Por Diego Zúñiga Febrero 12, 2014

© Jorge Sánchez

Sepúlveda descubrió hace una década la historia que inspiró “Aurora”: en el Sur, una mujer encontró en un basural a una guagua muerta y quiso adoptarla para darle sepultura. Desde que el cineasta leyó la noticia, supo que sería una película.

“A mí lo que me interesa de todo esto es el trabajo con los actores. Yo creo que en el cine, en el teatro, en la televisión hay muy buenos técnicos que pueden hacer toda la pega, pero lo que realmente le pertenece al director es la dirección de actores”, dice Sepúlveda.

Ya eran muchos años conviviendo con la historia sin poder filmarla: Rodrigo Sepúlveda -54 años, director de cine- había visto la noticia en un diario sureño hacía casi una década, algo rápido, una nota breve en la que se hablaba de una mujer que había encontrado en un basural a una guagua muerta y que quería adoptarla para darle sepultura, lo que legalmente no era nada fácil. Eso decía la nota, ésa era la historia que leyó Sepúlveda y que le pareció que era el inicio de otra cosa, de algo más grande, de una película que algún día filmaría. Así que se obsesionó con la historia, ubicó a la mujer, la entrevistó, intentó entender por qué alguien decide hacer eso.

Iba a filmar para entender. Así que empezó a imaginar el guión, los personajes, todo, hasta que se le cruzó otra historia en su camino. En realidad se le cruzó algo más que una historia: la enfermedad de su padre, sus últimos días, la muerte. Entonces, Sepúlveda dejó a un lado la historia de esta mujer y escribió Padre nuestro (2006): la filmó en poco tiempo, se convirtió ese año en uno de los estrenos chilenos mejor criticados -sobre todo las actuaciones de Jaime Vadell, Cecilia Roth y Luis Gnecco- y representó a Chile en los premios Goya. Era, en ese momento, la segunda película de Sepúlveda -había debutado con Un ladrón y su mujer (2001), basada en un cuento de Manuel Rojas- y todo indicaba que su próximo proyecto se concretaría luego, sobre todo porque se sabía que ya tenía la historia: esta mujer del Sur, la guagua muerta, la adopción. Y porque también había título: Aurora.

Pero entonces Sepúlveda se encontró con problemas para conseguir el financiamiento y todo se fue atrasando, hasta que en un momento pensó que ya no podría hacerla. Había postulado tres veces al Fondo Audiovisual y las tres veces no lo obtuvo. Parecía que no había forma. Sin embargo, la historia estaba ahí, los personajes, la trama y esta mujer a la que Sepúlveda ya había visitado tres veces. La obsesión por contar esa historia. Eso estaba, eso nunca había desaparecido, a pesar de todo. Así que Sepúlveda no lo dudó mucho y se le ocurrió una idea: filmaría la película, pero en una sala de teatro. Como Dogville, de Lars von Trier. Los mismos actores (Amparo Noguera, Jaime Vadell, Francisco Pérez-Bannen) y un nuevo personaje: un director de cine obsesionado con una historia, que sería interpretado por Luis Gnecco. Y algunos amigos interpretándose a sí mismos, como Carlos Cabezas y José Luis Torres Leiva.

Entonces, Sepúlveda filmó esa película y pensó que todo iba a quedar ahí. Pero el director Sebastián Lelio y el guionista Gonzalo Maza -creadores de Gloria- le insistieron para que postulara, una vez más, la idea al Fondo Audiovisual. Iba a ser la cuarta vez. Lo dudó un poco, pero finalmente lo hizo: esta vez sí lo ganó. Consiguió los fondos para financiar la película. Y los recibió el año pasado, por lo que pudo filmar. Y hoy, entre otros proyectos, está en eso: preocupado por lo que ocurrirá con Aurora, que se estrenará a mediados de año.

La otra película, ésa que filmó en una sala de teatro y que se llama No importa, también está ahí, guardada, empezando su proceso de montaje. Porque Sepúlveda está obsesionado con una idea: dedicarse por completo al cine. Porque antes -y entremedio- de su trabajo cinematográfico, hay otro mundo por el que sigue transitando: la televisión. Entre esos dos mundos se ha dividido la vida de Rodrigo Sepúlveda, aunque ahora dice que tiene claro cuál es el que le importa más.

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Esto empieza a fines de los 80, cuando Sepúlveda se acerca al mundo del teatro y del cine. Había estudiado Literatura en la Universidad de Chile -“porque en esa época las escuelas de cine estaban cerradas”, explica-, pero quería ser cineasta. Así que fue vinculándose de a poco con el mundo de las cámaras: trabajó en el Ictus en una película de Claudio Di Girolamo y luego con Ricardo Larraín en la productora Filmocentro. Luego vino la campaña del No y Sepúlveda dirigió varios trozos de la franja y después se dedicó a la publicidad. Era la forma de estar cerca de lo que quería hacer: filmar. Por eso no dudó en aceptar cuando Jaime de Aguirre lo invitó a trabajar a TVN. Dirigió algunos programas de conversación y luego pasó al área dramática, donde trabajó con Vicente Sabatini como asistente de dirección (Sucupira, La Fiera, Iorana), entremedio dirigió su primera película, hasta que surgió el proyecto de Tronia.

