurrió? ¿Por qué eligieron un arcoíris? ¿Por qué hicieron jingles?”, dice. Todo lo que se resumía en una única pregunta: “Huevón, ¿cómo lo habrán hecho?”.
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En el comienzo, fue el cómic. Antes de escribir No o los guiones de La nana (2009) y Gatos viejos (2010), Peirano dibujaba. “La verdad es que yo descubrí que tenía facilidad para hacer guiones con los cómics, sobre todo cuando hice varias series largas para El Mercurio, la principal era el Chancho Cero”, dice Peirano. En Chancho Cero describía a una escuela de lobotomía sospechosamente parecida a la Escuela de Periodismo, de la Chile, donde estudió. Allí, en una de las paredes de la antigua sede de Belgrado, un día apareció un mural de Peirano para apoyar una de las tomas de sus compañeros.
Porque Peirano, cada vez que puede, dibuja. “Pienso en cómic”, dice. “Nunca he escrito una película sin imaginármela visualmente”. Antes de filmar Gatos viejos, que codirigió junto a Sebastián Silva, dibujaron un storyboard que, en la práctica, fue como hacer un cómic de la película. Su debut como guionista también fue con Silva, en La vida me mata (2007), proyecto que escribió en forma paralela a la película de 31 minutos (2008).
Para Peirano, la campaña del No es una obra de arte de la publicidad. “No existe un comercial de un producto que sirva para una señora y para un joven al mismo tiempo, y eso es lo que tenían que inventar y por eso son tan geniales”, dice.
Peirano reconoce que este programa infantil, que creó junto a Álvaro Díaz, fue clave para lanzarse a escribir guiones: “Si bien todos escribíamos, yo de alguna manera era como el jefe de guión de 31 minutos, el que ordenaba un poco las ideas de todos, y eso también sirvió porque 31 minutos son un montón de capítulos, entonces fue como una especie de entrenamiento”.
Y claro, por si alguien aún no lo sabe, Peirano no es sólo una de las mentes más inquietas -y creativas- de su generación. Peirano es Tulio Triviño, y en estos días, agota funciones en el Movistar Arena como parte de un show de 31 minutos.
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Peirano empezó a escribir No en el verano del 2010, durante el rodaje de Gatos viejos y cuando las protestas eran un recuerdo ochentero. Ahí, en los primeros esbozos, poco quedó de la obra de teatro de Skármeta: el personaje de René Saavedra como protagonista -el papel de Gael García en la película- y las ganas de saber cómo se hizo la campaña del No. Para eso, Peirano se documentó. La periodista Lorena Penjean (“la mejor investigadora que hay en Chile”) hizo entrevistas a cerca de 20 personas que participaron en la campaña publicitaria, y en algunos casos, Peirano se reunió con nombres clave, como José Manuel Salcedo. “Él era publicista, y de todos los personajes es el más cercano al que hace Gael. Es una maravilla de persona, lo más divertido que hay. Cuando Salcedo nos contó su versión de los hechos, era muy luminosa, muy sabrosa”, dice.
También revisó textos escritos por Salcedo, Patricio Bañados, Juan Enrique Forch (uno de los fundadores del Canal 2, donde conoció a Peirano) y Rafael Otano, y los informes de Penjean sobre el período (detallando qué estaba de moda, desde tragos hasta los helados de la época) fueron refrescando su memoria.
Para Peirano, la campaña del No es “una obra de arte de la publicidad”. Y explica: “Ellos sabían que tenían que convencer a dos grupos específicos de gente, y el problema es que esos dos grupos eran muy distintos: uno eran las señoras que estaban asustadas con el régimen, y el otro eran los jóvenes que creían que el plebiscito era una estafa. No existe un comercial de un producto que sirva para una señora y para un joven al mismo tiempo, y eso es lo que tenían que inventar y por eso son tan geniales”.
La película, según Peirano, es “supersimbólica”. Cada personaje representa a distintos grupos. Luis Gnecco interpreta a un operador político, una cruza entre Genaro Arriagada y Juan Gabriel Valdés, mientras que Alfredo Castro es el jefe de la campaña del Sí. Del otro bando, Néstor Cantillana representa a la izquierda más dura, y Gael García, hijo de exiliados (para justificar su acento y no forzarlo a hablar como chileno), es el tipo práctico que quiere que la campaña funcione como una estrategia. El que prefiere hablar de “gente” en vez de “pueblo”.
“Muchos me han preguntado si la película es un juicio que nosotros les hacemos a ellos por haber usado este lenguaje de la publicidad. Yo creo que ellos estaban insertos en un momento histórico y usaron las herramientas de ese momento. Que esas herramientas sean las mismas herramientas del mercado es otra cosa, pero eso no les quita el valor de haber hecho lo que hicieron. Lo principal es que no podíamos tener una mirada naif. Queríamos que los personajes fueran más contemporáneos desde nuestro punto de vista, no mitificarlos”, dice.
