Por Diego Zúñiga Enero 8, 2014

“Había una idea que sobrevolaba en mi obra anterior (‘El pasado es un animal grotesco’), y que en ‘Cineastas’ me interesaba llevarla al extremo: ver de qué manera las vidas privadas de estos directores de cine influyen en sus ficciones, y de qué manera esas ficciones van modificando su vida privada”, dice Pensotti.

Eran dos mundos que nunca se unían. Dos formas de hacer teatro completamente diferentes: distintos públicos, distintos lugares, distintas historias, pero detrás de ellas había un hombre -Mariano Pensotti (1973), argentino, dramaturgo, director teatral-, quien las llevaba a cabo  junto a la compañía Marea: historias mínimas montadas en teatros alternativos de Buenos Aires; historias más grandes, que intervenían la ciudad, espectáculos masivos. 

Entonces vino la pregunta: ¿Cómo unir esos mundos? ¿Cómo usar esas escenografías que intervenían la ciudad para contar historias más pequeñas? ¿Cómo usar ese mundo más ambicioso y transformarlo en una obra de teatro más compleja?

Pensotti le empezó a dar vuelta a la idea. Ya había escrito y dirigido más de diez obras, era alguien con la experiencia suficiente como para dar otro paso. Hasta que vino la imagen: una novela del siglo XIX. Así: un mundo en el que pudiera entrar todo: relatos autobiográficos, reflexiones políticas, sociales, filosóficas, historias reales, historias imaginarias, todo. Eso es lo que realmente quería hacer Pensotti. Construir una obra como Tolstoi, Dostoievski y Balzac escribían sus novelas: con la ambición de quien desea contarlo todo, sin límites, sin reparos.

Y entonces vino, en 2010, El pasado es un animal grotesco: muchas funciones en Buenos Aires y en festivales alrededor del mundo: Bruselas, Madrid, Berlín, Ámsterdam, Río de Janeiro, San Francisco, Los Ángeles y Nueva York, con crítica incluida del New York Times que empezaba así: “El dramaturgo y director argentino Mariano Pensotti pone múltiples historias en movimiento, en un juego inteligente y una elegante puesta en escena”.

Eso era El pasado es un animal grotesco: una obra realmente ambiciosa, llena de matices y complejidades. Y eso es, también, Cineastas: una obra estrenada en 2013, que lo ha tenido dando vueltas por distintas ciudades del mundo en estos últimos meses -recién estuvo en París-  y que ahora llega al Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil. Una historia en la que los límites entre realidad y ficción intentan borrarse por completo.

 
 
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-Yo tuve una formación bastante bizarra: poco académica y bastante ecléctica -dice Pensotti por teléfono desde Buenos Aires. Una formación bizarra con estudios en artes visuales, luego cine y finalmente teatro. Una carrera marcada, al inicio, por un espíritu inquieto que buscaba un lugar desde donde contar sus historias.  Y así se fue formando, mientras tanteaba las distintas disciplinas, influido por la idea punk del “hágalo usted mismo”: filmó cortometrajes, actuó en distintas obras de teatro, escribió guiones, hasta que  entendió que el teatro era el terreno propicio para desarrollar todas esas inquietudes.

-Hace 10 ó 12 años, más o menos, que me empecé a dedicar a dirigir teatro exclusivamente, porque me di cuenta de que era un lugar donde es posible mezclar disciplinas, es como un bar de confluencias: literarias, visuales, musicales, y eso me hizo sentido.

Fue esa misma curiosidad la que lo llevó a transitar por los terrenos del teatro más alternativo de Buenos Aires y también por los terrenos de la masividad y las intervenciones teatrales. Montar una obra en la calle, así, con la idea de que la gente, al principio, no sepa si eso que está viendo es real o no. Hasta que vino la pregunta de cómo unir esos mundos.

-¿Por qué quisiste vincular esos dos mundos con los que estabas trabajando?

