Miró por la ventana: la marcha de los estudiantes y las pancartas contra HidroAysén eran parte de una postal que ya no le pertenecía. Era 2011 y la actriz y directora de teatro Paly García (52) volvía a releer los libros de Antón Chéjov. Algo que el dramaturgo ruso advertía hace siglos, se quebraba en su trinchera.
“Las utopías habían caído con el muro de Berlín el año 89, pero mi generación se demoró mucho más en asimilarlo. La tabla de salvación no era la revolución que creíamos. El movimiento ciudadano comenzaba a cambiar el paradigma”, dice.
Las ruinas de esas ideologías, sin embargo, permanecen intactas, y en medio de ellas es que se propuso dirigir un montaje gratuito. Cerca de Moscú es una coproducción de la Fundación Teatro a Mil que se estrena en el MAC de la Quinta Normal el 8 de enero, pero que gracias a un Fondo de Cultura de Excelencia de $ 104 millones, realizará otras dos temporadas en espacios patrimoniales. En marzo volverá al ex Congreso, y en abril arribará a la Cúpula del Cementerio General. “Son espacios cristalizados en el tiempo. Palacios afrancesados que no tienen por qué ser parte de la cultura museística solamente. Nuestra intención es política. Dejar las salas convencionales para tomarse la ciudad”, dice Paly.
Escrita por el poeta y dramaturgo Pablo Paredes -el mismo que escribió Las Analfabetas, obra ganadora del Altazor 2011, donde actuaba García-, Cerca de Moscú funde dos textos que Chéjov escribió entre los 17 y los 26 años: Ivanov y Platonov. Una versión que se cruza con la historia del Chile reciente. “Nuestra tragedia es que hemos sido colonizados, pero también ese criollismo arribista nos tiene tratando de alcanzar un espacio mínimo en la repartija de la torta. Los chilenos somos chejovianos. Tenemos una mentalidad del siglo XIX y un ego constantemente herido. Somos personajes secundarios y eso nos hace peligrosos”, afirma Paly sobre la obra más ambiciosa que ha dirigido a lo largo de sus 30 años en el teatro.
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Cuando niña, Paly García era enfermiza. Y como los resfríos se le convertían fácilmente en neumonías, tuvo bastante tiempo para arreglar el mundo. Lo hizo de la mano de la lectura. A los 16 años, una hepatitis la tuvo seis meses en reposo.
“Mi mamá decía que sólo los tontos se aburren, así que yo convertí a los libros en mis mejores compañeros. Carpentier, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, pero también ensayos de Jung y Fromm hacían pequeñas torres junto a mi cama”, confiesa sobre la época en que devoraba Hamlet en inglés e improvisaba un telón de teatro con una cortina vieja. Junto a sus hermanas, montaba obras para los vecinos de un condominio en Las Condes a un precio simbólico, que luego invertía en bebidas para esos espectadores.
Pero no fue hasta una noche de toque de queda que la actuación dejó de ser un juego para Paly. Estudiaba Arte en la Universidad Católica, pero fueron sus propios compañeros -tras verla montar un café-concert en el campus El Comendador- los que la convencieron para que se cambiara de carrera. El año 1983, y cuando apenas cursaba el segundo año de Teatro, debutó en ¿Dónde estará la Jeannette?, una obra de Luis Rivano por la que ganó el APES. Ese montaje le dejó una lección: si el teatro no podía hacer historia, al menos podía hacer memoria.
“Mis recuerdos de esa época son ambiguos. Por un lado estaba el momento histórico que era realmente horroroso, y esa estrechez económica que nos tenía a todos muy apretados. Pero, por otro, la comprensión de lo que significaba actuar. No tenía que ver con lucirse, sino que con otra perspectiva de las cosas. Con pensar cuál es tu voz”, cuenta.
Esa voz se fue afinando con los años. Leer a Caryl Churchill (“una especie de Bolaño de la dramaturgia inglesa”, dice) se convirtió en una inspiración. Por eso, en un estante de su casa conviven los libros de Churchill junto a los de Shakespeare, Acevedo Hernández y Egon Wolff. Paly García es capaz de mirar detenidamente una escena y ofrecer 27 formas de abordarla, tal como lo hace Churchill en Anhelo de corazón, la obra que dirigió en 2004. “Ella no suelta la presa. Como ajedrecista top, contempla una y otra vez la jugada”, revela sobre la madrina del movimiento In-yer-face.
