Por Diego Zúñiga Abril 18, 2013

“Mira, yo soy una persona bastante insoportable, pesada, por eso la fama es de verdad. Nunca le he permitido a nadie ver nada de Juan Luis”, dice Eliana Rodríguez, quien ha rechazado varias ofertas para reeditar “La nueva novela” o publicar material inédito del poeta.

Ella tiene 25 años y él va a cumplir 30. Están sentados juntos, arriba de una micro que los llevará a Concón. Es tarde, ella acaba de ver en el Festival de Viña del Mar a Joan Manuel Serrat, y él viene quizás desde qué lugar. No se conocen. En rigor, ella sí sabe quién es él, porque él es conocido por esos lugares, por Viña del Mar, por Valparaíso: el Loco Martínez, le dicen. El que tiene el pelo largo y rubio, el que recorre las calles en una moto, el que es perseguido por los carabineros, el que parece un James Dean chileno, salvaje, un poeta inédito, Juan Luis Martínez: alto, delgado, la cara alargada. Un vikingo.

Ella sabe todo eso de él, pero él no sabe quién es ella. Sin embargo, a pesar de su timidez, aceptó sentarse a su lado, al lado de Eliana Rodríguez, y ahora van arriba de una micro rumbo a Concón.

Es el comienzo de la década del 70. En tres meses más estarán casados. En un año más serán padres. Luego vendrá el golpe de Estado. Y en 1977, Martínez, el Loco Martínez, publicará su primer libro, una obra desconcertante, inesperada, que cambiará para siempre a la poesía chilena o la noción de lo que se tenía, en ese entonces, sobre la poesía chilena. La nueva novela: poemas tradicionales, collages, preguntas científicas, filosóficas, un juego eterno, surrealista, una obra de culto, un libro que llegaría a costar más de $200.000. El libro más caro de la literatura chilena. Una de las obras más especiales y únicas que se hayan escrito en nuestro país. 

Un año después publicaría el libro-objeto La poesía chilena, y luego vendría el silencio. Nunca dejaría de escribir, pero ya no volvería a publicar, no alcanzaría, porque el 29 de marzo de 1993, a los 49 años, en Villa Alemana, moriría de un infarto al corazón.

-Pocos días antes de que muriera -cuenta Eliana, 66 años, madre de Alita y María Luisa-, Juan Luis me dijo: “Júrame, Elianita, que vas a quemar todos mis textos”, pero no me dijo nada de la obra plástica, así que toda mi atención ha ido ahí.

Y Martínez dejó dos instrucciones más: la primera, que cuando se cumplieran 20 años de su muerte podía publicar uno de los libros que alcanzó a dejar listos, una obra en la que había estado trabajando durante los últimos 15 años de su vida: El poeta anónimo (o el eterno presente de Juan Luis Martínez), libro que se publicó a fines del año pasado en Brasil y que acaba de llegar, hace unas semanas, a Chile.

Y la segunda instrucción fue la siguiente: que cuando se cumplieran 20 años de su muerte, Eliana podía volver a publicar La nueva novela, pero no la segunda edición que apareció en 1985, y que era la única que se podía comprar hasta antes de que se agotara, hace unos meses, sino que una edición nueva, que dejó lista Juan Luis Martínez, con correcciones, y que Eliana ha guardado durante todo este tiempo, dejando que transcurrieran los años hasta que se cumpliera la fecha.

Hace 20 años que murió Juan Luis Martínez, pero aquí está: con un libro nuevo, con un libro vivo y desconcertante. Y aquí está Eliana Rodríguez, la viuda del poeta, la guardiana de todos sus papeles.

***

Fue en 2009 cuando Pedro Montes, coleccionista y dueño de la Galería D21, empezó a buscar a Eliana Rodríguez.

-Yo me hice de rogar -dice ella y se ríe, sentada en la terraza de un café de Viña del Mar, junto a María Luisa (35), la segunda hija que tuvieron con Martínez.

