Maribel Villarroel está sentada en la butaca de un teatro mirando cómo Verónica Villarroel, su hermana doce años mayor, ensaya el protagónico de La Bohème, una de las óperas más importantes de Giacomo Puccini. Es 1994, en Dallas. Sobre el escenario el director Herbert Ross, el mismo de Footloose, corrige hasta el más mínimo detalle. Maribel está algo aburrida. Se lo dice a Verónica. Juntas se acercan a Ross y le piden que Maribel sea parte de la obra como extra. Horas más tarde, la hermana menor camina por el escenario, durante la función, vestida de niñera paseando un coche. Lo mismo hizo una temporada completa, aquella en la que su hermana, ya reconocida como una gran soprano lírica, fue aplaudida por su interpretación de Mimí. Ésa es su primera vez juntas en el escenario. Años más tarde Maribel también se convertirá en cantante. Y aunque sus caminos serán diferentes, se encontrarán dos décadas después, para enfrentar su mayor reto como hermanas. Puccini las volverá a reunir. Pero la próxima vez será de igual a igual.
Bajo la dirección de una dupla que ya fue aplaudida tras la realización de Così fan tutte, de Mozart, la régisseur Miryam Singer y Eduardo Brown, se presentará en el Teatro Municipal de Las Condes Madama Butterfly, entre el 24 y el 29 de junio. Verónica y Maribel Villarroel se alternarán el papel de la geisha Cio-Cio San, acompañada cada una con un elenco distinto.
Verónica Villarroel (51) ha interpretado a Madama Butterfly en casi incontables ocasiones y fue la primera cantante no japonesa en convertirse en esa geisha en Tokio. Maribel Villarroel (39) ha realizado el papel en dos breves momentos, uno cuando interpretó el aria “Un bel dì vedremo” para una pequeña aparición en la película Fuga, de Pablo Larraín, y otra, para un spot publicitario. Verónica ha sido catalogada como una de las mejores Butterfly del mundo. Maribel, además de un tatuaje de mariposa, no ha tenido un mayor fiato con el rol. Para Verónica ésta es la primera vez que hará el papel en Chile. Para Maribel, será la primera vez cantando ópera.
PRIMER ACTO
“Un día Miryam (Singer) me dijo por teléfono: ‘¿qué te parece si hacemos Butterfly?’ Maravilloso, me encanta, le respondí”, cuenta Verónica Villarroel, sentada en el living de su departamento. A ella, la soprano chilena más reconocida a nivel internacional, le habían ofrecido el papel varias veces desde su país, pero una agenda siempre estrecha le había impedido, hasta ahora, hacerlo. Una vez aceptada la propuesta de Singer, Verónica comenzó a preparar el papel de Cio-Cio San en Nueva York, a “ponerlo en el cuerpo”.
Mientras eso ocurría, durante enero se realizaban audiciones para definir los otros roles, incluyendo a la segunda Cio-Cio San. “Yo audicioné en igualdad de condiciones y con todas las ganas. Después me di cuenta de que si lo conseguía lo iba a hacer al lado de la mejor ‘Butterfly’ que hay y que, más encima, es mi hermana”, dice Maribel, quien también está en el living del departamento de Verónica. Y agrega: “Siempre supe que Verónica haría el papel. Cuando le proponen algo, me llama y pregunta mi opinión. Y ahora no fue la excepción”.
Un mes después de haber audicionado, y de muchas noches sin dormir, a Maribel le confirmaron que había sido seleccionada para interpretar a la otra Cio-Cio San. “Más allá de que sea complicado, para mí es un honor”. Maribel empezó a estudiar el rol sola, pero apenas Verónica pisó suelo santiaguino, hace dos semanas, se pusieron a trabajar juntas. “Estudio sobre todo los conceptos japoneses, porque como ella lo hizo allá, tuvo maestros que le enseñaron el estilo, y ella me lo está traspasando”, asegura Maribel.
“Ella tiene la edad correcta para enfrentar este papel. Más joven no es recomendable hacerlo porque la voz necesita cierta madurez. Será una interpretación fresca. Y yo lo he interpretado en varias oportunidades, así que el público se va a encontrar con dos voces e interpretaciones diferentes de Cio-Cio San, un contraste maravilloso”, dice Verónica sobre las inevitables comparaciones.
Madama Butterfly, una de las óperas más representadas en todo el mundo, narra la historia de la joven geisha Cio-Cio San, conocida como Butterfly, quien se enamora de un oficial de la Marina estadounidense con el que se casa, pero que la abandona al poco tiempo. Ella lo espera por años, pero cuando el marine decide volver a Japón, lo hace de la mano de otra mujer y dispuesto a llevarse al hijo que tuvo con Butterfly. Pese al dolor, la geisha entrega a su hijo y resuelve acabar con su vida: un haraquiri cierra la tragedia. Su montaje en Chile, una producción que costará alrededor de 150 millones de pesos, se enmarca en la idea de acercar nuevos públicos al género lírico y así popularizar la ópera, con entradas a bajo costo.
