“Mi trabajo es tratar de mostrar mi colección en otros países, para que se conozca el arte chileno”, dice Yarur. Y da ejemplos concretos. Después de una muestra que se hizo en Londres, en 2011, con artistas chilenos de su colección, Cristóbal Lehyt entró a la colección del MoMA y Catalina Bauer fue invitada a una Bienal en Rusia.
“Las personas más ricas de Chile no sé qué tan interesadas estén en el arte. Si yo tuviera los recursos que tienen ellos yo ya tendría un museo, sería feliz teniendo un museo gigante, pero no es el caso, yo trato de hacer lo que más se pueda con lo que tengo”, dice.
Warhol fue su obsesión desde cuarto básico. En el colegio les dieron la tarea de armar una página web sobre algún tema que les interesara. Mientras sus compañeros hacían páginas de Dragon Ball Z o de Sailor Moon, Juan Yarur armaba una sobre Warhol y sus Marilyn.
A los 18 años destacaba en la prensa como el nuevo socialité, con sus fiestas de cumpleaños para 500 personas y su Mercedes descapotable azul furioso. A los 18 años era Juanito Yarur. Pero, poco a poco, algo cambió. Y el Juanito Yarur socialité mutó en Juan Yarur, el coleccionista.
“Me dio con la Marilyn y nada, cuando ya más grande jodí y jodí hasta que me compraron una, tenía 19”, dice Yarur, hoy de 29 años y coleccionista, sobre esa litografía de Andy Warhol con el rostro icónico de la actriz norteamericana. Lo dice mientras almuerza un plato de lentejas en el comedor de su casa, frente a la imagen de una hamburguesa gigante que aplasta a una chica de tacones. Esa imagen, tan pop como la Marilyn de Warhol, es la obra “Death by hamburger”, de David LaChapelle, uno de los irreverentes del arte contemporáneo con sus fotografías irónicas, plagadas de referencias sexuales.
Esta fotografía de LaChapelle -y, por supuesto, la “Marilyn” de Warhol, de 1967- es una de las cerca de 40 piezas que se mostrarán a partir del 30 de julio en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) del Parque Forestal, en la exposición “Colección Juan Yarur: Un relato personal”. Una década después de esa primera “Marilyn”, Yarur tiene una colección de arte contemporáneo soñada. Ahí están referentes del arte mundial, como el japonés Takashi Murakami y el alemán Gerhard Richter. Ahí están las fotografías glamorosas de Robert Mapplethorpe y Annie Leibovitz. Y ahí también están algunos de los Young British Artists -apadrinados por el coleccionista inglés Charles Saatchi- como Tracey Emin y Damien Hirst, el hombre que puso un tiburón en formol y lo llamó arte, y que con su calavera de diamantes estiró hasta lo indecible los récords del mercado del arte.
En un país donde los coleccionistas prefieren mantener el anonimato, salvo excepciones - como la colección Santa Cruz-Yaconi que dio vida al Museo de Artes Visuales, MAVI- la jugada de Juan Yarur es inédita. Desde hace años que se rumoreaba que Yarur tenía un Damien Hirst y otras obras de ese nivel, pero nunca había querido mostrar su colección internacional, y se había limitado a exhibir su colección de artistas nacionales.
Justamente estaba gestionando un espacio para mostrar su colección de artistas locales, cuando supo que se cayó la exposición de Marcel Duchamp en el MAC -una de las más esperadas del año- y decidió ayudar a llenar ese vacío mostrando su colección completa. “Si no hubiera sido en el MAC, no lo hubiera hecho. Si vas a mostrar algo, yo creo que es el mejor lugar donde se te puede ocurrir mostrar algo”, dice.