Paly no entra y sale de los personajes. Los investiga hasta que se le meten en la piel. Cuando encarnó a la periodista Mónica Spencer, la esposa del abogado de la Vicaría de la Solidaridad en la premiada serie Los Archivos del Cardenal, recordó a un amigo de la universidad. Estaba desaparecido, pero un día volvió y se subió a una mesa del casino del Campus Oriente y comenzó a vociferar los nombres que había delatado durante su detención.
Para dirigir Cerca de Moscú, leyó la correspondencia que Chéjov sostuvo con su mujer, Olga Knipper y con Gorki. Pero además estudió sus biografías, libros sobre la revolución rusa y ejemplares de poetas como Esenin o Mayakovski. “También veo documentales y necesito que me cuenten cosas. Me meto por alrededor”, dice.
Leyendo Tío Vania y luego El jardín de los cerezos en la época universitaria, Paly agudizó el ojo frente a los grandes temas del ser humano, como el amor y la amistad, pero sobre todo el conflicto económico. “Ése que succiona las almas humanas”, cuenta.
Ivanov y Platonov no son la excepción. Aunque ambos personajes forman parte de la clase protegida del zar, el primero ha administrado tan mal las platas que está acogotado con deudas. Y el segundo, se ha convertido en profesor de una escuelita. “Platonov abandona los privilegios de hijo de general para irse a vivir a la provincia con una mujercita que considera hermosa, pero tonta. Pero la ansiedad lo empezará asfixiar”, explica.
En esta obra, en que participan actores como Regildo Castro, Tito Bustamante, Paula Bravo y Sofía Zagal (hija de Paly García), la directora ha encontrado las semillas de los conflictos del siglo XX: “Cerca de Moscú cuenta cómo miraron los que creyeron en ese otro mundo posible y la sangre y dolor que produjo esa promesa. Ivanov y Platonov tienen la sensación de estar derrumbándose, pero no quieren asumirlo”.
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Cuando Canal 13 le ofreció convertirse en Adriana Godán, la villana de la teleserie Los títeres (1984), Paly García lo hizo porque no tenía un peso. “A mí no me importa nada ese personaje. De hecho, durante años no me podía acordar ni cómo se llamaba. ¿Qué puedo decir de ella? ¿Que estaba hablando del país? Las teleseries son un producto comercial, un universo con el que no tengo nada que ver”, afirma.
El que no se olvidó jamás de Adriana Godán fue Sebastián Lelio. A los 10 años supo que se convertiría en director de cine y que uno de sus proyectos estaría protagonizado por Paly García. “Le escribí una película. A ese nivel llega mi devoción por ella”, reconoce ahora el realizador, que le dio un protagónico en el filme Gloria. “No hay plano donde no aparezca. Paly sostiene la cinta sobre sus hombros de principio a fin, con la autoridad de una gran pensadora”, asegura Lelio sobre la historia que llega a salas el primer semestre de 2013 y que ya ganó la categoría Cine en Construcción en el pasado Festival de San Sebastián.
Gloria, el personaje de Paly García en la película, tiene 58 años y como los personajes de Chéjov, ha hecho de su soledad una fiesta. Está separada y tiene una vida social activa. Entre su trabajo, los hijos y los romances pasajeros que establece con una copa de pisco sour en la mano, se gasta la vida. “Una tontera la pondrá en crisis. Le han detectado glaucoma. Se da cuenta que está envejeciendo”, dice la actriz.
En eso está cuando conoce a Rodolfo (Sergio Hernández), un hombre que la desborda completamente. La entrega de Paly al rol de Gloria fue demencial. Durante cinco meses conversaron con Lelio para preparar al personaje. “Yo me fui encontrando con Gloria en la medida que me fui encontrando con Sebastián, porque es una película donde él vierte el mundo de su madre. Yo estaba ciega. Lo seguía a él. Para mí fue como que me agarraron, me metieron la cabeza bajo el agua y así estuve hasta que terminamos de filmar”, confiesa Paly.
Lelio fue testigo de su intensidad. Durante once horas diarias de filmación vio cómo la actriz llevaba el rol de esa mujer en tránsito hasta las últimas consecuencias. “Paly es una actriz que sin hacer nada está vibrando, como si tuviera un toro encerrado”, dice Lelio.
Y el resultado promete: el otro día le mostró unas imágenes a Paly y ella no se reconoció. “Yo me fui a vivir al país de Gloria y me costó mucho volver”, confiesa la actriz y directora mirando la ventana. Afuera ya no hay cacerolazos. Pero Chéjov sigue resonando en su cabeza.