-Creo que tiene  que ver con cierta reacción a las cosas que yo estaba viendo en el teatro de Buenos Aires, donde sentía que nos estábamos repitiendo un poco todos, en un formato de obra muy pequeña, minimalista, centrada en conflictos familiares. Eso me tenía un poco cansado, entonces apareció El pasado… y luego Cineastas, que tenían que ver con ir hacia el otro lado: contar otro tipo de historias, reclamarle al teatro el derecho de hablar de cualquier cosa.

Eso quería Pensotti: contar muchas historias, armar un relato coral y generacional, pero para eso necesitaba que la escenografía -un elemento primordial en esas obras que no montaba en teatros, sino en la calle- tuviera una relevancia mayor. Y fue así como dialogando con su compañía y en particular con la escenógrafa Mariana Tirantte descubrieron cómo podrían hacer El pasado es un animal grotesco: en un carrusel. La escenografía es un carrusel que se va moviendo, donde los actores van contando y viviendo sus historias en paralelo. Cuatro personajes que cuentan diez años de su vida en escena -vivencias que van desde 1999 a 2009-. Un relato generacional que se montó en el Teatro Sarmiento -uno de los más grandes de Buenos Aires- y que fue un éxito de crítica, de público y un punto de inflexión en la carrera de Pensotti. Luego vinieron los festivales, los viajes, incluso tuvo que armar otro carrusel cuando la obra se montó en Europa.

Y fue en esos viajes cuando  se le ocurrió la idea de Cineastas.

 

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Lo que van a ver en el teatro es lo siguiente. Un dispositivo escenográfico dividido en dos: abajo vemos la vida cotidiana de cuatro cineastas, su mundo privado, sus obsesiones, sus problemas domésticos; arriba, las películas que están creando, el mundo de ficción que imaginan día a día, los personajes y situaciones que inventan.

Los que vayan a ver Cineastas este 11, 12 y 13 de enero en el Teatro UC se encontrarán con esa escenografía y este relato coral, en el que veremos en escena ocho historias: las de la vida “real” de cada cineasta, y las que están imaginando para sus películas. Sí: como si fuera, en el fondo, una novela del siglo XIX. La ambición de querer contarlo todo, la necesidad de ahondar, de hecho, en los temas que Pensotti ya había planteado en El pasado…

-Había una idea que sobrevolaba en la obra anterior, y es cómo una vida se vuelve ficción -explica Pensotti-. Me interesaba esa idea y me interesó llevarla a un lugar más extremo en Cineastas: trabajar con un grupo de directores de cine y ver de qué manera sus vidas privadas están presentes o influyen en las ficciones que construyen, y de qué manera esas ficciones van modificando la vida privada de los cineastas.

-¿Por qué te interesan las historias corales?

-En El pasado... quería hacer un retrato ficcional de mi generación, y en Cineastas me interesaba tomar las diferentes modalidades y estéticas de producción de ficción que hay en Buenos Aires. Porque la obra no es sobre el cine, aunque se habla mucho de cine. Es más bien un retrato ficcional de Buenos Aires, no sólo de la vida de sus habitantes, sino que a partir de sus ficciones.

Ésa es, entonces, la última obsesión de Pensotti: borrar esa línea que separa la ficción de la realidad, hacerlo todo más difuso, mezclar los mundos reales con los mundos que se inventa uno día a día. 

-Después de El pasado… se transformaron en una compañía importante, con muchas giras. ¿Cómo han vivido eso?

-Fue bueno porque nos agarró en un muy buen momento como grupo. Habíamos hecho muchas obras antes, pero en estas últimas sentimos que había una especie de síntesis de ideas previas. Cosas que habíamos esbozado en obras anteriores ahora estaban mejor trabajadas, llevadas al extremo, entonces ha sido un placer que nos llegara el reconocimiento con estos trabajos -dice Pensotti, quien vive con alegría este momento. Ya trabaja en nuevos proyectos, pero no se apura, porque sabe, probablemente, que también el futuro es un animal grotesco.

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