Es lunes y Yarur acaba de hacer una sesión de fotos para esta entrevista, perfectamente maquillado y peinado. Más rato tiene hora al psicólogo y al día siguiente viaja a Los Ángeles. No tiene mucho tiempo, por eso conversamos mientras se come sus lentejas, flanqueado siempre por dos de sus asesoras de la Fundación Ama (Fama) -que creó para dar becas a artistas chilenos, y que bautizó así en homenaje a su padre, el empresario Amador Yarur-, Natalia del Campo en comunicaciones, y Bernardita Mandiola, directora de desarrollo. Yarur ya se lanzó con todo en esta aventura. Pero tiene miedo:
-Me da susto, porque básicamente a una persona que sepa cómo se maneja una curatoría le resulta supersimple “leerme a mí”, más que “leer lo que tengo”, te fijái, entonces es una doble exposición, es una exposición en donde me estoy mostrando yo. La colección personal de uno es, o por lo menos como está hecha la mía, la forma más explícita de mostrarse uno mismo, están tus gustos, tu personalidad. Es una forma de mostrarme a mí cien por ciento.
***
Una vez al año, Juan Yarur hace una comida en su casa con algunos compañeros de colegio y con las que denomina sus cuatro profesoras de cabecera. “Yo no era de muchos amigos, me acercaba mucho más a los profesores”, dice sobre sus años en el Colegio Lo Castillo. Una de ellas es Alejandra Meza, la que le dio la tarea de armar esa página web para un ramo de computación. La misma que ahora se sorprende con que su alumno se haya convertido en uno de los coleccionistas más respetados de la escena del arte local.
“Mi papá estaba vivo cuando comencé a armar esta colección. Warhol fue lo primero que quise cuando ya me puse como más serio”, dice. Cuando más chico también le gustaba mucho Claudio Bravo: “Moría, moría, moría. Siempre jodí con que quería un óleo, pero nunca me lo compraron. Cuando tenía 12, compramos una litografía de Bravo. Viéndolo hoy día, yo creo que Bravo me gustó por el realismo, porque se parecía mucho a la fotografía y, de hecho, a mí me gusta mucho la fotografía”.
Como en muchos casos, Yarur terminó siendo coleccionista sin proponérselo. “No tengo padres coleccionistas, así que no tengo idea por qué me gusta”. Su padre -fallecido el año 2006- no era un experto en el tema, pero lo apoyó al ver que comprar arte también podía ser una buena inversión.
En la época en que compró el Warhol, él conocería a su principal colaboradora en esta aventura: la curadora Cecilia Brunson. En ese tiempo Yarur trabajaba en la revista Paparazzi y Brunson era la mejor amiga de su editora.
Brunson comenzó a asesorarlo y ha seguido de cerca su evolución como coleccionista:
“Cuando comenzamos a colaborar, especialmente los primeros años, siempre instigué a Juan a que la colección reflejara sus caprichos, antojos y apreciación estética. Y como todo coleccionista, que cada año el coleccionismo lo lleva a rincones más inusitados, sus gustos e intereses fueron evolucionando. La colección comienza con un interés en el Pop Art y la moda, y hoy culmina en un interés por el Accionismo Vienés. Se trata de uno de los movimientos mas radicales e inquietantes de las vanguardias históricas (centrado en Austria). Donde se usaba el cuerpo como elemento central en la obra (de una manera grotesca, violenta y sangrienta)”.
Así, una colección que empezó con Warhol, ahora ha incorporado obras de Otto Muehl, representante del Accionismo Vienés. Es un Juan Yarur más denso, aunque nunca tanto, aclara él: “No cien por ciento, porque también me da lata estar hablando cosas profundas todo el rato pero sí, ahora me gusta algo como con más sustancia”.
Otro cambio que vino empujado por Brunson fue el de coleccionar a artistas chilenos. A Yarur no le interesaba, pero Brunson le propuso crear la beca Ama para artistas nacionales. Primero se compró una obra de Magdalena Atria, y su última adquisición es un trabajo de Alfredo Jaar, que es parte de su serie sobre el genocidio en Ruanda.
