Su obsesión por “La Consagración” lo motivó a encargar a ocho compositores obras inspiradas en ella. Además de dirigir el conjunto de las piezas, recaudó US$ 9 mil a través de Kickstarter para gestionar el proyecto.
“Soy crítico de la verticalidad con la que trabajan algunos directores, porque cuando uno es director de orquesta es como el capitán del equipo de fútbol, uno juega, pero también conduce”, dice.
Mientras se incendiaba el Teatro Municipal, Paolo (31) estaba durmiendo. El día anterior había celebrado los cien años de “La Consagración de la Primavera” de Igor Stravinsky en Estados Unidos, y había estrenado una composición inédita junto a otros ocho compositores, inspirado en la obra del autor ruso. Estaba cansado y decidió dormir hasta tarde antes de tomar el avión a Chile.
Lo despertaron los mensajes en el celular. Parecía ser que, al igual que en el estreno de “La Consagración” en 1913, el debut de Paolo Bortolameolli en el Municipal no iba a estar exento de problemas. Hace cien años había sido el escándalo moral con el que el Théâtre des Champs Elysées recibió al ballet de la que iba a ser una de las obras musicales revolucionarias del siglo XX, y en 2013, sería un inesperado incendio.
“¡Se está quemando el Municipal!”.
Primero pensó que era una mala broma, pero cuando vio la cantidad de mensajes que tenía en el teléfono con el mismo texto no lo podía creer. Paolo tenía programado debutar en el Municipal a inicios de diciembre, a la cabeza de la Orquesta Filarmónica y dirigiendo una de sus obras favoritas: “La Consagración de la Primavera”. Era su sueño desde que tenía 14 años y decidió ser director de orquesta. Un sueño que estuvo a punto de cumplir, hasta que se enteró que las autoridades habían decidido cerrar el teatro hasta marzo de 2014, por los daños estructurales que sufrió el edificio.
PIANO, PIANO
Desde los seis años que Paolo sabe leer música. A esa edad tuvo sus primeras clases de teoría musical. Fue en la misma época en que decidió que la música iba a ser el camino de toda su vida. Era el ciclo de las 9 sinfonías de Beethoven y fue con su padre al Municipal a escuchar las dos últimas y, como era costumbre, éste le apretaba la mano cada vez que terminaba un movimiento. El director bajó la batuta y se escuchó un aplauso estruendoso. Paolo miró a su papá y empezó a llorar. “Papá, no estoy triste pero no puedo dejar de llorar”. Estaba emocionado, y no quería abandonar ese escenario tan fácilmente, ni como espectador ni después como músico.
Sus amigos y cercanos lo reconocen como un “ratón” del Municipal. Quienes trabajan en él también: lo vieron explorando pasillos, oficinas, camarines y salas de ensayo desde pequeño.
A los nueve decidió audicionar para estudiar piano en la UC. “¿Por qué quieres estudiar piano?”, le preguntaron apenas se sentó en una de las salas del Campus Oriente. “Porque quiero ser director de orquesta”, contestó. Sabía que antes de dirigir música, tenía que hacerla con sus manos. Los examinadores se miraron, y le pidieron que empezara a tocar. Desde ese mismo año comenzó sus clases junto a la pianista Frida Conn.
No perdió tiempo. En la misma época supo del “Pequeño Director”, un programa que llevaba a los colegios al Teatro Baquedano y seleccionaba niños para que a fin de año pudieran dirigir a la Orquesta Sinfónica. El problema era que su colegio no había sido invitado y él quería aprender y conducir la orquesta.
Así fue como al terminar uno de los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Chile, Bortolameolli corrió por el hall del teatro a hablar con David del Pino, que en ese entonces era director invitado. Paolo le dijo que quería ser director de orquesta, y Del Pino lo miró incrédulo. Finalmente, lo aceptó en el programa y en 1996 dirigió la última parte de la obertura de “Guillermo Tell”, en el concierto de fin de año. Paolo recuerda la certeza que tuvo después de ese concierto: “Ahí dije ‘sí, esto es lo que quiero’”.
DE LA MÚSICA A LA GESTIÓN
Los músicos que se dedican a la dirección orquestal en Chile son una excepción. Y en el resto del mundo, también son minoría. Por esto mismo, era sólo un cupo el que la Universidad de Yale ofrecía para especializarse en el tema, y Paolo quería ocuparlo. Postuló justo antes de finalizar sus estudios de Dirección Orquestal en la Universidad de Chile, y después de algunos meses recibió la carta que lo invitaba a estudiar en Yale, donde fue becado por los Amigos del Teatro Municipal y la Fundación Ibáñez-Atkinson.
