Por Gabriela García Septiembre 13, 2012

Es 4 de octubre de 1957. Los soviéticos lanzan el satélite artificial Sputnik 1 y se convierten en los primeros en llegar al espacio. Muy lejos de allí, en Santiago de Chile, un grupo de hermosas bailarinas y coristas del Bim Bam Bum -el espectáculo revisteril más famoso de la capital- también construyen su propia escalera al cielo.

Acicaladas con lentejuelas, plumas y diminutos bikinis, suben cada noche al escenario del Teatro Un remodelado auditorio del colegio Salesianos funcionará como el Teatro Ópera. Parte de la utilería se encontró en persas como el Biobío y el Parque de Los Reyes.Ópera para abrazar la fama y un poder que hasta ahora sólo es privilegio de los hombres. Algunas sueñan con llegar a Hollywood. Otras, con encontrar un padre para sus hijos. Las vedettes del show de novedades de la calle Huérfanos, son el catalizador de una mujer chilena que a fines de los 50 se empodera lentamente.

Para contar la historia de estas divas en un Santiago glamoroso y movido, la productora Invercine, encargada de realizar Bim Bam Bum: mientras la ciudad duerme, también tuvo que volar alto. Dirigida por Matías Stagnaro, la serie cuesta 700 millones de pesos, y de no ser por los $ 504.818.295 que dio el CNTV en 2011 (aporte sólo comparable al que recibió la producción Adiós al Séptimo de Línea) y al resto de los dineros que entregó TVN, canal que transmitirá la ficción el primer semestre de 2013, aquella época hubiera sido imposible de reproducir.

Por su parte, el guionista Luis Ponce (Bienvenida realidad), dueño de la idea original desde 2009, cambió el foco: ya no escribiría la historia de un asesinato de vodevil, sino los secretos y conflictos de la familia que daba vida a la revista. “La había pensado como un thriller, pero al conversar con gente mayor me di cuenta de que había una generación adulta que recordaba con añoranza y alegría sus espectáculos, y otra más joven, que quería dejarse cautivar por esas historias”, cuenta.

Retratar el imaginario del Bim Bam Bum en pleno 2012 no fue simple. Mientras Ponce devoraba libros como Santiago de Chile de Armando de Ramón y la biografía del zar de la droga, el Cabro Carrera, la productora comenzaba un arduo trabajo de documentación de seis meses liderado por el periodista Cristóbal Cepeda y el historiador y antropólogo Juan José Correa.

Largas jornadas en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y entrevistas a vedettes como Isabel Ubilla, Magaly Rivano, el músico Peter Rock, tramoyas y bongoseros, entre otros protagonistas reales del Ópera, fueron dando luces de un Santiago en blanco y negro donde revistas de papel como  Eva o Ecran, diarios como El Pingüino, y sobre todo la radio, eran los únicos medios de comunicación.

A su vez, la ciudad era un pasadizo de la droga. La cocaína se vendía en las farmacias como antídoto para la depresión y uno de sus importadores era Rubén Wasaff, empresario mafioso chileno que en la serie inspira el personaje de Alejandro Goic y que dentro de sus negocios tiene la boîte Chacha, lugar adonde las bailarinas del BBB asisten después del show. “El ocio era muy importante. La gente se entretenía viendo funciones de cine rotativo en el Roxy de calle Moneda o tomando whisky en restaurantes como El Pollo Dorado de la calle Estado, para luego continuar la noche en boîtes como el Tap Room”, cuenta Cepeda sobre el escenario donde situaron la historia de cuatro mujeres que intentan sobrevivir en un mundo machista y clasista.

1957: un año movido

Fiesta de Año Nuevo 1956-1957. En la mansión que habita un senador y suerte de padrino económico del Ópera (Sergio Hernández), políticos, banqueros, periodistas y artistas aguardan ansiosos la llegada de las chicas del BBB con una copa de champagne en la mano. El humo de infinitos cigarrillos hace rondas sobre la cabeza de las vedettes, que lucen vestidos en colores pastel, además de carteras, guantes y otros accesorios que la diseñadora de vestuario de la serie, Carola Espina, conjugó muy al estilo de las divas Marilyn Monroe, Sophia Loren y la cantante Amy Winehouse.

Taty Monty (Paloma Moreno), las hermanas Margot y Laura Lucero (Celine Reymond y Juanita Ringeling, respectivamente) y la estrella del teatro, Eva Caposiello (Andrea Dellacasa), acaparan las miradas de los hombres casados. Mientras, hablan el léxico de la época: van al baile, usan enagua, se hacen la toca (alisado de pelo), escuchan long plays, lo pasan el despiporre (bien) y combaten la caña con mejorales. En el escenario, en tanto, boleros como “Quizás” o “Me importas tú”, además de tangos y rock and roll, son interpretados por las divas al ritmo de una orquesta que encabezan Camilo Salinas y Pablo Ilabaca, músicos a cargo de la banda sonora de la serie.

“No es un documental de época. Pero quiero que se identifique una visualidad parecida. Por otro lado, las mujeres serán permeables a los vaivenes de Chile. Por eso decidimos situar la serie en 1957. No sólo es el año de apogeo del BBB, sino uno marcado por movimientos sociales como la “batalla de Santiago”, la muerte de Gabriela Mistral, la venida de Neil Armstrong o la primera transmisión inalámbrica”, dice Stagnaro sobre una producción grabada en HD que contempla 12 capítulos, pero que pretende proyectarse en el tiempo, como lo ha hecho la serie Los 80.