“Yo hacía rato que quería un Jaar y quería algo como importante y que me gustara y que no tuviera mucho que ver con política”, dice Yarur.
-¿Qué criterios usas para elegir lo que compras?
-¿En qué pienso? En mí. La colección soy yo, igual que la fundación al final del día, porque son cosas chicas. Cuando se profesionalice va a dejar de ser así, estamos cerca de eso. Pero es una conversación constante, es el gusto personal. Por ejemplo, hay un artista que me encantaba en un minuto y no le compramos nada más porque no tenía nada que ver con la colección, y me encantaba. Y éste ( “Death by hamburger”, de LaChapelle) tampoco le gustaba a la Cecilia, pero lo negociamos y ahora le encanta.
***
Ser un coleccionista demanda viajar a ferias de arte todo el año. Este 2013, Yarur ya ha estado en México, Nueva York y Buenos Aires. El año pasado fue a Documenta, en Alemania, e ir a Art Basel en Suiza se ha convertido en una obligación: “Ahí no se va a joder, ahí no tienes fiesta en la noche a menos que seas amigo de las galerías, ahí no hay fiestas de más. Y me encanta, encuentro que es perfecto”.
Entremedio de esos viajes, Yarur también se da el tiempo de participar en el comité de adquisiciones de arte latinoamericano de la Tate Modern, de Londres. “Al principio igual era nervio entrar a eso, porque es gente más grande y son eruditos, aparte que tienen los recursos, tienen colecciones buenísimas, es gente que ha estado toda su familia metida en el arte, que sabe mucho, no son sólo señoras socialités que les gusta el arte”, dice.
Yarur está consciente que al tomar el rol de un coleccionista más visible, hay otras cosas en juego: “Mi trabajo es tratar de mostrar mi colección en otros países para que se conozca el arte chileno”. Y da ejemplos concretos. Después de una muestra que se hizo en Londres, en 2011, con artistas chilenos de su colección, Cristóbal Lehyt entró a la colección del MoMA y Catalina Bauer fue invitada a una Bienal en Rusia. Y gracias a una donación suya, la serie “La manzana de Adán”, de la fotógrafa Paz Errázuriz, ahora forma parte de la Tate Modern. Así, ya tiene algunos amigos entre los artistas chilenos, y varios le están haciendo retratos para cuando cumpla 30.
Pero Yarur sabe que en esto corre solo. Por eso insiste en los nervios que tiene frente a la exposición en el MAC. Ha llegado a soñar con ella, cosas terribles, como que nadie llega a la inauguración: “Después he soñado que no sale en ninguna parte, que nadie de la prensa la toma en cuenta y que hay puro pelambre. Lo he pasado pésimo. Es mucha exposición. No sé si estoy preparado, es como una salida del clóset número dos”.
-¿Por qué en Chile no hay un Malba, como en Buenos Aires?
-Hay suficiente plata, pero no está la persona que tenga la suficiente plata y esté interesada en hacerlo. Las personas más ricas de Chile no sé qué tan interesadas estén en el arte. Si yo tuviera los recursos que tienen ellos yo ya tendría un museo, sería feliz teniendo un museo gigante, pero no es el caso, yo trato de hacer lo que más se pueda con lo que tengo.
-¿Con esta exposición ya dejas definitivamente de ser Juanito?
-Yo creo que dejé de ser Juanito hace rato ¿no?, o sea en privado soy un poco más juguetón. Yo agradezco lo que fue mi pasado, si no, no sería lo que soy ahora. Gracias a eso tengo prensa hoy día para esta exposición. Tú mejor que nadie me puedes decir cuánta bola le dan al arte. Y bueno, todavía tengo un lado amarillo, pero cada vez menos. No me arrepiento de las cosas que hice, más allá de que tal vez no las volvería a hacer. A los 18 yo pesaba cinco kilos menos y no puedo llegar a ese peso aunque quisiera, me vería ridículo a esta edad.