-Viguera, ¿sientes que Pérez es tuya, ahora? -pregunta Elisa Zulueta.
-No… no -dice él.
***
Esto empieza por el final. O, mejor dicho, por uno de los finales, que terminó siendo el comienzo, en realidad: era la última función de Pérez, la primera obra de teatro de Elisa Zulueta (31). La habían montado en 2009 en el Teatro del Puente. Había tenido críticas positivas, buena asistencia de público y se volvió a montar en 2010, en el Teatro Mori.
Ahí, entonces, en esa última función, una vez finalizada la obra, Boris Quercia se acercó a Elisa Zulueta y al equipo y les dijo:
-Esto es una película y la vamos a hacer.
A esa altura, Zulueta había rechazado tres ofertas similares. Porque muchos le insistieron que en esa historia de familia, interpretada por Luis Gnecco, Antonia Santa María y Natalia Grez, había una película. Era evidente. Los tres personajes, el encierro en una casa, la dificultad para comunicarse, un padre y una hija, la historia de todos, la historia de siempre.
Y lo siguiente que dijo Boris Quercia fue:
-Y esa película la tienes que dirigir tú - e indicó a Álvaro Viguera (33), quien en Pérez había sido el diseñador de iluminación, pero quien antes había dirigido a Zulueta y a Santa María en Estaciones de paso, y al mismo Quercia en Malacara. Sería, entonces, su debut como cineasta.
-Fue esa arenga de Quercia la que nos convenció de hacer la película -dice Elisa Zulueta, sentada en el living de su casa y con su iPhone en la mano, donde tiene guardada una serie de preguntas que le hará a Álvaro Viguera, quien está sentado en otro sillón, esperando ser interrogado por ella, ganadora del Altazor con su obra Gladys.
Todo fue rápido. Serían los mismos actores. Viguera, director. Santa María, productora. Quercia, productor asociado. Zulueta, guionista. Para esto último, la actriz y dramaturga decidió tomar un curso de guión con Julio Rojas (En la cama), quien le ayudó a entender la diferencia entre escribir para teatro y para cine. La necesidad de las acciones por sobre las palabras. Entremedio, Viguera también fue a hacer un curso a la Escuela de cine de Cuba. Y Santa María se preocupó de conseguir financiamiento para la película. Dicen que agendó entrevistas con auspiciadores y posibles socios: al terminar ese primer día de búsqueda, ya había conseguido el 70% del financiamiento de la película.
Ahora, mientras se toman un té, Zulueta y Viguera se ríen al recordar la primera forma que tuvo el guión.
-Hicimos una película medio engolosinada -dice Zulueta.
-Era como una versión de Hollywood, tomas aéreas, muchas tomas, exteriores, y no tenía mucho sentido, en realidad -dice Viguera.
-Y luego de revisarla harto rato, Boris dijo: “Aquí vamos a hacer la misma historia. Un par de exteriores, pero el encierro es la historia” -cuenta Zulueta.
Y eso fue, efectivamente, lo que grabó Viguera durante diez días, en una cabaña en Laguna Verde, a fines de marzo de 2011: una historia sobre un encierro en el que Pérez (Gnecco) y Marion (Grez), que son pareja, comparten un fin de semana con Roma (Santa María), la hija de él, y viven unos días de terror. Porque si bien esta película es una historia intimista, llena de silencios incómodos, lo que termina ocurriendo es que el humor retorcido que vemos en pantalla, a raíz de la incomunicación y del rechazo de Roma a su padre y a la pareja de él, nos da risa y luego mucha incomodidad y después pena. Y miedo, también. Porque al final la película funciona, mucho rato, como un espejo: todos tenemos una familia, todos somos hijos, todos tenemos un padre, casi todos tenemos algún conflicto familiar. Pérez nos interpela, de una u otra forma, a todos.
***
Se conocieron en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Elisa Zulueta, en primer año, admiraba a Álvaro Viguera, que iba en cuarto, que era el hombre que escribía sus propias obras y que las montaba. Se hicieron amigos. Después, Viguera se emparejó con Antonia Santa María, la mejor amiga de Zulueta. Ahora eran un trío. Y trabajan, en realidad, como si fueran un solo autor. Primero fue en Estaciones de paso (él dirigía, ellas actuaban), luego Pérez (Zulueta dirigía, Santa María actuaba, él era el diseñador de iluminación) y después vino Gladys, quizás el salto más importante (Zulueta dirigía y sigue dirigiendo, pues la obra se está montando, todavía, en el Teatro de la Universidad Católica, y ellos actúan). Y ahora, nuevamente, participan los tres en la película.
Cuentan que han llegado varias ofertas para adaptar “Gladys” al cine, pero que las han rechazado todas. No se la imaginan en el lenguaje cinematográfico. Por ahora están concentrados en el estreno de “Pérez”, que será en ocho salas en Santiago, Temuco y Viña del Mar.
-Son muy amigos, muy cercanos. ¿No creen que eso a veces puede jugar en contra?
-Lo que pasa es que nos tomamos todo con mucho humor -dice Zulueta-. Hay una idea de reírse de la fallita que nos ha ayudado mucho. La gracia es que el que tiene una historia la cuenta y se arma el equipo. Y se respetan los roles, por supuesto. Confiamos en cada uno de nosotros. De hecho, yo sólo fui un día al set de grabación, no me quería meter en el trabajo de Álvaro.