Curiosamente, la película que tuvo en mente cuando escribió la estructura de No se aleja del cine político o de campaña. Su referencia es El gran escape (1963), aquel clásico con Steve McQueen sobre un grupo de prisioneros que planean escapar de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. “No es una película más de plan que de otra cosa. Es sobre el proceso creativo de una campaña, entonces al final la película es como un cerebro, donde tú puedes ver la lógica de cómo funciona”, dice. O donde vemos la historia de un grupo de publicistas que derrotan a un dictador con el arma más impensada: un jingle pegajoso.
Peirano en la mira
No es el guión de cine al que más tiempo le ha dedicado Peirano. Por lo mismo, es un proyecto que se ha cruzado con sus otras facetas. Una de ellas es la que lo tiene instalado casi la mitad del año en México, como coguionista y productor ejecutivo de la serie de misterio Niño santo. Se estrenó el año pasado y ahora están en plena preparación de la segunda temporada. Basada en la historia del niño Fidencio, un sanador de los años 20, se filmó casi únicamente en exteriores.
“Fue una experiencia increíble, porque aparte de que fue en Campeche, en un pantano, heavy, el lugar es precioso. Es la primera serie que se hace así en México, como una serie más gringa, bien filmada y con puros exteriores. Eso para México, donde Televisa tiene como doce foros y en cada uno se está haciendo una teleserie, es algo inconcebible”, dice Peirano, mientras muestra el blu-ray de la primera temporada, cuya carátula fue diseñada por él.
Y aunque tras el proyecto está Canana Films -la productora de Gael García y Diego Luna- Peirano aclara que no llegó a la serie por Gael, sino que por el guionista Mauricio Katz (Miss Bala).
De hecho, ahora interrumpió el proceso de producción de la segunda temporada y viajó a Chile exclusivamente para venir a los shows de 31 minutos. “Imagínate mi equipo preguntándome: ‘por qué te vas’... porque tengo que cantar. El medio cachiporreo”, dice.
A Gael García lo conoció en Buenos Aires cuando viajó junto a Pablo Larraín para convencerlo de participar en No. Ese detalle resume su papel en esta película: más allá de su rol de guionista, y en todas las etapas. Incluso Larraín le inventó un personaje, Joven creativo 1, que lo “obligó” a estar durante gran parte del rodaje de la película. “Si a Pablo se le ocurría algún cambio, yo estaba ahí con mi computador, que lo tenía que esconder porque sacar un computador en el 88 era absurdo”, dice Peirano.
También pudo participar en la parte final de la edición de la película: “Editar es la mejor parte. Es lo más parecido a hacer un cómic”.
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En el living de su departamento, Peirano tiene una mesa para dibujar, con una inclinación especial por un problema a la columna. A un costado, una foto enmarcada de Tulio Triviño en tamaño persona que le mandó un fan. Y detrás de Tulio, la claqueta de Gatos viejos, donde compartió la dirección con Sebastián Silva. En la biblioteca, decenas de cómics. En la mesa de centro, una edición especial del Tío Rico para dibujantes. En este espacio, todo empieza y termina en los cómics.
Aquí, el cerebro de No, el asesor de guión de Joven y alocada, y el que seguramente es uno de los guionistas más profesionalizados del cine chileno, guarda su proyecto más personal, alejado de la pantalla grande. Al lado de una lámpara de trabajo, cuelgan algunos originales de El club de los juguetes perdidos, el cómic que Peirano publicará a fin de año con Random House.
En los dibujos divisamos a un niño (inspirado en su sobrino), a un ratón y a una figura con aires victorianos que se hace llamar J.P. (inspirados en unos compañeros de Periodismo). Peirano dibujó gran parte del cómic en Nueva York, y aunque está pensado para niños, también puede enganchar a los adultos con esta historia medio nostálgica sobre juguetes perdidos y la búsqueda de un tesoro. Mientras lo preparaba, Peirano preguntó por Twitter: “cuál es el juguete favorito que se te perdió”. Le llegaron cientos de respuestas. “Un juguete que se te pierde es como que se te fuera un amigo”, dice.
En los trazos está el mismo Peirano que vimos en una exposición en el Salón Tudor el 2007 o en los trabajos que sube a su blog (www.feriadefenomenos.com). Un Peirano a secas: “En el cómic dibujas, haces los sets, el vestuario, la actuación, todo, no dependes de nadie. Es fabuloso. Para mí es el goce absoluto, porque tienes el control de todo y queda como tú eres. Yo soy un dibujante limitado, no soy el mejor dibujante del mundo, lo sé, pero no tengo ninguna ambición en ese aspecto, es lo mejor que pueda dibujar yo. Entonces en ese dibujo, por limitado que sea, soy yo al cien por ciento”.