“Tenía que irme fuera de Chile. Quería aprender cómo se maneja el mundo musical afuera, conocer de cerca la intensidad que tienen los centros culturales en Europa y Estados Unidos”, dice Bortolameolli.
La apuesta funcionó. A inicios de año debutó dirigiendo en el Carnegie Hall, uno de los escenarios más importantes de Nueva York para los músicos clásicos. Antes de tocar en ese lugar, recibió los consejos de Bernard Haitink, ex director musical de la Royal Opera House de Londres, después de conocerlo en una master class. “Nos juntamos a conversar sobre “La Consagración” y sobre el “Preludio a la siesta de un fauno”, de Debussy, y él me decía que yo era muy talentoso y que había demostrado una gran capacidad de liderazgo con mis proyectos”, dice Paolo.
Durante toda su estadía en Yale, entre 2010 y mayo de este año, creció su obsesión por “La Consagración de la Primavera”, esa obra que escuchó a los doce años y que fue una de las primeras partituras que tuvo en su vida. Cada día de esos 18 meses que estudió la obra descubrió algo nuevo. El resultado de este afán fue Rite Now, un proyecto en el que reunió a ocho compositores de distintas nacionalidades para que escribieran cada uno un episodio musical basado en la obra de Stravinsky. “La Consagración fue una obra revolucionaria para su tiempo. Estuvo en mi inconsciente durante toda mi vida. Al principio me gustó, pero después empecé a leer de ella y me gustó más”, dice.
Para él, obras como ésta, o incluso la Novena de Beethoven o “Tristán e Isolda” de Wagner marcan un antes y un después en la historia de la música. “La innovación de Stravinsky en el ritmo o en las armonías, sumando el escándalo de su estreno, la hacen una de las más grandes revoluciones musicales del siglo XX”, dice.
Para llevar a cabo Rite Now, Paolo tenía que juntar 9 mil dólares. La meta la logró a través del sitio Kickstarter, donde solicitó donaciones con las que pudo financiar los costos de producción. Manejó todos los presupuestos, se hizo cargo del catering de los ensayos, de producir los videos, y claro, de dirigir el resultado final, el 17 de noviembre en New Haven. Todas sus ganas de innovar las había canalizado en gestionar sus ideas musicales. Al día siguiente volvería a Chile para comenzar los ensayos de la celebración de Stravinsky en el Municipal.
EL CAPITÁN
Mientras los bomberos evitaban que el fuego se propagara, Paolo comenzó a enviar mensajes y correos para saber qué tan grave era la situación, y si estaba cerca o no la posibilidad de que el debut que tanto había esperado se cancelara. El directorio acordó reubicar los conciertos que quedaban antes de terminar el año. De las dos funciones con las que Paolo celebraría “La Consagración de la Primavera”, se hará sólo una, el martes 3 de diciembre. El escenario, ahora, será el Teatro Caupolicán. Ya no debutará en el teatro que conocía de memoria y al que podía sacarle el máximo provecho acústico, pero hoy tiene la oportunidad de doblar la cantidad de público que hubiese tenido en los dos conciertos que haría originalmente. Andrés Rodríguez, director del Teatro Municipal, confía en que con este desafío Paolo “le va a poner más empeño y va a ser un concierto mucho más exitoso”.
Paolo también está tranquilo, pero concentrado en los ensayos, en probar la acústica y armar en pocos días una obra que no le gusta tocar con partitura. Y está confiado en que la celebración de los cien años de esta obra no dejará indiferente a nadie: “‘La Consagración’ es una obra para todos. No creo que a alguien que la haya escuchado no le haya provocado algo”. La apuesta es grande: es la primera vez que la Filarmónica tocará en el Teatro Caupolicán como parte de su temporada oficial, en un escenario cuya acústica está condicionada para públicos masivos y grandes amplificaciones.
Con cambio de escenario o no, para Paolo la meta es la misma: “La dirección orquestal implica mover masas, generar un espíritu de colaboración, y eso lo aprendes en terreno”. Ese espíritu lo conoció la primera vez que dirigió la obertura de Guillermo Tell. “Soy crítico de la verticalidad con la que trabajan algunos directores, porque cuando uno es director de orquesta es como el capitán del equipo de fútbol, uno juega, pero también conduce”, dice.
Por eso cree que aunque se haya cambiado el estadio, lo que se juega en el partido permanece intacto: conseguir una consagración.