Cuando finalmente se juntó con Montes, éste le contó que iba a abrir una galería de arte y que quería exponer la obra visual de Juan Luis Martínez. Era octubre de 2009, y él deseaba inaugurar la galería en noviembre, con la exposición del poeta, pero ella le dijo que no.

-Las exposiciones se hacen con tiempo -le dijo ella, pero le hizo un ofrecimiento-: ¿qué te parece marzo?

Montes, por supuesto, aceptó, y en marzo de 2008 pudo exhibir Señales de ruta, la primera exposición de la obra plástica de Martínez, y publicó, junto a la ayuda de Ronald Kay, Aproximación del principio de incertidumbre a un proyecto poético, libro conformado por estas obras visuales, y que ahora se está exponiendo en el Parque Cultural de Valparaíso hasta el 31 de mayo.

Ahí empezó, entonces, la amistad entre Eliana Rodríguez y Pedro Montes. Y ahí empezó a gestarse, en silencio, la aparición del nuevo libro de Martínez. Porque ella ha seguido revisando durante todos estos años, entre los baúles que dejó Martínez, sus papeles, sus escritos.

-Hay un mueble cerrado que todavía no lo reviso. Me queda material como para 20 años más. Hay mucho, porque Juan Luis tuvo una larga temporada en el infierno, pero vivió cada día como el último, vivió momentos tremendos de creación -dice ella y agrega-: Hay mucho material, pero una tiene que ser cautelosa y tener cuidado, qué se saca y qué no, qué se tiene que ir al fuego, porque podemos pensar que todo es fantástico, pero yo no soy la persona que puede decir esto sí o no, con el tiempo uno va tanteando.

Y fue en uno de esos días en que miraba los papeles que dejó Martínez, cuando lo encontró: siete capítulos de algo que, al parecer, era un libro que había dejado casi concluido Martínez. No había en ese momento, eso sí, una portada ni un índice ni tampoco el nombre del libro, pero había siete capítulos que tenían nombres como: “Poesía y prosa de ultramar”, “La desolación de la quimera” o “Epílogo: veinte años después”.

Eliana, entonces, llamó a Montes y le mostró lo que había encontrado.

-Era una obra que no sabíamos si estaba concluida, terminada, si era el gran libro inédito de Juan Luis Martínez -dice Montes.

Revisó el material una y otra vez, y en eso, hace ya más de un año medio, lo contactó el venezolano Luis Pérez-Oramas, curador de arte latinoamericano del MoMA de Nueva York, y le dijo que quería exhibir la obra visual de Martínez en la trigésima bienal de São Paulo, donde lo habían nombrado curador. Entonces, Montes lo puso en contacto con Eliana y ella aceptó. Y en uno de los viajes de Pérez-Oramas a Chile, Montes le mostró los siete capítulos que Eliana había encontrado del libro. Él vio el material -un archivo de casi 300 páginas, todas fotocopiadas- y le dijo que eso tenían que publicarlo ahora que sería la bienal. Y los puso en contacto con Charles Cosac, uno de los propietarios de Cosac & Naify, una editorial dedicada, principalmente, al arte contemporáneo, quien aceptó de inmediato. Y entremedio de todo ese proceso, Eliana encontró la portada, el índice y las primeras páginas. Entonces, se enteraron de que era el libro en el que Martínez había estado trabajando los últimos años de su vida: El poeta anónimo (o el eterno presente de Juan Luis Martínez). Un nuevo viaje al universo de Martínez, donde las palabras se cruzan con las imágenes, los rostros de Marx y Rimbaud, poemas chinos, textos en inglés, francés, recortes de revistas y diarios, recortes sobre la dictadura, sobre guerras y soldados, sobre desaparecidos, imágenes de las tumbas de poetas como Hölderlin, Rilke, Baudelaire, la bandera chilena de papel volantín que también estaba en sus libros anteriores, un texto que escribió Neruda sobre Maiakovski y Rimbaud. Un libro alucinante y extraño, donde Martínez guarda, absolutamente, silencio, pues no escribe ninguna palabra, sólo se dedica a armar esta obra con fotocopias, en las que de pronto podemos encontrar versos como éste, que parecieran anunciar una despedida: “Cuida tu juventud imperecedera, esposa mía,/ y nunca olvides las jubilosas horas que pasamos juntos./ No dudes que si vivo, a ti retornaré,/ y si muero, entonces, déjame vivir/ largo tiempo en tu memoria”.