“Me da un poco de nervios todo esto, pero estoy tratando de no pensar en las críticas, porque si no, me hago daño. Para mí es una oportunidad hermosa compartir con mi hermana y haré este papel lo mejor que pueda”, dice Maribel.
SEGUNDO ACTO
Hubo una época en la que Verónica solía repetir en entrevistas que vivía con miedo a la soledad. Con una sensación de angustia que mantenía su estómago apretado cada vez que armaba y desarmaba una maleta. Hoy, la sensación es menos intensa porque su vida, según dice, está más asentada y siente que por fin pertenece a un lugar. A dos en realidad: a Nueva York, en donde están su pareja y sus amigos, y a Santiago, en donde están su familia y su academia. Lo que también ha cambiado es su relación con Maribel, la hermana que en algún momento fue la elegida para acompañarla en sus giras por el mundo, y cuya vida fue en gran medida definida por la de Verónica. Durante dos años seguidos, Maribel acompañó a Verónica en sus ensayos y presentaciones, conoció a sus amigos y se cuidaron mutuamente. “Ella me trataba como a su hija, y yo también me creía medio mamá de ella”, recuerda Maribel, riendo, y reconoce que al principio de esa historia la relación fue complicada porque ambas tienen un carácter fuerte que aprendieron a compatibilizar. Y fue tanto lo que lograron conectarse que Maribel terminó escogiendo, tras dejar sus estudios de Teatro en Chile, convertirse también en cantante. Eso sí, sin encasillarse en un género. “A mí no se me conoce por cantar ópera, se me conoce porque canto, porque soy una maestra de canto. Y, por lo mismo, creo que era importante probar que yo era capaz de cantar esto (Madama Butterfly) y de hacerlo bien”, afirma Maribel.
Verónica sabe que el rol de Butterfly es uno de los papeles de soprano más difíciles, tanto por su exigencia vocal como por la intensidad de la interpretación. Para lograrlo las hermanas Villarroel acuden a sus experiencias, al afecto maternal desde distintos ángulos. Maribel, madre de tres niños, afirma que al momento de llegar al tercer acto -donde Cio-Cio San y su hijo se separan- no puede evitar emocionarse. “No me puedo imaginar la vida sin uno de mis hijos, entonces esa sensación aporta a la interpretación, pero espero controlar esa emoción para que no afecte mi vocalidad”, dice. Por su parte, Verónica, quien decidió en algún momento de su vida no ser madre ni casarse, construye el personaje a partir del instinto maternal que le inspiran sus sobrinos, hermanos y hasta los alumnos de su academia. “La primera vez que lo estudié me costaba entenderlo porque era totalmente diferente a una japonesa. Sin embargo, en el momento en el que escuché la primera nota, yo me sentí como una geisha. Butterfly ingresa fácilmente a la piel”, dice Verónica.
Maribel cuenta que cuando ella tenía 14 y su hermana 26, la diferencia de edad era más notoria, pero que ahora “ni se nota”. Verónica se ríe y hace un recuento de la relación con su hermana: “Siempre nos mantenemos en contacto. Nos enviamos mensajes todos los días. De un modo u otro, siempre hemos estado unidas”. Por eso dicen que entre ellas no hay rivalidades. Por eso, dicen, este desafío de exponerse frente al público no les asusta; las emociona. Además, destacan, ambas trabajan en igualdad de condiciones para el montaje. “Estamos practicando con ambos elencos a la vez, eso es un ingrediente interesante de esta manera de trabajar de Miryam Singer porque no en todos los lugares se privilegia a ambos elencos. Eso me parece notable”, comenta Verónica.
TERCER ACTO
Durante un ensayo cualquiera, la mayor de las Villarroel sigue atenta las instrucciones de Miryam Singer. Maribel también oye cada corrección de la régisseur y a ratos canta en voz más baja. El papel requiere de mucha energía corporal y de saber medir la exigencia vocal, desde cuánto se deja en el primer acto hasta el acto final. “Recuerdo que una de las últimas veces que hice Butterfly fue en Avignon, en un anfiteatro romano en donde el escenario no tenía micrófono y era cuatro veces el stage del Metropolitan”, cuenta Verónica. “Además, a la régisseur se le ocurrió hacer una pasarela para hacerme correr más aún. Tenía que subir, bajar, tomar al niño, correr, era muchísimo. Uno tiene que sostener grandes líneas vocales que requieren un esfuerzo de todo el cuerpo, no es cantar bajo la ducha. Por eso que con Maribel nos venimos preparando hace meses para esto”. A eso, se suman los cuidados especiales en esta época del año. “Es muy fácil enfermarse con el frío. La voz es un instrumento tan frágil, tan delicado, que hay que cuidarse de todo”, enfatiza Verónica.
Dos en punto y el ensayo termina. Ambas se sacan los zapatos de estilo japonés, guardan los quimonos y parten juntas a almorzar. Les quedan menos de dos semanas para que la obra esté lista. Lo que vendrá serán seis noches consecutivas, en las que irán dejando sobre el escenario sus voces, sus interpretaciones. Ése será el cuarto acto de esta historia. O el primero de otra.