Él es negro y ella, blanca. Él llega a la casa de la oficina con la chaqueta sobre el hombro y ella está viendo una televisión imaginaria, echada en el sofá. La “casa”, en realidad, es un escenario y la “televisión” está prendida en Fox News, el canal de noticias símbolo de los opositores de Obama. Él la mira con ojos de odio.
-¿En serio? -dice indignado él- ¿Me estás jodiendo?
-También tengo que informarme de lo que dice Romney -le responde ella.
-¿Quieres votar por Romney?
-No, no quiero votar por Mitt Romney… Y, por cierto, nadie quiere votar por Mitt Romney.
-¡Buuuuuuu! -se escucha desde la oscuridad del público, donde en general hay risas. Él y ella -y otros cuatro actores más- hacen el mismo show ocho veces a la semana en The Second City, el teatro de comedia de improvisación más conocido del mundo. Entre los dos escenarios que conviven en el mismo edificio venden al año más de 200 mil entradas. La mayoría de las veces, los chistes generan sólo aplausos, pero con la broma de Romney en esta ocasión pasa esto. Él y ella simplemente se miran, en silencio. Y continúan con el show.
“Hemos podido sentir cómo cambia el clima”, dice ‘ella’, la actriz Holly Laurent, “a la semana después de que quedó claro que Romney sería el elegido, la gente empezó a reaccionar distinto al chiste”. Pero no por eso han dejado de hacer la escena. En los 70, cuando entre los actores estaban Bill Murray y John Belushi, no dejaron de hablar de Vietnam. En los 80, la época de Mike Myers y Chris Farley, el tema era Reagan. Y en los 90, los tiempos en que en el escenario estaban Steve Carell y Tina Fey, el blanco fue Clinton. “Siempre ha sido parte de la misión de Second City mantenerse en la contingencia”, explica Matt Hovde, el director artístico de la organización, “además, como hacemos improvisación, si es que hay un evento que esté marcando las noticias, muchas veces el público lo dice y se hace parte del show”.
Porque cada obra en The Second City consta de sketches y también de escenas de improvisación, donde los actores piden ideas al público y arman una escena en el instante. Alrededor de un setenta por ciento del show está escrito y el resto cambia cada día. No es raro que la audiencia los ponga en aprietos. Hace sólo unas semanas una persona gritó y dijo “¡Sandusky!”. Tanto los actores como el público se miraron con caras de susto. Era el apellido de un entrenador de fútbol americano que acababa de ser condenado por abusos a menores. Sin embargo, los actores tomaron el desafío y lograron, al mismo tiempo, hacer reír y criticar la complicidad de quienes apoyaron al entrenador, sin caer en vulgaridades. “Sería tanto más fácil hacer un chiste sexual”, dice Holly, “pero tratamos de hacer algo inteligente”.
“Aprendemos a improvisar desde una opinión, transformando esto en algo que haga a la gente reír y pensar”, explica Matt Hovde.
“La ventaja que nuestra gente tiene, y que muy pocos tienen, es que hacen ocho shows a la semana por dos o tres años. Cuando llegan por primera vez al escenario son bastante buenos, pero esto te hace mucho mejor”, dice Andrew Alexander, CEO de The Second City.
Pero cuando Holly Laurent escuchó ese “buu”, más bien se quiso esconder en algún lado de ese teatro. Cuando terminó la obra, lo comentó con uno de sus ex compañeros, que ya está trabajando en Hollywood y que pasaba de visita. “No te preocupes”, le dijo él, “siempre acuérdate que es bueno que te abucheen”. Holly podía estar tranquila: habían metido el dedo en la llaga. Lo importante era hacerlo y salir jugando.
Hollywood parte en Chicago
El teléfono sonó. “¿Te interesaría unirte al elenco del escenario principal?”, le dijeron. Holly no alcanzó a colgar cuando empezó a gritar cuanto garabato se sabía. “Fuck, fuck, fuck yeah!”. No le podía contar a nadie hasta un par de días después, cuando se anunciara públicamente. Se fue directo a su departamento y sola, mirando a los rascacielos de Chicago por la ventana, abrió una botella de vino. En el corcho escribió: “Me eligieron para el escenario principal. 5/1/2011” e hizo un salud con la ciudad.
Era el sueño de la vida de Holly y ahora se cumplía. Actuaría todos los días sobre las mismas tablas donde estuvo medio elenco de Saturday Night Live, varios de los protagonistas de 30 Rock, el hombre que le da la voz a Homero Simpson y una tonelada de actores y guionistas que hoy están en Hollywood o en Nueva York.
“La ventaja que nuestra gente tiene, y que muy pocos tienen, es que hacen ocho shows a la semana por dos o tres años. Cuando llegan por primera vez al escenario son bastante buenos, pero esto te hace mucho mejor”, dice Andrew Alexander, CEO de The Second City, quien el año pasado celebró el cincuentenario del teatro.
Además de esto, el otro factor de los egresados es que son sólo actores. Ellos mismos son los guionistas. La misma Tina Fey ha declarado que prefiere contratar a gente de The Second City porque sabe que pueden crear contenido y no sólo ser divertidos. “Cada noche, al final del show, hacemos sets de improvisación. Cuando estamos preparando una nueva obra, grabamos esa parte en video y la vemos”, explica Holly Laurent. De esos sketchs, eligen los mejores. Luego comienza un trabajo de escritura y puesta en escena, probando cómo el público los acoge. Así pasó con la escena de la pareja viendo Fox News. “Eso es una de las cosas que más he aprendido en este lugar: a transformar buena improvisación en excelentes sketches escritos”, dice Holly.