“Crear una fantasía sale caro. Pero lo más difícil es la pugna entre la realidad histórica y la belleza estética. ¡Porque los entretelones del teatro eran un gallinero! ”, dice Matías O´Donnell, director de arte de la serie.

En la de Invercine, sin embargo, no habrá imágenes de archivo emanando de televisores, como en el canal vecino. Todo estará recreado. Y lo que no, se susurrará en el camarín de las vedettes mientras se calzan sus tocados de plumas y sus tacos aguja entre función y función.

 

Bailar, cantar y encantar

“¿Quiere ser artista? Iníciese en el Bim Bam Bum. Condiciones: Estatura mínima 1,70 m. Bonita. Buen sueldo. Empleada particular. Presentarse a la brevedad posible. Huérfanos Nº 837”.

Con esta convocatoria, Buddy Day, jefe del Teatro Ópera, que en la serie es encarnado por el actor Bastián Bodenhöfer (Danny Key), comenzó a formar la compañía de revistas que emulaba al Lido de París o al Teatro Colón de Buenos Aires. Con funciones los siete días de la semana y en tres horarios, los espectáculos iban subiendo de tono conforme anochecía. La audiencia masculina aplaudía a figuras esculturales en topless, mientras las señoras aristocráticas protestaban con pancartas.

“Era fundamental que las protagonistas fueran actrices que supieran bailar, cantar y encantar”, explica Stagnaro sobre el casting por el que pasaron al menos 100 actrices. Las elegidas aprendieron mambo, chachachá y rock and roll de la mano de los coreógrafos de la Universidad de Chile Verónica Canales y Carlos Delgado. “En esos años no existían las cirugías. Las siluetas eran estilizadas, pero completamente naturales”, dice Canales. 

El papel del narrador de la historia, en cambio, quedó en manos de Pablo Cerda, quien interpreta a Manuel Mendoza, un periodista vividor y sarcástico del diario La Primicia que ha sido relegado a cubrir los espectáculos del BBB por lanzarle un improperio al presidente Carlos Ibáñez del Campo. Ahí se enamorará de Laura Lucero. “Ser periodista en los años 50 era una posición de mucho prestigio. Los reporteros se hacían en la calle, eran cultos, bohemios. El Instagram lo hacían los ojos, por eso había más espacio para el flirteo”, explica Cerda sobre su rol.

Un Santiago que ya no existe

“¡A ensayar!”. La voz del coreógrafo Alonso Durán (Pablo Krögh) -personaje inspirado en Paco Mairena- retumba con fuerza en el teatro. Las bailarinas repiten una y otra vez la coreografía sobre un escenario de terciopelo rojo que tiene escenografía caribeña. Es la recreación del Ópera que el director de arte, Matías O´Donnell (Cachimba), realizó dentro un viejo auditorio del colegio Salesianos de Cumming con un presupuesto de 50 millones. “Extendimos el escenario al menos dos metros, hicimos molduras en las paredes, y construimos dos palcos”, explica O´Donnell sobre la restauración que heredará el establecimiento, al igual que otros cinco sets que se montaron en sus subterráneos. Entre ellos, la oficina de Danny Key, el periódico de Manuel Mendoza, la boîte Chacha y dos camarines, úteros donde se cocinan las intrigas de la serie y donde abundan los espejos, los abrigos de piel, las paredes con la gráfica de la época y los secadores antiguos.

La fachada de la revista, en cambio, así como la calle Huérfanos, las vistas aéreas de la ciudad y el tren a vapor en el que arriba el personaje de Laura Lucero a Santiago, se recrearán en 3D.

Encontrar las 10 locaciones en promedio que se necesitan para los 12 personajes principales fue una odisea. Espacios amplios como el Colegio de Contadores de Chile de calle Dieciocho o casonas con piso de parqué, y sin edificios a sus costados, cuyo arriendo en promedio cuesta 600 mil pesos por cada una, fueron ubicados en los barrios Yungay y República por la locacionista Victoria Cuenca (La lección de pintura). “El Santiago del BBB no existe. Y la arquitectura de comienzos del siglo XX, después del terremoto de 2010 no quedó en buen estado”, dice Cuenca sobre la serie, cuya dirección de foto está a cargo de David Bravo y que utiliza una estética de cine negro. Entre sus referentes está Mad Men y películas  como Cabaret, Nine y Enemigo público.

Tocadiscos, automóviles, cigarreras y mueblería de la época son parte de la utilería que O´Donnell encontró en persas como el Biobío y el Parque de Los Reyes. “Crear una fantasía sale caro. Ya hemos invertido $21 millones en el arte de la serie y sólo llevamos el 30% filmado. Lo más difícil es la pugna entre la realidad histórica y la belleza estética. Porque la verdad es que investigando nos dimos cuenta de que ¡los entretelones del teatro eran un gallinero! Lo nuestro es mucho más televisivo”, dice O´Donnell.

Es marzo de 1957 y en los camarines del Ópera las vedettes se maquillan para ir a votar. Es día de elecciones parlamentarias y, por segunda vez en su historia, el género femenino participa en el proceso. La democracia pende de un hilo: cohecho y robo de urnas son algunas prácticas fraudulentas de la época. “Inmorales”, “sucias”, “inmundas”, les gritan las señoras a las bailarinas del BBB cuando se topan en las urnas. Las artistas contestan de vuelta los improperios. Nadie que no se hace respetar, piensan, llega al cielo.

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