Andrés Wood le había hecho el quite. No quería grabar esa escena, a tal punto que en el guión ocupaba apenas un par de líneas. Es la escena de la matanza en Calama de Ecos del desierto, la miniserie que Chilevisión estrenó en septiembre como parte de su programación especial por los 40 años del golpe militar. En la realidad, los asesinatos de la Caravana de la muerte ocurrieron en Calama y otras ciudades. En el set de Wood, todo ocurrió en El Salvador.
Ecos del desierto fue grabada entre mayo y junio de este año, contra el tiempo. Si hubiera sido una película, Wood habría filmado esa escena durante tres días. Pero esta vez, con recursos más limitados, sólo tenía un día para grabar:
-Había un tipo que fue cercano a Pinochet que nos decía cómo habían sido las cosas, y nos explicaba cómo se disparaba y otros detalles, y yo, por otro lado, estaba preocupado de la cámara. Fue muy fuerte y muy frustrante también. Primero, porque metes a 26 personas a una fosa, y hacía frío y al mismo tiempo estás tratando de que todo salga perfecto. Entonces esa mezcla te da una sensación de “qué estoy haciendo”, una lucha que es muy compleja en la filmación. Porque, por un lado, está lo del sobrecogerse y, por otro, estás pensando en el encuadre y en qué representa mejor la escena y que tal huevón no se mueva, y que a la vez está cagado de frío.
Desde Machuca (2004), la carrera de Andrés Wood se ha convertido en una cruzada por reconstruir la memoria reciente del país. Si Machuca revisaba la vida cotidiana en los días previos al golpe, en la serie Los 80, desde su rol como productor, esta mirada se extiende a los años de la dictadura. En Violeta se fue a los cielos (2011) esbozó un retrato complejo y desacralizador de Violeta Parra y su época, y ahora se acaba de ganar un fondo del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) para realizar junto a TVN una nueva serie, que retratará al Chile de los años 60.
Wood había ajustado cuentas con la historia. Pero nunca había filmado el horror:
-De hecho, la matanza fue mucho más fuerte porque les sacan los ojos, es un proceso como de tortura, particularmente en Calama. Y no quise hacerlo así porque no era capaz. Y también porque de alguna manera siento que si tú ves una cosa ya gore, no es tan natural. Para mí es una responsabilidad tremenda. Por ejemplo, para mí era muy importante que la parte de los 80 de la serie fuera política, de mostrar el clasismo de la CNI, cuando matan a una empleada, estaba muy consciente de eso. Queríamos mostrar a los organismos de seguridad del Estado como entes políticos opresores, con una cosa delineada, sistemática, no como una manga de gangsters.
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-Yo quería ser Ruiz y pararme y poner la cámara como Jarmusch. Pero no soy Jarmusch ni Ruiz. Ir asumiendo eso es un trabajo de muchas frustraciones.
Wood habla así. Con un pragmatismo y una autocrítica poco comunes en su gremio. Quizá son las huellas del ingeniero comercial que alguna vez fue, y que cambió el rumbo de su vida cuando fue a estudiar Cine en Nueva York. Cuando habla de su trabajo, nunca deja de mencionar a su equipo, y en especial, a sus guionistas. Antes de comenzar cualquier proyecto, Wood no deja de consultar al cubano Eliseo Altunaga. Pero su compañero de ruta en Ecos del desierto fue el dramaturgo Guillermo Calderón (Neva).
Con Calderón ya habían trabajado juntos para Violeta se fue a los cielos y tenían listo otro proyecto de serie, El liceo, sobre profesores de liceos fiscales. Pero no se ganaron el fondo del CNTV, y pese a que Chilevisión los apoyaba para llevar adelante el proyecto, las similitudes de temática con El reemplazante los hicieron desistir.
Antes, Wood había desechado la idea de hacer una serie sobre la Caravana de la muerte. No le interesaba hacer una serie de género, más cercana al policial. Pero siguió investigando. En el Museo de la Memoria consiguió los documentales que realizó sobre el caso Hernán Rojas, del Colectivo Cine-Ojo, y lo contactaron con militares, como el coronel Rivera y su esposa -que en la serie fueron interpretados por Alfredo Castro y Paulina Urrutia-. Le interesó eso, enfocar la miniserie desde el mundo militar, mostrando distintas visiones. Leyó cientos de hojas del expediente judicial del caso, y un día se juntó con la abogada Carmen Hertz, cuyo marido, el periodista Carlos Berger, fue asesinado por la Caravana de la muerte en Calama.
