Con un financiamiento que supera los 200 mil dólares, Sandoval temía que con ese presupuesto esta nueva película perdiera el rock’n roll, “ese estilo de filmar en la calle y de que se viera fresca, liviana, callejera”. Pero esa frescura se mantiene intacta.
Un escolar sigue a una treintañera en Las piernas de la señorita de la micro. En Se busca otra mujer, un hombre pone un aviso en el diario y resulta ser un psicópata que espera a sus víctimas con un hacha. Y en Te amo a matar, una pareja de adolescentes se juntan a terminar, y terminan cuatro veces, de cuatro maneras distintas, con gritos y peleas, hasta que en un momento él le dice a ella: “Te creís la más linda, pero erís la más puta”.
Son las historias de los primeros cortos de Che Sandoval (27), el director que provocó un pequeño fenómeno hace tres años con su ópera prima, Te creís la más linda (pero erís la más puta), que tomó su título de esa frase lanzada casualmente en su corto, y que dejó en claro que Sandoval era un hombre que sabía escuchar, con diálogos que captaban el lenguaje local, como alguna vez lo hicieron Raúl Ruiz y Cristián Sánchez, el mejor oído del cine chileno en mucho tiempo.
Fresca, imperfecta, chistosa, filmada en las calles y de noche, en un Santiago cercano, distinto al de las teleseries o las noticias, Te creís la más linda... seguía el deambular de Javier, un perdedor patético y querible a la vez, un desastre con las mujeres y, de paso, se despachaba algunas frases memorables, como cuando un personaje decía “soy el Master Dog de la weá”.
Che Sandoval triunfaba donde otros habían fracasado con escándalo, como un retrato generacional y una película que no le hacía el quite a entretener. “Siento que mi temática es la crisis del concepto de hombre en la actualidad, es la denigración del concepto de macho”, dice Sandoval vía Skype desde Buenos Aires, en la previa del partido de Chile con Uruguay, la semana pasada.
Cuando escribió Te creís la más linda... tenía apenas 21 y fue su tesis para egresar de la Escuela de Cine de Chile. Pero ahora, a sus 27, muchas cosas pasaron entremedio. Fue a presentar su película al Bafici, y ahí conoció a la actriz argentina Antonella Costa (Garage Olimpo), se enamoró, y después de filmar Soy mucho mejor que vos, su segunda película, acá en Chile, en septiembre del 2011 se fue a vivir a Buenos Aires.
Futbolero, bielsista y mourinhista, odia al Barcelona y es hincha del Real Madrid. En Argentina -por ahora, aclara- es hincha de Vélez Sarsfield, pero sólo porque ahí juega Lucas Pratto, que alguna vez fue de la Católica, el equipo del Che, aunque no le provoque mucho orgullo reconocerlo. Si uno lo sigue en Twitter, podrá saber que el hombre está siempre con un ojo puesto en Chile, especialmente cuando juega la selección.
Su plan es continuar con su carrera desde allá. A los críticos argentinos les gustó mucho Te creís la más linda..., y ahora, como prueba de que su humor y su cine con estética callejera han funcionado bien allá, acaba de ser seleccionado para participar en la competencia internacional del próximo Bafici con Soy mucho mejor que vos. En el festival de cine independiente más importante de Argentina, la carta chilena es un Che.
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Lo de Che es una historia nerd, advierte Sandoval, con una mezcla de vergüenza y timidez. Lo de Che no tiene nada que ver con el Che Guevara ni con homenajes de ningún tipo. Así fue como le decían en su casa, de chico, un diminutivo para Joche, que a su vez era una forma de acortar su verdadero nombre, José Manuel. Pero ese nombre sí que fue una suerte de homenaje. “Mi madrina es la Estela Ortiz (esposa de uno de los degollados y amiga de Michelle Bachelet), a quien quiero mucho. Cuando mi mamá estaba embarazada de mí se murió José Manuel Parada, que es uno de los degollados, y de ahí viene mi nombre”, cuenta.
El apodo se quedó para siempre. En el colegio cuando pasaban lista siempre lo nombraban como Che Sandoval, y cuando un día el programador del Festival de Toulouse llamó a su casa preguntando por él, la nana dijo: “Acá no vive ningún José Manuel”. En Argentina, dice, presentarse como Che es como llamarse Carlos Gardel, así que primero se presenta como José y recién cuando entra en confianza, sale el Che.
Lo del cine fue una obsesión personal. Su padre, Felipe Sandoval, fue vicepresidente de la DC después del plebiscito y ministro de la Corfo durante el gobierno de Frei, y su madre, Eliana Santibáñez, aunque estudió Literatura y Filosofía, se ha dedicado más a la asistencia social. La única artista de la familia es su tía, la pianista María Paz Santibáñez, quien después de recibir un disparo durante una protesta en los 80 se rehabilitó y ha desarrollado su carrera en Francia. Como una pasión solitaria, el gusto del Che por el cine se alimentó con sesiones en el Normandie, donde los ciclos de Bergman y Tarkovski se combinaban con noches en el cable esperando los estrenos de HBO y Cinecanal.