Pero el camino para llegar a actuar y escribir para esos escenarios es largo. Normalmente, los interesados parten en cursos de improvisación que The Second City ofrece, a donde acuden tanto aficionados como gente con ambiciones más altas. Los quieren seguir, como Holly, entran a un conservatorio y, al egresar, pueden audicionar para la compañía de The Second City que hace giras por Norteamérica. Todos los años llegan entre 400 y 500 interesados a esa prueba. Sin embargo, para llegar a uno de los dos escenarios en Chicago no hay postulación. Sólo te llaman. Y sólo hay doce cupos.
Viaje al centro de la comedia
“Buscamos gente que sepa hacer referencias, que sepa de literatura y de cultura, tanto actual como histórica”, dice Andrew Alexander, “queremos gente inteligente y, obviamente, que tenga habilidad para trabajar en humor”.
El paso siguiente, luego de uno a tres años en los escenarios de The Second City, es dar el salto hacia la televisión y el cine. “Usualmente toma entre cinco y diez años para ver quién llegará a ser famoso. Steve Carell estuvo acá a principios de los 90 y sólo se hizo conocido en 2000”, dice Matt Hovde, “es una carrera larga y dura”.
Quienes llegan hasta el escenario son los mejores. Y, por eso, Hollywood también viene a Chicago. Lorne Michaels, creador de Saturday Night Live, viaja para ver shows y buscar talentos. Hace un mes estuvo en las primeras filas, viendo a Holly y a sus compañeros. “Tenía nudos y mariposas en mi estómago. Las mariposas chocaban con los nudos”, recuerda Holly. Una de las actrices en el otro grupo de The Second City fue llamada por la gente de Michaels.
“Uno se pone ansioso, pero también es lo que haces todas las noches”, dice Matt Hovde, “Es como ser un atleta de alto rendimiento. Si no eres capaz de manejar la presión del público, mejor no lo haces”.
La importancia de decir que sí
La risa vuelve entre las trescientas personas que están sentadas viendo sketch tras sketch, tomándose un trago, comiendo nachos con queso o un hot-dog y ocupando cada una de las mesas en el teatro. Ya pasó un debate rapeado entre Obama y Romney, un diálogo entre dos trabajadores municipales de Chicago, la confesión de un sacerdote tentado por una monja y varios sets de improvisación, alimentados por sugerencias del público. “¡Gatitos zombis!”, grita alguien. “¡Los calzoncillos mágicos de Mitt Romney!”, se escucha. Al final de la obra, los actores se sientan y empiezan a improvisar de la nada. A conversar sin rumbo. Las risas entre la gente no paran.
Antes de salir al escenario, los actores se palmotean en la espalda y se dicen al otro “I’ve got your back”, algo así como “no te preocupes, yo te cubro”. “Yo sé que si me cayera en el escenario, alguien me va a levantar. Si te olvidas de una línea, alguien lo va a notar y te va a salvar”, dice Holly Laurent.
Mientras tanto, en el escenario, arriba, entre las luces, observándolo todo está una foto de un hombre de barba larga y blanca. Está puesta de forma que el público no la puede ver, pero los actores en el escenario sí. Se trata de Del Close, uno de los maestros de The Second City y de la comedia improvisacional, fallecido en 1999. “Está ahí para recordarnos lo que nos enseñó: que tenemos que tratar a nuestros compañeros como poetas y genios, y que siempre tenemos que asumir que la audiencia es tan o más sofisticada que uno”, dice Holly Laurent.
Las clases, en realidad, tienen más de práctica que de pizarrón y tiza. Las ideas que se les enseñan son simples, como explica Andrew Alexander: “Esto no es para nada complicado. Se trata de hacer ver bien a tu compañero, impulsar las ideas hacia adelante y seguir la filosofía del ‘yes and’”. Este “sí y” es tan importante que en la tienda del teatro venden poleras con la pequeña frase. Es la regla de oro de la improvisación. “Quiere decir que tú aceptas lo que propone tu compañero y propones algo más”, dice Matt Hovde, “por ejemplo, yo llego y digo ‘¡Feliz cumpleaños, papá!’ y tú me dices ‘Sí. Y será el último…’. Esto permite que la acción siga adelante”.
El resto es ensayar y mantener esa actitud. En el caso de Holly, ella ya lleva diez años haciendo improvisación y, a pesar de todo ese tiempo, cada vez que sale al escenario repite con sus compañeros una vieja costumbre de The Second City. Cada uno de los actores se palmotea en la espalda al otro y le dice “I’ve got your back”, algo así como “no te preocupes, yo te cubro”. “Yo sé que si me cayera en el escenario, alguien me va a levantar. Si te olvidas de una línea, alguien lo va a notar y te va a salvar”, dice Holly.
Eso da la fuerza como para resistir cualquier problema: quedarse en blanco, no saber qué decir en una improvisación o, por supuesto, cualquier abucheo. Como cuando estaban haciendo un sketch en que los personajes viajaban en una máquina del tiempo para contar chistes racistas. Y frente a los protagonistas aparece uno de los actores imitando al presidente Franklin D. Roosevelt, de sombrero de copa y anteojos de marco redondo. “¿Saben por qué los chinos construyeron nuestras líneas férreas?”, dice el presidente, “porque a los japoneses los teníamos en los campos de concentración”. El actor Tim Baltz, quien ya aparece en comerciales alrededor de todo Estados Unidos, hace referencia a uno de los períodos más oscuros de la historia norteamericana y el público siempre reacciona, pero esta vez alguien alega y abuchea.
“¡Pero si es verdad!”, responde Baltz y sigue con el show. La gente se ríe y, nuevamente, los actores de The Second City salen jugando.