En noviembre del año pasado, aún sin tener el guión listo ni la certeza de que la historia de Carmen Hertz sería el eje de la serie, Wood le pidió carta blanca a Chilevisión para echar adelante el proyecto. Jaime de Aguirre, director de la estación, y otros ejecutivos, como Pablo Morales, le dieron su apoyo. En cinco días redactó la estructura de la serie, y comenzó su propia travesía. Si bien Violeta se fue a los cielos después de su estreno se convirtió en una miniserie, ésta es la primera vez que Wood incursionaba de lleno en un formato televisivo: sin filmar en 35 mm, sino que en HD, y con los tiempos mucho más ajustados para la producción.
Siempre tuvo claro que el papel de Carmen Hertz quedaría en manos de Aline Kuppenheim. Pero cuando comenzaron el casting para buscar a la actriz que interpretaría a Hertz en su juventud, en enero pasado, aún no estaba decidido que ése sería el personaje protagónico. La elegida fue María Gracia Omegna, pero ella tampoco supo el protagonismo que tendría su rol sino hasta después de terminar de grabar la serie. De hecho, se suponía que su personaje se llamaría Rosa, y no Carmen, como en la vida real.
Wood se resistía a la idea de ocupar los nombres reales, especialmente cuando se trataba de personajes a los cuales se les ficcionaba su vida privada. Pero desde Chilevisión eran partidarios del todo o nada. O ocupaba los nombre reales o ficcionaban todo. “Cuando estás ficcionando la vida de una persona que existe es muy complejo. Fue distinto de Violeta”, dice Wood. Finalmente, conversó el tema con Carmen Hertz, y ella, pese a sus pudores, no puso ningún obstáculo.
Todo fue contra el tiempo, pero para Wood, la serie fue hecha como si se tratara de una película larga:
-No sentí que hubo que transar en contenido porque era para la tele. Yo soy una persona muy compleja respecto a las cosas que me gustan, pero me interesa conectarme con la gente. Y cuando digo conectarme no me refiero a un blockbuster, sino que produzca algo, que haya discusión. El cine necesita una vuelta, que es la vuelta del público, de la audiencia.
Cuando la serie se estrenó, la misma semana del 11 de septiembre, Wood tenía miedo de eso justamente. De no conectar. De que el público ya estuvieran cansado de ver imágenes de la dictadura. “Si yo hubiera sido programador, hubiera dudado. Qué más fuerte que el testimonio de Carmen Gloria Quintana”, dice.
Pero a la serie le fue bien en rating, fue comentario obligado de las redes sociales, e incluso sorprendió al realizador. Wood, que nunca más ve sus películas una vez terminadas, sí vio Ecos del desierto. Y como muchos otros, se emocionó con ese final, que durante tres minutos muestra los rostros de las víctimas de la Caravana de la muerte.
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Ecos del desierto costó 300 mil dólares por capítulo, lo que se financió en parte con una alianza de Chilevisión con el canal de cable TNT, que durante noviembre estrenará la serie en Latinoamérica. Wood cree que Prófugos, especialmente con su buena factura, abrió el camino para que las series chilenas lleguen a otros mercados.
Y aunque reconoce que el mercado chileno es muy pequeño para financiar series con este nivel de presupuesto, Wood, el pragmático, reconoce que en este formato puede descansar parte del futuro del cine chileno:
-Nuestra realidad es que la pantalla grande para nosotros está cada vez más difícil. Yo quedé muy contento con la recepción cualitativa de la serie. Bueno la recepción cuantitativa también fue buena. Pero hay que acostumbrarse a lo que viene, y que las cosas para la televisión van a ser muchas más y que las películas van a ser un lujo, que van a poder hacerse de vez en cuando.
Apoyó a Claudio Orrego en las primarias -lo conoce desde el colegio, en el Saint George-, y en las próximas elecciones votará por Bachelet. Wood dice que es “un burgués y un privilegiado”. Estudió Economía en la UC, pero aun así, dice, no le parece correcto “vivir dentro de un modelo económico legitimado por la dictadura. Soy un conservador revolucionario. O un revolucionario conservador”.
Dice que le interesa que sus películas puedan tener una lectura política, y hace una autocrítica al rol de los cineastas locales: “La cinta blanca, de Haneke, a mí me parece una obra maestra, me encanta que tenga una tesis política. No por eso deja de ser una gran obra de arte. Yo encuentro que es lamentable que recién 40 años después podamos filmar este tipo de cosas. Como que tenemos miedo”.
Por lo mismo, no oculta ni le molesta que a Ecos del desierto se la califique como una obra política:
-Ecos del desierto es mucho más frontal, más política, yo creo que tuvimos la suerte de encontrar a la Carmen Hertz y por eso nos aferramos a ella. Sin la Carmen, yo creo que esto hubiera sido un panfleto.