En su próximo concierto en el Teatro Municipal mostrarán su nuevo disco completo y sólo cuatro temas antiguos. "Si no hay riesgo, te fagocitas. Vivir de la melancolía es superdañino para cualquier artista", dice Carlos Cabezas.
"Se caiga el cielo" es un trabajo de atmósferas espesas, percusión exuberante (mérito de la baterista Edita Rojas) y capas eléctricas y electrónicas que se superponen hasta compactar canciones de excepcional consistencia.
Como otras bandas activas en Chile hace treinta años, Electrodomésticos recibió hace un tiempo la debida invitación a formar parte de un venidero festival organizado en Santiago bajo el nombre “Las Voces de los 80”. Lo del 29 de junio en el Movistar Arena será, según el equipo a cargo, una “cumbre histórica”, que reunirá, desde Jorge González a Pancho Puelma, y de Aparato Raro a Cinema; nombres hacia los que el trío de “Yo la quería” manifestaba en esos años cierta admiración, total indiferencia o franco recelo.
Carlos Cabezas y Silvio Paredes no tuvieron siquiera que discutir qué correspondía hacer. “Muy amables, muchas gracias; pero no, gracias”, fue su respuesta, y en la negativa del dúo por hacerse parte de un festival del recuerdo hubo algo más que la pura aversión a la nostalgia.
Mal podría querer adscribirse a una vocería del pasado un grupo que precisamente en estos días tiene doce nuevas canciones que mostrar. Se caiga el cielo ya está en venta web, su vinilo llegará a tiendas de Chile y Estados Unidos el 1 de julio (en Chile, además como CD), y será presentado dos días más tarde con un concierto en el Teatro Municipal de Santiago. Es el cuarto álbum en el que trabajan Cabezas y Paredes (lo preceden sus dos discos de los años ochenta junto a Ernesto Medina; y La nueva canción chilena, grabado en 2004 en formación de quinteto), y a ambos les resulta fundamental reforzar con él una idea que el audio del disco instala a la primera escucha: es música del hoy, del riesgo, de la búsqueda.
“No podemos negar que nos sentimos muy a gusto tocando juntos, pero ante la posibilidad de seguir con algo más permanente nos viene siempre como este pudor de no tener material nuevo, de no sostenernos en términos personales”, explica Carlos Cabezas en un rincón de la casa que acoge su estudio de grabación. “Algo como: «¿Y así no más vamos a salir?»”.
A Silvio Paredes le asusta el arquetipo del grupo añoso que hace karaoke de sus propias canciones. A Cabezas le aterraría terminar como un baladista acomodado en un canto ablandado (por difícil que a uno le resulte imaginarse a un cantautor tan enérgico y hermético convertido en decadente crooner de bares de hotel). Si volvían a trabajar juntos, justo treinta años después de conocerse, sería para encontrar un nuevo espacio para los Electrodomésticos modelo 2013, decidieron.
“Estamos sintonizados en algo esencial, que es el interés por cualquier propuesta que tenga novedad. Es fundamental ponerte bajo sospecha tú mismo”, dice Paredes. “Preferimos eso a capitalizar un cierto ranchito que compramos hace tiempo y donde nos acomodamos. Tiene que ver con plantearse el arte desde los nuevos conflictos que te va provocando la vida”.
Y agrega Cabezas: “Si no hay riesgo, te fagocitas. Vivir de la melancolía es superdañino para cualquier artista”.
En su próximo concierto en el Teatro Municipal mostrarán su nuevo disco completo y sólo cuatro temas antiguos. Si van por recuerdos, los oídos de los ochenta tendrán que resignarse a escuchar unas voces de los ochenta intransigentes con la obligación de actualizarse.
COHERENCIA VITAL
Se caiga el cielo es un trabajo de atmósferas espesas, percusión exuberante (mérito de la baterista Edita Rojas) y capas eléctricas y electrónicas que se superponen hasta compactar canciones de excepcional consistencia. Es música exigente y profunda, inimaginable en un conjunto sin años de oficio. Las secuencias, efectos y sintetizadores ya eran fundamentales para Electrodomésticos en 1986, cuando debutaron con ¡Viva Chile!, un disco tan poco convencional -nadie cantaba, no había melodías, en vez de estribillos aparecía la voz sampleada de Yolanda Sultana; Carlos Cabezas asumía el monólogo de un asesino pasional- que el grupo nunca terminó de creer que el sello EMI accediera a publicarlo. Hoy los software e instrumentos virtuales son parte esencial de su método (“programas como Reaktor, Alchemy, Omnisphere, Atmosphere, Rapture”, enumera Cabezas a sus nuevas distracciones, “pasados por filtros, moduladores y efectos varios”), y parte central de la composición está en los detalles, la edición y el afinamiento posterior al levantamiento de cada tema.
Éste parece ser no sólo el disco más coherente de Electrodomésticos hasta ahora -en el sentido de mantener un hilo conductor de principio a fin- sino también el de mayor cuidado en sostener una estructura clara, de estribillos no necesariamente tarareables,pero sí identificables, coros bien armonizados con la voz central y avance in crescendo.
“Es parte de la evolución natural que he tenido en la composición”, explica Cabezas. “Al final, te das cuenta que todo lo que has hecho ha sido como un entrenamiento para este disco. Medio inconscientemente aprendí a estructurar, a presentar canciones más entendibles”.
-¿No es eso también mérito de Cristián Heyne como productor?
-Además de tomar decisiones rápidas y tener una gran cultura musical, Cristián aportó algo conceptual muy importante, vinculado a darle una coherencia al sonido del disco con la historia del grupo. Es bien mateo él: estudia tu trayectoria, y busca que lo que hagas sea consonante con lo que hiciste. Él busca esa coherencia vital, y es así como trabaja: adquiriendo una familiaridad con quién tú eres para, desde ahí, exigirte en puntos que uno tiene medio ciegos.