Pero la estética Sandoval, callejera y fresca, se alimentó con buenas dosis de Godard y Cassavetes. Una película clave fue Mutual appreciation, de Andrew Bujalski. “Cuando vi esa peli de Bujalski sentí que tenía esa cosa cassavetiana, pero como con un ritmo mucho más teenager, y con personajes con voluntades menores. Y como que ahí vi una arista superbuena, y un cine como simple de hacer”, dice.
La oportunidad para probar ese espíritu cassavetiano llegaría con Te creís la más linda...
Algunos profesores no parecían muy convencidos con esta historia adolescente. Pensaban que quería hacer un American Pie a la chilena, pero otros docentes, como Francisca Schweitzer (directora de Paréntesis) y Rodrigo Cuevas (guionista de Los 80), lo apoyaron.
Nueve días de rodaje y 3 mil dólares bastaron para que Javier, el protagonista, se convirtiera en un perdedor entrañable del cine chileno.
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-Anda a escuchar Radiohead, depresivo de mierda.
La frase se la dicen unos adolescentes a Cristóbal, el protagonista de Soy mucho mejor que vos, en un puente del río Mapocho. Si Javier en Te creís la más linda... finalmente generaba empatía pese a lo patético, Cristóbal es un pelmazo de cuerpo entero. Treintón más cercano a los 40, se embarca en una noche de borrachera luego que su mujer parte becada a España, junto a sus hijos. La estructura de la narración, en que todo pasa durante una noche, es parecida a la de Te creís la más linda..., y de hecho, Cristóbal es un personaje sacado de una escena de la ópera prima de Sandoval.
“Una de mis leyes es que cada secundario no esté ahí sólo para el protagonista, sino que tenga su propia historia”, dice Che. El protagonista nuevamente no es un actor profesional, otro de los sellos del cine de Sandoval, que prefiere buscar rostros desconocidos para sus historias. “No es que yo nunca en mi vida haría algo con un actor famoso, pero estas dos películas tienen una estética supercallejera, entonces si aparece un actor famoso mata la magia del espectador, ‘chuta, a éste lo vi hoy día en la mañana en el matinal’”, dice. Como spin-off de Te creís la más linda..., volvió a llamar para el rol de Cristóbal a Sebastián Brahm, director que el año pasado estrenó El circuito de Román.
A Brahm igual le daba susto que lo relacionaran con este personaje, pero finalmente aceptó. Conversaron juntos el guión y lo fueron puliendo, a tal punto que Brahm aparece acreditado como “asesor creativo”. Para lograr esos diálogos tan reales y espontáneos, Sandoval usó el mismo método de la película anterior: “Hacerme muy amigo del protagonista, hacerlo sentir que él era tan dueño de este proyecto como yo. Siento que los dos protagonistas en mis dos pelis se exponen tanto, que necesitan saber exactamente bien qué es lo que están haciendo, no les voy a mentir para hacer otra cosa, no los traicionaría”. Luego del proceso de lectura con el protagonista, Sandoval hace una lectura de escena con el resto de los actores, una escena tras otra, para que cada actor reescriba las cosas que parezcan forzadas. Después realiza un ensayo donde se cambian cosas mínimas. Cuando llega el momento de rodar, siempre trata de filmar la escena completa.
Con un financiamiento que supera los 200 mil dólares, Sandoval temía que con ese presupuesto esta nueva película perdiera el rock’n roll, “ese estilo de filmar en la calle y de que se viera fresca, liviana, callejera, no que se viera que está iluminada como por mil lugares”. A Chile debiera llegar el segundo semestre, primero en Sanfic y luego en salas comerciales. Ahí se verá cómo reacciona el público nacional con Cristóbal. Cuando mostró la película, hace poco, en el Festival de Toulouse, le preguntaron si todos los chilenos eran así de machistas.
Che reconoce que quiso darle una dimensión más compleja a este protagonista, y que lo concibió deliberadamente como un tipo difícil de tragar. “Si había algo en la jugada mía era mantener al espectador odiando al protagonista. Al mismo tiempo, siento que los hombres la ven y la disfrutan. Siento que a las personas que más les llega la película, en términos morales de que les choca, es a mujeres de entre 30 y 45 años. Algunas se cagan de la risa y dicen ‘puta, el típico huevón chileno’. Y después están las otras que se ofenden”, explica.
-¿Por qué en las películas chilenas recientes los hombres siempre aparecen como inmaduros?
-La verdad no sé. Si uno ve las películas de Truffaut, e incluso las de Cassavetes, aunque no son tan inmaduros ni tan patéticos los personajes, igual siempre en el cine donde los hombres son protagonistas o eres un superhéroe o eres inmaduro, es como una constante. A mí no me nace porque sienta que venda, sino que me nace porque mis personajes en general carecen de madurez. Como que siempre están mirando desde afuera cómo los enjuician, y “qué es lo que quiero ser, qué es lo que ellos creen que soy”. Pero puede ser que sea una constante. No sé si porque en el país son todos inmaduros o porque a los cineastas les interese más.