El libro fue publicado en septiembre del año pasado, paralelamente a la exposición que se hizo de Martínez en la XXX Bienal de São Paulo, donde se expusieron más de 100 obras del chileno.

Eliana Rodríguez, entonces, había cumplido con la primera instrucción que le dejó Martínez poco antes de morir.

***

-Eliana ha cuidado la obra de Juan Luis con mucho recelo, y me parece que está bien -dice Montes.

-Mira, yo soy una persona bastante insoportable, pesada, por eso la fama es de verdad. Nunca le he permitido a nadie ver nada -dice ella.

Eliana habla con dureza, con desconfianza también. Son muchos los que se han acercado a ofrecerle dinero por los textos inéditos de Martínez o por la posibilidad de reeditar La nueva novela, pero ella siempre se ha negado a negociar.

-¿Difícil para mí decir no? De ninguna manera… -dice.

María Luisa se ríe, mientras escucha a su madre y no deja de hojear un ejemplar de El poeta anónimo…Es fines de febrero. Ninguna de las dos había visto todavía el libro publicado. María Luisa lo hojea y se ríe. Recuerda los días en que Martínez estaba armándolo. Ella lo ayudó. Lo ayudó a recortar las imágenes, las fotocopias, a buscar en libros lo que él necesitaba. Era una niña. Tenía 5, 6 años, cuando él ya empezaba a darle forma a esta obra. Era un juego, también. Siempre fueron muy unidos. Ella se parece físicamente muchísimo a su padre. Hace poco volvió de Inglaterra, donde vivió varios años. Está dedicada, entre otras cosas, a ordenar la biblioteca de Martínez, una biblioteca mítica que muy pocos conocen.

Después de que se casaron, Eliana lo acompañó en todo el proceso de la publicación de sus libros. Primero, cuando fue a dejar La nueva novela a la Editorial Universitaria, a inicios de los 70, y lo tramitaron y lo tramitaron, hasta que fue el golpe de Estado; y luego cuando decidió que sería una autoedición, y ella lo ayudó a  confeccionarlo. Fue una vida juntos. Además, lo acompañó en sus años de enfermedad, cuando le detectaron una insuficiencia renal, a mediados de 1982. Abrieron una librería en Viña del Mar. Eso los mantuvo económicamente. Importaban libros y los vendían en las universidades. Y vendían La nueva novela. Martínez lo hacía de forma personal, quería conocer a todos sus lectores, y eran muchos los que peregrinaban a Villa Alemana para conversar con él. Sobre todo jóvenes, estudiantes, poetas, escritores, a los que Martínez recibía con generosidad.

-Enrique Lihn le decía que era como la Virgen de Villa Alemana -cuenta Eliana y se ríe.

Ahora, cuando ya se han cumplido 20 años desde su muerte y se publicará -durante este año- esta nueva edición que dejó corregida Martínez de La nueva novela, Eliana no lo hará con ninguna editorial, sino que será, nuevamente, una autoedición, que costará más de $100.000, y que la venderá ella.

-Tú no sabes lo que costó hacer La nueva novela -dice Eliana y agrega-: No me ha costado nada decir que no, y mis hijas nunca han intervenido. Yo no les he permitido ni ellas se han tomado la libertad de decirme: “Esto sí o esto no”… Cuando me muera, pueden hacer lo que quieran, pero a mí me queda harto hilo en el carrete.

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