Sobre la masa de ruido, los versos de Carlos Cabezas acomodan bisílabos esperables en su escritura (“rezos”, “pasos”, “muerte”, “sueños” “crecer”), hilando imágenes que sugieren tanto el deseo de contacto profundo con un otro como una revisión existencial propia de una madurez autocrítica. “Salen todos los fantasmas”, se limita a decir el compositor. “Hay harta vida en este disco. Más vida que años, creo. Para mí el momento de la composición es superexplosivo, y me gusta que así sea. Creo que lo único que yo hago es darle al tema un empuje inicial, y luego dejo que la música me lleve de la manito. Es el tema el que me va soplando qué letra poner; yo trato de sacar lo más posible el intelecto o las ganas de ser ingenioso. Creo que ese abandono es el que permite conseguir una cierta coherencia conceptual entre textos y melodías”.
Pese a ese esfuerzo autoral, éste es el disco de una sociedad creativa iniciada hace treinta años en conversaciones con té puro en casas de Santiago y Tongoy, amenizadas por el mismo humor negro y el interés por discos casi desconocidos en su entorno. Tardes de ocio en las que ni Carlos Cabezas (58) ni Silvio Paredes (52) imaginaban que terminarían dedicados a la música.
“Armar los Electrodomésticos trastornó nuestras vidas para siempre”, estima Paredes. “Fue un tirarse al vacío tan radical, que no había modo de no estar unidos luego de eso. Éramos personas sin estudios de música, sin referentes cercanos en esto. Todos nos decían: «No les va a resultar». Y con Carlos siempre fue: «Démosle». Ese recorrido de aprender a ser músicos es hoy fundamental en nuestra conexión. Además de una gran bendición que se llama amistad, con mayúscula”.
Cuando, en los años ochenta, Paredes se licenció en Arte en la Universidad Católica (con un examen de grado que fue, precisamente, una performance musical), su interés por la plástica y el diseño le aseguró años de trabajo, pero a la larga la exigencia de tiempo lo obligó a tomar una decisión excluyente. En su opción por la música, el bajista se arrimó a lo que llama un “equilibrio precario”, sostenido a veces en las palabras de su profesor más cercano, el destacado grabador Eduardo Vilches: “Preocúpate cuando estés cómodo, Silvio; cuando estés confortable. No cuando estés inquieto, que de eso se trata la creación”.
Pese a la figuración que suelen tener sus pasos conjuntos, Paredes y Cabezas se han acompañado en procesos que hacen intuir opciones vitales diferentes a las de su generación. Más allá del vaivén financiero, uno y otro han persistido en algún tipo de actividad musical en estos treinta años. Cabezas mantiene un estudio de grabación que se ocupa de encargos diversos (publicidad, cine), y acumula ya cinco discos como solista. Paredes mostró hace tres años, con Kau, su oficio en el Chapman stick, instrumento con menos de cuatro décadas de existencia que el chileno ha promovido en el país con clínicas y festivales. Es un entrevistado cálido y que no se mide en carcajadas, en contraposición a las risas breves y respuestas bien sintetizadas de su compañero, un hombre que está lejos de la personalidad hermética que podría sugerir su canto grave. En los últimos meses, Carlos Cabezas ha accedido a aparecer brevemente en la película No y en uno de los nuevos spots de campaña de Michelle Bachelet, por nombrar dos ejemplos de consciente exposición. “Creo que parte de este cuento es hacerse cargo de ideas que yo siento pueden llegar a conseguir algo”, explica.
“Hace un tiempo, que Carlos apoyara a una candidata que yo no apoyo habría sido fuente de conflictos, pero no es el caso ahora”, admite Silvio Paredes. “Quizás haya gente que crea que me incomoda dejar en sus manos la composición de un grupo del cual yo también participo, pero para mí está clarísimo que, cuando está en función de los Electrodomésticos, Carlos considera otra geografía, en la que mi aporte está incluido y que me resulta muy estimulante. Para este disco, Carlos entró en un torrente creativo muy potente, con el cual yo me he sentido increíblemente identificado”.
La historia de Electrodomésticos es, en parte, la de la eterna confluencia de “círculos virtuosos de contactos”, en palabras de Silvio Paredes. Destacados artistas, como Arturo Duclos, se acoplaron al trabajo del grupo en los años ochenta, y en torno a Se caiga el cielo orbitan también satélites de brillo propio, como el cineasta Pablo Larraín (director del primer video), el ya mencionado productor Cristián Heyne, el artista plástico Iván Navarro (quien asumió la grabación y edición del disco bajo su sello con sede en Nueva York, Hueso Records) y el músico y diseñador teatral Fernando Milagros, a cargo de la dirección escénica del concierto en el Teatro Municipal, el miércoles 3 de julio.
El más elegante escenario del centro capitalino cuenta con escasísimos antecedentes de conciertos rockeros en su historia (Dracma, The Apparition/Blops, los ingleses Soft Machine, entre ellos). El dúo dice que pretende “tomarse” el teatro con un trabajo visual especial.
-¿La idea es vestirse de gala?
Cabezas y Paredes se ríen. “Claro, por qué no”, resuelven luego. “La idea es abrir el teatro”. Alguna vez, en los ochenta, Electrodomésticos tocó en una discotheque de Tongoy llamada Halley. Su concierto fue un paréntesis en una larga sesión de pachanga veraniega que el público asistente estuvo feliz de retomar apenas terminó su turno. Nadie los quería ahí. Cambia la vida.