-Como somos amigos, nos podemos decir las cosas sin problemas. El otro no se siente atacado si se le corrige algo -dice Viguera.
Elisa Zulueta sigue con su iPhone en la mano. Dice si puede comenzar a hacer las preguntas que tiene para Viguera. Le digo que sí. Entonces, ella lee la primera pregunta:
-La película te quedó mejor que la obra, lo sabemos -empieza Zulueta, y Viguera se ríe y ella dice-Sí, porque es lógico. O sea, podría no haberlo sido, pero hay una depuración y en el montaje, también, Viguera entró a arreglar el guión, eso yo lo sé.
Viguera sonríe, en silencio.
-¿Sientes que en esta historia ajena hay un punto de comunión contigo que te hace sentir que la comprendes mejor? -pregunta, finalmente, Zulueta-. ¿Qué sientes de tu historia o de ti que hace que esté mejor?
-O sea, si hay un punto de comunión es el tema del padre. Y a todos, inevitablemente, nos afecta lo que pasa en el núcleo de las familias, también. Pero claro, yo también tengo un tema con mi papá.
-¿Pero, más allá de eso, qué sientes que hay tuyo en esta película?
-Yo creo que es el dolor que uno puede tener en las cosas que no resuelve con su papá. Como que hice el ejercicio actoral. Además, yo también soy papá…
-¿Y qué es lo que te da más miedo de estrenar una película? -pregunta Zulueta.
-Lo que piense el público, lo que diga el público. O que se corte en la mitad. O sea, las veces que la he visto con más personas, estoy pensando todo el rato: que corra de principio a fin y que no se quede congelada -dice Viguera y se ríe.
Pérez se estrenará en ocho salas. Fue grabada en digital. Costó cerca de 170 mil dólares. Dicen que no tienen mayores expectativas con respecto a la cantidad de gente que vaya a verla. Que están tranquilos con eso porque no tienen deudas. Y porque también es algo desconocido: en el teatro, dicen, nadie lleva una contabilidad de cuántos espectadores han ido a ver tal o cual obra. De hecho, ellos no saben cuánta gente ha visto, por ejemplo, Gladys, más allá de que lleva muchas funciones y casi todas a teatro lleno.
-¿Pero ustedes están conscientes, igual, que se han transformado en una suerte de marca? Digo, llegan con el pie de Gladys, vista por mucha gente y premiada…
-Eso nos ha ayudado más para relacionarnos con los auspiciadores. La gente confía más en nosotros. Pero cada proyecto es volver a cero. Uno no sabe. Además, también se vuelve una presión. Hay que ir creciendo y crecer es difícil -dice Viguera.
-Yo no logro ver tanto eso de la marca. Espero que Gladys ayude a Pérez, porque quiero que vean la película -dice Zulueta.
El estreno oficial fue en Sanfic, donde Pérez ganó el premio a la Mejor Dirección.
Viguera y Zulueta conversan sobre lo sorpresivo del premio hasta que ella vuelve a mirar su iPhone y hace la pregunta con la que empieza todo esto:
-Viguera, ¿Sientes que Pérez es tuya, ahora?
Él dice que no y luego intenta explicarlo: dice que siente que es algo muy compartido, y que además como a Zulueta le gustó tanto la película, él siente que le pertenece a ella.
-Es que si no te hubiera gustado, siento que hubiese sido más mía -dice él y se ríe.
***
Cuentan que ya han llegado varias ofertas para adaptar Gladys al cine, pero que las han rechazado todas. No se la imaginan en el lenguaje cinematográfico. Por ahora están concentrados en el estreno de Pérez. Pero ya trabajan en algo nuevo. No quieren hablar mucho, lo evitan, pero finalmente lo cuentan: es una obra de teatro. Viguera dirige, Zulueta actúa, Santa María produce, Rafael Gumucio es el dramaturgo en esta ocasión. Se llamará La grabación.
Imaginan que se estrenará el próximo año, pero no se quieren apurar. Vienen trabajando hace meses con Gumucio, a quien le gustó mucho Gladys. Luego empezó el diálogo con Zulueta. Después se fue armando la obra. Es una historia con dos personajes. Una conversación. No quieren decir más. Prefieren volver a Pérez. Zulueta dice que tiene una pregunta más:
-A mí me da mucha risa y mucha tristeza la película. ¿Y a ti?
-Ya la he visto como 200 veces -responde Viguera-, pero me da… te copio.
-No… -dice ella.
-Bueno, me emociona mucho. Cuando termina me emociona mucho. Como director quise ser lo más simple posible, y creo que eso, sin tantas aspiraciones, se refleja en la película.
-A mí lo que me pasa -dice Zulueta- es que el tema del papá, en Chile, da para 100 películas. Tiene que ver con nuestra historia. Éste es un país sin papá, a pesar de ser un país de puros hombres. Creo que es un temazo que no pasa de moda, y siento que eso es lo que conecta con la gente cuando la ve.
En ese momento suena el citófono. Nos quedamos en silencio. Zulueta se levanta y abre. Al rato, aparece Gumucio en la puerta. Están enfocados -y nerviosos y ansiosos- en Pérez, sin embargo ya preparan este nuevo proyecto. Gumucio les dice que en la mañana, en su programa de radio, habló de la película, de lo mucho que le gustó la película. Ellos, simplemente, sonríen.