-Yo había dejado las teleseries y no había nada en el área infantil -cuenta Sepúlveda-. Yo soy un fanático de la televisión, creo que es una herramienta educativa potentísima, entonces  presentamos el proyecto de Tronia al canal, con Carmen Gloria López (productora ejecutiva), y nos dejaron hacerlo.

Era 2003 y el proyecto resultó un éxito.

-Ése fue mi primer ejercicio con cámaras digitales, donde los directores que trabajaban conmigo tenían que hacer cámara, editar, musicalizar y entregar los contenidos. Ahí armamos un equipo que era exquisito. Estuvieron Sebastián Lelio, Carlos Moena… -cuenta Sepúlveda. Lo que vino después fue cambiarse de canal -pasó al 13- y volvió al área dramática: esta vez dirigió la adaptación chilena de Los simuladores. Y entonces descubrió la historia de Aurora, pero enfermó su padre y terminó filmando Padre nuestro. Y continuó trabajando en televisión, dirigió uno de los telefilmes de Héroes -el dedicado a Diego Portales- y se obsesionó con filmar Aurora hasta que lo consiguió, con Amparo Noguera en el rol protagónico. Y fue justo después de eso que surgió un nuevo proyecto: dirigir la obra de teatro Rojo, de John Logan, una historia sobre el pintor estadounidense Mark Rothko.

-Yo había dirigido alguna vez un egreso, y también había hecho lecturas dramatizadas, entonces tampoco era tan extraño. Además, es tan difícil hacer cine, que el teatro es una forma de mantenerse activo trabajando con actores. Grandes cineastas lo han hecho. Como Bergman, por ejemplo -dice Sepúlveda, quien reconoce que no esperaba el éxito que tuvo la obra el año pasado, tanto de crítica como de público. En marzo volverá a montarse en el Teatro Mori de Parque Arauco y con nuevo elenco: Rothko será interpretado por Willy Semler (en lugar de Luis Gnecco), y su discípulo, por Mario Horton (en lugar de Martín Bacigalupo).

-A mí lo que me interesa de todo esto es el trabajo con los actores. Yo creo que en el cine, en el teatro, en la televisión hay muy buenos técnicos que pueden hacer toda la pega, por lo tanto, lo que realmente le pertenece al director es la dirección de actores. Es ahí donde el director está en juego, porque su verdadera herramienta para hablar y comunicar son los actores -dice Sepúlveda, quien no descarta dirigir una nueva obra, aunque este año siente que todo debe estar enfocado en Aurora. De hecho, con CinemaChile ya la han enviado a diversos festivales y apuestan porque compita en Cannes, en la sección “Una cierta mirada”. Aunque también -como siempre- la televisión va a estar ahí.

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La televisión va a estar ahí y está, de hecho, porque en este momento uno de los últimos proyectos televisivos está al aire: La canción de tu vida (TVN), serie que recibió en 2012 casi 285 millones de pesos por parte del Consejo Nacional de Televisión, y que consta de ocho capítulos inspirados en distintas canciones chilenas. A Sepúlveda lo invitaron a dirigir cuatro capítulos, de los que sólo se han emitido el que está inspirado en “Amor violento”, de Los Tres, y la cumbia “Un año más”.

-Además hice “Huele a peligro” (Myriam Hernández) y “Loca” (Chico Trujillo) -cuenta Sepúlveda, episodios que se emitirán durante febrero.

-Lo entretenido de esto era cómo instalarles historias a estas canciones, que fueran atractivas, divertidas. Yo me metí harto en el guión de las historias.

Pero no sólo este proyecto lo tiene en la televisión. Hace unas semanas firmó contrato con TVN para ser parte del departamento de guiones del área de ficción, que acaban de crear el director Alex Bowen (Mi mejor enemigo) y el guionista Julio Rojas (En la cama).

-En el fondo seré asesor de guión de tres proyectos de teleseries vespertinas, tres proyectos de la tarde y tres proyectos del mediodía -resume Sepúlveda.

-Parece que por más que te quieras dedicar sólo al cine, la tele te llama…

-Raúl Ruiz decía que la televisión era puro presente y que el cine era futuro, pero un punto de rating es todo el público de una película en la que trabajaste varios años… La tele tiene la posibilidad de trabajar temas y meterte en temas complejos. Puede transformarse en una herramienta realmente digna e importante para un país.

-¿Y cómo vives esa dualidad entre hacer televisión y seguir insistiendo en hacer cine?
-El otro día estaba con Carlos Cabezas, en el Festival de las Artes de Valparaíso(FAV). Él cantaba y yo ponía imágenes de cine chileno, y puse algunas de Padre nuestro y la gente todavía se acordaba y me agradecía la película. Eso la televisión nunca lo va a tener…

Han pasado ya siete años desde que estrenara Padre nuestro. Dice que todo este tiempo le sirvió para madurar su trabajo, para poner de mejor forma la cámara, para entender mejor la historia de Aurora. Y para entender mejor eso, también: que donde se siente más pleno es en el cine, filmando esas historias que ha ido acumulando en todos estos años, cada vez que abre un diario y recorta alguna noticia que en el futuro se convertirá, quizás, en una nueva película.

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